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Categoría: Maduras

Vecinos - en tiempo de crisis

A pesar de ser más de las 9 de la noche, aún no había oscurecido cuando Pascual se cruzó en la escalera de su domicilio con Chema, uno de los hijos adolescentes los vecinos del 1º, iba totalmente cargado y seguido de cerca por Clara, su esposa. Se cruzó con el muchacho sin apenas verlo, absorto como estaba en sus meditaciones.



Pascual nunca fue un portento en ninguna de las facetas comunes para un ser humano, ni a nivel físico ni a nivel intelectual. Pasó la educación básica por los pelos, aunque le gustaba leer. Su 1,72 mts. llevaba acarreado algo de sobrepeso, sus piernas resultaban desproporcionadamente cortas, al igual que su hombría, que no sobrepasaba los 16 ctms.



Clara tenía la misma altura que su actual marido y al igual que él acarreaba cierto sobrepeso. Tenia las caderas anchas y el busto pequeño. No era atractiva, pero su voz era tan cálida que resultaba casi hipnótica. Ella misma se sorprendía de haber encontrado por fin un buen hombre, desde su divorcio, hacía ya 10 años, que no había dado pie con bola en sus relaciones. Todo el mundo parecía querer aprovecharse de su bondad.



Ninguno de los dos se fijo en la radiante cara de Chema. El jovenzuelo tenia el rostro iluminado por la alteración hormonal que suponía lo que acababa de vivir, la perdida de su virginidad. El muchacho se creía en posesión de la felicidad más absoluta.



Pascual dejó las pesadas maletas en la puerta de su domicilio, mientras se descolgaba las llaves de su boca se fijó en los avisos de correos colocados en la puerta, los asió con furia llevándoselos a bolsillo trasero de su pantalón. Sabía perfectamente de donde procedían aquellos avisos.



Mientras Pascual traspasaba el umbral, Clara no perdía de vista la mano de su marido dirigiéndose al interruptor de la luz, rezando porque aún tuvieran suministro. La luz se encendió. Pascual no percibió el sordo suspiro de alivio de su esposa.



Dejaron las maletas en el recibidor, Pascual se dirigió a la cocina y Clara al comedor. Hablaban a voces entre ellos de aquellas vacaciones inesperadas. Les habían prestado un apartamento, en el pueblo de origen de Pascual, en la Ribera de Ebro, a cambio de cuidar los animales y las plantas del propietario, viejo amigo de Pascual.



En la cocina Pascual preparó sendos “RAF”, con ginebra de garrafón y un par de coca-colas, únicas moradoras de su frigorífico, junto con un par de lechugas pochas compradas 15 días antes. Mientras lo hacía su mente estaba fijada en los papeles que acababa de meterse en el bolsillo.



Mientras, Clara, sentada en una silla, en la mesa, frente al televisor, liaba sendos cigarrillos de picadura barata mientras se lamentaba mentalmente de su situación, a sabiendas de que no era producto de su relación actual si no de todas las anteriores. El pensamiento que más torturaba su mente era “Pascual no se lo merece”.



“Clara no se lo merece” pensaba Pascual, mientras ojeaba aquellos malditos avisos de certificados. Efectivamente eran de donde pensaba: de las compañías de la luz y el agua, del banco al que le pidió el crédito para establecerse como carpintero autónomo tras el despido, de otro banco que ya le había embargado su anterior vivienda e insistía en cobrar el resto de la deuda.



La madura mujer terminaba de preparar el segundo cigarrillo cuando su marido apareció en la puerta del comedor con una bebida en cada mano, llegó vestido con su mejor sonrisa, había dejado el resto de su vestimenta por el pasillo.



-Hace calor aquí – dijo Pascual



-Sip... – contesto ella dejando uno de los vasos ante ella – mucho calor.



Mientras él abría las ventanas y corría las cortinas, ella se ponía de pie apoyándose en la raquítica mesa y se desnudaba, pausadamente dejando sus ropas en la silla contigua, mientras, miraba con una amplia sonrisa a aquel hombre, que a ella le parecía el más flamante de los esposos.



