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Polvazo en el Ayun

Hola a todos, por motivos que todos sabeis, en todas las historias, reales y bien reales, que voy a contaros (no me importa que muchos piensen que son inventadas, que me quiten lo bailao), me haré llamar César.



Trabajo en el Ayuntamiento de una bonita ciudad española cuyo nombre lógicamente no voy a decir, en el norte de España, bañada por el mar Cantábrico.



Soy un tipo normal y corriente de los muchos que hay a lo largo y ancho de nuestra geo- grafía, 1,72 de altura, 75 kg. de peso, simpático, alegre, dicharachero, y más bien feo, pero eso si, resultón, al menos eso me hace pensar la suerte que tengo con muchas muje- res que jamás habría pensado follármelas y que sin embargo así ha sido, y todas han re- repetido al menos una vez, lo cual me hace sentir orgulloso, ya que todas han quedado muy satisfechas, y es que yo antepongo el placer de ellas, al mío propio.



Pero bueno, vamos a lo que realmente importa y que ha sido el último gran polvo que he echado fuera de casa, además hace poquitos días.



Como en Nochebuena no trabajamos, todos los años, el día antes, o sea, el día 23, en el Ayuntamiento nos dan un lunch en el que nos juntamos muchos de los que trabajamos allí, nos juntamos casi todos los que ese día estamos trabajando, e incluso algunos de los que están de vacaciones van ese día a la hora señalada a felicitar a sus compañeros y amigos de los diferentes departamentos.



Estaba charlando con algunos compañeros cuando desvié la vista hacia un lado y la vi junto a sus compañeros y compañeras de departamento.



Rubia, con algo más de media melena, ojos verdes preciosos, con gafas, y una carita lin- dísima (lo cierto es que es muy guapa), y ¡que voy a decir de su tipo!, alta, más o menos de mi estatura, más bien delgadita, pero no en exceso, con un tipazo que llama la aten- ción a pesar de sus más de 45 años.



Con el disimulo de saludar a todo el personal de ese departamento me acerqué a ellos y me puse justo al lado de ella, a la que llamaré Ana, para no descubrir su verdadero nombre.



Vestía un conjunto de chaqueta y falda azul y blanco que la quedaba de maravilla y una camisa blanca un poquito transparente, que dejaba adivinar un sujetador azul celeste.



La falda, de esas de vuelo, a la altura de las rodillas, y cubria sus largas y lindas piernas con medias o pantys de seda transparentes de color negro (después pude comprobar que eran pantys y no medias).



Como el local en el que estábamos no era muy amplio y había tanta gente, aprovechaba la menor ocasión para rozarme con ella y apretarme a ella todo lo que podía, incluso al- guna vez tuve que abrazarla disimuladamente porque algún empujón que otro era inevi- table.



En una ocasión me armé de valor y aproveché para tocarla el culo con la palma de mi mano, temiendo lo peor, que me diera una sonora bofetada, o que me delatara delante de sus compañeros, pero por fortuna para mi, eso no ocurrió. No sabía si lo hacía por pru- dencia, o porque la había gustado mi sobe en su lindo trasero, pero me decidí a averi- guarlo sin pérdida de tiempo y echando el resto.



Con mucho disimulo puse mi mano en su duro y tentador culito y comencé a tocárselo de forma descarada, pero muy suavemente, y para mi sorpresa no se apartó ni hizo ade- mán de molestarla en absoluto, con lo cual la apreté cariñosamente uno de sus papos y segui mi recorrido por él, atreviéndome incluso a apretarla entre las dos nalgas muy cer- ca de su preciado tesoro; a pesar de que ya no me contenía y la apretaba con fuerza el culo, note como ella se apretaba más y más contra mi mano como queriendo sentir aún más mis caricias y mis pellizquitos en su duro y lindísimo culito.



Aprovechando que estábamos cerca la pared y con la disculpa de que de vez en cuando seguían los empujones involuntarios, la fui llevando lenta y disimuladamente hacia ella, hasta que nuestras espaldas quedaron pegadas a la pared y así mi mano podía explorar cuanto quisiera sin temor a que alguna mirada indiscreta nos descubriera.



