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Una zorra que tiene una carita angelical de no creer

“Eres una puta” se usan como las ofensas más grandes en algunos países. Pero, no toda puta o prostituta trabaja en un burdel, con un patrón que las explota o es una víctima del trabajo sexual forzado. Muchas putas trabajan en las sombras, viviendo su vida sin apenas modificarla y bien pueden estar ocultas tras el rostro de cualquier chica, incluida tu propia novia o esposa.

Todo esto lo sé, porque bueno… aquí voy a contarte como hice intercambios sexuales a cambio de dinero o favores. Lo he hecho varias veces en mi vida y aunque no es mi trabajo oficial, sí que es un apoyo económico en tiempos difíciles.

Posiblemente escriba más de un capítulo, ya que este será el que explique toda la base de la historia. Aún así, todo dependerá de los comentarios, así que si te gustó, por favor regálame un comentario, para que me sienta más animada a continuar.

Como este capítulo es el trasfondo de la historia, habrá poco sexo. Avisado quedas J

*¿Quién soy?

Mi nombre de Annie, aunque muchos me dicen Ana. Al momento de escribir esto, tengo 23 años, pero las historias que te contaré suceden desde mi adolescencia. Soy una chica amable, en ocasiones astuta y en otras, muy despistada, con un aire de inocencia debido a mi baja estatura y mis facciones más juveniles de lo normal. Suelo tener modos educados, crecí en una familia donde no se podía hablar con la boca llena, subir los codos a la mesa o como señorita, debía cuidar de nunca enseñar la ropa interior bajo la falda. Practiqué Ballet durante 10 años en mi vida, por lo que tuvo efectos en mi cuerpo.

Físicamente, podría describirme como una chaparrita delgada y curvilínea. Mido 1.57, soy de piel blanca leche, cabello castaño largo hasta casi la cadera, ojos castaños chocolate grandes. Nariz pequeña y labios medianos. Soy talla C en el pecho, por lo que junto a mi estatura, me hace ver de pechos grandes, aunque en realidad no lo son tanto. Tengo piernas pequeñas pero atractivas, torneadas por el ballet y mi trasero también es atractivo debido a la genética latina y el ballet.

Tengo pecas en la nariz y las mejillas. Uso lentes desde los 9 años. Suelo vestir con mallas, mallones, medias, faldas, jeans, zapatillas o tenis, blusas, playeras, moños o diademas o algún adorno en el cabello o peinados sencillos como la cola de caballo.

*Capítulo Primero. El Príncipe (No erotismo).

Y bueno, ahora que sabes como soy, comienza lo interesante.

En un grado escolar no especificado en esta historia, yo era parte de un pequeño grupo de amigas. A pesar de ser bonita, nunca tuve el carácter de ser la líder o la más popular. Era parte del grupo, pero no socia hacer bullying o encarar a otras chicas o chicos. Prefería pasar desapercibida.

También tenía amigos, hombres, pero en menor cantidad. Mi seguridad nunca fue un fuerte y mucho menos mientras era joven. Ellos solían mirarme morbosamente al pecho, aunque no hubiera ningún escote y eso cohibía mis amistades masculinas.

Un día, en la cafetería de la escuela, me encontré sola al llegar a clases por la tarde. Todo el grupo de chicas estaba esparcido por la universidad y yo moría de hambre como para ponerme a buscarlas o esperarlas.

Había sido un día agotador en el ballet, por lo que ataqué mi comida tan pronto como pude.

Así, sola, me decidí a colocarme los audífonos y escuchar música mientras bobeaba en redes sociales y comía, cuando de pronto unos nudillos tocaron sobre la mesa como si se tratara de una puerta.

Subí la mirada y se trataba de un chico de mi escuela, uno que había ya visto en las clases y los pasillos, pero nunca habíamos cruzado palabra. Casi instintivamente, seguí su mirada para verificar si estaba viéndome los pechos, pero él no lo estaba haciendo.

Solían apodarlo “El Principito” porque era él quien interpretaba los papeles del “Príncipe” en el club de teatro. Era muy alto, más del 1.80, delgado y de piel blanca. Su cabello era lo más llamativo, ya que lo tenía largo, con un look Beatle, perfecto con su apodo de príncipe. Su cuerpo era delgado, sin mucho chiste, pero lo más interesante en él, era su sonrisa, amplia, de dientes bonitos.

