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Orgia con maduras muy jamonas

Hola a todos.



En esta capitulo voy a contar lo que paso la noche que mi amigo Juan y yo conseguimos enrollarnos con dos señoras maduras, Chro y Queti, de cincuenta y pocos años cada una, casadas y con hijos mayores, pero que, por las circunstancias que fueran no estaban sexualmente nada satisfechas.



Esto ocurrio hace algunos años y cuando alguna que otra vez nos reunimos, siempre nos acordamos del tema.



En más de una ocasión nos habiamos pasados tardes enteras montado autenticas orgias en sus casas hasta acabar reventados de tanto follar.



Cuando llegabamos nos encontrabamos a las dos marujonas perfectamente peinadas y perfumadas y tan exageradamente pintadas y maquilladas que en lugar de respetables amas de casa metiditas en carnes, parecian autenticas fulanas callejeras preparadas para hacer la calle. A nosotros nos encantaba que estuvieran disfrazadas de esa manera. Enseguida empezabamos con las bromas picantes y casi siempre era Queti la que le decia a su amiga que estos chicos me parece que quieren jugar con nosotras a los medicos.



Entonces nos encerrabamos con las dos señoronas en sus dormitorios de matrimonio revolcandonos con ellas en la cama y gozando de sus magníficas carnes hasta quedar pero que muy, muy, bien satisfechos con sus muchisimos encantos.



Haciamos con aquellas cincuentonas las cochinadas más guarras que se nos ocurrian tanto a ellas como a nosotros hasta que, desgraciadamente para todos, llegaba la maldita hora que sus maridos volvian del trabajo y, sin ninguna gana por parte de nosotros, teniamos que sacar nuestras hambrientas pollas de sus cálidos coños y despedirnos cada uno de nuestras parejas hasta una nueva ocasión.



Lo primero que empezabamos a hacer cuando ya habiamos entrado los cuatro en el dormitorio y habiamos cerrado la puerta por dentro, era abrazar cada uno a su mujerona por la cintura y, mientras que le dabamos pequeños piquitos en los labios sacandoles la punta de la lengua, les acariciabamos suavemente los enormes cachetes de sus culazos por encima de las faldas. Disimuladamente nos poniamos a empujarlas con nuestros miembros entre sus piernas, lentamente, despacio, con suavidad.



De esta manera conseguiamos acercar a las dos señoras a la cama de matrimonio haciendo que sus piernas rozaran con el borde. Entonces, sin soltarlas, las zancadilleabamos metiendoles los pies entre sus altos zapatos de tacones y las empujabamos un poco solamente, para que de esa manera cayeran dulcemente sobre las sábanas de la cama y por supuesto nosotros encima de ellas.



Al perder el equilibrio, las rubias, se abrian de piernas y normalmente se les subia algo el vestido haciendo que, al remangarsele por las piernas, se le quedaran buena parte de sus rollizos muslamenes al aire, asi que yo aprovechaba para meterle a la mia las manos por debajo de la falda y agarrarle bien agarrado tanto los muslos como el culo.



Al caer en la cama nos comportabamos con ellas como verdaderos potros desbocados. Las abrazabamos, nos apretabamos contra ellas, las besabamos en los labios y, con las piernas bien abiertas abrazandoles los muslos, les restregabamos nuestros miembros, aún tapados, por la parte de sus anatomia que podiamos.



De esta manera, riendonos como niños, pegados como lapas y disfrutando como enanos, nos revolcabamos las dos parejas en la cama dispuestos a gozar lo más que pudieramos.



Enseguida nos poniamos a disfrutar manosear a las jamonas metiendoles mano por arriba y por abajo y dandonos un buen lotazo con las muchisimas carnazas que tenian en sus cuerpos.



Las dos marujas iban perfectamnente enfajadas, pero las mollas que tenian eran afortunadamente tantas, que sus carnes se les escapaban por todas partes, especialmente por las caderas y por el culo. Las dos tenian sus culazos muy, pero que muy gordos y respingones, además los tenian cubiertos de un montón de hoyitos en sus carnes provocados por la incipiente celulitis que las dos empezaban a tener, y que les hacia parecer más graciosos y excitantes. Aunque ya no eran ningunas jovencitas todavia los tenian bien colocados hacia arriba, tanto que a veces daba la impresión que iban a estallarle sus ajustados vestidos.



