A la mañana siguiente, Maria y yo estábamos sentados a la mesa de la cocina, desayunando. Clara seguía durmiendo, a pesar de que Carmen, su madre, había vuelto un par de días antes. Le había pedido permiso para seguir haciéndolo y, ante la insistencia de la chica, la hermana de Maria no había podido negarse. Aquella mañana, Maria me contó una historia de lo más sorprendente.
- Marcos, ¿te gustan los secretos? -me preguntó.
- Me fascinan -le respondí.
- Te entiendo -continuó- Supongo que sabrás que los más interesantes son los secretos de mujeres, ¿no? Pues quiero contarte uno, un secreto que siempre he guardado sobre mi sobrina Clara.
- Te escucho -le dije acomodándome en la silla para lo que parecía iba a ser un largo relato.
- Muy bien, te cuento...
"Desde siempre, Clara ha sentido una cierta atracción por mí, casi como tú con mis braguitas, solo que la suya comenzó a los nueve años. Cuando jugaba, siempre trataba de meterse bajo mis faldas y aunque a mí no me importaba, su madre le gritaba para que no me molestase. Un día que no estaba mi hermana delante, le pregunté si le gustaría que le dejase ver debajo de mi falda. Ella, con miedo, respondió que sí.
- Yo te dejo si tú quieres, pero no tiene que saberlo nadie, ¿me entiendes?
- Mamá siempre me grita si la miro a ella.
- ¿Lo ves, cariño? Si mantienes el secreto yo te enseñaré todo lo que quieras ver y saber."
- Como te podrás imaginar, yo ya estaba mojada por el simple hecho de saber lo mucho que le interesaba a mi sobrina - dijo con los ojos brillantes- Fíjate que solo de contártelo noto cómo me estoy mojando otra vez...
- Si quieres, mientras me sigues contando esa historia yo te puedo ayudar con eso -me ofrecí sonriente.
- Mmmm... -gimió Maria dulcemente- Eres un guacho... y me encanta. Ven y nos haremos una paja mutuamente.
Me levanté, cerré la puerta de la cocina, por si acaso venía Clara, y me senté al lado de Maria. Nada más sentarme, metió la mano por la cintura del pantalón de mi pijama y empezó a masturbar mi ya dura pija. Yo, por mi parte, entreabrí su camisón e introduje la mano por sus braguitas para empezar a acariciar el dulce y húmedo clitoris que tenía allí escondido.
- Tengo que confesarte una cosa, Claudio -continuó sin dejar de masturbarme- Me fascina tu leche, siempre supe que te hacías pajas con mis bragas y no te dije nada porque me encantaba volver luego y encontrarlas llenas de tu semen. No sabes lo que he hecho yo con esas bragas en las solitarias noches que pasaba encerrada en mi cuarto... Por eso me gusta saber que ahora no tengo que recurrir a esos trucos para conseguir tu leche, sé que si te la pido tú me la darás. Solo te pido una cosa... Cuando vuelva mi hija no quiero que esté desatendida por mi culpa, ¿me entiendes? Quiero una hija satisfecha sexualmente y feliz. Si cumples eso, por mi parte te prometo que tendrás todo de mí... Y cuando digo todo, es todo. Para que veas que no te miento, desde hoy mismo voy a dejarte todos los días unas bragas usadas en el baño para que no me eches de menos.
- No te preocupes, te prometo que no descuidaré a Andrea -le dije solemnemente- Además, tengo sexo de sobra para las dos...
- Qué malo eres -dijo Maria sonriendo- ¿Recuerdas lo que hicimos en el tren? Pues no fue la primera vez... Siempre me ha gustado que me metiesen mano en los lugares más extraños, es algo que me vuelve loca. Así que desde ahora tienes permiso para meter tus manos debajo de mi falda siempre que quieras, que mi culo estará siempre dispuesto para recibir tus caricias. No sé si ya te habrás dado cuenta de lo mucho que me gusta masturbarme y que me masturben. Solo de decirlo me pongo caliente...