Era cohibido pero seguro, una extraña combinación. El teatro le había enseñado a interpretar, pero siendo él, solía ser callado, inclusive cabizbajo y siempre que hablaba en clase cuando un profesor preguntaba algo, él solía pararse y mover sus manos, sus ojos, su cabeza y todo, como si estuviera en una obra de teatro, lo cual de daba un aire “extraño” pero encantador.

-Buenas tardes señorita Annie, es una bella tarde…- expresó él con voz teatral, mirándome a los ojos y haciendo un ademán con la mano.

– Hola… – contesté confundida, olvidando su nombre, si es que en algún momento lo había conocido.

Él miró la silla y luego me miró con una sonrisa casi forzada. Ahora yo usé la mano para hacer un ademán que lo invitara a sentarse.

-Lamento interrumpir sus sagrados alimentos… – comenzó, buscando algo, un papel, dentro de su morral escolar.

Yo lo miré, francamente encantada por sus poderes de príncipe. Quiero decir, nadie en su sano juicio hablaba como en la edad media en pleno siglo 21. ¿Por qué él no tenía una novia?

– ¿Cómo te llamabas? – alcé un tono la voz, para que me pusiera atención nuevamente. Él giró el rostro y volvió a sonreír ampliamente.

-Soy Luis… Luis primero… – contestó, cuando inmediatamente se puso de pie e hizo una reverencia inclinándose y moviendo una mano.

Recordé entonces que existía “Luis segundo”, “Luis tercero” y “Luis cuarto” en el grupo de la escuela, pero él había sido bautizado “Primero” porque apareció primero en la lista.

Yo sonreí apenada, no quería que toda la escuela mirara nuestra escena. Sabía qué seguiría después, nos iban a inventar chismes de que salíamos y esas tonterías.

Moví la mano agitada para que volviera a sentarse.

-No hagas eso… – apreté los dientes para reclamarle, pero él sólo sonrió nuevamente y afirmó con la cabeza.

Luego, se hizo un silencio, él se quedó mirándome al rostro y yo esperaba que él volviera a tomar la palabra. Cuando me sentí incómoda, alce las manos y le pregunté molesta:

– ¿Y bien?-

El abrió los ojos sorprendido y se sobresaltó, después se dio un golpecito en la cabeza como Harley Queen cuando no recordaba algo y me acercó un papel extendiendo los brazos.

Empecé a leerlo con curiosidad. Era una invitación a inscribirme al club, estaba sellada por la dirección. Cuando acabé de leerla, él estaba mirándome atentamente. Aquello me cohibió, Luis era un acosador, pero me miraba a mí en vez de solo a mis pechos.

– Yo… – comencé, sin saber cómo rechazarlo. – Tengo las mañanas ocupadas, yo practico Ballet y… no tendría tiempo para teatro… – comencé, con voz un poco más baja, porque sentía la mirada de las otras mesas en la cafetería.

Luis negó con la cabeza, como si estuviera hablando con un bebé y después me volvió a sonreír.

-Siempre hay tiempo para un poco de teatro, las clases sólo duran 1 hora y son 2 veces por semana…- comentó, sin perder su sonrisa.

Yo sonreí y bajé la mirada al papel, como buscando otra excusa.

-Es que yo…- comencé, pero él empezó a chisquear con la boca, en desaprobación.

-El club necesita de una bailarina. He sido enviado con la misión de reclutarte, tus habilidades son increíbles… – comentó e inmediatamente buscó otra hoja en su morral hasta que encontró un folleto de mi última presentación de Ballet, que había sucedido el pasado fin de semana.

Abrí los ojos sorprendida. Hasta donde yo sabía, pocos conocían que yo estudiaba ballet, lo hacía en una academia privada y a muy pocas personas se los había comentado.

– ¿Eres una clase de acosador? – le dije, arrebatándole el folleto y sonriendo fingiendo seguridad.

– De ninguna manera… – sonrió. – El director sabe que lo practicas, porque pediste un permiso especial los martes para llegar más tarde porque la clase se interpone. Lo demás fue fácil, Googlee las academias de baile cercanas, solo hay 3… fui a todas ellas y en la tercera te vi. Afuera estaba la invitación a la presentación…-

Explicó el con sus ademanes característicos y yo sonreí embobada. Era insoportable, pero empezaba a gustarme. Giré el rostro y noté que todos estaban mirándonos, así que entré en pánico.

-… si digo que sí, ¿puedes irte ya?- sonreí forzadamente.

-Es un trato aceptable, señorita Annie…- sonrió.