-¡Madre mía! - inquirió Pascual con una amplia sonrisa - ¡No tienes piedad!



-¿Yoooo...?



-Tu ya sabes como me pone verte así.



-¡Es que siempre estás igual! - dijo Clara perdiendo algo de su sonrisa - ¿Es que no has tenido bastante con lo que te he dado estos quince días?



-¡Si...! Pero ya sabes que estas tetitas... – dijo el maduro marido al tiempo que sobaba los reactivos pezones – me vuelven loco.



-¡Para quieto! - inquirió la mujer con un mohín, pero sin perder la sonrisa.



-Esta bieeeen, no te enfades.



Al tiempo que decía esta ultima frase aprovechó que su esposa estaba medio inclinada hacia la silla en la que estaba dejando su ultima prenda, dándole a él la espalda, para separar sus grandes nalgas, marcadas por los pequeños granos que siempre le salían en verano, dejando a la vista el virginal ano y la parte inferior de la entrada vaginal.



-¡No hagas eso! - dijo Clara zarandeando las enormes nalgas - ¡Ya sabes que no me gusta que me abras el culo!



Desde luego que Pascual lo sabía, pero era superior a él mismo. En sus matrimonios anteriores él nunca había sido así, pero aquella mujer tenia lago especial, algo sexualmente magnético, que le hacía olvidarse de todos los problemas mundanos y le provocaba una excitación que no recordaba haber sentido desde la adolescencia.



Antes de que Clara se sentara su marido la cogió por la cintura, posando su mejilla en el abultado vientre femenino. Ella sonrió con resignación, llevando sus manos a la alopécica cabeza de su hombre, sintiendo como la dura barba de Pascual se clavaba en la fina piel de su vientre y como las manos de este acariciaban sus nalgas con pasión.



-¿Sabes que te quiero? - dijo él



-Si... lo sé... y yo a ti también “cari”. Pon la tele, veamos las noticias.



Concentrada con las noticias de la noche Clara apenas se dio cuenta de que su marido, ya más animado, se dirigió a la cocina a preparar una triste ensalada con aquellas viejas lechugas, ni siquiera pensó en que al día siguiente tendrían que comer y no tendrían con que.



Cuando aquel calvo y encuerado maduro llegó al comedor lo encontró vacío.



-¡Clara! - llamó - ¡¿Cariñooo?!



-Estoy en la entrada – le contesto la voz de su esposa desde el otro extremo del pasillo.



-¿Y que haces ahí?



-Estoy buscando una cosa. Ahora voy



Pascual dejó sobre la mesa la exigua ensalada y dos tenedores, marchando de nuevo a la cocina a llenar una jarra con agua del grifo. Al volver al comedor Clara entraba la mismo tiempo por el otro extremo, tan desnuda como él mismo, con una de aquellas amplias sonrisas que ella sabía emplear. Pascual dio gracias a su estrella de tener las manos ocupadas con la jarra y dos vasos, si no se habría lanzado sobre su mujer totalmente descontrolado.



Mientras se sentaba, la encuerada madura dejó en un borde de la mesa la video camara de Pascual y un puñado de pequeñas cintas de video.



-¡¿Ahora quieres ponerte a ver las cintas?!- preguntó el desilusionado maduro



-¡Andaaa...! porfa... - dijo Clara poniendo tanta calidez en su voz que su marido creyó que abrasaría la estancia



Durante el rato que Pascual estuvo colocando los cables para poder reproducir aquellas cintas, Clara, no perdía de vista ni un momento el cuerpo de su marido: aquellos profundos ojos claros que la miraban de tanto en tanto, aquellas nalgas musculosas que la enervaban más de lo que ella misma reconocía, aquellos testículos desproporcionadamente grandes que producían aquellas cantidades de esperma que en ocasiones la llenaban, aquel vientre abultado pero no demasiado, aquel carajo, más pequeño que el de muchos de sus amantes, pero accionado por Pascual parecía llenarla más que ningún otro.