Cuando caiamos sobre la cama los cuatro estabamos muy contentos, se notaba perfectamente lo mucho que desabamos pasar una buena tarde de sexo sin importarnos demasiado que nos oyeran los vecinos.



Cuando nos reuniamos en casa de Charo, a ella siempre le daba un poco de corte que fueramos demasiado escandalosos. Cuando las teniamos abiertas de patas debajo de nosotros, bien cogidos sus culazos entre nuestras piernas y nos las estabamos follando con todas nuestras fuerza, en el mejor momento, cuando ya empezabamos a corrernos y a soltarles chigates de leche en el coño, la tia nos tapaba la boca para que no pudieramos jadear con fuerza. A mi aquello me daba mucho coraje, por que en un momento como ese lo que me gustaba no solo era jadear, sino incluso gritar a pleno pulmon que en ese momento en el que la tenia abrazada con todas mis fuerza y que me estaba vaciando dentro de ella muerto de gusto, aquel pedazo de hembra, aunque estuviese casada, era solamente mia y de nadie más.



Nos decía que sus vecinas, que eran muy cotillas, seguro que lo estaban oyendo todo y se estaban enterando de que estaban metidas en la cama follando con unos jovencitos y poniendole los cuernos a sus maridos.



Recuerdo que una tarde que fuimos a casa de Charo su vecina de enfrente estaba descaradamente apoyada en la puerta de su piso charlando con ella y al verla casi me da un infarto de lo buenisima que estaba. La gachi era una rubia madurita como Charo, muy guapa y muy maciza y se la notaba con ganas de rollo.



La tia iba vestida de andar por casa, como si acabara de salir de la ducha, pero asi y todo estaba para comersela. Tan solo llevaba puesto un cortisimo albornoz malamente anudado a su cintura y que dejaba que se le vieran perfectamente sus macizas pienas, sus muslos y las parte baja de las curvas de sus nalgas. También se le veia muy bien el enorme canalillo del pecho que hacia adivinar que tenia un buen par de tetas. Además,llevaba unas zapatillas de tacón alto que la hacían parecer más alta y jaquetona y una coqueta felpa sujetandole el pelo. Charo me la presento y yo, en lugar de saludarla desde lejos, me acerque a ella, la agarré por los brazos y le di un par de besos en las mejilla.



La tia se quedo un poco sorprendida por mi atrevimiento y balbuceo torpemente unas discupas pidiendo perdón por no estar vestida más presentable, yo le conteste que en mi vida habia visto una mujer que estuviera más presentable que ella.



La verdad era que me entraron unas ganas enormes de decirle que se viniera a casa de Charo y se metiera en la cama con nosotros, estaba seguro que follando seria una autentica fiera y me habría encantado hacer un trio esa tarde con las dos jamonas.



Su amiga siempre le decía que no le importara tanto que nos oyeran, que lo que realmente les pasaba a las vecinas era que se morian de envidia por no ser ellas las que estaban liadas con nosotros.



Una y otra vez, sin dejar de reirnos y entre grititos histericos de protesta de nuestras marujonas que lo único que conseguian con eso era empalmarnos más y más, las volteabamos sobre la cama quedando unas veces ellas encima de nosotros y otras debajo, pero simpre sin dejar de estar pegados nuestros cuerpos a los suyos y procurando los cuatro que nuestros excitadisimos sexos, aunque estabamos vestidos, permanecieran lo más pegados posible para notarnoslos y sentir lo agusto que estabamos.



Entonces las rubias se quejaban un poco y nos decian que pareciamos unos pulpos puesto que cada vez que al revolcarnos las señoras quedaban tumbadas boca arriba con el culo y las patas por alto y con los taconazos medio salidos y apuntando hacia el techo, nosotros a lo tonto a lo tonto aprovechabamos para toquetearlas por todas partes.



