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Categoría: Maduras

Un día para toda la vida

Cuando me conecté por primera vez a Internet hace ya varios años, una de las cosas que siempre me llamó la atención fue NetMeeting, ahí conocí a una chica, un poco mayor que yo, nos llevamos 11 años. Es una mujer genial, toda la dulzura para compartir momentos y toda la pasión para el sexo, su nombre es Mariela. Ella estaba casada cuando la conocí, aún lo está, pero su marido no le prestaba la atención que necesitaba en la cama. Esto llevó a que nuestras conversaciones se hicieran cada vez más calientes y tuviéramos cybersexo bastante seguido. A los dos nos encantaba hacerlo, en ese momento ella ya tenía cámara así que podía ver todo su maravilloso cuerpo, con una vagina totalmente depilada tal y como me gusta. Pechos amplios pero con pezones de aureolas pequeñas.



En cada encuentro nos calentábamos más, en cada charla fortalecíamos más nuestra amistad y nuestro deseo. Ambos sentíamos que de encontrarnos algún día sería una experiencia increíble para los dos. Esas charlas calientes y las sesiones de cybersexo nos había instruido perfectamente en los gustos y los puntos más sensibles del otro. Además se daba una piel muy particular entre los dos. En los pequeños cambios que introducía en cada sesión, muy rara vez le disgustaba.



Luego de años de charlar esa oportunidad se dio, su marido saldría de la ciudad por dos días y podríamos encontrarnos sin escondernos.



Sin pensarlo dos veces, acepté viajar para conocerla. Las noches previas a nuestro encuentro estuvieron cargadas de ansiedad, hablábamos constantemente en cuanto faltaba, donde iríamos, que íbamos a almorzar. No parábamos de planear detalles, no tuvimos cybersexo de tanto que hablábamos, lo importante era hacer de este un encuentro muy especial. Una de las cosas charladas, era que iba a pasar cuando nos encontremos, quién se animaría a dar el primer paso y besar. Los dos somos muy tímidos y nos asustaba quedarnos paralizados, parecía mentira que luego de tantos años de conocerla aún sintiéramos esto. Lo mejor era dejar que simplemente se diera.



El día acordado, viajé para conocerla, 4 horas de viaje que intenté en vano dormir, la necesidad de llegar y estar con ella podían más que el cansancio de no dormir para evitar perder el colectivo que salía a las 4 AM. Cuando bajé del colectivo ahí estaba ella, hermosa como siempre, vestida con un pantalón vaquero que marcaba su cola de una manera única, una blusa bastante suelta que no permitían ver claramente sus grandes pechos. Al acercarme lentamente pero como seguridad, como convenciéndome que tenía que besarla y antes de poder decir algo, me comió la boca con un beso. Ella tomo el primer pasó y rompió el hielo. Sentí que una corriente me recorría. Sus labios se sentían tan suaves y cálidos, creí que iba a desmayarme en ese instante. Volví a la realidad para cruzar mi brazo por su cintura y traerla aún más cerca de mí.



Caminamos mucho ese día, charlando como lo hacíamos cada noche, cada tanto nos parábamos a besarnos, mis manos recorrían su cintura, sus caderas, pero sin tocar su cola. Ella respondía solo con una sonrisa pícara y cómplice. Aún así no quería apresurar nada, simplemente las cosas iban a suceder. No quería que nada empañara ese día.



Mariela, me parece increíble estar acá. Besándote y acariciándote en lugar de solo verte o escucharte. Tenerte tan cerca, tu calor, tu perfume, poder por fin verte directamente a los ojos, sentir lo suave que es tu piel, cosas que hasta ahora desconocía.



No sé por qué esperamos tanto Andy, si los dos teníamos ganas de vernos personalmente, pero vos viste que pesado se pone él con los celos, me persigue y no me deja en paz. Con él en la ciudad hubiera sido imposible. Vení, vamos a sentarnos acá un rato.



Nos acercamos al banco de una plaza, la zona se veía bastante tranquila, cuando me senté, la tomé de la mano y le hice señas para que se sentara en mis piernas. Comenzamos a besarnos apasionadamente, ahora mucho más relajados después de los primeros momentos.



