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A las 23.50 estaba acostado en mi cama cuando escuché el alerta en el smartphone. Sele había empezado a masturbarse.
Me levanté, desnudo, para sentarme frente a la computadora y ver mejor. Contemplé el delgado cuerpito de mi sobrina, metiéndose un grueso consolador por el culo.
Ella ignoraba que había colocado cámaras de video con sensores en su dormitorio, las cuales transmitían en vivo las excitantes imágenes a mi celular, desktop y notebook. Como otras veces, disfruté mirándola, pajeándome a su ritmo.
Sele se hospedaba en mi casa desde una semana atrás. Su llegada obedeció a que su hogar estaba en un pueblo distante más de 300 kilómetros de la universidad, en donde comenzó a estudiar Abogacía. Era huérfana de padre, muerto en un accidente cuando ella tenía doce años, y su madre, mi hermana menor, me había pedido si podía alojarla. Yo, hombre de 52 años, buen aspecto, divorciado, abogado, vivía solo en una casa grande. Pese a que la convivencia modificaría mi vida, no podía negarme.
Además de la obligación familiar, el recuerdo de la linda sobrina (la última vez un año atrás) despertó mi interés. Efectivamente, al entrar a mi vivienda advertí que se había convertido en una hermosa, sensual y tímida jovencita.
Morena, rostro bonito, menuda y esbelta, sus pechos eran chicos pero paraditos, y destacaba su culo bien formado, redondo, firme.
Precisamente, doce meses antes, al visitar a mi hermana, saqué algunas fotos de Sele en bikini, metida en una pequeña pileta. Sus nalgas perfectas me maravillaron; la breve telita de la tanga hundida en su rajita lograron excitarme y provocarme una evidente erección.
Ella se dio cuenta, me sonrió y paró más su culito. Aquella tarde me calentó tanto la pendeja que me escabullí para mirar las imágenes tomadas y pajearme.
Tímida y sexy
Desde el primer día la convivencia con mi sobrina fue excelente. Ella era muy educada, amable y silenciosa. Debido a su estudio y mi trabajo, sólo nos veíamos en el desayuno y a veces -cuando no me reunía con amigos o salía con alguna amiga para coger- en la cena.
Me gustaba estar con Sele. Hablar con ella, y sobre todo, mirarla.
Además de ser una jovencita bonita, sus recatados modos no podían evitar el sensual encanto que transmitía. Al tercer día, de noche, la animé a andar cómoda, vistiéndose como en su casa.
- Si querés andar desnuda, no hay problema; soy tu tío, ¡y encima, viejo! – le dije.
- ¡Vos no sos ningún viejo! – protestó sonriente. Y agregó: En casa, cuando me quedaba sola, andaba sin nada encima… ¡Me encanta! No sé, es como sentirme libre. Y seguro que vos, antes de que te invada, andabas desnudo…
Sus palabras encendieron mis deseos. Se me ocurrió que me había lanzado una indirecta. Me atreví a dar un paso:
- Si, tenés razón; hasta que llegaste siempre estaba desnudo. Ahora solamente me acuesto así. Pero no te preocupés; una vez que a vos no te de vergüenza de estar sin ropa, yo volveré a andar en bolas… - sostuve jocoso.
- Tal vez… - dijo con cierto misterio.
- Bueno, no demos más vueltas; andá a tu cuarto y ponete la ropa más cómoda. Yo me acuerdo que cuando te visitaba siempre estabas descalza, con calza corta y pupera. ¿Las trajiste?
- Si, las traje… ¿En serio no te molesta tío?
- Dale. Anda cambiate…
La piba fue a su dormitorio y cinco minutos después regresó al living y se plantó delante del sillón en donde estaba sentado, a menos de un metro. Quedé boquiabierto: el pantaloncito de adolescente ya le quedaba chico, por lo que se pegaba a las curvas de sus caderas, cola y entrepierna. Una pendeja descomunal, yegüita desparramando sexo.
