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Categoría: Confesiones

PEDRO, EL MEJOR AMIGO DE MI MARIDO

Tengo 40 años, recién cumplidos. Soy rubia, de ojos azules, delgada y guapa. Me casé a los 18 años. Tenemos un hijo y una hija. Soy licenciada en Bellas Artes. Nunca he trabajado en lo mío, ni me interesa hacerlo, me gusta ser ama de casa.



Mi marido y yo nos contamos nuestras fantasías. Por poner un pequeño ejemplo. Como nos gustaban la Jolie, a él, y el Brad, a mí. Una vez, nos masturbamos, uno al lado del otro, desnudos los dos en la cama, pensando en ellos, y cuando estábamos a punto, me la metió y nos corrimos juntos, pensando, él, que se la llenaba a la Jolie, y yo, que me la estaba llenando Brad.



Mi noche inolvidable se comenzó a fraguar el día que mi marido me preguntó:



-¿Qué quieres de regalo para el día de tu cumpleaños?



-Un polvo inolvidable - le dije, medio en serio, medio en broma.



-Lo tendrás.



Unos días más tarde, mi marido, hizo una reserva para cenar y dormir en un hotel,  y me dijo que el día de mi cumpleaños, en ese hotel, se iba a hacer realidad una de mis fantasías. Ese mismo día me compré  un vestido rojo, apretado, con un gran escote, zapatos rojos y lencería roja.



Llegó el día de mi cumplreaños.



Llegamos al hotel a las diez. Al sentarnos a la mesa, vi que había platos para tres. Pensé que mi marido había invitado a la chica de la oficina que le gustaba y que, según él, era bisexual. Esa noche haríamos un trío. Me encantaba la idea.  El polvo iba a ser inolvidable. Mi sorpresa fue mayúscula cuando se unió a nosotros, Pedro, un joven de treinta años, soltero, moreno, alto, musculoso, y de ojos azules, que era el mejor amigo de mi marido, y que mi marido sabía que  me gustaba, que me gustaba a rabiar.



-Buenas noches- dijo Pedro, sonriendo, con aquella sonrisa suya que cautivaba.



-Buenas, Pedro - le dijo mi marido.



-Buenas -dije yo, sonriendo a mi marido.



Pedro, se sentó a la mesa, me sonrió, y mi sexo comenzó a latir.



Me gustan los langostinos. Me gustan las cigalas. Me gusta el besugo. Me gusta la ternera, pero casí no cené, y es que no me daba llegado la hora de estar a solas con los dos. 



El momento llégó.



Al estar en la habitación, mientras Pedro, abría una botella de champán que dejaran en una cubitera, y llenaba una copa, mi marido, entre besos, me quitó el vestido y me dejó en sujetador, ligueros y medias, ya que se me dio por no llevar bragas, en su lugarr se veía mi rubio vello púbico. Luego, se puso a mis espaldas, y me quitó el sujetador, mientras me besaba el cuello. Pedro, llegó a mi lado. Lllevó la copa que traía en su mano a mis labios y me dio de beber. Tomé un sorbito. Me besó, dulcemente. Luego lo hizo mi marido. Bajé la cremallera del pantalón de Pedro. Saqué su miembro. Estaba empalmado. No medía más de 15 centímetros, pero era gorda, casi el doble de gorda que la de mi marido. Me arrodillé y se la empecé a chupar. Mi marido, también empalmado, se puso a su lado. Se la chupé a los dos. Estaba tan mojada que sentía caer gotas de mi flujo vaginal sobre la alfombra de la habitación. Si me meto un dedo, me corro como una bendita, pero no lo metí.



Poco después estaba sobre la cama. Mi marido me quitó el liguero y las medias.



Ya desnudos los tres, Pedro, a mi izquierda, besaba, acariciaba y chupaba mis grandes tetas de areolas rosadas con pezones erectos, y mi marido, al final de la cama, masajeaba, besaba y lamía los dedos de mis pies. Sentí, que sin que llegaran a tocarme el sexo, me iba a correr, y... ¡Cómo me corri! Mi cuerpo se puso tenso, y de repente, una exploxión sacudió mis entrañas. ¡Tuve un orgasmo inmenso! Ni un gemido, ni un suspiro. No quería que lo supieran. Sólo me delató el flujo que salió de mi sexo, que al verlo mi marido, me preguntó:



-¡¿Te has corrido?!



-No - mentí-. ¿Sabes qué me gustaría?



-¿Qué?



-Que tú y Pedro os besárais,



Se pusieron uno al lado del otro y se besaron.



-Chúpasela a mi marido, Pedro.



Supe en aquel momento que harían lo que les pidiese. Ver a Pedro con el pene de mi marido en la boca, aún me excitó más. Se la volví a chupar a Pedro. Mi marido y yo nos miramos. Vi como se le entornaban los ojos. Se iba a correr. Pedro, lo notó también, sacó el falo de mi marido de la boca. Lo sacudió y un chorro de leche salió disparado. Yo sentí como Pedro, se empezaba a correr. No saqué su miembro de mi boca. Lo seguí masturbando. Se corrió. Sentí su leche salir calentita y a borbotones. La fui bebiendo y saboreé hasta la última gota



Lo mejor, para mi, que soy multiorgásmica, es obvio que estaba por llegar.



Mi marido, puso su cabeza entre mis piernas y con su lengua, comenzó a hacer el remolino sobre mi clítoris. Sentí que me venía. Le cogí la cabeza, y le iba a decir: Bebe, cariño, bebe, pero me vino con tanta fuerza, que no sé si chillé, si me quedé muda... Lo único que sé es que me corrí como una posesa.



Mi marido, que me conocía bien, nada más acabar de correrme, le dijo a su amigo:



-Fóllala antes de que enfríe, Pedro.



Pedro, subió encima de mí. Me metió aquel cipote gordo, y ni diez segundos tardé en hacer un arco con mi cuerpo y perderme en el País de las maravillas.



Después de ver como me corría,  Pedro, se dio la vuelta. y se puso boca arriba, sin quitarla de dentro, pero la quité yo...  Luego le puse mi sexo en la boca, un sexo que estaba soltando flujo de la corrida, y le dije:



-Juega con tu lengua en mi culo.



Metí dos dedos en la vagina. Mi punto G ya estaba abultado. Antes de un minuto, entre gemidos y convulsiones, dejaba caer sobre su lengua el flujo mucoso de una corrida celestial.



-Sabe a fresa - Me dijo, cuando acabé de correrme.



Después cabalgué sobre él. Mi marido, me metió un dedo culo y me volví a a correr, dejando empapada el pene y los testículos de Pedro.



Ya con dos glandes dentro de mi, uno en el culo, el de mi marido,  y el otro en el sexo, la corrida fue la mayor de mi vida, pues terminaba y un segundo después. empezaba de nuevo. Siete vece seguidas me corrí. La última, la más larga de todas, al sentir como me llenaban de lerche el culo y la almeja. Fue algo deliciosamente alucinante.



El sábado que viene es nuestro aniversario... ¿Qué sorpresa me tendra? 


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