-¿Que cinta quieres ver? ¿la de filmamos aquel día en la Rasquera?



-No... quiero ver esta.



Pascual reconoció enseguida aquella cinta, etiquetada con la palabra “Vacaciones” pero con una “V” exageradamente grande flanqueada por tres “x”.



-¿Seguro? ¡Anda! ¿Que después te quejas de que siempre estoy igual? - dijo Pascual con una sonrisa y una renovada esperanza.



-Anda ponla



Pascual puso la cinta y la puso a reproducir, mientras se sentaba junto a su esposa, de medio lado, mirando la pantalla. La primera imagen que devolvió la pantalla del televisor, tras algunos saltos, fue la de Clara, fregando los platos en la pila, llevando su largo vestido, entreabierto por detrás, la toma se acercaba hasta fijarse en la raja trasera del vestido, que coincidía maravillosamente con la raja separadora de sus grandes nalgas. Solo sonaba el ruido de los platos al moverse.



-Mira que te gusta mi culo – dijo Clara sentada a la mesa



Pascual dejó de mirar la pantalla y con su mano izquierda estrujo el muslo derecho de su esposa.



-¡Es que lo tienes imponente!



Se fijó en que su esposa no separaba ni un momento la vista de la pantalla.



Cuando se giró en la pantalla aparecía su esposa subiendo a la terraza que ocupaba casi toda la parte superior del apartamento de Toni, el amigo que les había alojado mientras él estaba en el extranjero. Después de unos cuantos saltos de imagen, y de tomas mal grabadas que duraron casi un minuto, en la pantalla Clara, llevando de indumentaria su corto vestido de verano, se situaba cara al sol, abierta de piernas y, como durante toda su estancia allí, sin ropa interior. Sus peludos labios mayores se hallaban medio abiertos, expuestos al sol, y a la video-cámara que se acercó hasta que lo único que ocupó la pantalla fue aquella femineidad.



Las voces del televisor decían:



-¡No me grabes el coño!



-¿Por que no?... si solo lo vamos a ver nosotros



-¡Es que eres como los críos!



-¿Sabes que me gustas mucho?



La voz procedente del televisor se fue apagando poco a poco, mientras Clara iba bajando el volumen con el mando a distancia.



-¿No quieres oírlo?



-No... solo quiero verlo.



La voz de Clara sonó extrañamente pastosa.



En la pantalla un campo algo más abierto mostraba como parte de la bebida de la madura hembra se derramaba por su vientre cayendo al suelo por un torpe movimiento de ella, mojando la parte interior de sus muslos. Se veía también como “Tigre” el perro mezcla de San Bernardo”, uno de los animales que habían ido a cuidar, lamia con ansia el liquido derramado en el suelo y sin previo aviso lanzaba dos lamentadas a la peluda intimidad de Clara, provocando en ella sendos respingos antes de que ella misma le apartara la cabeza al can.



-Te gusta esta parte ¿eh? - dijo el hombre sintiendo el corazón latir en sus sienes.



-A mi me parece que al que le gusta es a ti.



-¿Que te hace creer eso?



-Solo tienes que mirar como tiembla el encuadre.



-¡Ya!



Las imágenes proseguían con una iluminación algo cambiada, habían pasado varias horas de aquel mismo día, mostrando a una más que despatarrada Clara.



Pascual recordó como durante aquella tarde habían acabado con las existencias de ron y ginebra del apartamento.



La siguiente toma de video consistía en unos pocos minutos en los que Pascual le abría la intimidad a su madura compañera, y esta derramaba voluntariamente parte de su bebida en ella, consiguiendo que “Tigre” diera pequeñas series de rápidas lamidas a aquella endulzada vagina.



El corazón de Pascual parecía querer reventar las venas de sus sienes, pero donde su presión sanguínea estaba por las nubes era en su hombría. Su expectación era enorme, esperaba con ansia la siguiente toma.



