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Categoría: Maduras

Por favor señora. Capitulo 2

CAPÍTULO 2 “Atracción”



“Cruzamos la mirada, tan sólo esta bastó para sentir su fuerza, su tremenda atracción”  Michael Stuart.



Regina se quedó por unos instantes perdida en esos ojos claros, una especie de conexión sobrenatural la unió al hombre que estaba frente a ella. No podía pensar, no podía articular palabra, mucho menos moverse; “Esa voz…” se dijo, mientras que el individuo la miraba un poco extrañado.



-¿Señora se siente bien? –le preguntó el tipo con cierta preocupación en la mirada.



Regina lo miró confundida.



-Si…



-¿Segura?



-Sí, con su permiso.



Y así sin más, escapó por el pequeño espacio que quedaba entre la salida y el cuerpo de ese apuesto hombre que le había hecho casi explotar los sentidos. Detrás de ella los empleados llevaban sus enceres, uno de ellos se quedó en la puerta e invitó a pasar al hombre.



-Adelante señor Lozano, que gusto verle de nuevo.



-Gracias Felipe, dime ¿Conoces a la dama que acaba de salir?



-Claro señor, se trata ni nada más ni nada menos que de Regina Marroquín.



-Regina Marroquín… ¿No será pariente del difunto Ignacio Marroquín?



-Es su viuda, señor.



-¿Su viuda? No pensé que fuera tan…



-¿Tan?



-Joven.



-Ya tendrá más de 40 pero la verdad es que está tan….



-¿Tan? –Lozano lo miró con seriedad.



-Tan…hermosa –respondió el empleado con un poco de vergüenza. -Le ayudo con su equipaje señor Lozano.



-Claro, hazme favor de dejarlo en los vestidores si fueras tan amable.



-Por supuesto señor Lozano.



-Una cosa más Felipe…



-Dígame señor.



-Prefiero que me digas Señor Aranda…



Así es, se trataba nada más y nada menos que de Miguel Ángel Lozano Aranda, un apuesto caballero de 30 años recién cumplido, famoso por su programa de radio “Amor a mares”. Lo que muy poca gente sabía es que era hijo de uno de los abogados más reconocidos y respetados del país, pero sobre todo nadie sabía que en realidad Radio Efusiva, la estación en la que trabajaba, era de su propiedad.



La vida de Miguel Ángel no había sido del todo fácil, ciertamente había nacido en una familia acomodada pero su casa estaba muy lejos de ser un verdadero hogar; desde niño siempre sufrió los maltratos de su padre y las vejaciones que este cometía en contra de su madre, es difícil ser un niño rico, un pequeño que aparentemente lo tenía todo menos lo más importante, el amor de su padre.



Miguel llegó al área del gym y se dispuso a comenzar su rutina habitual, apenas era su primer día en ese club que era el tercero al que se había cambiado durante el mes, ciertamente ya no soportaba los rumores. Ese último año la bomba había estallado ya que salió a la luz un video íntimo de su padre con la hija de un magnate, un pez gordo de la política mexicana, eso acarreó otros escándalos como los negocios fraudulentos del abogado Santiago Lozano y para poner la cerecita en el pastel, el maltrato físico al que Doña Mariana Lozano era sometida.



El sufría, sufría por su madre, por todos los maltratos que había presenciado y de los que habían sido víctimas desde el principio de los tiempos, sentía impotencia siendo un niño al ver a su padre abusar de su madre y no poder defenderla, pero más rabia sentía cuando se hizo un hombre y no podía hacer justicia por mano propia porque su madre siempre intervenía. ¿Cómo puede amar a ese monstruo que la lastima? La respuesta a esa pregunta no estaba a su alcance y quizá nunca lo estaría.



Mientras realizaba sus ejercicios, recordó la mirada de aquella mujer con quien se había topado al llegar al club “¿Me habrá reconocido? ¿Sabrá quién es mi padre? Seguramente mañana empezarán los rumores” Pensaba preocupado. Lo cierto es que el video escándalo de su padre aunado a lo de sus negocios sucios le había afectado no sólo en lo emocional sino en lo profesional. Hasta hace un tiempo era un prestigioso director de medios de la televisora más importante de México- misma que expuso las “travesuras” de su padre a nivel nacional –después de eso, los directivos no quisieron saber más de él y ninguna empresa quiso contratarlo.



Sentía resentimiento hacia su padre por eso, siempre estuvieron enfrentándose la mayor parte de la vida, primero al querer defender a su madre y a sí mismo del abuso, después para zafarse de su opresión y su oposición al querer imponerle una carrera diferente a la que él quería y ahora se había quedado sin trabajo y sin prestigio por la culpa del hombre que más le había hecho daño en la vida.