El suave tacto de su hermoso culo por encima de la falda me estaba poniendo tan ca- chondo que tenía mi polla a punto de reventar, ya no me cabía en el pantalón, pero se puso aún peor cuando libre de miradas indiscretas bajé la mano y comencé a tocar la ca- ra interna de sus hermosísimos muslazos.



El suave tacto de sus muslos cubiertos por aquellos pantys de seda fue el detonante de que mi polla llegase a su máxima expresión e incluso me doliera y me molestara, atrapa- da por el calzoncillo y el pantalón.



Recreándome todo lo que podía en sus riquísimos muslos fui subiendo muy lentamente hasta llegar a notar el borde de sus braguitas a través de sus suaves pantys.



Tocar aquel maravilloso cuerpo por encima de los pantys y notar el borde de sus bragui- tas estuvo a punto de resultarme fatal, ya que estuve a punto de correrme sin más y eso que ella ni siquiera me había puesto aún sus manos encima.



A pesar de que tenía la polla dolorida estaba en la gloria, ya que cuando metí mi mano para acariciarla el chochito pude notar que no era yo sólo el que estaba gozando de la si- tuación, ya que ella estaba gozando aún más que yo, pues noté que estaba tan excitada que sus flujos habían empapado sus braguitas e incluso los pantys, tanto las braguitas como los pantys se podían retorcer como si acabaran de sacarlas de debajo de un grifo.



Como pude metí mi mano entre sus pantys y la acaricie de nuevo el culito por encima de las bragas, las cuales cogí por ambos extremos y las estrujé cerrando el puño con ellas entre él, esto hizo que parte de sus braguitas se la introdujeran dentro de la rajita del coño y Ana pegara un brinco de placer que me excitó aún más si cabe.



Me parecía mentira, la tía más buena de todo el Ayuntamiento dejándose magrear por mi y cada vez más excitada, con sus braguitas y sus pantys empapados entre mis manos.



Ver la cara de placer de Ana mordiéndose los labios para no gritar, mientras yo con mi mano la metía y la sacaba las bragas de su coñito, era realmente muy excitante y me la habría follado allí mismo, delante de todos.



Yo ya estaba fuera de mí, así que seguí adelante y soltándola las bragas la introduje mi mano entre ellas y fui directamente a acariciarla el chochito con toda la palma de mi mano notando como se me mojaba a medida que la iba acariciando.



Yo miraba de reojo a Ana y la veía morderse los labios y cuando con mi dedo corazón comencé a jugar con su clítoris, ella llegó al climax, tuvo un orgasmo tan intenso que no la quedó más remedio que morderse fuertemente los labios para no gritar de placer, se los mordió tan fuerte que poco la faltó para hacerse sangrar, fue en ese momento cuando por fin se decidió a tocarme la polla por encima del pantalón y vi la cara de sorpresa que puso al notar mi polla en su máxima expresión (y conste que no presumo de tener 20 ó 25 cms. como otros, es más bien normal, ni por encima ni por debajo de la media, yo di- ría que es normal, aunque eso sí, más bien tirando a gorda).



Pues bien, como os decía, puso cara de sorpresa al sentir mi polla y con cuidado me hi- zo sacar la mano de entre sus bragas y pantys, dejó que sus faldas cayeran por su propio peso hasta donde debían estar y guiñándome un ojo salió en dirección al baño. Esperé un poco para que no fuera demasiado descarado y disimular así un poquito, y poco des-



pués salí tras ella pensando en el polvazo que la iba a echar.



Al llegar a los baños ella me esperaba en la puerta, la di un tremendo morreo metiéndola mi lengua hasta casi su campanilla y entré corriendo en los baños de los hombres para ver si estaban libres (el porque no importa ni voy a decíroslo, pero en los baños de mu- jeres podría ser peligroso), una vez comprobado que no había nadie dentro salí a toda



pastilla, la cogí de la mano y entramos los dos juntos corriendo y cerrando rapidamente



la puerta, me abalancé sobre ella subiéndola la falda hasta la cintura y fui a bajarla los



pantys para lamerla el chochito por encima de sus lindísimas braguitas azul celeste (a juego con el sujetador), pero no me dejó, de un empujón me lanzó contra la pared y rau-da y veloz se agachó, con desesperación me desabrochó el boton del pantalón, me bajó la cremallera, sacó mi polla de su prisión y se la metió enterita y ávidamente en su boca y empezó a hacerme una mamada de las que marcan época, sabía muy bien lo que se ha-cía la muy zorrona.