De esa forma nos dabamos un buen magreo con sus abundantes carnazas y de paso les pegabamos unos tremendos besazos de tornillo con lengua y que nos dejaban casi sin repiración.



Para disfrutar al máximo con nuestras mujeres, les agarrabamos las tetas y las apretabamos con nuestos pechos todo lo que podiamos.



Ellas, de cuando en cuando seguian protestando un poco con voz chillona para hacerse las interesantes e incluso a veces nos ponian los codos para que no nos pegaramos tanto , pero en el fondo estaban encantadas de que estuvieramos tan encoñados con ellas y siempre nos dejaban hacer con sus fabulosos cuerpazos rechonchos de señoras maduras todo lo que a nosotros nos apetecia en cada momento.



Cada vez que Charo se descuidaba, yo procuraba meterle la mano por debajo de la falda, para sobarle las piernas, y aunque tenia puesta la faja y las bragas, le agarraba con la mano, le apretaba y le daba pellizquitos con los dedos por la parte de la tela que le tapaba el chochete. De esa forma intentaba poner a mi buenorra cada vez más y más caliente.



La maciza al principio siempre protestaba un poco y se hacia la estrecha diciendome pizpiretamente haciendo morritos con los labios y sonriendo con descaro, que no fuera tan atrevido, que ella era una señora casada muy, pero que muy decente y muy fiel a su marido, asi que, por favor, la respetara un poquito más, aunque bueno, seguian diciendome , tampoco era necesario que la respetara demasiado, solo un poquito.



Yo entonces le desabrochaba la blusa y me ponia encima de ella, con mi pecho sobre su sujetador apretandole otra vez las tetorras y le daba un buen besazo pegando muchisimo nuestros labios y chupandole y lamiendole la lengua para que no pudiera seguir hablando.



De esa forma ella dejaba de moverse e incluso subia un poco el pubis para facilitar mis caricias. Enseguida separaba los muslos y con una de sus manos me cogía la mia y me acompañaba en los tocamientos que le hacia en el chumino.



La realidad era que a Charo se le notaba a leguas que aquellas cosas que la volvian loca de gusto y estaba encantaba en esa postura, abierta de patas y recibiendo placer en el coño por encima de la faja.



Después nos dedicabamos a desnudarlas poco a poco.



La tarea de desnudarlas no era nada facíl, puesto que las dos marujonas se ponian muy coquetas y nos advertian claramente para que no nos creyeramos que ellas eran un par de putones verbeneros. Nos decian que no se dejaban que las desnudaramos a lo bestia. Tambien nos decian que les gustaba disfrutar de esos momentos, asi que aunque sabiamos que las dos eran mas putas que las gallinas, había que quitarles la ropa poco a poco, con toda la delicadeza del mundo y con muchisimos mimos y caricias.



Empezabamos primero por quitarle los vestidos, lo que hacia que al verlas medio desnudas, nuestro pollones se pusieran a punto de reventar, nos empalmabamos como autenticos berracos.



Después, se quedaban sentadas las dos con sus gordos culazos en la cama y nosotros las volviamos a abrazar. Entonces, sin poder dejar de sobarlas ni un solo momento, le acercabamos las bocas a sus oidos y chupeteandole los lóbulos de las orejas, nos poniamos a decirles cosas que sabiamos que les gustaban para que se pusieran bien calientes.



Yo le decia a la mia lo guapa que era, lo buenisima que estaba y lo que me gustaba verla en la cama de aquella manera, medio en pelotas, con el vestido quitado enseñandome su cuerpo. También le decia lo suave que tenía la piel y lo mucho que me gustaba acariciarle con mis dedos y amasarle con mis manos sus deliciosas carnes. Luego le hablaba de lo empalmado que estaba por su culpa, lo que la deseaba, de lo muchisimo que me gustaba su chochito, de lo que me apetecia acariciarselo para darle placer, primero con mis dedos y luego con mi sexo.