Metí mis manos debajo de la blusa y comencé a acariciar su vientre. Me alejé un instante de su boca para verla a los ojos y conocer su reacción.



Comencé a subir lentamente mi mano, ella solo me miraba y sonreía. Puse mi mano sobre uno de sus pechos, pasaba suavemente el dedo y podía notar como sus pezones estaban muy duros sobre la tela. Mordió suavemente su labio, conocía ese gesto, en nuestras charlar cuando eso pasaba solo significaba una cosa, estaba excitada.



Dejé escurrir mis dedos por debajo de su corpiño, ya mis manos tocaban directamente sus pechos, apretando y estirando sus pezones, su respiración se ponía cada vez más agitada. Ella estaba totalmente caliente y mi verga parecía que iba a explotar dentro del pantalón.



– Pará Andy, por favor, pará.



– ¿Que Pasa corazón?



– Nada, pero si no parás siento que en cualquier momento puedo acabar.



Esto para mí fue la confirmación de que estaba mucho más caliente de lo que yo imaginaba, ese fue el momento en que di el paso final.



– No demos más vueltas Mariela, los dos sabemos que queremos, que necesitamos.



– Lo deseo mucho más de lo que vos pensás, solo tenía dudas de que realmente te calentara una mujer como yo, mayor que vos, casada. Por ahí no es lo que querés, no es lo que buscas en una mujer.



– Yo dudaba que al verme personalmente te pasara lo mismo que al verme por la cámara. Algunas cosas se disimulan así, pero acá, vez que realmente tengo los kilos de más y podía no gustarte.



– No, no es así. Sabés muy bien que me gustás. Que me atraés. Sos más joven que yo y por ahí podía pasar que te desilusionara y...



No la dejé hablar más, la besé como mucha más pasión que antes, haciendo que mi lengua jugara con la suya, apretando fuerte sus labios, rodeándola con los brazos para que se sienta contenida, querida, deseada. Me acerqué a su oído y le susurré "Te deseo mucho bebe, quiero llenarte de placer como hace rato no te sentís, quiero hacerte mía".



- Si va a ser así, quiero que sea en mi misma cama donde el idiota de mi marido solo se dedica a acabar y dormirse. Quiero hacerlo cornudo en la cama que él pagó. Donde no sabe darme un orgasmo.



Llegamos a su departamento, donde vivía con su marido, hicimos de cuenta que no nos conocíamos, para que los vecinos no vieran nada raro. Toqué timbre en su departamento sabiendo que estaba vacío, ella "justo" entraba y yo gritando a viva voz "dejá que acá abren, ya subo". Ella por el ascensor, yo por la escalera, al llegar la puerta entreabierta, me mandé como un rayo. Cerré, puse una vuelta de llave y la dejé puesta.



Apenas cerré la puerta, siento que me abraza por detrás, y comienza a lamer mi cuello, sus manos acarician mi panza, baja hasta mi pantalón y lo desabrocha, comienza a acariciar mi verga que ya comenzaba a ponerse dura por encima de la ropa interior.



Me di vuelta para besarla mientras mis manos iban recorriendo su cuerpo. Estaba tan ansioso por hacerla mía que no lograba decidirme que hacerle primero. Quería que se sientiera especial, que explotara de placer, que sienta pasión, pero también cariño.



Puse las manos en su cintura y comencé a subir poco a poco su blusa, rozando sus tetas al pasar, con la punta de dedo gordo de cada mano. Besé su cuello, su pecho, pasé con mis besos por el medio de sus pechos sin tocarlos aún, bajé hasta su vientre, desabroché su pantalón y lo fui bajando poco a poco, mientras seguía besándola, pase por toda la línea media de su conchita depilada, sobre su tanga. Cuando me incorporé y vi su cuerpo completo parecía una obra de arte. Solo con su ropa interior. Su tanga que tanto me gustaba, fina adelante, muy metida en su cola por detrás y un sostén bastante transparente que me enloquecía. Ya la había visto por webcam con ese conjunto, pero personalmente se veía mucho más sexy, sus pezones se marcaban en la ropa, su tanga tenía una leve macha producto de la calentura que cargaba.