- Ya lo he notado, -le respondí con la mano todavía acariciando sensualmente su húmeda concha, a lo que ella respondió con una sonrisa y un acelerón en los movimientos de su mano.
- Como te he dicho no es la primera vez que me subo a un tren a oscuras -continuó relatándome- Es más, siempre busco los vagones que tienen la luz estropeada porque me fascina ser manoseada por todas partes. Una vez llegué a bajar del tren bañada en leche, con tres acabadas en mis bragas. Tanto semen tenía empapándomelas que comenzó a correrse por las piernas. Por suerte llegué a casa antes de que nadie lo viese. Además, en aquella época también tenía que tener cuidado con mi marido, pues todavía estaba casada, aunque varias veces tuve las bragas mojadas con dos leches diferentes y él nunca se dio cuenta. Bueno... pero esa es otra historia que ya te contaré más adelante. Ahora voy a seguir contándote lo de mi sobrina Clara. ¿Por dónde iba... ? ¡Ah, sí...!
"Yo llevaba una falda amplia acampanada y Clara estaba a punto de meterse debajo de ella. Imagínate, para ella aquello era todo un juego clandestino de descubrimiento, pero para mí era pura excitación.
- Pero recuerda que no se lo puedes contar a tu mamá. Si lo haces no volveré a dejarte mirar más debajo de mis faldas, ¿entendido?
- Sí tía. No diré nada.
- Bueno, está bien. Pero mejor vamos a mi dormitorio, allí estaremos más cómodas.
Recorrimos la casa en dirección a mi dormitorio. Yo me sentía excitadísima, ansiosa por saber lo que me depararía aquella experiencia prohibida con mi sobrina. Por fin entramos y cerré la puerta a mis espaldas.
- Solo vamos a estar un ratito, ¿eh? No queremos que nos pille tu mamá, ¿verdad? Venga, métete debajo de mi falda.
Se agachó delante de mí y, levantando la falda, la cubrí dejándola debajo de ella. Yo tenía ya todas las bragas mojadas de la emoción. No te imaginas lo puta que me sentía, con mi sobrinita manoseándome debajo de la falda. No me podía estar callada así que empecé a preguntarle cosas que todavía me excitaban más.
- Clara, ¿te gusta mirarle las bragas a tu tía?
- Sí, me gusta mucho.
- ¿De qué color las llevo?
- Blancas.
- Cariño, si quieres puedes tocármelas. Acaríciame lo que quieras y dame besitos en las braguitas, ahí donde están mojadas...
La excitación de sentir su cuerpecito entre mis piernas era increíble, pero cuando empezó a acariciármelas me recorrió una sensación de placer indescriptible. Aunque todavía fue peor cuando sus manitas llegaron a mis bragas. Separé las piernas para que sus manos, torpes por su inexperiencia, jugaran libremente en mi intimidad. Cuando sentí que sus deditos pasaban suavemente por la zona de mi clítoris, estallé.
- Así, Clara... Pásame las manitas por ahí... Eso es, cariño...
- Tía, ¿te has hecho pis?
- No, cariño. A nosotras las mujeres nos gusta tocarnos ahí, y cuando lo hacemos nos mojamos las braguitas. Pero tócame un poquito mas ahí... Así, despacito... Tócale la rayita a tu tía... Así...
Tanta caricia acabó por llevarme al borde del orgasmo. Por fin, con un último y dulce beso de la niña sobre mi excitada concha, apreté su cara contra ella y acabe. El orgasmo fue intenso y me hizo temblar mientras la niña se apartaba poco a poco y salía de debajo de mi falda.
- ¿Te ha gustado, Clara?
- Sí, pero no sabia que te mojabas.
- Mira, ahora la tía te va a hacer cosquillas ahí y verás como tú también te vas a mojas y te va a gustar mucho. Ahora enséñame tus braguitas.
La niña se bajó obedientemente el pantaloncito que llevaba puesto y me las enseñó. Un escalofrío de excitación recorrió el interior de mi vientre y me hizo gemir de placer.
- ¿Quieres que me las quite, tía?
Iba a decirle que sí, que se quitase todo y me dejase 'jugar' con su conchita, cuando escuché la puerta de la calle. Era Carmen, su madre, que regresaba.
