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Sexo al aire libre

~~Días más tarde descubrí que mis vecinos son fanáticos de la vida al aire libre. Juan tiene de todo: cañas de pescar, un kayak de goma con asientos desmontables como de 4 metros de largo, escopetas, arco y flechas, estufa portátil, tienda de campaña, etc., hasta un inodoro portátil porque a Mercedes no le gusta de otra forma. Yo nunca he salido del asfalto y Alma está convencida que la carne y el pescado sólo se consiguen en el supermercado.
 Aprovechemos que están de vacaciones para irnos de camping un par de días Propuso Juan.
 ¡Oh si! Añadió Mercedes. Verán cómo vamos a disfrutar.
 Por mí, lo que diga Manuel Terció Alma.
 Es que nosotros no tenemos equipo. quise argumentar pensando en las picadas de insectos, víboras, falta de comodidad, etc.
 Lo nuestro es de ustedes Interrumpió Juan Y nuestra caseta es suficientemente grande para acomodar a los cuatro cómodamente.
 No me convenció la comodidad que prometía Juan sino la excitante experiencia de compartir el mismo cobijo con Mercedes, así que acepté.
 Salimos una mañana como a las nueve. Juan manejando con Mercedes a su lado. Alma y yo en el asiento trasero. Después de, aproximadamente, dos horas por buena carretera tomamos un camino vecinal , si a eso se le puede llamar camino. Luego de millones de curvas, que alteraron el estómago de Alma, llegamos al campamento. Este era un claro del bosque junto a un acantilado.
 Desembarcamos y armamos la caseta enseguida. Alma aún estaba mareada por el viaje.
 Quiero comer trucha fresca Dijo Juan Aquí cerca hay un arroyo cristalino donde podemos pescar.
 Vamos dije sin mucho entusiasmo, más que nada para no hacer sentir mal a mi anfitrión porque ya me estaba arrepintiendo de haber venido.
 Alma no se siente bien dijo Mercedes Vayan ustedes.
 Juan insistió un poco pero al finan nos fuimos solos.
 Nos adentramos en el bosque sin llevar nada más que las cañas para pescar. Al cabo de unos veinte minutos llegamos a un lugar paradisíaco: un arroyo cristalino de muy poco caudal que formaba un remanso algo profundo.
 Alistamos las cañas y nos pusimos a pescar. En poco tiempo Juan tenía dos truchas de buen tamaño.
 ¿Qué pasó con la suerte de principiante? Pregunté.
 Aquí no hay suerte que valga. Es cuestión de conocimiento Se rió.
 Qué linda que está el agua. Debíamos haber traído trajes de baño. Comenté.
 Juan soltó una carcajada que se perdió en el bosque.
 ¡Esta gente citadina! Mira, así es como se hace en el campo.
 Y sin decir más se desnudó completamente. Le imité sin reservas. No era la primera vez que estaba en presencia de otro hombre desnudo porque en el gimnasio donde asisto es una práctica común. Nos metimos al agua, que estaba realmente fría, y nadamos por un rato, mientras conversábamos de cosas triviales. Salimos del agua y nos tiramos en el césped de la orilla para secarnos al sol.
 Allí, en la soledad de ese paraje, completamente desnudo, sintiendo por vez primera la tibieza del sol en la entrepierna, mis pensamientos llamaron a Mercedes. El sol se filtraba por el silencio de la enramada y sólo se oía el caer de alguna hoja inestable y el trinar de un pájaro lejano. Me imaginé a Mercedes como la vi por primera vez. Comencé a desnudarla quitando el pañuelo que cubría su pelo. No pude evitar que mi imaginación me traicionara y cuando me di cuenta tenía el periscopio levantado. Sentí una enorme vergüenza pero no podía, desnudo como estaba, disimular mi erección. Para distraer mi atención recordé un problema de mi clase de cálculo y me puse a resolverlo mentalmente, pero las tetas de Mercedes se intercalaban entre los números y el signo de integral se enroscaba entre sus piernas. Traté de fingir que me había dormido. Con el rabo del ojo descubrí que mi buen amigo también la tenía parada. Así como yo, él estaba tendido boca arriba y con los ojos cerrados. No me importó mucho entonces mi denunciante erección. Di rienda suelta a mi imaginación y continué desvistiendo a Mercedes, poco a poco y acariciando cada pedazo de piel que dejaba expuesta.
