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Víctor me traía como una puta calentona

~~Víctor está a 10 metros de mí, en una reunión de ejecutivos habla mierda, de esas en que toman tinto y arreglan el país con puro discurso. Escucho sus risas. Son todos señores de la misma edad y para mí todos son unos viejitos engreídos menos Víctor. Estoy tratando de compararlo con los otros y saber qué tiene de diferente que me trae como loca revolcándome a solas entre las cobijas todas las noches desde la primera vez que comí con él en un restaurante donde nos encontramos por casualidad. Tiene algunas canas, la mirada amable y su sonrisa de farándula. El cuerpo agradable, una panza diminuta, distinta a la de los otros cerveceros que parecen preñados. Se viste informal, pocas veces lo veo de traje. Creo que no me aguanto más y si no hace algo él lo haré yo, en todo caso mis virtual confidentes de Marqueze, les mantendré informados. Mientras tanto, sigo contando mis historias. Mi mejor amigo y yo en la cama.
 CAPÍTULO 6. ARRIESGANDO UNA AMISTAD DE MUCHOS AÑOS.
 Jaime Alberto y yo nos conocimos en un grupo juvenil de Iglesia y es un joven muy apuesto, galante, conversador, bien vestido, universitario, inteligente, artista, muy trabajador en las actividades, en fin, toda esa mezcla fatal que pone locas a las chicas. El tenía 23 y yo 20. Obviamente, a mí también me gustaba pero eso lo dejé de un lado y me convertí en su amiga. Su mejor amiga del grupo y quizás de su historia personal. Empecé a ver cómo mis amigas se reñían por estar con él y empezó un noviazgo con una de ellas. Luego de mi amiga, estuvo otra y después otra… sin embargo, yo siempre estaba ahí, como amiga, disfrutando de su compañía, de sus historias, de su consuelo a mis lágrimas, de su lealtad en mis alegrías, etc. Llovían los abrazos, las palabras de cariño, pero jamás nada pasó de la amistad plena y limpia. Nuestros encuentros siempre eran un poco bohemios, cine arte, conciertos al aire libre, eventos espirituales, charlas en un sitio donde nos vendieran un jugo de frutas sin licor, horas y horas de conversación… En el 2001, yo con 25 y él con 28, quedamos en vernos un sábado. Hacía ya varios meses que no nos veíamos; yo lo llamé porque estaba realmente aburrida pero erré la llamada porque tenía la líbido circulando, debí haber llamado a otro hombre distinto para estos menesteres. Nos fuimos a un bar juvenil y eso fue lo primero distinto de esa noche, pues siempre íbamos a otro tipo de sitios menos estridentes y sin alcohol. Ese día tomamos cerveza y bailamos ritmos locos. Estábamos en el segundo piso del bar, hay que subir por una escalera de caracol y en la mitad tiene un descanso, con una media pared donde uno puede sentarse a medias. En el segundo piso tomamo s una mesa central, cerca de una ventana y un balcón. Al principio todo fue normal, pero luego yo notando alguna tensión fuera de lo corriente salí al balcón y él me siguió y me abrazó por detrás. Eso era normal en nosotros pero no lo era que se quedara respirando cerca de mi oreja y haciendo algo parecido a besos cortos en mi mejilla. Yo me separé, me reí, lo miré y al momento volví a la mesa. No recuerdo la conversación, pero recuerdo las miradas que estaban distintas, sugerentes, me miraba en diagonal, desde un ángulo y un brillo que yo no conocía a su rostro; recuerdo un dedo jugando con mi cabello ensortijado; recuerdo mi cabeza mirando hacia otro lado y él con su mirada intentando perseguir la mía. Nos levantamos para salir de ahí. En la escalera de caracol, puso su nalga sobre la media pared y me atrajo hacia él, yo quedé de pie entre sus piernas, con mis brazos alrededor de su cuello, frente con frente. Los meseros y la gente subía y bajaba rozándonos porque la escalera era estrecha. Después de un momento de estar así sintiendo nuestra respiración, él empezó a acercar su boca a la mía, acariciar levemente los labios de ambos, parecía sentir igual gusto con su piel que con la mía, teníamos todo el tiempo del mundo, mi mejor amigo y yo recostados a una escalera pública, ajenos a lo demás.
