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Un martes cualquiera

- ¡Ya estoy en casa!



- ¡Estoy en la cocina, preparando algo!



Y entonces el cansancio desaparece.



Dejo el bolso en el salón y me dirijo a la cocina, despacio.



Por el camino me bajo la cremallera del vestido de tubo que dejo caer en el pasillo.



Me escuchas acercarme, pues mis tacones color mostaza de 10 cm no son sigilosos (no quiero que o sean), pero no te giras.



Entro en la cocina, me suelto el recogido del pelo y dejo caer la melena sobre mi espalda.



- ¿Qué tal el día? Te pregunto mientras me acerco a ti.



- Tranquilo. ¿Y el tuyo?, me preguntas



- Algo cansado, te respondo, pero no te preocupes ahora ya me relajo.



- Tranquila, ahora te vas a chupar los dedos, ¡ya lo verás! Me dices mientras echas algo a la sartén.



- No lo dudes!, te digo sonriendo mientras te acaricio la espalda debajo de tu camiseta con mis dedos, me junto a tu cuerpo y te desabrocho el pantalón.



Apagas el fuego, dejas el cuchillo en la tabla, pones las manos sobre el mármol y sonríes.



Sin que puedas decir nada más



Te bajo los pantalones, hasta quitártelos. Tú sigues de espaldas, me dejas jugar.



En la subida, veo cómo te has encendido.



Te quito la camiseta, te rodeo con mis manos, te saco la polla y comienzo a hacerte una paja, notas mis pechos en tu espalda, mi cuerpo caliente, mis pezones duros...



Miras al suelo ves mis tacones, con tus manos rozas mis medias y subes hasta la blonda que rodea mis muslos...



- Hoy voy chupar más que mis dedos..., te susurro al oído.



En ese momento, no aguantas más, te giras, te suelto, me miras con esos ojos verdes que me enloquecen, semi desnuda, me das un repaso de arriba abajo, humedezco mi boca con la lengua, despacio, me muerdo el labio inferior esperando más...



Me agarras por la cintura me besas, noto tu pene erecto que me enciende aún más, me arrodillo me la meto en la boca y ahí sí que hablas para decir:



-Ummmm. Cómetela entera.



Mi lengua juega, desde la base hasta la punta, me detengo, me la meto hasta el fondo y la saco, repito de nuevo con mis labios presionando algo más en el ascenso, mi lengua juega con tu glande y mis dedos colaboran y tú a punto de correrte, te doy intensidad, me sujetas la cabeza, y sé que llega el momento, sigo con ritmo, mi boca disfruta… yo... trago, relamo suavemente y tú... gritas... ¡¡¡síííííííí!!!



Me levanto, me limpio la boca con mis dedos, que ahora sí termino relamiendo, me sujetas y me dices



-Gracias!



-El gusto es mío, amor. Te digo mientras salgo de la cocina, para dejar que te recuperes, pero mi silueta semi desnuda y con tacones, parece hacerte recuperar.



Me alcanzas por el pasillo, acaricias mi espalda con la yema de tus dedos, me agarras por las caderas y me dices al oído:



-Ahora me toca a mí.



Me giras suavemente y me atrapas contra la pared, me besas el cuello, el hombro, los pechos, tus dedos van quitándome el tanga de encaje, que cae al suelo.



Abro las piernas y tus dedos juegan en mi pubis.



Vas bajando con tu boca hasta mi vientre, ahí te detienes, te terminas de arrodillar, me sonríes y me levantas la pierna por encima de tu hombro, te pierdes entre mis piernas y yo me quedo pegada a la pared, con mi tacón sobre tu espalda.



Noto tu respiración, noto tus labios, noto tu lengua…



Te pido que no pares, te agarro del pelo, tu lengua presiona, suelta, lame, juega y yo… me deshago.



Noto como no aguanto más, me agarro al mueble con el que siempre me golpeo y que hoy parece estar estratégicamente situado, el placer asciende y exploto…



Al terminar subes, me sonríes, humedeces tus dedos en mi interior que todavía siente tu lengua y te relames los dedos mientras me miras diciendo:



- No me des las gracias, el placer ha sido mío, y sonríes pícaramente.



- Dios!!  Sabes cómo deshacerme, me vuelves loca, ¿lo sabes?



Sonríes, me besas.



Nos ponemos algo cómodo, y nos disponemos a terminar de preparar algo de cenar, aunque ya hayamos saciado bastante nuestra hambre.



Ya en el salón, cenamos en el sofá, ponemos algo la tv, aunque no la escuchamos, hablamos sobre el día y nuestras miradas lujuriosas se cruzan, sabiendo que la noche no ha acabado.



El momento ha vuelto, te quito de la comisura de tus labios algo de mayonesa con mi lengua, rozo con mis dedos tu barba de tres días…



- quiero follarte ahora mismo - me dices- metiendo tu mano por mi camiseta.



Me subo a horcajadas sobre ti y nos besamos, apasionadamente, como si no lo hubiéramos hecho en meses.



Me levanto, me quito las braguitas sutilmente y caen al suelo.



Antes de que me pueda volver a colocar sobre ti, te levantas del sofá. Me coges en volandas hasta la mesa del comedor, apartamos lo que hay sobre ella, te bajas los shorts, te quito la camiseta, me quitas la mía y me pones sobre la mesa,



Ahí me abro completamente y te rodeo. Te vuelves a encender, yo húmeda de nuevo y tú con la polla dura como una piedra me la metes, me sujeto a la mesa, mientras me tocas los pechos, al mismo ritmo que tu cuerpo se mueve, dentro, fuera, dentro, fuera, rápido, intenso.



Gemimos, gritamos, casi al unísono. Nos miramos. Sonreímos.



Te sujeto por la espalda y te clavo las uñas, aunque no creo que te importe, tu juego de pelvis y tu polla tan grande, tan dura dentro de mí, me hace estallar.



Me corro gritando de placer, y a continuación lo haces tú, con ese:



- Joder, ¡qué bueno!!



Que nos deja el buen sabor de boca, de saber aprovechar bien un martes cualquiera.


Datos del Relato
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