 Qué cachondez que tenía, si hubiera estado solo, de seguro me hubiera hecho la paja. Mi febril imaginación me llevó a creer que ella bajó la mano y me tocó muy suavemente el pene, lo que hizo que se me arrugara el cuero de los huevos. Mercedes continuó acariciándome ya un poco más descaradamente entonces entreabrí los ojos y no pude creer lo que veía: era Juan que me acariciaba lentamente la verga. Nunca antes había sido tocado por un hombre. Me invadió un sentimiento enorme de vergüenza pero no me animaba a protestar pues no quería avergonzar a Juan. Cerré los ojos y resolví disfrutar mi primer cinco contra uno en mano ajena, después de todo necesitaba alivio a mi tensión, además, si hubiera estado solo, me hubiera masturbado; además, si no lo hacía, hubiera terminado con cólico de huevos; además, siempre hay una primera vez; además, esto no me convertía en gay; además, lo estaba disfrutando enormemente porque Juan movía diestra, suave y lentamente su mano; además. inconscientemente quería que sus caricias se prolongaran eternamente. De pronto sentí una sensación completamente desconocida, un hálito húmedo y caliente me recorría el glande. Abrí los ojos y vi a Juan lamiéndome la parte baja de mi paloma. No pude creer lo que veía: iba a tener la primera mamada de mi vida e iba a ser mamado por un hombre. Juan recorría con su lengua toda la extensión de mi pene, desde la base de las bolas al huequito del meado donde jugueteaba haciendo círculos a su alrededor. Luego se la metió totalmente en la boca y comenzó realmente a chupar. Yo volví a mi problema de cálculo para demorar más mi inminente orgasmo. Parece que Juan también quería demorar mi eyaculación porque dejó de succionar y volvió a lamerme desde la punta hasta la parte baja de los huevos. La sensación era indescriptible y me sorprendí a mí mismo abriendo un poco las piernas como incitándole a que baje más, lo que hacía en cada viaje. Cada vez que pasaba la lengua por la zona que queda a medio camino entre el hueco del culo y las bolsas, se me enchinaba la piel y me estremecía de gusto pero no emití ni un gemido: para todos los efectos estaba oficialmente dormido. Su lengua viajaba libremente en mi entrepierna y se hundía levemente en mi ano jugando a entrar y salir. Este juego me daba una sensación muy placentera y me hacía desear que la meta más adentro. Sentí su mano acariciándome las pelotas, sus labios rodearon otra vez mi pene y su lengua jugueteaba con la punta de mi glande. Esta vez era la yema de uno de sus dedos la que viajaba lentamente desde el culo hacia arriba y viceversa. Yo abrí, como en sueños, algo más las piernas para sentirlo mejor. De pronto sentí su dedo detenerse ante mi puerta posterior y comenzó a hacer movimientos circulares en mi esfínter. Supe que iba a meterme el dedo en el culo. Sentí que mi corazón se aceleraba . Solamente mi médico lo había hecho anteriormente y es una sensación realmente desagradable, pero esta vez parecía que yo lo deseaba y moví las caderas, presionando hacia abajo para yo mismo metérmelo. Poco a poco Juan fue introduciendo su enorme dedo en mi apretado recto, produciendo una sensación un poco más agradable que si fuera el médico, pero algo dolorosa. Una vez que lo metió todo, lo dejó quieto adentro como para que me acostumbre a su presencia; mientras seguía mamando suavemente. Juan movió su dedo dentro de mis entrañas y tocó un punto que me hizo ahogar un grito de placer. Enseguida inició un movimiento de mete y saca tocando ese punto cada vez que su dedo llegaba al fondo. Yo hacía esfuerzos sobrehumanos para no gritar de placer, pero el sentimiento de vergüenza era superior y yo seguía dormido , o mejor dicho sonámbulo pues subía y bajaba el culo frenéticamente para incrementar la sensación indescriptible de sentir su boca como ventosa viva en mi verga y su dedo profundamente incrustado en mi culo. No resistí mucho. Terminé con un orgasmo que me salió desde la nuca y recorrió toda mi espina dorsal. Nos quedamos quietos por unos instantes; sentí como mi culo aprisionaba su dedo sin querer dejarlo salir, pero Juan lo retiró lentamente. Increíblemente mi erección seguía viva como si nada hubiera ocurrido. Juan chupó una vez más como queriendo sacar la última gota de leche y sin dejar de succionar sacó mi pene de su boca. Entonces hizó algo increíble: empujó mis rodillas contra mi pecho y escupió toda la leche que mantenía en su boca sobre mi expuesto agujero. Pensé !Puñeta, me va a clavar¡ En otras circunstancias hubiera protestado, pero después del tremendo orgasmo que me hizo tener. Además, aunque parezca mentira, yo seguía dormido y, honestamente, lo deseaba.