Oyendo estas cosas, Charo se derretia de gusto y se ponia de lo más tierna y caliente que os podais imaginar. Se notaba que el marido no le decia nunca nada de eso. La tia no hacia más que pegarse a mi, para que la acariciara y no paraba de abrazarme, pegarme sus tetas al pecho, acariciarme la espalda y darme muchos besitos chupandome el cuello.



Yo aprovechaba el momento para hacer lo que estaba deseando hacer. Mientras le pasaba las manos por las espalda, sin que apenas se diera cuenta, le desabrochaba el sujetador y, sacandoselo por delante, la dejaba con sus hermosisimas domingas al aire.



Las dos las tenian enormes, algo caidas, pero con unos pezones marrones gordos y salidos que estaban para comerselos.



¡ Vaya par de tetas que tenian ¡



Cuando las jamonas estaban a cuatro patas, y sus ubres les quedaban colgando, parecian más que tetas autenticos melones.



El siguiente paso consistia en ponernos otra vez a jugar con ellas para quitarles las apretadisimas fajas que llevaban puestas.



Era lo más dificil de quitar, asi que estabamos deseando porder desabrocharselas y quitarselas para que de esa manera quedaran totalmente libres y despendoladas las abundantes mollas que tenían en sus culos, barrigas y muslos.



Quedarse sin sus fajas, siempre les daba un poco de vergüenza, pero desde luego no era por pudor, ni mucho menos, era porque las dos pensaban que estaban demasiado gordas para enseñarnos todas sus intimidades y por eso se hacian siempre las remolonas a la hora de despolarse.



Como podeis imaginar, al cabo de un poco de tiempo insistiendoles, siempre las convenciamos de que estaban buenisimas, y que en realidad solo estaban un poco metiditas en carnes, algo rellenitas y nada más, pero que, para la edad que tenian, sus cuerpazos eran de autentico infarto, cosa que por otra parte era la autentica verdad.



Cuando por fin se dejaban convencer, las abrazabamos por los bajos y empezabamos a olerles, a lamerles y a chupetearles las fajas por todas partes, especialmente por la zona donde tenian la raja del coño y por el culo. La verdad era que aquellas prendas intimas desprendian un maravilloso olor a sus coños y daba gusto pegar la nariz a ellas.



Cuando nos hartabamos del lameteo, por fin, se las desabrochabamos y desprendiendo el fuerte olor sexo del que ya os he hablado, se las bajabamos como podiamos por entre los muslos y las piernas y al final se las sacabamos por pies.



Como comprendereis, con toda aquella impresionante exhibición de carnes de tias buenas ante nuestros ojos, tanto Enrique como yo estabamos excitados hasta mas no poder. Verlas asi, a dos palmos de nuestros ojos, sin las fajas y con los pequeñas braguitas que llevaban puesta, era como para volverse locos por ellas. ¡¡¡ Que buenisimas estaban !!!



Daba gusto ver como las culonas volvian a sentarse en la cama algo despeinadas y con el maquillaje y el rimel un poco corridos por los muchos magreos que nos habiamos dado con ellas. Ahora si que parecian dos autenticas fulanas despues de haber hecho su trabajo. Estaban las dos con sus gordisimas tetas colgando y se les veia perfectamente por debajo de sus espléndidas espaldas sus anchas caderas y el principio de las excitantes rajas de sus gordos culos levemente tapadas por la parte de arriba de las pequeñas braguitas. ¡¡¡ Menudo lotazo no ibamos a dar !!!



Nosotros despues de mirarlas con descaro por todas partes, nos sentabamos cada uno al lado de la suya y volviamos a abrazarlas y besarlas fuertemente. Entonces ellas se ponian calentonas, y levantando trabajosamente sus piernas y traseros de la cama con nuestra ayuda, se sentaban de través sobre nuestras piernas poniendo sus blancos muslos y sus imensos culazos encima de nuestros sexos para que, de esa manera, pudieramos darnos mejor un buen lote.