La dije que lo dejara porque me iba a hacer llegar, pero estaba tan embelesada con mi polla en la boca que no atendía a razones, intentaba apartarla porque sino mi corrida iba a ser inminente, pero ella apretaba más y más su cabeza contra mi polla y se la tragaba por completo. Ante tal situación me propuse dejarla hacer y gozar de la situación, así que como pude la desabroché los botones de la camisa y la agarré con fuerza las tetas y comencé a pellizcarla suavemente los pezones por encima del sujetador, cosa que debió de gustarla y excitarla muchísimo, ya que se sacó mi polla de la boca y dio un tremendo gemido y volvió a engullir por completo mi polla; entonces la bajé el sujetador sacando sus tetas por encima de él y cogiéndola de ambos pezones comencé a retorcérselos muy suavemente y a pellizcárselos, y sí, efectivamente esto la excitaba muchísimo, ya que de nuevo dejó de chuparme la polla y a gemir como una posesa; fue entonces cuando apro-



veché yo para levantarla y dar la vuelta a la tortilla poniéndola a ella contra la pared, le-vantarla la falda hasta la cintura y sin quitarla aún los pantys ni las bragas meter mi boca en su preciado tesoro y mordisquearla y lamerla sus ya empapados pantys.



Rozar con mi lengua sus ya empapados pantys a la altura de su coño fue el detonante de que llegara a su segundo orgasmo, orgasmo que ésta vez no trató de apagar ni disimular, sino todo lo contrario, sus gemidos eran tales que yo creo que los oyeron en todo el Ayuntamiento. Cuando tuvo los ultimos estertores del orgasmo aparté un poco mi cabe-za de su coño, la baje los pantys a medio muslo y volví a meter mi cabeza entre ellos la-miéndola su coño esta vez por encima de sus bragas azul celeste, bragas que se podían retorcer de lo mojadas que las tenía y que hacía que se transparentaran casi por comple-to; Ana estaba tan excitada que me pedía a gritos que la follara ya, quería sentir mi po-lla totalmente dentro de su coño y correrse con ella dentro, pero yo no quería metérsela aún, quería hacerla sufrir y gozar un poco más, así que la aparté las bragas hacia un lado y empecé a lamerla el coño y el clítoris mientras ella me apretaba fuertemente la cabeza con sus muslos y se retorcía de placer; cuando me dijo que estaba a punto de correrse y que por favor me la follara ya, me levanté, la puse de cara a la pared con una pierna en-cima de la baza abriendo bien sus lindas piernas y comencé a restregar mi polla en su coño por encima de las bragas, ella giraba hacia atrás su cabezita para buscar mi boca con la suya y me rogaba que la penetrara ya, así que la hice a un lado sus preciosas bra- guitas azul celeste y no me hice de rogar más, lentamente se la fui metiendo en su cálido y húmedo coño hasta que la tuve completamente dentro pudiendo notar el roce de mis huevos en su bonito y tentador culito; Ana estaba tan excitada que nada más sentir mi polla dentro de su coño comenzó a correrse como una loca y yo mientras no paraba de entrar y salir de aquel delicioso coño.



Entre el orgasmo de Ana y el roce de mi polla con sus bragas cada vez que entraba y sa-lía de su coño, no tarde mucho en pegarme una corrida de campeonato inundando su de-licioso coño con mi semen y manchandola incluso sus suaves y preciosas braguitas.



Cuando terminamos de corrernos los dos, Ana se agachó y con su boquita y su lengua terminó de limpiarme los restos de semen que aún quedaban en mi polla.



Yo no quise ser menos y cuando ella fue a colocarse bien las bragas y los pantys la dije que ya me encargaba yo de ello, me encanta desnudar y vestir a las mujeres sobre todo si llevan ropa interior bonita y sexy, así que yo mismo la coloqué bien las braguitas y la subí y puse bien los pantys terminando con un cariñoso beso y la correspondiente lami-dita con mi lengua en su coño por encima de los pantys.



Ella me comentó que jamás había sentido tanto placer y que aún seguía excitada y me pidió que fuéramos a algun sitio discreto donde pudiéramos seguir tranquilamente, a lo cual acepté muy gustosamente, pero eso ya es otra historia que os contaré más adelante.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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