- Clara, súbete el pantalón que viene tu mamá. Después te haré cosquillas. Pero recuerda que esto es un secreto.
- Sí tía.
La niña me abrazó, me dio un beso y salió a recibir a su madre.
Esa tarde nos fuimos todas al cine y a mitad de la película, Clara empezó a decirle a su madre que quería ir al baño. Mi hermana la riñó por no haberlo dicho antes pero empezó a levantarse a regañadientes.
- No, espera. La llevaré yo que también tengo que ir -le mentí a Carmen- Vamos cariño, la tía te lleva.
Salimos por el oscuro pasillo del cine y yo iba pensando en lo loca que estaba al irme al baño a solas con mi sobrina. Sin duda no podría aguantarme y acabaría 'jugando' con ella, pero me propuse no hacerlo. No porque no quisiera sino por miedo a lo que podría pasar si su madre nos pillase haciéndolo. Entramos al servicio y Clara se metió en uno de los baños individuales. La esperé fuera pensando en que en ese momento se estaría subiendo la falda, ahora se estaría bajando las braguitas...
- Tía, no hay papel... -dijo la niña rompiendo el hilo de mis pensamientos.
Entré en el baño y la vi con la falda levantada y las braguitas en los tobillos. Busqué nerviosamente en mi bolso y saqué un pañuelo de papel con el que le sequé la conchita. Ella, con las piernas abiertas, miraba cómo la secaba, como si fuera un juego con su tía. Le subí las braguitas con la mirada fija en su virgen rayita y le arreglé la falda para dirigirme luego hacia la puerta de salida. La niña no me seguía y me giré nerviosa hacia ella.
- Vamos, nos vamos a perder la película.
- Tía, ¿tú no haces pis?
- No, cariño. La tía no tiene ganas... -le dije, pero al ver su carita me di cuenta de lo que quería- Tú lo que quieres es verme haciendo pis...
- Sí... -respondió con un hilo de voz y una tremenda vergüenza.
- Pero ahora no puedo, cariño. Voy a hacer otra cosa, ¿sí? Te voy a enseñar las braguitas que me he puesto para venir al cine. Ya verás como son muy bonitas.
Entrando a uno de los baños y cerrando la puerta para ocultarnos de cualquiera que pudiese entrar, me subí la falda sin ninguna ceremonia y le enseñé las preciosas bragas transparentes y con puntillas que llevaba puestas.
- ¿Te gustan, Clara?
- Si, tía, son muy bonitas.
- Si te gustan puedes tocármelas, ya sabes que la tía te deja.
Llegados a este punto no pude evitarlo y entré en aquel peligroso juego con mi sobrina. Me di la vuelta dejando mi culo al alcance de su mano. Un segundo después noté cómo comenzaba a acariciarme suavemente el culo por encima de las bragas.
- Qué tela tan bonita... y qué suave.
- Pasa los deditos por aquí debajo, por la rayita -le dije llevándole la mano a mi entrepierna- Así, cariño... Tócamela, así...
- ¿Puedo vértela, tía?
Sin siquiera contestarle me senté nerviosamente en el inodoro y con dos dedos corrí las bragas a un lado, quedando mi concha frente a sus asombrados ojos.
- ¡Cuántos pelos tienes, tía! Yo casi no tengo...
- Cuando seas mayor lo tendrás como la tía. Mira lo que voy a hacer ahora, voy a apartarlos un poco para que puedas verme la rayita. ¿Te gusta?
- Sí tía, es muy bonita.
- A ver, déjame que vea la tuya.
Le bajé las braguitas y empecé a acariciar sus labios todavía vírgenes y sin vello, haciendo que Clara soltase una carcajada nerviosa fruto de la extraña sensación que sentía.
- Me haces cosquillas, tía.