-Supongo que el que al último ríe, ríe mejor –dijo para sí mismo.



Una chica que estaba junto a él lo miró emocionada, sonriendo.



-Disculpe, ¿Miguel Ángel Aranda?



Miguel la miró entre sorprendido, había pensado en voz alta y la chica lo había escuchado.



-¡Oh por Dios! Es tan guapo, justo como lo imaginé –la chica no cabía en sí misma de la emoción.



Miguel Ángel sonrió nerviosamente, por fortuna la chica no sabía la parte oscura de su historia…al menos no en ese momento.



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Cuando Regina llegó a casa estaba temblando, ver a ese hombre le había provocado sentimientos encontrados pero no solo el verlo, también oírlo porque sabía que su voz la había escuchado en alguna parte, pero no podía recordarlo, se había bloqueado completamente. Cansada se dejó caer en un sofá y encendió un cigarrillo al mismo tiempo que cruzaba las piernas.



-Creí que ya lo habías dejado –escuchó decir a su hijo quien entraba a la sala.



-A veces lo dejo, a veces vuelvo a el…



-Ya veo –Sebastián se inclinó para besar la frente de su madre.



-¿Ya cenaste?



-Sí, me fui de largo a casa de Julio, teníamos unas cosas pendientes que revisar, se me hizo tarde y Magdalena me pidió que me quedara a cenar, hizo lasagna –Sebastián sonreía de oreja a oreja cada vez que hablaba de comida.



-Qué bárbaro Sebas, parece que vives para comer y no comes para vivir.



Sebastián soltó una carcajada que para su madre pareció celestial. Regina se puso de pie para ir a poner un vinilo.



-¿Qué quieres escuchar, mi vida?



-Algo suave, estoy agotado, fue un día difícil.



Regina revolvió los vinilos y encontró un ejemplar de “Barroco” del aclamado Raul Di Blasio



-Mira, el favorito de tu padre –le dijo a su hijo mostrándole el vinilo.



Sebastián sonrío e hizo un gesto para que ella reprodujera el disco.



La música comenzó a brotar como un arroyo que nace de las más altas montañas, Barroco era la sonata favorita de Ignacio y Regina, pues fue la melodía que ambos escuchaban el día que se conocieron.



-Era la boda de tu tía Dalila, se veía tan hermosa con su vestido blando y Raul en el piano, con esas manos tan encantadoras hacía suyo el instrumento, tan intenso, tan maravilloso. ¿Si sabía que Raúl Di Blasio estuvo en la boda de tu tía Dalila, no?



-He visto fotos –respondió Sebas con una sonrisa.



-Barroco, cerré los ojos dejando la puerta abierta de mi alma para que la música entrara y cuando los vi pude apreciar el rostro de tu padre, un tipo alto, con unos hermosos ojos aceitunados ¿Qué querías que hiciera? Caer rendida, jamás había visto tanta belleza en mi vida



-¿Y cómo fue que acabaste en sus brazos?



-Ah, eso fue con “Santa Fe” no pudimos evitarlo, él se acercó a mí con una agilidad increíble. ¿Quieres un trago?



Sebas asintió, una vez más su madre iba a contarle la historia de cómo había conocido a su papá.



-Él me dijo “Buenas noches, se le permite a esta hermosa dama concederle una pieza a este humilde caballero?” “Di Blasio no es para bailar” le dije tontamente “Claro que sí, déjeme mostrarle”.



Entregó a su hijo el whisky que acababa de servirle



-¿Y después?



-¿Después? Ni si quiera contesté, mi mirada de dijo todo y me llevó a la pista de baile, todos nos observaban y tu abuelo…jajaja tu abuelo casi muere de un infarto.



-El abuelo era muy celoso…



-¡Cómo no te imaginas! Ya cuando estuvimos en la pista Raúl continuo con “Santa Fe” a que sí, tu padre se movia espectacular mente y en poco tiempo ya eramos los reyes de la pista, no supe ni como ni cuando pero aprendí a seguir su ritmo, y como la melodía tiene toques flamencos ¡Tu padre la disfrutaba!



-Claro, mi padre era español….



-Pues digamos que criollo, tu abuelo era vasco y tu abuela gitana, de Andalucía…



-Ósea que tengo sangre gitana, ¿rumana?



Regina lo miró con cierto recelo.



-No eres ningún gitano, cariño.



-Para mí sería un honor, mis antepasados lo fueron.



-Eso fue muchos años atrás.



-Ya veo, tu padre te sembró bien el desdén hacia los gitanos y cualquiera que no tuviera sangre “pura” ¿No?