Me asaltaron deseos de cogerla, por mi mente me vi arrodillado, chupando, lamiendo su conchita…
- ¿Qué pasa tío? ¿Por qué te quedaste callado? Si, ya sé; me ves gorda, te parezco fea; mejor me voy a acostar… - exclamó compungida, girando su cuerpazo en retirada.
Entonces reaccioné. Me levanté rápidamente del sillón y avancé hacia Sele, diciéndole sin pensar:
- ¡No! ¡Sos bella, amorcito!
La brusquedad de mi movimiento coincidió con su quietud, logrando que la atropellase. Involuntariamente mi cuerpo quedó pegado a su espalda, y la tremenda erección apoyada contra su culo.
Todo sucedió en un segundo, sentí una rara mezcla de excitación, deseo, y vergüenza.
- ¡Uy…! Perdón Sele… - proferí y di un paso hacia atrás.
- No tío, abrazame, me siento sola… ¿En serio me dijiste bella? ¿Y amorcito? ¡Qué lindo! Así me decía mi papi… - sostuvo, y se apretó contra mí.
No tuve más alternativa que abrazarla “paternalmente”. Con mi pedazo al palo apoyado sobre su vientre.
Ella parecía no darse cuenta. Reprimí el impulso de arrancarle calza y remera y cogerla. Pero su actitud era la de una niña. En cuerpo salvaje.
Pocos minutos después nos despedimos con un casto beso y fuimos a nuestros respectivos cuartos.
Disfrutándola
Apenas entré a mi dormitorio, me desnudé, prendí la notebook, busqué las fotos de Sele y mi colección de putitas y me tire a la cama para descargar la calentura acumulada. Tras la acabada, me dormí.
Eran las 2 cuando desperté con ganas de mear. Salí en bolas y advertí abierta la puerta de la habitación de Sele. Me había dicho que no le gustaba dormir encerrada.
Oriné, lavé mis dientes y caminé hacia mi cama. De reojo miré el lecho de Sele.
Al ver un culito delicioso me acerqué hasta el marco de la abertura. ¡Qué pendeja hermosa!
Dormía recostada sobre su costado derecho, destapada, con la bombachita metida entre sus nalgas.
Me mordí los labios, mirando la belleza de mi sobrina. La pija se levantó; quería metérsela, era imposible: además de ser la hija de mi hermana menor, era 34 años mayor que ella.
Necesitaba otra paja. Antes iba a fotografiar ese precioso orto.
Busqué la cámara y el trípode, para prescindir del flash.
Mientras tomaba las imágenes, Sele se movió agitada. Mi corazón pareció detenerse. Imaginé a mi sobrina abriendo los ojos, mirándome desnudo a su lado, la expresión lujuriosa, con la poronga parada, sacándole fotos. Gritaría aterrada y escandalizada, me diría degenerado, huiría, sería denunciado, repudiado por mi hermana.
Sin embargo, Sele continúo dormida. Y con el sabroso culo más expuesto. Incluso apareció la tela cubriendo a media una vulva carnosa, rosada, ¡y sin vellos!
Fue irresistible. Ya tenía el glande totalmente mojado, y el tronco palpitaba, subiendo y bajando, en el límite de la calentura. Entonces, acercándome hasta el borde de la cama, me agarré la pija y la moví. Los espesos chorros de semen cayeron sobre las deliciosas nalguitas y la sábana inferior.
Sele continúo en la misma posición. Bajé mi cara al tesoro de la pendeja hermosa para lamer y besar la bombacha y parte de su conchita.
La cubrí con la otra sábana y regresé a mi cama.
Gracias a mi sobrina disfruté la mejor paja.
invitado-natalia richani 15-07-2018 12:29:34
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oye amigo papa si tienes fantasías con tu hija te diré que hacer es fácil fácil fácil ,tengo mucho material reales ,, solo busca mis relatos aqui mismo y podras contactarme