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Mi historia se remonta a cuando yo tenia unos 17 años en Puerto Rico. Mis padres estaban trabajando y mi hermana menor se hallaba en un campamento de verano. Amanecio el dia soleado y precioso, y me aprestaba a llamar a unos amigos para ir a la playa, cuando alguien toca a la puerta.
Resulta ser la vecina de nosotros, Doña Iris, una madre soltera de unos treinta y pico de años. Ella me estaba invitando a pasar a su casa a disfrutar de su piscina, con su hija Veronica. La verdad que me atrajo la idea, pues tanto la señora como su hija de 16 años estaban bien ricas en apariencia. Iris tenia unos pantaloncitos bien apretados, exhibiendo sus bien torneadas piernas y un coñote bien abultado entremedio. Sus tetas grandes se le salian por el ‘top’ del traje de baño, practicamente gritando por ser liberadas. Y esa era la madre...¡no podia esperar por ver a la hija!
En menos de cinco minutos me puse mi trusa de baño, mis chancletas y me traje una toalla. Mi maceta estaba tan parada de ver a esta vieja que se me marcaba en mi trusa, dejando una gruesa franja de 7" apuntando a mi ombligo. Para disimular mi excitación, me tire la toalla por encima ocultando mi dura verga, pero el roce de mi miembro con la trusa era sensacional.
Al llegar al patio de la señora, me sente al lado de la piscina. En ese instante llegaba Veronica con un pequeño bikini en su cuerpo que acentuaba su suculento culo y apretado coñito. Traia unos frios refrigerios y se me sienta al lado. A todo esto, yo tengo que sonreirle y mostrar que soy un chico inocente sin lujuria. La verdad que mi maceta me queria estallar del pantaloncillo, y no se cuanto mas iba a poder disimular mi bellaquera.
Fue entonces cuando Doña Iris se para de frente y mojandose los labios con su picara lengua me pide que le exhiba "esos musculos de adolescente" a su hija. Me estoy dando cuenta que esta señora lo que busca es un machito para su nena, y es ahí que pierdo mis inhibiciones. Me paro de momento, dejo de caer la toalla que ocultaba mi parada pinga, y empiezo a fotarme las entrepiernas con mis manos. Aquel rollo de carne parecia al borde de romper la trusa, y pude notar como la chiquilla Veronica no quitaba sus verdesojazos de mi maceta.
"Vero...¿estas viendo lo que yo veo?", pregunta Iris. "¡Este muchacho tiene una santa parada que Dios se la bendiga!" Pude notar en ese momento un punto de humedad en el bikini de Veronica. La cabroncita se estaba poniendo bellaquita, y empezaba a babearse en el trajecito de baño.
Doña Iris me sienta en una silla de patio, y ella en cuclillas empieza a frotarme mi maceta a traves del pantaloncillo. ¡Que cosa mas rica, carajo! Definitivamente era una experta casqueteando machos, pues de un tiron me quito la trusa y empezo a frotarme mis enormes y carnosas bolas con su mano derecha. Con una guiñada a su hija, Veronica se acerco y timidamente me agarro mi pinga con su manita derecha. La sensacion era como nunca, y aquellas mujeres jugaban con esa maceta como si fuera un juguete nuevo.
Iris rompio el hielo y empezo a pasarle la lengua a mis bolas y a mi enorme y parado falo, metiendose la cabezota en la boca y babeandola y lamiendola como un pilon. Veronica me lamia los muslos, mis bolas afeitadas y esa area erogena entre los cojones y el culo. Yo sentia ya la babita corriendose por mi pinga, y el culito mio empezaba a humedecerse y a palpitar. Esta venida iba a ser como ninguna...
La señora se percato de mi entrecortado respirar, y el temblequeo en mis piernas. Fue entonces que me sorprendio esta hembra. Me abrio las nalgas, y humedeciendose un dedo en su boca, me lo metio en mi resbaladizo culo. Se fue facilito con toda aquella baba lubricante, y empezo a meterlo y sacarlo freneticamente, mientras Veronica me frotaba la cabeza de la pinga, embarrandose su manita con mi cremita.
¡Bang, bang! Tres enormes chorrotes de leche salieron disparados al aire, cayendo sobre mi estomago y las manos de mi dos diosas. "Coño, niño...nunca habia visto una puñeta tan rica. ¡Aquí hay leche guardada de dos semanas!" Yo solamente jadeaba, ya que me sentia sin aliento, pero la venida fue indescriptible.
Prometiendo mantener este momento como nuestro gran secreto, Doña Iris me pidio que pasara a menudo para que le mostrara mi verga a ella y a su hija. Cada reunion terminaba en ricas puñetas de ella o Veronica. Pero eso es tema para otros relatos.
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