 Sentí su hierro golpeando a mi puerta. No me había dado cuenta de lo suave y sedosa que es la piel de una verga ni de lo caliente que es el hierro que cubre. Sin ayudarse con la mano, hacía que la punta de su carne recorra toda la extensión de la raja entre mis nalgas haciéndome sentir toda su suavidad y toda su dureza. Se detuvo directamente sobre mi virgen agujero y empezó a empujar. Parecía que me partía en dos y que las tripas me iban a salir por la boca. Yo seguía con los ojos cerrados y sin emitir ni un sonido. Dejó de empujar por un momento, como dándome tiempo a que me acostumbre. Solté el primer gemido, por lo menos el primero de que tuve conciencia. Cuando volvió a empujar si que sentí que me rompía por dentro, sentí sus vellos rozando la parte baja de mis cojones. Por esto me di cuenta de que ya lo había metido todo y me alivió el pensar que ya no aumentaría el dolor. Empezó a moverse rítmicamente de arriba abajo y hacia los lados, sentí cómo lo sacaba casi todo para volver a meterlo hasta el fondo. El dolor inicial dio paso a un gustito diferente a todo lo que había experimentado, muy parecido al gusto que me dio con el dedo unos minutos antes, pero este era mejor, con más morbo por lo prohibido. Decidí despertarme y le pedí que se quedara quieto. Empecé a moverme pero no tuve mucha libertad de movimiento porque Juan sostenía mis rodillas contra mi pecho. Le pedí que me soltara y pude poner las plantas de los pies en el suelo. El cambio de ángulo incrementó la presión de su vara contra mi punto crítico y pude moverme logrando meter y sacar, a mi gusto, su durísima verga de mi palpitante culo. Juan tenía las manos apoyadas en el suelo y nuestro único punto de contacto era su pistón y mi cilindro. Asiéndome de sus brazos logré un fabuloso punto de apoyo que me permitió moverme como la más descarada de las putas. Ahora los dos gemíamos abiertamente, cuando sentí que su dura verga se puso más dura aún entonces supe que iba a terminar. Mi grado de excitación fue tal cuando sentí que él terminaba, que no pude contenerme y grité al mejor estilo de Celinda: ¡Así, así lléname el culo con tu leche! Al tiempo que sentí muy claramente como derramó su semen hirviente en mis intestinos.
 Se tumbó sobre mi pecho y yo le abracé por las nalgas manteniéndole dentro de mí. Descansamos así por un momento mientras yo sentía, por la parte de atrás de mi ombligo la cabeza de su verga todavía dura y palpitante y en la cabeza de mi durísima verga su ombligo. Comenzó a salirse de mi trasero lo que me frustró pues yo quería llegar al orgasmo para aliviar la tensión que se había formado en mis testículos, además aún las teníamos paradas. Bueno, Juan se salió de mí y al ver mi erección sonrió con picardía y poniendo sus pies a mis costados se sentó sobre mi tiesa verga. Esta es otra cosa que hacía por primera vez: nunca había dado por el culo, ni a mujeres peor a hombres. Costó un poquito de trabajo que entrara la cabeza, pero una vez adentro el resto entró fácilmente. No sabía lo que me he estado perdiendo. ¡Qué caliente y ajustado es un culo! Juan se movía rítmicamente hacia arriba hasta casi salirse completamente y se dejaba caer de golpe enterrándose mi espada hasta los gavilanes Miraba su cara transfigurada de placer y escuchaba sus gemidos a los que hice coro. Pronto sentí que no aguantaba más y me vine con fuerza en su interior. Al mismo tiempo Juan acabó sin siquiera tocarse el pito, derramando su leche en mi pecho y cara. Nos quedamos tendidos juntos y palpitantes por un rato más, nos aseamos y nos vestimos.
 Tengo que confesarte algo Dije confiando en que nuestra experiencia haya creado una confianza mutua como para no tenernos secretos. Fueron mis fantasías con Mercede lo que me paró la verga.
 ¿Verdad que es preciosa y muy sexi? Si puedes conquistarla go ahead . Yo te daré una ayudita si es que puedo. Por mi parte quiero pedirte un favor y también confesarte algo, ojalá no lo tengas a mal.
 Go ahead Dije a mi vez en Inglés.
 Por favor, que lo que acaba de pasar quede como el máximo secreto entre nosotros. Adoro a Mercedes y no sé cómo reaccionaría si llega a saber que soy bisexual. Se suponía que nos habíamos contado todo antes de casarnos pero reservé esta parte porque, tu sabes, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no son muy bien vistas por la mayoría de la gente y ella, en alguna ocasión, dejó entrever su desagrado ante la idea ¡Ni mujer con mujer ni hombre con hombre! (Definitivamente Juan estaba en la Luna cuando, semanas atrás, Alma le aplicó el bronceador a Mercedes, pero no dije nada.)
 No te preocupes. Nuestro secreto es nuestro secreto. ¿Te imaginas cómo me sentiría si mis estudiantes llegan a enterarse? Así que tranquilo. Por cierto ¿Qué querías confesarme?
 ¡Estoy loco por hacer el amor con Alma!
 Me quedé de una pieza. Definitivamente es más dulce la fruta del cercado ajeno.
 Alma tiene demasiados prejuicios respecto al sexo. Vas a pasar un trabajo increíble en conquistarla Le dije sin tratar de desanimarlo Te aconsejo que vayas despacio y poco a poco. Te facilitaré las cosas lo más que pueda porque sólo la idea de verla follar contigo me excita enormemente. Pero vas a pasar trabajo.
 Cogimos las truchas y regresamos al campamento, como si nada hubiera pasado.
 Al día siguiente salimos los cuatro a pasear por el bosque y admirar la naturaleza. Claro que lo que más miraba yo era un par de montañas y una cañada profunda que corría entre dos ondulantes y suaves colinas. Pero, sin otra novedad que a Alma y a mí, por la falta de costumbre, nos salieron ampollas en los pies.
 Por la tarde Mercedes quiso ir al arroyo de las truchas.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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