Yo le metía a la mia la mano primero por los pies, las piernas y los muslos, y se los sobaba hasta hartarme. Luego continuaba por la parte de atrás de las bragas. Se las bajaba todo lo que podia para dejarla con el culo al aire y enseguida me ponia a acariciarselo con gusto. Como ya he contado lo tenia buenisimo, bastante gordo y salido, y lleno de mollas blancas de blandas carnes que daba gusto amasar. Charo se movia entre mis piernas como una gatita en celo buscando la postura más adecuada para tener su trasero lo más salido posible y asi me facilitaba que con mi mano pudiera llegar a todas partes. Yo la ayudaba empujandole la espalda hacia delante, y haciendo, que de esta manera, su culo quedara mucho más en pompa. La culona contraia de vez en cuando los gluteos y los musculos vaginales, entonces sus nalgas se llenaban de un buen montón de hoyitos celuliticos que a ella le gustaba que le pellizcara y sobara.



Tambien le metia la mano por la raja y le pasaba el dedo por el ajuguerito de su ojete, le acariciaba la entrada del ano y le metia suavemente la punta de un dedo.



Entre tanto la tenia bien abrazada con mi otra mano y le iba diciendo un monton de piropos al oido sobre lo gordo y bonito que tenia el pompi y lo que a mi me gustaba. Cuando me hartaba de sobarle el pandero, la incoporaba hacia arriba y le metia la mano por delante, entre sus muslos. Ella, curiosa miraba hacia abajo para ver lo que le hacia.



Como tenia las bragas puestas, le separaba el elastico y le toqueteaba en sus bajos por dentro de ellas, le tiraba de los pelos del coño y con los dedos le acariciaba los arrugados labios del chocho.



El último paso consistia, como podeis imaginar, en quitarles con todo cariño a nuestras mujeres, las preciosas braguitas que, a esas alturas, estaban ya por la parte que les cubria la rajita muy empapadas.



Se las cogiamos con nuestra manos por las caderas, y esperabamos que nuestras marujonas levantaran el pompi y las piernas y cuando estaban en esa postura tan érotica, con mucho cuidado, se las sacaramos por entre los muslos y por las medias que les cubrian las piernas. Por fin, se las quitabamos por los pies y las tirabamos por alto haciendo que pegaran en el techo del dormitorio. De esta manera las dejabamos con las partes más excitantes de sus cuerpos al descubierto. Las dos señoronas estaban espléndidas con sus maravillosos chochos peludos al aire.



Era una autentica gozada acercarles nuestras manos y agarrarles una y otra vez aquellas preciosas matas de pelos rizados con sus humedas rajitas carnosas en su interior. Ellas entre tanto se reian locas de contenta, y mientras se abrian de piernas, daban pequeños empellones con sus pubis hacia arriba para que nosotros juguetearamos con sus sexos.



Enseguida, con aquellos meneos, el dormitorio se inundaba con el penetrante e inconfundible olor a chocho que desprendian sus maduros coños mojados de señoras cincuentonas en celo, y más todavia teniendolos asi, totalmente al descubierto, en pelota picada y con los labios y la vulva muy muy brillantes por los abundantes liquidos que sus vaginas estaban soltando.



Ellas entonces se quitaban los tacones y se bajaban lentamente las medias sacandoselas por los pies. Entonces, sus preciosas piernas quedaban tambien al descubierto. Blancas, desnudas, macizas y perfectamente depiladas aparecian ante nuestros ojos para que disfrutaramos viendoselas.



Tambien nos enseñaban, por primera vez, sus regordetes pies. Los llevaban con los dedos de las uñas, igual que los de las manos, pintados de color rojo chillón para que parecieran lo más excitantes posilble.



El ambiente del dormitorio en esos momentos se podia cortar de espeso que estaba. Ahora si que nuestras guapas marujonas estaban totalmente en bolas delante de nuestros ojos, como sus mamas las habian traido al mundo hacia ya algunos añitos, aunque muchisimo mas creciditas y, evidentemente muchisimo más buenas.



Que riquisima estaban las dos con todos sus encantos al aire, y que contentos estabamos nosotros al saber que, como cada tarde que nos reuniamos , acabariamos refocilando con ellas hasta más no poder.