- ¿De veras? ¿Te gustaría hacerme cosquillas a mí también? Mira, mete un dedito por el agujerito que tiene la tía aquí... Eso es... Ahora sácalo y vuélvelo a meter. Muy bien... Me encanta lo que me estás haciendo, cariño. Mi sobrina me estaba proporcionando una espléndida masturbación que me hizo olvidar por un momento dónde y con quién estábamos. Cuando por fin recuperé el sentido de la realidad, detuve suavemente la mano de Clara y la saqué de mi concha con un pequeño gemido.
- Será mejor qué volvamos a la sala porque ahora no tenemos tiempo para seguir. Otro día que podamos y estemos en casa, jugaremos las dos juntas.
- Está bien, pero no te olvides.
- Te prometo que no me olvidaré.
Ya salíamos por la puerta y yo todavía sentía una excitación fuera de lo normal, que no podría acabar en orgasmo hasta que llegásemos a casa y me masturbase como una loca. Pero se me ocurrió algo que podría ayudarme a sofocar un poco lo caliente que estaba... o ponerme aún más.
- Espera Clara, ¿te apetece que sigamos jugando un poquito más a lo que estábamos haciendo?
- Claro que sí, tía. ¿Qué quieres que haga?
- Mira, quítate las braguitas y volvemos a ver la película. Cuando te sientes, di que no puedes ver y yo te subiré en mis piernas. Te haré cosas que ya verás cómo te gustan.
- ¿Qué me vas a hacer, tía?
- Te acariciaré la rayita y el culito, pero tu madre no nos tiene que ver, ¿eh? Te prometo que te va a gustar muchísimo.
Entramos en la sala y la niña hizo lo que le había pedido a la perfección. En la oscuridad del cine le metí la mano por debajo de la falda y como no llevaba braguitas me fue muy fácil acariciar su conchita. A pesar de su edad, aunque con mi inestimable ayuda, mi sobrina ya estaba empezando a ser una calentona y poco después me mojó los dedos de flujo. Recorrí con ellos toda su rayita hasta la estrecha entrada de su culito, el cual penetré solo con la punta de un dedo. Allí, en la oscuridad del cine, Clara recibió su primera paja hecha por su querida tía.
Aquella tarde no dio más de sí, pero a la mañana siguiente, estando yo en el baño, llamaron a la puerta.
- Soy yo, tía. ¿Puedo entrar?
- Claro cariño. No tienes ni que preguntármelo.
La niña abrió lentamente la puerta y se asomó al interior. Le hice gestos para que pasase y al entrar vi que iba vestida únicamente con unas diminutas braguitas.
- Clara, ¿no se enfadará tu madre si te ve sin camisón?
- No te preocupes, ha salido a comprar. ¿Té molesta a ti que vaya así por la casa?
- No, cariño, a mí me gusta verte así, desnudita. ¿Te acuerdas que te dije ayer que cuando tuviésemos tiempo seguiríamos con el juego de ayer? Pues, como sé que te gusta verme las braguitas, voy a quitarme la falda.
- ¡Qué bien! Me gustan mucho tus braguitas. Son tan suaves... Pero tía, he entrado porque quiero hacer pis.
- Ay, lo siento. Deja que te ayude a bajarte las braguitas. Te voy a hacer un masaje en la conchita para que hagas pis mejor.
Le bajé las braguitas y la senté en el inodoro. Luego metí un dedo entre sus pequeños labios vaginales y empecé a acariciar aquella sensible zona. La niña se relajó tanto que se le escapó una gotita de pis.
- Perdona tía. Quita la mano o la mojaré toda.
- No te preocupes, cariño. Méame toda la mano que a mí no me importa que lo hagas. Quiero sentir tu pis calientito...
La niña me miró con cara de extrañeza, pero como no podía aguantar más empezó a orinar sin importarle que yo siguiese masturbándola dulcemente. Clara cerró los ojos y se entregó al placer que yo le estaba proporcionando. Mi mano recibía el caliente líquido mientras mis dedos recorrían su conchita, llegando incluso a meter la punta del índice en su estrecho agujero. Clara estaba extasiada, no podía más. Se recostó en el inodoro con las piernas bien abiertas y los ojos cerrados, parecía como si se estuviera durmiendo. Por fin acabó de orinar y abrió de nuevo los ojos como saliendo de un trance.