Suspiré un momento y el abrió los ojos muy contento. Buscó un tercer papel en su morral y me lo entregó.

-Investigué tus horarios, el director me los facilitó. Así que cree este calendario, asistirás en tus horas libres, no se interpone con Ballet y estarás lista para la presentación de noviembre…-

Miré el calendario, derrotada. ¿Ahora también sabía de mis horarios?… ¿Cómo es posible que el director facilitara esa información? Podía ser peligroso, pero… Luis parecía un niño grandote, no me inspiraba miedo, aun cuando su sonrisa forzada a veces asustaba.

Recibí el papel y asentí en silencio. Él se quedó mirándome un poco más.

-Ya… shuuu, vete… – le apuré y el solo sonrió más ampliamente y afirmó con la cabeza.

– Entonces me retiro señorita, que disfrute sus alimentos… – Y se levantó, hizo otra reverencia y dio media vuelta.

Me quedé mirando su cabello flotar con sus pasos. De pronto, el grupo de amigas me atacó, sentándose en mi mesa y empezó un interrogatorio donde yo me cansaría de negar que todo se trató de una charla casual.

*Capítulo segundo. Luis en mis sueños (Erotismo)

Esa misma noche, ya en casa, con la pijama puesta y bajo las cobijas en la cama, no podía sacarme de la cabeza a Luis.

Mis amigas me habían dado información sobre él. Tenía 2 hermanos menores, estaba apasionado por el teatro desde niño, no le habían conocido una novia, al menos en la escuela. No solía ser popular porque era raro, pero sí era atractivo entre las chicas, incluso había rechazado a 3 el último año tras la primera cita.

No solía ser de los que miraban traseros o pechos y como no era como los otros chicos, estos solían molestarlo, escondían su mochila, tiraban sus cuadernos y en más de una ocasión inclusive lo habían golpeado. Luis intentaba defenderse, pero no era un peleador habilidoso.

Así, recordando su sonrisa, su cabello, la bella forma en que giraba los ojos, empecé a llevar una mano a mi entrepierna, por debajo de la ropa y la dejé sobre mi clítoris. Empecé a presionar suavemente, con movimientos circulares y repetitivos. La otra mano la llave a uno de mis pechos y busqué el pezón izquierdo, el más sensible y empecé a rozarlo.

La respiración empezó a aumentar mientras movía ambas manos y cerraba los ojos y en mi mente reproducía la escena del comedor. Pronto comencé a sentir calor y humedad en mi vagina producto de la masturbación.

-Luis…- susurré mientras apretaba los dientes y me estimulaba lo más fuerte posible, buscando el orgasmo. Continué por unos minutos, hasta que llevé los dedos a mi entrada y me penetré profundamente. Estaba tan mojada que los dedos fluyeron por dentro con tal facilidad que me sorprendí.

-Luis…- seguí gimiendo, el sonido de mis dedos entrando me producía aún más morbo y placer y continué hasta que el orgasmo llegó a mi como un choque eléctrico que me hizo apretar los arcos en los pies y me hizo levantar la cadera hasta que después de unos segundos, por fin me relajé.

Después de eso, me quedé profundamente dormida.

Mientras dormía, tuve uno de los sueños eróticos más profundos que jamás había experimentado. Éramos Luis y yo, en mi habitación. Él me desnudaba mientras yo le permitía hacerlo. Quitó mi camisa botón por botón hasta que mis pechos bajo el sostén quedaron frente a sus ojos. Su mirada, su sonrisa, sólo me hacían querer que sucediera todo.

Abrió mi sostén, porque en mi sueño, este se abría por delante y cual manjar, mis pechos se liberaban frente a él. Inmediatamente se abalanzaba a comer de ellos, uno y luego el otro, luego uno otra vez. Los juntaba para mamar ambos pezones a la vez. Una de sus manos tocaba mi entrepierna, solo cubierta por unas mallas y una falda.

Mamaba delicioso, sus manos se movían como nunca otro hombre me había tocado. Después el sueño se adelantó en un segundo, donde ya estábamos desnudos, él colocaba su pene, uno que no había visto aún y lo metió dentro de mí. Mis piernas rebotaban a mis costados con cada penetración. Se sentía bien, muy bien, estaba caliente, excitada, solo quería que esa sensación nunca parara.

El sueño dio otro saltó, ahora yo estaba de perrito y él abría mis nalgas cuidadosamente. Colocaba ese pene que aún no había visto en la otra entrada y con una facilidad que solo en sueños sucedía, lograba penetrarme por atrás con fuerza pero delicadeza.