-Amor, no…



-Pero aun así te casaste con el hijo de una gitana…



-Y de un español.



-¿Y por qué no puedo yo escoger a una esposa fuera de tus esferas?



-Sebas no empecemos…



Regina se alisó el cabello, y dio un sorbo a su whisky para después encender otro cigarrillo. Había llegado la hora de discutir a causa de “la arribista” noviecita de su hijo. ¿Cuándo se daría cuenta Sebastián? De que estaba perdiendo su tiempo con una muchachita que no era más que una hija de vecino, sin relevancia en la vida.



-Quiero que conozcas a Patricia.



-Estás loco –respondió Regina secamente.



-¿Mamá por qué te niegas a que sea feliz?



-Precisamente porque quiero que seas feliz es que no estoy de acuerdo con tu relación con esa muchachita. No te conviene, hijo.



-Ni siquiera la conoces…



-No hace falta conocerla.



Sebastián exhaló profundamente.



-No importa lo que digas mamá, finalmente Patricia es la mujer que yo amo y si no estás de acuerdo con eso, lo tendrás que respetar…



-Jamás aceptaré a esa arribista, Sebastián



-Entonces me perderás. –le respondió su hijo para después darle la espalda y salir de la habitación.



Una sombra cruzó por la mirada de aquella madre y el gris nuevamente se hizo presente. Sebastián era lo único que le quedaba en este mundo, sin él estaba muerta, nada tendría sentido.



-Sebastián ¡Hijo por favor! Vamos a hablarlo



Pero Sebastián se limitó a ignorarla y subir las escaleras dirigiéndose a su recámara.



-Sebastián Marroquín no me des la espalda… ¡Soy tu madre!



Entonces se oyó un fuerte portazo y supo que estaba a nada de realmente a su hijo. Subió la escalinata hasta llegar a la puerta de la alcoba de su hijo, quiso tocar, pero sólo se limitó a bajar la mirada mientras acariciaba la madera. Sebastián no le abriría y no hablaría con ella, eso le causaba un dolor terrible, así que se dirigió a su recámara y al llegar se desplomó en la cama.



Sebastián, su único hijo ahora se había vuelto en contra suya y todo por culpa de una mujer…de dudosa procedencia. Tenía que pensarlo bien, no quería perder a su hijo, pero tampoco se o iba a dejar fácil a esa mujer, quien fuera que sea “Ni siquiera la conoces” había dicho su hijo y si, tenía razón no la conocía pero lo haría, tenía que saber quién era la tal Patricia, sólo por esta vez daría su brazo a torcer, así que si esta se traía algo entre manos y así y la descubriría.



Se desvistió para ponerse la bata de dormir, y se sentó frente al tocador para aplicarse sus cremas para las arrugas casi invisibles que había en su liso rostro. Miró el retrato de Ignacio y se preguntó ¿Qué haría su esposo en una situación así?



-¿Te acuerdas amor? Mi padre no te quería porque eras extranjero y para colmo descendiente de gitanos, pero yo…



El llanto fue inevitable.



-Yo te amaba- su voz entrecortada no la dejaba respirar- Yo te amaba y no me importó de donde vinieras o quien fueras.



Ignacio la miraba sonriente desde el retrato y sus ojos sinceros la tranquilizaron.



-Tienes razón, no puedo hacerle esto a nuestro hijo, sufrimos demasiado para estar juntos e incluso eso me costó perder mi apellido y mi herencia…no quiero que Sebas pase por lo mismo que yo.



Tomó el retrato de su esposo y sus lágrimas regresaron.



-Pero es que no quiero que lo lastimen, adoro a mi hijo y quisiera tener el poder de evitarle el sufrimiento.



Ignacio la observaba sonriendo en silencio.



-Está bien, voy a conocer a la mujer de la que nuestro hijo se ha enamorado pero a la primera cosa rara no me voy a detener ¿Estamos?



Besó el retrato de su marido y lo dejó en su sitio nuevamente.



Se recostó en la cama cubriéndose con el edredón, abrazando la almohada que aun olía a su amado.



-Buenas noches amor mío.



Nuevamente la alarma la sacaba de su descanso reconfortante, era viernes por fin y contaba con que su hijo se sentía menos enfadado con ella. Había consultado con la almohada lo que debía decirle para disculparse por su comportamiento y finalmente acceder a conocer a su noviecita, pero eso sí, mantener los ojos bien abiertos ante cualquier posible amenaza de parte de la tal Patricia.



Como todos los días se dirigió al baño e hizo lo propio, al salir Manuela y la joven Aurora ya la esperaban.



-Buenos días señora –saludó manuela sin mirarla directamente a los ojos.