Las ganas de sexo que nos entraban a los cuatro en esos momentos eran imposible de parar, pues a esas alturas nosotros ya nos habiamos ido desnudando y estabamos totalmente en pelotas y con nuestros miembros muy muy empalmados, empinados hacia arriba y apuntado con todo descaro hacia las dos rubias.



Todos deseabamos enrollarnos lo antes posible, asi que volviamos a abrazarnos, a besarnos y a revolcarnos por la cama, ahora ya, totalmente despelotados y con nuestro miembros y testiculos apretados y, malamente encajados, entre las barrigas y los blancos muslos de ellas. Además, las estabamos manchando con los liquidos preseminales que en abundancia nos salian por la punta del glande.



Cuando estabamos todos asi, con las gachises bien calientes, las dos solian bajarse de la cama para ponerse los tacones. Decian que con ellos se les levantaban las nalgas y se le notaban más sus muchisimas curvas. Era verdad que estaban mas sexy con ellos puestos.



Tanto a Enrique como a mi, nos encantaba entonces ponerlas a cuatro patas encima de la cama enseñandonos el culo. Luego, nos colocabamos detrás de ellas y nos dedicabamos durante un buen rato a meter la boca entre sus nalgas y a comerles el coño por fuera y por dentro para dejarlas bien lubrificadas. Nos hartabamos de chuparles y lamerle los pelos del coño, el clitorís y los labios vaginales, y de cuando en cuando le metiamos la lengua dentro de las vaginas.



Después nos incorporabamos y les pegabamos a las culonas nuestros pubis por detrás. Los dos teniamos nuestros miembros muy empalmados y los testículos llenos de leche y muy hinchados, asi que se los restregabamos por las fofas carnes de sus nalgas, se los encajabamos en la raja del culo y se los apretabamos por la parte de atrás de sus magníficos muslos. Enseguida, tanto Charo como Queti, cuando sentian nuestros sexos pegados a ellas se ponian a menear sus culazos haciendo unos maravillosos movimientos circulares con ellos para darnos placer, después separaban sus piernas y ponian sus traseros todo lo en pompa que podian levantado muchisimo los pubis para, de esa manera, ofrecernos perfectamente sus cálidos coños.



Lo siguiente que hacian era meterse las manos entre los mulos y separarse los gordos labios con los dedos dejando al descubierto las sonrosadas vulvas. Nosotros aprovechabamos la ocasión para agarrarlas por las caderas y meterles suavemente dentro de la vagina la punta de nuestros descapullados glandes para acariciarles los labios vaginales.



Lo haciamos lentamente, con mucha suavidad, presionandoles el clítoris y continuando una y otra vez de arriba abajo.



Cuando llevabamos un rato haciendoles eso, las macizas se derretian de lo calentorras que las poniamos y se morian de ganas de que las penetrararmos habiendose hecho claramente a la idea de lo que a nuestras pollas les gustaban sus bonitos chochos.



La mia, cuando estaba al máximo de caliente, volvia la cabeza con mucha coqueteria y se ponia a hacerme morritos y a lanzarme besos, luego con voz mimosa, me pedia que se la metiera bien dentro que se moria de ganas de hacerlo, y que no podia aguantar ni un minuto màs.



Queti, que era bastante mas guarrona que Charo, le decia a Juan autenticas obscenidades, como que se la metiera hasta los huevos, que le destrozara el coño y alguna que otra lindeza por el estilo.



Nosotros no podiamos desfraudar a nuestras chochonas, asi que sin perder mas tiempo, les metiamos todo el tallo de nuestros godisimos rabos dentro de sus vaginas, hasta que nuestros testiculos chocaban con sus choreantes vulvas.



Yo, concretamente, seguia empujando hasta que, mirando hacia abajo, veia y sentia como los pelos de mi polla y mi pubis se aplastaban y mezclaban con los pelos del coño de la Charo. Entonces la cogia con fuerza, le pasaba los brazos por debajo de la cintura y metiendole mi pubis debajo del suyo, la agarraba por la barriga y me la pegaba muchisimo a la polla. Cuando mi preciosa rubia comprendia lo que le queria hacer, se ponia como podia medio en cuclillas, en la cama y con su manos se separaba las mollas del culo para que la penetración fuese lo más profunda posible.