Terminé de deshacerme de mi pantalón, la abracé y la levanté un poco. Me rodeó con sus piernas y así cargada me fue guiando a su habitación mientras nuestras lenguas combatían por ocupar la boca del otro.



Suavemente, la dejé en su cama, la puse boca abajo. Desde mi lugar podía apreciar su precioso culo, paradito, parte de su conchita, estaba totalmente entregada a mí.



Lentamente comencé a acariciar su espalda, llenándola de besos, recorriéndola con mi lengua, sus gemidos empezaron a sentirse. Desabroché su corpiño y seguí bajando lentamente. Cuando llegue a su culo, lo admiré unos instantes, lo acaricié suavemente, tomé su tanga por los costados y comencé a bajarla. Para ayudarme levantó un poco su pelvis, ofreciéndome una hermosa visión de su conchita. Mientras la bajaba, fui pasando mi lengua por el interior de sus muslos, hasta sus pies. Subí besando la otra pierna, ella respiraba muy agitada y entre gemidos decía: – Me tenés super caliente bebote, seguí porfa, no pares.



Me acerqué a su oído, asegurándome que sintiera lo dura que estaba mi verga, apoyándola en el centro de sus nalgas: – Esto recién empieza reina, todavía no sentiste nada.



– En este momento siento algo muy duro que quiero ya tener adentro, dame verga ya!.



Sus palabras me sorprendieron, no era de hablar tan caliente, cuando iniciábamos nuestros juegos, pero si cuando estaba cerca de su orgasmo. Sabía perfectamente lo que deseaba, que comenzara a hablarle más sucio.



– No putita, estás caliente pero te voy a calentar más todavía, ahora me la pedís por favor, después la vas a rogar.



– SIIIII!!!! que lindo que me hables así. Como me conoces. Hoy soy tu puta. Y esta puta es toda para vos. Soy tuya.



– Ya te dije perrita, todavía falta, tranquilita que yo estoy más ansioso por vos de hundirte toda la verga y hacerte chillar.



La di vuelta, ante mí tenía su conchita toda depilada, brillaba producto de sus fluidos, de la calentura que tenía. Sin hacerla esperar, abrir sus piernas, y con mi lengua empecé a recorrer desde el centro de sus tetas hasta su clítoris trazando una línea lenta. Cuando llegue a su conchita moví mi lengua de arriba hasta abajo. Subía y tomaba su clítoris con mis labios. Lo apretaba, lo succionaba, pasa la punta de la lengua muy rápido: – Ay!!! Que hijo de puta! Donde aprendiste a comer así una concha, me estás volviendo loca.



Con una mano tenía su conchita abierta y su clítoris expuesto a mis juegos, con la otra mano metí dos dedos que entraron sin mucho trabajo y empecé a moverlos lento, curvando las yemas de los dedos hacia arriba, intentando encontrar su punto G.



– Seguí así, no pares ahora que estoy cerca, seguí, matame de placer!. AH!!!!! AH!!!!!! Acabo, estoy llegando AH!!!!!...



Arqueó su espalda, emitió un fuerte gemido y se dejó caer en la cama, respirando muy rápido. Me puse a su lado, la abracé y la besé con mis labios llenos de sus flujos.



– Me matas hermoso, no sé donde aprendiste, pero me encantó, pero vos todavía estás medio vestido y yo en pelotas, así no va.... a ver que podemos hacer.



Empezó a bajarme el calzoncillo mi verga salió a la luz, dura como estaba. Debo decir que es bastante normal, 17 Cm, pero bastante cabezona lo cual llama la atención, y unos 5 Cm de diámetro. Sus ojos brillaron deseosos. Comenzó a lamerla en toda su extensión. Desde los huevos hasta la punta. Bajó la piel, vio una pequeña gotita en la punta y con su lengua la untó en toda la cabeza. Se la metió en la boca y comenzó a chupar como loca. Se sentía increíble, me estaba dando una mamada de lujo, pero no quería perder mi objetivo, complacerla. La hice girar, su concha quedó sobre mi boca, haciendo un 69. Aún con restos de su orgasmo, totalmente mojada.



