He llevado a mi chica a cenar fuera, a un sitio especial. Todo estaba muy bueno, la cerveza fría y las raciones de pasta generosas y condimentadas. De vuelta a casa, andando para empezar a bajar la cena, hemos disfrutado de la brisa, de las luces y del misterio de la noche.
Nada más cerrar la puerta del "hogar dulce hogar", la he besado con pasión, quería disfrutar del sabor de su boca.
- Me voy a poner cómoda. -
- Y yo.-
Y seguimos el ritual, yo elijo el cuarto de baño para cambiarme y ella va a la habitación. Tengo algunos gases después de la cena copiosa, que suelto, amparado por la intimidad del cuarto de baño y el sonido del agua al tirar de la cadena. Sé que ella también tiene que aliviarse, seguro que en ese momento ha abierto la ventana de la habitación, se ha tumbado en la cama boca abajo y aprovechando mi ausencia está dejando escapar algún que otro pedete femenino. Alguna vez la he oído, cuando cree que no la oigo. También una vez se le escapó uno en plena faena, ninguno de los dos nos lo tomamos a mal. Tratamos de evitarlo pero sabemos que están ahí, que en cualquier momento puede ocurrir. Me pongo cómodo, una camiseta y un calzoncillo nuevo.
Al volver a la habitación encuentro la ventana abierta y a mi chica en pijama. Mirándome con deseo. Se da la vuelta y comienza a cerrar la ventana como siempre. Mis ojos se posan en su culo. Esas posaderas me vuelven loco y me acerco a ella por detrás, la beso en el cuello mientras agarro una de sus nalgas, la sobo y le doy un azote. Ella se vuelve y me besa.
- ¿Qué tal la cena? - pregunto.
- Bien, muy rico... solo que he comido bastante. - dice pasándose la mano con la barriga.
Miro la ventana de reojo y la imagen en mi cabeza de ella, ventoseando, hincha el pene bajo mis calzoncillos. No me gustan los pedos, huelen mal... pero de alguna manera, en mi imaginación, los de ella, saliendo de ese culito tan rico, me excitan sobremanera.
- Bueno, un poco de ejercicio no nos vendrá mal - Apuntó de manera sensual.
Ella asiente y me acompaña al sillón. Me siento y ella hace lo propio, no a mi lado, sino sobre mis rodillas.
- ¿Te parezco una niña traviesa? - ronronea con fingida seriedad mirándome a los ojos.
- Sí, muy traviesa. - Replicó siguiéndole el juego.
- Y... y qué vas a hacer... ¿Me vas a castigar? - añade con deseo.
- Sí, te voy a dar unos azotes. Ven aquí. -
Y la tumbó sobre mi regazo en el sillón y le bajó los pantalones del pijama y la braga y acarició las nalgas, y le frotó el coño encontrándolo mojado. Ella se retuerce y se frota contra mí pene.
Le doy unos pocos azotes, como cinco o seis. Los azotes forman parte del juego sexual, pero no es el elemento principal.
Terminados los prolegómenos, volvemos a la habitación. Me quito la ropa y ella hace lo propio. Nos miramos mientras nos desnudamos completamente, forma parte del ritual. Luego ella se tumba boca abajo y yo a su lado, y empiezo a acariciar y a besar su espalda, su cuello y luego sobo su culo. Ella se da la vuelta y agarra mi erecto falo y me chupa las pelotas.
Lo siguiente con lo que me entretengo es con sus tetas y sus pezones, haciendo mil diabluras que la hacen gemir. A continuación beso su chichi, meto la lengua y con los dedos exploro sus agujeros, vagina y ano reciben mis atenciones. Ella se retuerce de placer, agarrándose a las sábanas, pidiendo que pare o que siga, contradiciéndose en medio de tanto placer.
Al rato mi rostro encuentra de nuevo su culo, se hunde en él, mi lengua le saca brillo. Imagino que se tira un pedo en ese momento, otra vez el maldito fetiche que no quiero practicar pero que me pone, me enciende. Luego llega su turno, a ella también le gusta jugar con otro culo y hunde su rostro en el mío y noto con deleite como su lengua trabaja allí dentro y contraigo el esfínter evitando que el gas, esté muy real, se escape en ese momento y rompa la magia.
Después, viene el sexo, a la antigua usanza. Ella se abre de piernas boca arriba ofreciéndose. Yo la miro y me muerdo el labio y ella se ruboriza. Meto mi miembro en ese agujero tan familiar y empujo, despacio al principio, luego con ritmo. Lo saco antes de correrme, me relajo un poco, ella se da la vuelta, se pone a cuatro patas y yo le meto el falo, embistiendo por detrás entre sus gemidos de placer. Luego la saco y pruebo a metérsela por el culo, solo un poco por probar. No parece funcionar y me centro de nuevo en el otro agujero. Y de alguna manera me inclino y encuentro su rostro, ojos cerrados, respiración acelerada... y mis dedos se meten en su boca y la exploran y luego mis labios y mi lengua, y sigo empujando y finalmente, gritando de placer, me corro, me corro dentro y fuera de ella.
Después nos quedamos muy quietos, piel sobre piel. Aun me quedan fuerzas para que jugar con su oreja.
- Buen ejercicio. - sonríe.
- Sí, buen ejercicio - sonrío.