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Categoría: Maduras

Olor a sexo

RELATO 22



Olor a sexo



 



Ecsagardez



El dia había sido agitado. Se había celebrado el 30 aniversario de bodas de los abuelos de Román y desde la víspera los preparativos fueron intensos. Por lo que prefirió quedarse en casa, mientras algunos familiares e invitados, junto con los festejados, decidieron seguir la parranda en un centro nocturno de la ciudad.



Luego de que todos partieron, Román decidió irse a su recámara para dormir a pierna suelta. Pero al abrir la puerta el espectáculo que apreció lo dejó sin habla. En su cama se encontraba la despampanante tia Coco, quien dormía a pierna suelta, enseñando una tanga de nylon color azul cielo y, por supuesto, las piernas completamente desnudas. No había tenido cuidado en quitarse el vestido y éste se le había subido.



Esta situación no pasó inadvertida para Román, quien de inmediato sintió como su pene crecía por abajo del pantalón, provocándole una fuerte erección.



 



II



Se acercó a la orilla de la cama y comenzó a sobarse el pene por arriba del pantalón. Desde siempre había sentido predilección por la tia Coco, quien desde niño lo complacía en todo, cuando quería algún pantalón o zapatos. Era ella la que se los compraba y ahora la tenía casi desnuda y a su merced. Pero Román pensaba si estaría bien faltarle al respeto.



La excitación que sentía no era para menos. La tia Coco a pesar de sus 45 años estaba apetecible, sexualmente hablando, tenía unas enormes tetas y un culo duro y respingado que provocaba los más hirientes piropos cuando caminaba por la calle.



Román se acercó más y al ver esos pies que tanto le cautivaban, comenzó a tocarlos suavemente con sus dedos y acercando su cara los olió y el aroma no era desagradable. El olor que despedían lo embriagó y lo hizo sacarse completamente la verga y pajearla de arriba hacia abajo con la mano derecha, mientras con la izquierda seguía toqueteando dulcemente los pies de la tia Coco.



Por la forma en que se masturbaba Román, ya le era imposible contenerse, mientras continuaba el toqueteo hasta que decidió ir más a fondo y fue subiendo la mano izquierda por las piernas de la tia Coco, quien seguía completamente dormida, debido a la excesiva ingesta de cervezas durante la fiesta.



 



III



En determinado momento parecía que la tia Coco despertaría de su letargo, pero Román ya estaba decidido y subió la mano hasta acariciar sobre la tanga el marcado monte de vellos púbicos, lo cual lo hizo sentirse en el paraíso. Le imprimió mayor fuerza a los movimientos de la mano derecha, hasta que no pudo más y tras exclamar un fuerte gemido, sintió como el esperma subía por su miembro para desparramarse completamente en los pies de la tia Coco.



De inmediato buscó una toalla y con suavidad extrema limpió con ternura los pies de la tia Coco y aspiró de nuevo ese olor embriagador que en ese momento se había juntado con el que despedía el sobrante del líquido espermático.



Pero la excitación de Román no había terminado. Por su mente pasó las veces que espiaba a la tia Coco cuando se bañaba y las pajuelas que a su salud se había hecho. Por lo que en ese momento tenía la oportunidad de hacer algo más, sin que ella se diera cuenta porque estaba completamente dormida y a su merced.



 



IV



Román se decidió y comenzó a lamer desde la punta de los pies, las plantas y entre los dedos. Fue en ese momento, cuando la tia Coco tuvo una reacción, ya que estiró y abrió las falanges, como si hubiera sentido una corriente eléctrica que recorriera su cuerpo.



Al levantar la mirada, al atrevido muchacho no pasó inadvertida la humedad que se marcaba en la tanga azul cielo. Eso, sin duda, era una buena señal. Pero la madura mujer seguía durmiendo plácidamente.



 



V



Sin embargo, todo era una treta de la tia Coco… Tenía rato que había despertado al sentir las caricias y los toqueteos de su sobrino Román en sus pies. Además de haber sentido la humedad que le produjo que él se viniera en ellos. Algo que a ella le gustaba y la excitaba sobremanera…



Pero no hizo ningún intento por disuadirlo ni regañarlo. El muchacho le caía bien y a sus 17 años, era señal que estaba despertando en él su apetito sexual. Por lo que no era necesario tratarlo con brusquedad o podría ser fatal para el futuro de su sobrino consentido.