Una nueva serie de imágenes oscilantes y el plano se abrió hasta que la imagen cubrió las piernas de Clara y todo el peludo cuerpo de “Tigre”. De repente la imagen desapareció la imagen. Clara había rodeado la mesa y parado la reproducción.



-¿Que?¿Ya o quieres ver más?



-Si pero quiero saltarme un trozo.



Pascual quiso protestar, pero se abstuvo de hacerlo la ver el desnudo, el maduro cuerpo de su mujer en pie, junto al televisor, mirándole fijamente a los ojos, con una mirada enigmática.



La madura mujer contoneó su cuerpo sutilmente mientras caminaba de regreso a su silla, causando que la mirada de él se fijara más en ella que en la pantalla del televisor que ahora revelaba como la peluda intimidad de aquella misma mujer era frotada y penetrada por un consolador no mucho más grande que el pene de su esposo.



Al llegar a su sitio, Clara no se sentó, puso su mano izquierda en el pecho de su hombre, empujándolo para que se recostara un poco en la silla, para así poder ver en que estado estaba el “amigo pequeño” de su marido.



-¡Madre mía!¡Como estás! - dijo Clara sintiendo la excitación que le provocaba ver aquellos 16 centímetros de carne en su total esplendor - ¡Eso no se puede quedar así!



-¿Ah no? - contestó Pascual haciendo ademan de levantarse.



-No, no te levantes



-¿Como?



-Solo gira la silla.



En la pantalla se mostraba ahora a Clara dándose una prolongada ducha, frotando las dos esferas de su trasero, enjabonando la tupida y sutil pelambrera de sus labios mayores. Aquellas imágenes excitaban a Pascual en sobre manera, pero era más excitante la perspectiva que le aguardaba si se giraba y le daba la espalda a la pantalla.



Apenas el excitado maduro dio la espalda al televisor, Clara colocó su silla delante de él a medio metro de distancia y se inclinó profusamente haciendo coincidir su boca con el desaforado pene de su hombre.



El inicio de la felación hizo que Pascual suspirara profundamente. Sus manos se dirigieron al rizado cabello entrecano de Clara guiando con delicadeza la aquella caricia bucal.



Mientras Clara mamaba aquella carne, con su mano izquierda acariciaba el escroto de su marido y con la derecha se frotaba en circulas la parte alta de la entrada de su vagina.



Después de un rato, Clara alzo la cabeza un poco mientras que sus manos continuaron con las masturbaciones en ambos sexos.



-¡Joder! - dijo clara casi al limite de su orgasmo - ¡No veas si la tienes dura! ¡Apenas me cabe en la boca!



-Aaaah... ¿y en el coño...? aaaahhhhh... mmmm... ¿te cabe en el coñoooohmmm...?



Al ponerse en pie, con la intención de sentarse encima de su marido metiéndose aquella endurecida carne dentro, Clara se tomó unos largos segundos para mirar en la pantalla en la que ahora se veía claramente la lengua de Pascual entrando y saliendo de su vagina, frotando con habilidad la parte alta de la entrada.



Pascual sujetó la base de su cimbel por la base, apuntando con ella a la descendiente raja de su esposa, sintiendo la humedad de aquella cueva primero en el hinchado glande, después en toda su hombría.



Al iniciar los movimientos de la copula, la enardecida madura abrazó con fuerza la cabeza de su marido, mirando, con los ojos abiertos como platos, como en la pantalla aquel mismo hombre estaba sobre ella, introduciéndole su verga en la boca, ahogándola, mientras fuera de plano le lamia aquella misma intimidad que ahora penetraba.



Cuando la imagen dio dos saltos y Clara pudo ver como el alopécico Pascual lamia su propio fruncido clítoris al tiempo que frotaba la entrada vaginal con aquel vibrador, el orgasmo le sobrevino sin aviso.



-Aaaaaaahhh.... mmmmm... mmmmeeeeehhh.... lame.... lamessssss... la castañaaaaaaahhhhhmmm......



