Continuamos frotándonos y empecé a subir lentamente mis manos desde su cintura hasta llegar a sus grandes senos, los empecé a apretar con fuerza por encima de su blusa, sintiendo lo grande que eran. Termine de desabrochar su blusa dejando expuesto su sostén y sus tetas que ya se le salían de lo grandes que eran. A través de su hombro podía admirar sus senos mientras los manoseaba deliciosamente. Pase mis manos hacia su espalda y le desabroche el sujetador, el cual cayó inmediatamente impulsado por la fuerza de sus senos que se liberaban de su presión. Volví a poner mis manos sobre ellos, ya completamente desnudos, volví a mirar a través de su hombro y puede apreciar sus hermosas tetas enormes, redondas y muy blancas, sus pezones color rosa muy paraditos rodeados por una gran aureola; empecé a tocar con la yema de mis dedos la aureola de sus pezones, siguiéndola en círculos, sintiendo su textura, con mis dedos jugueteaba con sus pezones que estaban muy duros y luego con mis manos apretaba una y otra vez sus tetas desnudas, sintiendo la suavidad de su piel y escuchando como gemía cada vez más. Era delicioso.
Me acerque lentamente a su oído y le susurre si estaba húmeda. Ella regreso a mirarme y me dijo que mucho, que su tanguita estaba muy empapada, que por qué no lo comprobaba por mí mismo. Así que le fui subiendo lentamente su falda hasta la altura de su cintura, dejando al descubierto sus ricas nalgas que seguí rozando con mi pene erecto a través del pantalón; con mi mano derecha toque por encima de su tanguita blanca y pude sentir lo mojada que estaba, sus fluidos seguían saliendo sin control de lo excitada que estaba, así que le bajé la tanguita hasta el piso de tal forma que cayó a sus pies y ella la tiro a un lado.
Empecé a acariciar con mis dedos su vagina, que estaba depilada en la zona del bikini, con las yemas de los dedos podía sentir sus labios vaginales muy mojados, empecé a meter uno de mis dedos dentro de su conchita, se sentía muy tibia y resbalosa por sus líquidos, empecé a sacar y a meter mis dedos con suavidad, acariciando todo su interior y haciendo salir más líquidos; ella se aguantaba las ganas de gritar porque nos podían escuchar, así que lanzaba ahogados gemidos de placer.
Mi verga estaba durísima, ya no aguantaba las ganas de penetrarla, así que desabroche mi pantalón y baje mis boxers dejando mi pene erecto en contacto directo con sus blancas nalgas. Ella empezó a frotarse con más intensidad de arriba a abajo, sintiendo lo dura que estaba mi verga. Yo ya no aguantaba más, así que la agache contra el escritorio dejando en primer plano su hermoso culo. Le abrí las nalgas y puede ver su deliciosa vagina que me invitaba para ser penetrada. Tomé mi pene con la mano y lo puse en su conchita y lo fui metiendo lentamente, sintiendo la calidez de su conchita y como se abría paso entre sus fluidos con mucha facilidad hasta llegar hasta el fondo, a lo cual ella pego un gran gemido de placer, que de seguro alguien debió escuchar.
Continúe metiendo y sacando mi pene en su vagina, era delicioso poder sentir toda su humedad y escucharla gemir, empecé a embestirla con mayor fuerza y se podía escuchar el choque de nuestros cuerpos, mis bolas contra sus nalgas, sacaba mi pene completamente y se lo volvía a hundir completamente, haciéndola gemir, ella no paraba de decir que continúe, que rico mmmmm, seguí golpeando contra su rico trasero sin parar, era delicioso. Saque mi pene y la voltee hacia mí, la subí en el escritorio y abrí completamente sus piernas. Pude ver en todo su esplendor su vagina muy mojada y dilatada. Y la penetre nuevamente con fuerza. Seguí dándole, metiendo y sacando, ella gemía y gemía, y sus tetas le rebotaban de arriba abajo sin control. Ya no nos importaba si alguien nos escuchaba o entraba, estábamos perdidos el uno en el otro, dejándonos llevar por el placer. Hasta que ella empezó a gemir con más intensidad, apretó sus piernas con fuerza y tapo su boca para no gritar, disfrutando de un rico orgasmo, al cual me sume; y al no poder contenerme más, saque mi pene y deje que toda mi leche saliera con fuerza y salpicara toda su vagina hasta sus tetas, fue una cogida riquísima. Podía ver su cara de satisfacción y de morbo al haber tenido sexo en el escritorio de su oficina. Nos vestimos y nos quedamos un poco más, esperando que al salir ya se hubieran ido todos los empleados, que de seguro se habían dado cuenta de todo.
De ahí en adelante, seguimos teniendo encuentros sexuales con mi jefa, el trabajo solo era pretexto para quedarnos solos y seguir cogiendo, en la oficina, en su apartamento, en un hotel, siempre que teníamos la oportunidad, nos dejábamos llevar por los placeres de la carne. Fue una de las experiencias más excitantes de mi vida.