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Categoría: Confesiones

PENSANDO EN ELLA

"Un encuentro con mi vecina me hace confirmar mi bisexualidad"

T

engo una confesión que hacer: también me gustan las mujeres. No es que no me gusten los hombres, me encanta sentir su barba arañándome los senos cuando me los succionan, sentir su verga bien adentro, ya sea en la garganta, presionando el punto G o rompiéndome el culo. Pero también me gustan las mujeres.

Aunque ya lo había sospechado, lo confirmé hace poco, gracias a mi vecina. Ella es una mujer muy atractiva, con unos pechos increíbles (seguramente copa C o D), y le gusta vestirse con grandes escotes. Hace unas semanas, me la encontré en el elevador, y ella ya iba un poco borracha, así que cuando entró se tropezó un poco y me empujó contra la pared del elevador. Me molesté un poco con ella, porque había tenido un largo día y lo último que necesitaba era tener que aguantar a una mujer borracha. No le dije nada. Como vivimos en el mismo piso, yo puse el número en el elevador y saqué mi teléfono, buscando ignorarla. Pero ella comenzó a llorar. Le pregunté si estaba bien, y la ayudé a salir de elevador. Entre sollozos, me contestó que estaba bien.

-No te ves muy bien, ¿segura que no necesitas ayuda con algo?

-Si, vete. Vete y déjame aquí, igual que ese hijo de la chingada, que debe estar cogiéndose a esa puta.

Yo la miré. Claramente no estaba bien.

-¿Quieres que llame a alguien? ¿Hay alguien esperándote en el depa?

-No, ya se largó. Se fue con todas sus cosas. Con esa puta.

Suspiré. No la podía dejar ahí, en ese estado, en el pasillo.

-Te acompaño adentro, déjame hacerte un café para que se te baje un poco y puedas irte a dormir, ¿está bien?

Ella me miró, sorprendida, pero aceptó mi propuesta.

Se puso a buscar sus llaves adentro de su bolsa, y soltó un grito. Me ofrecí a buscarlas, y abrí la puerta. Ya me estaba arrepintiendo de haberle ofrecido ayuda. Entramos a la casa, y ella fue directo al baño, probablemente a vomitar. Yo me dirigí a la cocina y metí una taza con agua al microondas, mientras buscaba a dónde tenía el café. Le puse dos cucharaditas, para que estuviera bien cargado, y bastante azúcar para que no le diera asco.

Nos sentamos en un sillón y le di la taza de café, mientras ella me contaba su historia. Yo sólo asentía de vez en cuando, dándole la razón en todo lo que me decía sobre su ex. Cuando por fin se cansó de hablar, y el café comenzó a hacer efecto, me dijo que estaba muy cansada y quería irse a dormir. Yo le dije que estaba bien, que me iría a mi depa.

Me acompañó a la puerta, y me dio un fuerte abrazo. Pude sentir sus pechos sobre los míos, y sentí un cosquilleo agradable en la entrepierna. Me dio un par de besos, uno de ellos muy cerca de los labios y cerró la puerta.

Esa noche, no pude dormir. No paraba de pensar en la sensación de sus pechos, suaves, firmes, apretándome con fuerza, en sus labios muy cerca de los míos.

Me llevé una mano hacia abajo, buscándome el clítoris, mientras pensaba en ella. Estaba completamente mojada. Me acaricié por encima de la panti, imaginándome que la besaba, primero muy suave en los labios, aumentando poco a poco la pasión, jugando con su lengua. Pensé en que me encantaría besarle el cuello, bajar hasta sus senos acariciarlos, recorrerlos poco a poco con mi lengua, por encima de su delgada blusa, mientras le desabrocho el brasier y ella mete lentamente su mano en mi pantalón. Quitarle la blusa y volver a besarla en la boca, morderle un poco el labio de abajo e irla llevando hasta mi cuarto, mientras le agarro una nalga y ella me devuelve el beso y me empuja contra la pared, presionando mi clítoris con suavidad, lentamente, de arriba hacia abajo.

Desearía quitarle la ropa y dejar que me la quite. Besar sus pechos y bajar poco a poco hasta sus muslos, ir rodeando de besos el interior de sus piernas hasta que me pida que lo haga ya, y entonces saborear su clítoris, sus labios, ir metiendo un dedo poco a poco y llevarla hasta el orgasmo. Me encantaría que ella me hiciera lo mismo a mí, quedarnos en la cama manoseándonos y besándonos hasta que nos cansemos, decirle que ese wey es un idiota, que para vengarse se anime a entrar en mi cama.

Esa noche me vine varias veces pensando en ella. Me froté el clítoris, me metí un dedo, luego dos. Pensé en sus pechos, en sus nalgas, en su aroma, en sus labios. En ese abrazo y en esos besos. Me metí un dedo en el culo, mientras me acariciaba alrededor del clítoris con otra mano, y me volví a venir. Esa noche supe que me gustaban las mujeres.

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