Pascual sabia que aquello pasaría, la experiencia le había enseñado a aguantar, salvo en contadas ocasiones. Disfruto del fuerte abrazo de su mujer, del endurecido pezón que perforaba su mejilla, de el chorro de líquidos que empapó sus testículos.



-¡Imbécil..!¡Cabrón...! - dijo la satisfecha madura al tiempo que separaba su torso del de su hombre haciendo que aquel pene entrara por completo en la encharcada funda de carne y con el puño derecho daba sendos puñetazos en el hombro de él.



-Aahhh... mmmm... ¿Que...? mmmm... que no te a gustado ¿no?



-¡Idiota...! - dijo ella dando otro puñetazo en el mismo hombro al tiempo que se descabalgaba.



Al descabalgarse la hombría de Pascual golpeó su vientre con fuerza, como un resorte.



La imagen que veía Clara en la pantalla era ahora de días más tarde cuando ella y su hombre tomaron una ducha juntos, frotándose mutuamente los cuerpos.



-Levantate, que yo se como hacer que te corras...



Desde luego que sabia como hacer que su marido liberara su carga. Ella le dio la vuelta a la silla y se inclinó hasta que sus pequeños pechos quedaron apretados contra la parte superior del respaldo, alzando las monumentales nalgas tanto como pudo.



La video-cámara reproducía ahora como, mojados la ducha, Pascual le lengüeteaba el ano a su madura amante. Cuando vio esa imagen, Pascual, se dejó llevar por la ansiedad. Separó las nalgas de su esposa tanto como pudo. La visión de aquel ano apretado, rosado y limpio, casi llegó a enloquecerle. Llevó su erección hacia la encharcada vagina de unos centímetros más abajo. No necesitó hacer mucha presión para que su endurecida verga entrara de nuevo en la cálida cueva.



-Aahhhh... - dijo Clara – te gusta vermmmm.... verme... y lam... lamerme el culoooohhhh.... ¡Marranoooohj...!



Ella era consciente de que a su marido le encantaba escuchar palabras soeces cuando la copulaba desde atrás. Pero decir aquellas cosas casi la excitaba más a ella.



Fuera de si, Pascual golpeó dos veces con su endurecida mano derecha la nalgaza derecha de Clara. El lacerante dolor que sintió ella junto con las recordadas imágenes de la primera parte de aquella filmación, solo sirvieron para que su excitación volviera a aumentar llevándola a un nuevo orgasmo, tan súbito como el anterior, que tensó todo su cuerpo.



-Me corroooohjjj.... correte con-conmigoooohhhhj.... cabrónnnnnnn..... aaaaahhhhggg....



Pero el orgasmo de Pascual se retrasó, dentro de él quería algo más



Clara ya no podía más. Eran raras las ocasiones en las que Pascual no conseguía arrancarle al menos un par de orgasmos, pero ahora estaba cansada, cansada y escocida.



-Eres un cerdo – dijo la ya satisfecha mujer - ¿que pasa? ¿es que no te gusta verme en la tele? ¿no te gusta ver las cosas que me haces hacer? ¡¡¡Cochino!!! Te gustaría que me vieras otros ¿a que si?



Más que las palabras de su mujer fueron aquellas imágenes de los dos anos, el que tenia solo a unos milímetros de sus poderosos dedos y el de aquel otro, ampliado por la tecnología, que le regalaba aquella grabación, ambos virginales. Ambos le pedían a su virilidad dejar de ser virgenes. El solo rozar aquel ano real con la yema de su dedo liberó una descarga de esperma que llenó por completo aquella vagina destrozada por la fuerza de sus propios orgasmos.



-Mmmmmmeeee.... me viene... me vieeeeeennnneeeeeeeehjjj... ggghhhaaaaaaaaa... toma leche.... tomala todaaaaaaahh....