- Yo también quiero hacerlo, tía. Quiero tocarte la rayita mientras te meas en mi mano.
- Claro que sí, cariño.
No podía negarle nada a aquella chiquilla que tan dispuesta estaba a seguir las enseñanzas de su tía. La levanté, y bajándome las bragas me senté en su lugar.
- Mira mi concha, cariño, sé que te gusta. Ahora toca con los dedos mi rayita. ¿Has visto qué mojada está? Mete un dedo en el agujerito... Despacio... Sácalo y vuélvelo a meter, como en el cine... Eso es, cada vez más rápido... Así, así me gusta Clara. No pares...
Clara seguía esperando impaciente que yo empezase a mear, así que la complací. Un cálido chorro salió de mi concha empapando inmediatamente la pequeña mano de mi sobrina que no paraba de entrar y salir de mí sexo. Mientras meaba, alcancé un estremecedor orgasmo que hizo que una abundante cantidad de mis jugos se mezclasen con el caliente líquido que llenaba ya la mano de Clara. Poco a poco, fue disminuyendo la velocidad de su mano hasta que por fin se detuvo. La había mojado tanto que temí que hubiese parado debido al susto, pero ella despejó mis dudas enseguida.
- Tía, me ha encantado... Qué calientito estaba... ¿Te ha gustado a ti también?
- No sabes cuánto, cariño, no sabes cuánto. Lo has hecho muy bien...
- Otro día que mi madre no esté, ¿podemos hacerlo otra vez? ¡Di que sí, tía!
- Claro que sí. ¿Cómo le voy a negar nada a mi sobrina preferida? Pero la próxima vez te enseñaré cómo podemos hacerlo las dos juntas. Ahora vamos a lavarnos antes de que llegue tu madre.
- Tía... te quiero mucho. Me gustan las cosas que me enseñas."
- ¡Maria... voy acabar! -exclamé entre gemidos- No aguanto más...
- Ya lo veo, Marcos -me contestó dulcemente, reduciendo un poco la velocidad de su mano sobre mi pija- Pero desde hoy me gustaría que me llamases 'mamá', quiero que me consideres como una segunda madre. Eso sí, una madre un poco degenerada... Pero sé que a ti te gusta que sea así...
- Sí, lo que tú quieras -respondí con los dientes apretados, a punto de acabar- Pero sigue, por favor, no pares... mamá.
- Claro que sí, hijo -dijo con una dulce expresión en la cara- Pero esta vez quiero que me acabes en mi boca. Demuéstrame lo mucho que te excita tu nueva madre.
Acelerando el movimiento de su mano me llevó al límite de mi resistencia. Era la paja más estupenda que me habían hecho en toda mi vida y segundos después lo iba a demostrar con hechos... Viendo acercarse el momento definitivo, se agachó entre mis piernas y condujo mi hinchada pija a su boca abierta.
-Mira cómo te la chupa la madre de tu novia -me dijo lamiendo y chupando sin parar- Mira cómo me manoseo por debajo de la falda. Dale a tu madre esa leche tan caliente que llevas en los huevos...
Todavía seguía hablando cuando el primer chorro salió con fuerza. Eso hizo que fuese a parar a sus gafas, que quedaron completamente llenas de leche. Los siguientes no siguieron el mismo camino, pues Maria devolvió rápidamente mi miembro a su boca y me lo chupó con destreza tragándose hasta la última gota de mi semen. No paró hasta dejarme completamente seco y mi pija limpia de leche.
- Mmmm... -gimió presa de una excitación sin límites, pasándose la pija por sus gafas llenas de semen- Qué bien... Es la leche más sabrosa que he probado en mi vida...
Se quitó las gafas y lamió el abundante semen que había impactado en ellas, todo ello sin dejar de menear mi cada vez más flácida pija con una mano mientras con la otra se masturbaba furiosamente bajo la falda. Por fin, un estremecedor grito anunció que había llegado al tan buscado orgasmo, que la dejó temblando sin control a mis pies.
Así estábamos cuando Carmen y su hija llamaron a la puerta de la calle para que les abriésemos.
muy buena la historia