El placer que me daban las paredes de su cálida vagina en la piel de mi polla era enorme. También sentia un suave frescor en toda la entrerpierna provocado por los abundantes flujos que salian de su enorme raja y que nos empapaban y resfrescaban a los dos.



A continuacion haciamos unos cuantos movimientos circulares con nuestros sexos para comprobar que estabamos bien acoplados y ademas para darnos placer. Yo entonces apretaba con todas mis fuerzas mi pubis hacia arriba para que mi polla penetrara en lo mas profundo de la vagina de ella llegandole lo más adentro posible. Charo entonces gemia y jadeaba con fuerza, encantada de sentir mi enorme miembro empalmado al máximo y con todas las venas hinchadisimas, dentro de su vagina.



Estando en esa postura, mi maruja se metia una de su manos entre las pienas, me agarraba los testículos y se ponia a masajearmelos y a acariciarmelos con la punta de sus dedos, además la tía echaba la cabeza hacía atrás, la encajaba en mi cuello, sacaba la lengua y me pedía que la besara. Me faltaba tiempo para obecerla, asi que me ponia rapidamente a chuparle la lengua y los labios y a acariciarle detenidamente la barriga y las tetas. Después bajaba mi mano hacia abajo y le frotaba los labios del coño y el clítoris mientras la seguia teniendo perfectamente empalada con mi polla. La rubia se retorcia de placer con mi miembro dentro de ella y al hacerlo me daba un maravilloso masaje, con los musculos de la vagina, por toda la polla. ¡¡¡ Menudo gustazo nos dabamos !!!



Al rato de estar asi, mi hembra volvia a ponerse a cuatro patas sobre la cama. Buscaba una postura màs cómoda para ponernos a follar.



Enseguida me inclinaba sobre ella, la agarraba por las tetas para pellizcarle los pezones y, poniendome en cuclillas sobre su grupa, me ponia a restregarle el rabo por la raja de la vulva. Cuando notaba que estaba loca de gusto, se la metia de golpe y empezaba a cabalgarla metiendosela y sacandosela con fuerza en el coño hasta los mismisimos cojones.



¡ Joder, que sexo mas riquisimo tenia la chochona ! Lo tenia suave, cálido y mojado hasta más no poder.



Charo respondia siempre a mis potentes pollazos jadeando fuertemente y poniendose a menear, loca de gusto, rollizo culazo para adelante y para atrás. Diosssssss.... que maravilla de mujer.



Asi era como normalmente soliamos enrollarnos, disfrutando como enanos de aquellos maravillosos momentos de folleteo que tanto nos agradaban a los dos.



Prolongabamos la cópula en todas las posturas imaginables durante horas y horas y ninguno de los dos veia nunca el momento adecuado para separar nuestros sexos y nuestras bocas.



En más de una ocasión, su marido estuvo a punto de pillarnos en plena fornicación, espatarrados sobre la camas teniendo yo a la jamona de su mujer con las piernas abiertas apalancada entre mis muslos, fornicando sin tan siquiera ponerme un condón, totalmente a pelo y estando ella con todo el chocho al aire empalado por mi gordisima polla, y teniendola totalmente con los labios hinchados, rojos y escocidos por la cantidad de pollazos que le daba cada vez que tenia la suerte de poder meter mi polla en el enorme chochazo que tenia aquella mujer . Además la dejaba siempre, con la vagina llena hasta rebozar de la enorme cantidad de leche que le echaba en el chocho a la rubia en cada una de mis numerosisimas corridas. Cada vez que teniamos un orgasmo, ella acaba siempre con el coño inundado de semén, con toda la leche saliendole por los labios vaginales, resbalandole por el perineo y llegandole hasta el ojete del culo.



Por suerte, aunque hubo algunas situaciones un tanto dificiles, y más de una vez tuve que esconderme debajo de la cama, nunca nos pillo, y la verdad es que aquellas tardes fueron una autentica gozada.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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