La madura mujer se sintió aliviada, tanto por haber conseguido que su hombre terminara, como por aquella inmensa descarga seminal que re-lubricó su vagina, haciendo que disminuyera el dolor del interior de su vagina que estaba empezando a sentir.



No permanecieron mucho tiempo en aquella posición. Él extrajo el semi-erecto y cochambroso pene del interior de su esposa, dejándose caer en la silla que antes ocupara ella. Se sentía como si fuera el emperador del mundo, los problemas volverían a su mente, pero no en aquel momento.



Ella no se liberó del todo de los problemas, más que durante la breve duración de los sus orgasmos.



-¡Joder! ¡Hay que ver la cantidad de leche que sueltas!



-¡Ah! Lo normal ¿no?



-¡Lo normal!... ¡Lo normal y un huevo! - dijo ella llevándose la mano a su intimidad para evitar que saliera el pastoso contenido de su interior.



Pascual vio como las nalgas bamboleantes de su mujer se alejaban por el pasillo, rumbo al humilde cuarto de baño. No tardó en regresar. Se la veía radiante. Ella miro a los ojos de él con una sincera sonrisa.



-Ve a lavarte. Tenemos que hablar.



Pascual se levantó a desgana de la mesa y fue a asearse los genitales. Aquella frase de su mujer le devolvió a la realidad “Tenemos que hablar” le había dicho, le había oído esa frase miles de veces, “tenemos que hablar”



Cuando Pascual regresó al comedor vio como sobresalían de sus pantalones, tirados en el suelo del pasillo aquellos papeles.



-Tenemos que hablar – murmuro Pascual mientras recorría el corto pasillo.



-Eso he dicho yo.



-¿Que?



-¿Sabes lo que vi anoche por televisión?



Pascual sacudió la cabeza tratando de entender de que quería hablale su mujer.



-¿Sabes que? - dijo ella deteniendo la reproducción de la video-cámara y seleccionado un canal de noticias.



-Dime – contestó él al tiempo que se sentaba.



-Anoche, mientras tú dormías como un tronco vi por la televisión un reportaje.



-¿Ah si?



-Hay una empresa que compra videos de estos y si los seleccionan te pagan 30.000 pesetas.



-¿Que? ¿Que quieres que probemos?



-¿Por que no?



Pascual pensó en Alberto y Miguel, los hijos que había tenido con sus anteriores esposas. Ambos eran ya mayores. A él no le gustaría que sus hijos pudieran reconocerle.



-Pero mujer... - contesto él – mirame. ¿De verdad crees que alguien puede excitarse conmigo?



-O conmigo ¡No te jode!



-Ademas con 30.000 pesetas no vamos a ningún lado.



-No he pensado en eso, he pensado en que podríamos poner un anuncio en el periódico, o en eso de la Infovia, y venderlas nosotros mismos. Esa empresa está teniendo miles de ventas a 1.500 cada cinta y...



La mente de Pascual se desconectó de la charla. Su mente divagaba centrándose en sus hijos. Uno ingeniero, trabajando en Inglaterra. El otro, abogado en la capital del país. Ninguno de los dos le llamaba más de una o dos veces al año. Cuando les dijo que le embargaban el piso los dos dijeron lo mismo: “Lo siento papá”.



-Oye... - dijo Pascual – y ese amigo tuyo, el del servicio técnico de video-cámaras.



-Paco



-Eso Paco ¿Crees que él podría hacer un montaje para que no aparecieran nuestras caras?



-No sé, supongo que si.



La mente de Pascual reaccionó como siempre que tomaba una decisión. Analizando como debía hacerse, planteándose los pasos a seguir, sopesando cada posible situación que se le ocurría.



Quizás el pequeño esfuerzo económico que aquel descabellado plan requería no merecería la pena, quizás nadie estaría interesado en ver a una pareja madura copulando, cumpliendo sus fantasías.



Siguieron hablando sobre ello hasta que llegaron a la cama. Entonces en el duerme-vela que precede al sueño, Pascual dijo:



-¿De verdad crees que alguien pagará por vernos follar?



 



FIN


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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