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Categoría: Maduras

Paula, mi profesora (1)

Voy a narrarles el comienzo de mi experiencia sexual.



Tengo sólo 15 años y estoy cursando el secundario. Mi familia es de clase media alta, y mis padres siempre me inculcaron el que debía estudiar lo máximo que pudiese, ya que de eso dependía mi futuro. Debo decir que yo les hago caso, pero no por temor, sino porque me es agradable.



Antes de seguir debo decirles que esto sucedió hace unos 4 meses, y que mi nombre es Martín.



Estudiaba inglés con una profesora de mi barrio. Era muy conocida por lo exigente y capacitada, por lo cual era muy requerida. Yo iba a tomar clases a su casa, dónde ponía unos pupitres y un pizarrón, y nos enseñaba a mí y a cinco chicos más (dos mujeres y tres varones, de aproximadamente mi edad). Su nombre era Paula, y tendría unos 35 años, era muy bonita, estaba casada con un aviador, y tenían dos hijos, también de mi edad.



Nunca había tenido experiencias sexuales, sólo unos besuqueos casuales con alguna amiga y con mis primas, a quienes espiaba por la cerradura cuando se cambiaban. Sólo eso.



Pero mis pensamientos comenzaron a trastocarse un día...



Una vez que pasé al baño, encontré una bombacha a un costado de la ducha. Por curiosidad la tomé entre mis manos y la miré detenidamente. Parecía recién usada, porque tenía algunas manchitas, y algunos pelos en la toallita. Me sentí muy atraído y me la acerqué a la cara para sentir su olor, el cual me pareció estupendo. Me senté en el inodoro, envolví mi pene con la bombacha y comencé a masturbarme. Luego puse la prenda en su lugar, y volví a la clase.



A partir de ese momento, comencé a mirar a Paula con otros ojos, como esperando alguna oportunidad para ver más, o llegar a tocar algo, en fin, de manera muy caliente.



Así empecé a disfrutar de la vista de sus piernas, ya que siempre usaba faldas. Un día, por casualidad, le observaba sus extremidades inferiores mientras ella corregía unos exámenes, y al levantar un poco la vista pude distinguir un triángulo blanco que coronaba mi visión. Estuvo en esa posición por varios minutos, y el hecho de verle la ropa interior me enloqueció.



Las clases siguientes me la pasé mirando las bombachas de Paula, las cuales siempre eran de color blanco. Siempre tenía miedo de que me sorprendiera, pero no parecía darse cuenta.



Me estaba empezando a enamorar de ella, por llamarlo de algún modo. Quizás fue por eso que me enfurecí cuando me enteré que mis compañeros hacía rato que compartían mi afición, es más, se juntaban después de la clase para hablar de su ropa íntima, de que estaba usando, y todo ese tipo de cosas. Yo, mientras tanto, trataba de sacarles alguna clase de ventaja, por eso fue que le pedí a mi madre que me anotara en unas clases suplementarias, con la excusa de querer aprender un tema bastante complejo.



Cuando mi primer clase en solitario llegó, estaba exitadísimo. Ella usaba un vestidito de algodón bastante corto, de color blanco, lo cual hacía que se le transparentara el corpiño y la bombacha, que era del tipo tanga, también blancos.



Cada vez que se sentaba, me dejaba ver todo. Era una hermosura.



Todo siguió igual, hasta un día en que al tocar el timbre me atendió Pablo, el mayor de sus hijos, que iba conmigo a la escuela. Me dijo que espere a su madre en el living, porque ella se estaba bañando, y que le avise que él se iba al club, tras lo cual se fue inmediatamente. Sabía que ella estaría desnuda bañándose, pero no si habría alguien más en la casa. No pasaron 15 minutos que escucho ruidos, y la veo pasar por un costado sin verme. Estaba en bombacha como toda ropa, y caminaba dándome la espalda. Me quedé callado.



Cuando regresó y me vio sentado allí, pegó un grito del susto, y comenzó a taparse con las manos, tras lo cual fue hasta el lavadero y agarró una remera y se la puso. Era una remera deportiva de fútbol, seguramente de Pablo, la cual le cubría sólo hasta la mitad de sus caderas, dejando a la vista casi toda la bombacha. Se me acercó pidiéndome mil disculpas, y maldiciendo a su hijo por no haberle avisado, a lo que yo le decía que no importaba, que no había visto nada. Me saludó, como siempre, con un beso en la mejilla, lo cual me puso a mil.



Lo más sorprendente fue que se sentó en el sofá a mi lado, así como estaba, y me empezó a preguntar cosas sobre Pablo. Sí yo sabía si él salía con chicas, si tenía amigas, y cosas así, lo que pasaba era que Paula lo notaba extraño últimamente, y me pedía que le averiguase sobre ese asunto. Yo le contesté que no había problema, pero realmente no pensaba en eso para nada.



Ese día me dio la clase prácticamente en ropa interior, y la noté muy confianzuda, porque tras cada explicación, me colocaba sus manos en mis hombros y los acariciaba.



Era sabido en el barrio que Juan, el marido de Paula, le metía los cuernos con toda mujer que se le cruzara. Y siendo piloto, y ex modelo, la verdad era que cualquier hembra se derrite al verlo.



Por eso no me sorprendió una vez que Paula me atendió casi al borde del llanto. Al interesarme sobre lo que le ocurría, me dijo que había confirmado que su marido la había estado engañando. Yo no lo podía creer, porque me contaba todo con lujos de detalles, como si necesitara un confidente. La abracé tímidamente, pero ella se prendió a mi cuerpo y secaba sus lágrimas contra mi pecho. Estuvo así un buen rato, yo le acariciaba la cabeza y el pelo, y ella, como si nada, me tomó por el rostro y me puso un beso en los labios que me dejó impactado. Llorando, me besó toda la cara, como si estuviera despechada y vengándose de su marido. Yo apoyé mis manos en su espalda, y la bajé despacio hasta tocar sus nalgas. Ella se aferró a mí todavía más, por lo que procedí a levantarle la falda, tocándole el culo por arriba de la bombacha. Ella parecía ida, me desabrochó la camisa y el pantalón y me los hizo quitar.



Me recostó en el sofá y se tiró encima mío. Se sacó el vestido, quedándose en corpiño y bombacha. Yo soñaba. Le saqué el sostén y chupé sus tetas, que eran espléndidas. Luego se sacó la bombacha, y colocó mi pene en ella. Comencé a penetrarla y debo decirles que fue algo mágico.



Ahora debo comentarles que hoy día sigo tomando clases con Paula, y no hay una en que no nos acostemos. Ella dice que está enamorada de mí. Yo lo estoy, pero no sé si creerle. Sigue casada con Juan, pero sigue teniendo sexo conmigo.



Me ha enseñado infinidad de cosas, pero me encanta masturbarla porque goza como loca. Además ya me ha regalado tres bombachas suyas usadas, a las que guardo como mi tesoro privado.



Ah, en cuanto a su hijo, Pablo me dijo que estaba tomándose unas "vacaciones" con su prima Natalia, una hermosa chica de 20 años que lo había inducido al sexo. Yo le dije la envidia que le tenía, obviamente no podía confesarle que mi historia era mejor que la suya.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 5
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