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Categoría: Maduras

Paula, mi profesora (2)

Induje a Martín a que contara esta historia porque creo que les puede servir a muchas mujeres que tienen tapujos y miedos a cumplir sus fantasías.



A pesar de querer a mi marido, que es un ejemplar de hombre y es la envidia de todas mis amigas, sé que él me ha metido los cuernos por todos lados. Pero yo siempre me sentí atraída por los chicos menores, es como una especie de fijación, me encanta hablarles, tocarlos, mirarlos y provocarlos.



Me di cuenta de esta manía cuando tenía 24 años y estaba a dos meses de casarme. Estaba todavía en casa de mis padres, donde trabajaba Celia, que se encargaba de las tareas de la casa. Ella tenía un hijo, Andrés, que pasaba la semana con ella para poder ir a la escuela. Los fines de semana, ambos regresaban a su casa. Andrés tenía unos 13 años, era morocho y lindo para su edad. Nunca supe porque, pero cada vez que lo veía me ponía nerviosa, como cuando era chica y me gustaba algún chico.



Un día mientras miraba la tele, entró Andrés y se sentó en el piso. Yo estaba con un camisón, y el no hacía más que mirarme las piernas. Yo, para molestarlo, abría y cerraba mis piernas para que pudiera verme la bombacha.



Otra vez, sabiendo que él estaba viendo una película, me aparecí en bombacha, y al verme, se quedó duro.



Cuando volví a mi cuarto, lo escuché encerrarse en el baño.



Más acá en el tiempo, me encantaba presentarme a dar clase, tanto en mi casa como en el colegio, con faldas cortas. Yo aprovechaba y me sentaba de frente a los chicos con las piernas medio abiertas, para que pudieran verme la ropa interior. Eso me volvía loca.



Yo era conciente de que el color de la bombacha de la profe de inglés era el tema de debate en muchos recreos, y eso me hacía poner exitadísima. Sobre todo por ver esas caras llenas de emoción tratando de verme todo. La cantidad de lápices y reglas que caían al piso durante mi clase eran incontables.



Pero con Martín todo fue distinto. Al principio era uno de los tantos que disfrutaban de mis interiores, pero yo notaba en él una devoción para conmigo.



El día que me encontró al salir del baño, casi desnuda, vi su carita y me derretí.



Pero el día que comprobé las infidelidades de Juan, justo la primer persona que tuve cerca fue Martín, y fue allí cuando decidí dejar de jugar y pasar a la acción con él. Martín hacía un tiempo que me gustaba, fue el primero que me hacía sentir algo parecido a lo de Andrés, el hijo de la mucama.



Después de hacer el amor la primera vez, intenté detenerme, pero no podía, lo llamaba por teléfono, esperaba su visita, estaba completamente enamorada de ese chico.



Hoy puedo decir que a pesar de seguir casada, estoy como de novia con Martín, pero le advertí que seguiría mostrando mi ropa interior a los otros chicos, sencillamente porque me gusta hacerlo, y como sólo se trata de eso, no tiene nada de malo.


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