Tras varios minutos, por fin sentí que terminaba, sentí como fluía su semen en mis entrañas, era cálido, húmedo, abundante, yo estaba muy feliz. Siempre preferí que los chicos se vinieran en mis entrañas, adentro de mi culo, porque así no había riesgo de embarazo y Luis lo había hecho a la perfección.

Desperté unos 30 minutos antes de lo normal e inmediatamente procedí a masturbarme nuevamente. Estaba muy caliente así que busqué un regalo que una amiga me había dado (Luego explicaré la historia de este regalo), era un dildo doble, una parte más gruesa que la otra, porque una era para la vagina y la otra para el ano.

Sin pensármelo, me deshice del pantalón del pijama y la ropa interior y en la cama, empecé la doble penetración con el hambre de un náufrago. Una mano movía el dildo para producir las 2 penetraciones mientras la otra sobaba mis pezones con rudeza.

Y así, continué hasta que un nuevo orgasmo llegó a mí y por fin tras casi 30 minutos, di un suspiro largo y profundo, que indicaba que era la hora de desayunar.

Pero, aún tras toda esa carga sexual, el lívido no hizo más que aumentar, por lo que ese día por la tarde, cuando iba hacia la escuela, no podía dejar de pensar en el sueño, en el sexo, en que me iba a masturbar en la noche en cuanto llegara a casa… y en Luis, que ya podía aceptar que me gustaba y mucho más de lo que me había gustado antes un hombre a primera vista.

Y todo este en sueño, de pronto se vio destruido por una escena triste.

Entonces lo vi a él, en cuclillas en el piso, sosteniéndose el estómago, su morral estaba en el piso, sus cuadernos por todas partes. Un grupo de chicos con nuestro uniforme corrían en grupo alejándose. Luis sostenía su estómago, buscando aire, con los ojos saltados y una mueca de dolor.

-¡Luis!- le grité a la distancia mientras corría para llegar. -¿Estás bien?-

Él dio un sobresalto, sorprendido, como no esperando mi presencia.

-¿Ah, pero si es la señorita Annie?- contestó tratando de disimular.

-¿Qué te hicieron esos idiotas?- contesté enojada, preocupada, noté que había sangre saliendo de su labio.

Él levantó los hombros y sonrió, poniéndose de pie lentamente.

-Así… nos llevamos… -atinó a responder, no muy seguro de su respuesta.

-No, claro que no… – le miré molesta y empecé a recoger sus cuadernos. – Esto no es algo normal…-

Él se mantuvo en silencio, sosteniendo su estómago.

-No es necesario…- comentó el, apenado por mi ayuda.

-¿Por qué te molestan?…- le exigí saber, mirándolo aún enojada.

Él volvió a subir los hombros y esta vez sonrió amablemente.

-Creen que soy gay… – respondió sonriente.

Yo abrí los ojos sorprendida. ¿Y qué más da si era gay? No podía creer que aún golpearan a un chico por esa razón.

-¿Y lo eres…? – le pregunté, más calmada.

-Claro que no señorita Annie, pero como no tengo novia ellos así lo creen… – comentó, recobrando su personalidad de siempre a cada palabra, ahora ya sosteniendo su morral.

Yo lo miré y asentí con la cabeza, en el fondo me agradaba saber que lo que había soñado podía convertirse en realidad. Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que di un suspiro.

-Bueno… ya iba camino a la escuela. ¿Vamos juntos?- le invité. Pensé que si lo veían conmigo podían dejar de molestarlo. Además, si en un futuro nos convertíamos en novios, era algo que no me molestaba pensar.

-Claro que sí señorita Annie… permítame cargar su bolso…- comentó sonriente, pero me negué. No era justo molestarlo con eso si había sido golpeado.

A partir de esa fecha formaríamos una buena amistad. Nada sexual sucedería en al menos 3 meses, tiempo en el cual me masturbaba ferozmente pensando en él, poco a poco enamorándome de su personalidad encantadora, pero aún era muy tímida para revelar mis sentimientos por él. ¿Y si me rechazaba como lo había hecho con las otras chicas? Era una humillación que no podía permitirme.

o-o-o-o-o-o-o-o

Hasta aquí dejaré esta entrega. Si te gustó por favor déjame un comentario, quiero saber lo que piensas. En la próxima habrá más carga sexual, lo prometo.

Les mando besito (Y una mamada donde ustedes quieran) y nos vemos la próxima! Bye-Bye!

Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
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