 Los besos continuaron un rato más, es la forma más extraña de besar que he conocido, nada de enchuspar boca con boca y lengua con lengua, sino con arte, con su labio superior recorrer todo el territorio posible en mi boca y luego con el inferior, un poco morder, un poco lamer, luego quietud, expectativa, deseo creciente y luego un beso más, pero diferente, con otro ángulo, sólo en la mitad derecha de la boca… etc etc etc ¿cómo se puede explicar algo así? Con esa demostración de originalidad no podía yo resistirme a lo que él sugiriera. Bajamos la escalera tomados de la mano y sin decir palabra nos subimos a un taxi y él le dijo al taxista que se dirigiera a la “ruta hotelera” de la ciudad, las afueras, donde están todos los sitios para intimar. Yo estaba sorprendida, nerviosa, pero contenta. Era mi mejor amigo, una de las personas en quien más confiaba en el mundo ¿qué podía temer? Llegamos al hotel sin hablar. Yo hice mis rutinas en el baño y él hizo las propias. Luego El se acostó en la cama y me dijo, ¿te vas a acostar a dormir? Yo le dije que sí y efectivamente me quité los zapatos, los adornos y me acosté de espaldas a él.
 Escuché su risa detrás de mí “cómo no que te vas a dormir”, me hizo a girar de frente a él y empezamos a besarnos de nuevo. Otra vez, como teniendo el tiempo a su favor, no tenía acoso en nada. Muy lentamente íbamos descubriendo el cuerpo el uno del otro.
 Esas hermosas y olvidadas partes en el sexo, como la parte superior del pecho, los hombros, la parte alta de la espalda, los brazos (hum, qué ricas son las caricias en los brazos), las manos y para mi sorpresa, luego de mucho rato empezó a acariciarme los pies.
 Hasta ese momento siempre había visto los pies como algo sórdido pero al ver el cariño con que Jaime Alberto los acariciaba me hizo amar mis propios pies, además cuando uno está exitado, en los pies no hay cosquillas sino placer. Mi mejor amigo me miraba con morbo y yo me sentía un poco torpe y avergonzada de mostrarle lo que yo sabía; lo dejé dirigir sus besos extraños por mi cuerpo mientras yo inclinaba la cabeza hacia atrás enterrando el cráneo en la almohada.
 ¿Os imaginais esto? Yo acostada de cualquier manera en una cama de hotel, blanda e incitante; él encima de mí en forma desordenada, pasando sus manos por todo mi cuerpo, sin respeto alguno pero con cariño, dandonos besos nacidos en ese mismo momento, creados para nosotros dos; mis manos recorriendo su espalda tan querida para mí y su pecho donde tantas veces me recosté para llorar y ahora también la humedecía con mi lengua. La ropa iba retirándose despacio, silenciosa para no interrumpir.
 Me hizo una pregunta caliente con voz susurrante: “qué va a hacer, qué va a hacer cuando le meta mi pipicito”. Yo me sorprendí con la pregunta y contesté con voz un poco torpe: “disfrutar”. Entonces noté que le dio vergüenza y me dijo “quiero que te sientas bien ahora, yo termino muy rápido cuando penetro”.
 Yo ya estaba enroscada como un ocho, sintiendo sus manos como pulpo y admirandome del buen talento de mi amigo, asi que no me preocupo que fuera un “precoz”. Todas las caricias fueron nuevas para mí, sus juegos con mi cuerpo, yo parecia su trozo de arcilla y el mi escultor.
 Se puso el preservativo, puso unas almohadas debajo de mi cintura, eso nunca lo había hecho con nadie y luego me puso su delgado y largo pene entre los labios vaginales y empezó a deslizarse adentro… esa palabra me gusta… deslizarse.
 Se sentia muy bien, y yo estaba completamente dejandolo llevar el ritmo, bombeaba despacio, con gesto preocupado y al poco tiempo hundió su cabeza entre mis senos y empezo a moverse como sollozando, comprendi que habia terminado. Después no supe mas de él, pues se acosto en el otro lado de la cama y nos dormimos.
 El quiso seguir acostandose conmigo pero yo preferí que no fueramos amantes sino que siguieramos siendo amigos como siempre y nada más. Aunque a veces, cuando vamos al cine y la película se pone un poco erotica, el me muerde una oreja, como recordandome esa noche que vivimos.
 Volviendo al presente, al momento de terminar este relato, que tuve que suspender unos días, han cambiado las cosas, terminé con mi novio porque me di cuenta de que estaba saliendo con otra persona. Aunque en el fondo sabia que yo le estaba siendo infiel de pensamiento y deseos con Victor, fue muy doloroso que los cuernos me los pusiera mi novio y no yo a él… He escrito 6 relatos eroticos para distraer el deseo y no ponerle cuernos pero él sin reparos me los puso… Bueno pero de todo eso hay algo bueno y es que el camino con Victor queda limpio, nos hemos escrito mucho y seguimos saliendo a comer y esta mas que evidente que nos llevamos igual de ganas. Pero el sigue preocupado por que me dobla en edad y a mi no me importa cuantos años ha vivido sino cuantas horas tiene para vivir conmigo.
 Ahora solo queda esperar ese dia que esta proximo en que por fin tenga a ese hombre tan deseado calmando mi cuerpo de tantas noches y noches de placer solitario.

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