Estaba en la gloria, una mujer maravillosa me estaba chupando la verga de una manera única mientras me estaba comiendo la conchita más rica que jamás había probado. Su olor a hembra me tenía loco, y deseaba ya cogerla, pero iba a ser ella la que debía pedirlo, quería que llegara al límite de su calentura que solo pueda ser satisfecho con penetración. Así que apuré mi lengua, la hundí en su concha cogiéndola, buscando que se caliente más aún. Me miró a los ojos: – Dame pija ya, no aguanto más y quiero sentirla toda adentro. Tu puta quiere pija, necesita ser cogida por vos.



La hice acostar, puse sus piernas en mis hombros para que sintiera mejor toda su extensión. Apoyé la punta en su entrada, y con mi mano la movía por toda la línea de su conchita, haciéndola desear un poco más. Cuando empecé a penetrarla, lentamente, y luego me dejé caer para hundirsela hasta el fondo.



Dejó escapar un gemido y me quedé un instante ahí quietito: – Andy, no sabes cuantas veces soñé con esto, cuantas veces tenía a mi marido adentro y pensaba en vos, haceme sentir bien cogida.



Nos fuimos moviendo de a poco, aumentando el ritmo, nuestras respiraciones, gemidos y exclamaciones llenaban la habitación.



– Dale así!, dale más, metela toda. Me encanta, nunca sentí una verga tan rica. Dale a tu puta, dale más, más más...



Bajó sus piernas, así con mi verga dentro de ella, nos dimos vuelta, sentí como su humedad chorreaba mi miembro y comenzó a cabalgarme como loca. Casi saltando, hacía que saliera casi toda y volvía a clavarla completa.



Su cabeza estaba extendida hacia atrás, como mirando el techo, sus ojos cerrados, su boca abierta intentando conseguir aire para no detenerse. Sus pechos rebotaban con los movimientos. Sus gemidos llenaban la habitación. Ya no importaba si alguien escuchaba. En ese instante solo existíamos nosotros, solo nos importaba disfrutar este momento que tanto deseábamos.



– Andy... acabo de nuevo. Estoy por acabar...no puedo creer tanto placer!.



Estalló en un grito y cayó rendida sobre mi pecho. Su segundo orgasmo había sido mucho más intenso que el anterior, la dejó rendida y su cara completamente roja.



– Naty, estoy por llegar yo también corazón.



– El placer que me diste merece un regalito, nunca lo hice, ni con mi marido. La quiero en la boquita bebe, quiero que acabes mientras te la chupo. Quiero que llenes la boca de tu puta de lechita.



Sacó mi verga de su conchita, y se la metió en la boca. Unas cuantas envestidas así mientras me masturbaba con su mano bastaron: – Ahí va tu leche putita!



Sentía como los chorros de leche salían disparados, poco a poco lo fue controlando y tragando todo. Me miró y se relamió los labios. Abrí mis brazos y se recostó sobre mi pecho.



– No solo me hiciste gozar, ahora también me das amor. Te quiero Andy. Este encuentro no lo voy a olvidar jamás.



Permanecimos abrazados un buen rato, ella con su mano recorría mi pecho mientras yo acariciaba su cabeza. Nos fuimos a bañar, donde seguimos con nuestros juegos. Recorriendo cada parte de nosotros. Esa oportunidad podía ser única, la queríamos aprovechar completamente.



Ese día lo recordamos hasta hoy cuando charlamos por Internet y lo recordaremos toda la vida. Sus noches con él siguen siendo iguales, pero ahora cada vez que su marido la deja con ganas, se masturba con el recuerdo de nuestro encuentro.



Muchas noches me comentó que al ver su cama se moja recordando nuestro encuentro.



Fue un día que nos marcó y lo recordaremos toda la vida.



Andrés Relatos


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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