-Buenos días ¿Qué hace esta niña aquí?



Manuela y Aurora se miraron.



-Señora yo le pedí a Aurora que viniera para instruirla sobre cómo atenderla, quizá no fue una buena idea, usted disculpe.



La vieja procedió a dirigir a Aurora a la salida.



-No, espera. No fue mala idea, me parece bien lo que hiciste. Entre más rápido aprenda muchísimo mejor, llévate esto a mi coche por favor niña –le dijo al mismo tiempo que le entregaba su equipaje deportivo y otro traje, esta vez un Chanel.



Después de que la chica se retiró, Manuela procedió a su rutina que consistía en arreglar el cabello de su patrona.



-Manuela ¿Mi hijo ya se despertó?



-Si señora, está tomando un baño.



-Necesito hablar con él, date prisa.



La agilidad de Manuela era impresionante, esto debido a años y años de experiencia y al cabo de unos minutos Regina estaba lista.



-Ve a decirle a mi hijo que me espere, necesito hablar con él.



Manuela asintió para después abandonar la alcoba. Regina estaba nerviosa, no sabía cómo la recibiría su hijo y le pedía a Dios le mandara las palabras exactas para poder lograr el perdón de su hijo, después de todo el bienestar de Sebastián era lo único que le importaba. Cuando estuvo lista bajó al comedor principal y encontró a su hijo sentado hojeando el periódico.



-Buenos días hijo.



Sebastián se puso de pie y la miró con esos hermosos ojos azules que eran idénticos a los suyos. Los ojos de Regina se llenaron de lágrimas.



-Mamá no…por favor no llores, perdóname, perdóname te falté al respeto. –su hijo completamente arrepentido la abrazó fuertemente y ella se aferró a él como a una tabla de salvación.



Las empleadas salieron del comedor dejándolos solos.



-No mi vida, soy yo quien tiene que pedirte perdón, me porté como una bruja anoche y tú sólo querías comprensión de mi parte ¿Pero qué clase de madre soy? ¡Por todos los santos!



-Tranquila mamá olvida eso, no tengo nada que perdonarte. Siéntate un momento, vamos a hablar.



Regina tomó asiento con ayuda de su hijo.



-Anoche estuve mal –le dijo



-Mamá…



-No hijo, déjame hablar.



Sebastián la miró atentamente.



-Estuve pensando y tienes razón, en definitiva.



-¿De qué hablas?



-De tu…novia.



-Patricia.



-Sí, de Patricia. Tienes razón no puedo juzgarla sin conocerla así que bueno, comprendo que es la mujer que tú quieres y no tengo más remedio que aceptarlo.



Sebastián abrió los ojos como platos.



-Mamá ¿Estás hablando en serio?



-Claro que sí, no quiero que sufras pero tampoco quiero hacerte sufrir con mis ideas estúpidas. Así que estoy completamente abierta a conocer a Patricia, finalmente es la mujer que amas y que te hace feliz, tengo que agradecérselo personalmente.



-¡Mamáaaaaaaaaaa!



Sebastián abrazó a su madre con mucha alegría, no podía creer que ella hubiera cambiado de opinión pero le parecía maravilloso.



-No sabes lo feliz que me haces mamá.



-Eso es lo que quiero, que seas feliz.



-Yo soy feliz teniéndote a ti y a Patricia en mi vida y ¿Qué crees?



-¿Qué pasa?



-Que hoy la conocerás…



-¿Qué?



-Esta misma noche.



-Estas de broma cariño.



-No, de hecho eso era lo que iba a decirte anoche.



-¿Qué cosa?



-Qué hice reservaciones en Arandel



-¿Arandel? ¿Qué es eso?



-Es un restaurant-bar con música viva que abrió a principios de este año, no he ido pero unos amigos me han contado.



-¿Me vas a llevar a un antro? ¿En serio?



-No mamita, es un restaurant, un sitio elegante te va a gustar. Ya verás.



-Muy bien…



-Hay algo más.



-¿Qué más?



-Va a cantar el locutor ese que te gusta…



-¿Quién? ¿De qué hablas?



-Jajaja ¿Crees que no me he dado cuenta? También te trae de las manitas jajaja



-¡Sebastián respétame!



Sebas soltó una risa espontánea y abrazó a su madre, dándole un enorme beso en la mejilla



-Mamá, deberías pensar en rehacer tu vida. No sé, tener un novio, volver a casarte. Es lo que papá hubiera querido.



-Lo he pensado pero bueno, que pase lo que tenga que pasar.



-Entonces, podrías probar suerte esta noche…con el tal Miguel Ángel Aranda.



Regina tragó saliva.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 0
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  • Lecturas: 1978
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