El joven siguió recorriendo las piernas de la tia Coco y ahora con las dos manos. Mientras una nueva erección se le empezaba a marcar en su pene. Pero como tendría que dormir en esa habitación, aunque estuviera la tia Coco, hizo que se quitara el pantalón y la playera, para quedarse únicamente en truza, la cual había bajado levemente permitiendo así la liberación de su miembro de apenas 19 centímetros de largo.



La tia Coco entre dormitada, apenas abrió un ojo y alcanzó a ver el mástil que tenía enfrente y que ya desde ese momento le estaba produciendo cierto escozor en su vulva. Señal inequívoca de que deseaba tenerla adentro.



 



VI



Cuando el joven llegó hasta su vagina, levemente hizo a un lado la braga y comenzó a jugar con esa mata de pelos que ya para ese instante se encontraba húmeda y despedía un fuerte olor que se confundía con el olor de hembra y los residuos de tantas veces que la tia Coco habrá ido al baño durante la fiesta.



La madura mujer hizo un ligero movimiento que sorprendió al atrevido adolescente, quien sintió algo de pena. Pero todo fue una estrategia de ella para abrir sus piernas y permitir que el joven siguiera su acción que ella estaba disfrutando.



El muchacho pese al desconcierto no se amilanó y siguió acariciando los vellos, hasta que sintió algo que sobresalía de la vagina de la tia Coco… Era el clítoris que había respondido a los toqueteos del chamaco y éste acercó su cara y se metió en la entrepierna para asirlo con sus labios y recorrer la punta con su lengua, lo cual le causó a ella una oleada de placer.



La ternura con que pasaba su lengua por ese clítoris, no fueron para menos. La tia Coco respondió a la caricia y más abrió sus piernas, hasta que no pudo contener el orgasmo y hacer que despertaba en ese momento, cerrando las extremidades que al joven lo hicieron sentir que se ahogaba, pero siguió y siguió hasta que oyó cuando ella exclamó:



- Sigue mi vida… sigue mamando mi clítoris…. Por que ya me voy a venir… ah… ah… ah… ah… ah…



Y todos sus fluidos fueron a parar a la boca del muchacho que siguió pasando la lengua hasta que se bebió todo lo que había despedido la calenturienta tia Coco.



 



VII



Ella abrió sus piernas y tras quitarse el vestido y las bragas, lo atrajo hacia él para que le tocara los enormes senos. Román no rechazó la invitación y con las dos manos comenzó a masajear las grandes tetas de la cuarentona, cuyos pezones estaban erectos y le produjeron el ansia de metérselos completamente a la boca, pasando su lengua por las puntas.



Esa forma de mamar de Román, le produjo a la tia Coco una intensa cascada de placer que recorrió desde su cabeza, toda la columna vertebral, hasta llegar a su vagina y formarse un charco de humedad en sus genitales.



Mientras con la boca seguía acariciando los pezones de la madurona. Sus manos se encontraron de nuevo en la entrepierna y metió uno, dos y tres dedos en la vagina de su tia, quien no pudo evitar lanzar una exclamación de satisfacción por lo rico que sentía como la tocaba el adolescente.



 



VIII



La tia Coco estiró la mano derecha y agarró el mástil de Román y tras un ligero movimiento sopesó que el muchacho tenía una verga de buen tamaño, pero además estaba gruesa, ya que no podía rodearla con los dedos en forma total…



Así que se incorporó de la cama y sin más ni más se la llevó a la boca, dándole primero unas lamidas a lo largo y bajó hasta los testículos, los cuales se fue metiendo en la boca… Posteriormente se introdujo el pene, hasta que sintió como tocaba la campanilla de su garganta y como una experta mamadora siguió y siguió por varios minutos, lo cual al joven le parecieron siglos. Pero no pudo contenerse y le derramó todo el semen que la tia Coco tragó sin que mostrara nada de asco.



Al contrario, disfrutó la venida del muchacho en su boca y todavía con su lengua siguió lamiendo el glande de esa verga hasta dejarla reluciente de limpia. Esto le agradó al muchacho, quien no pudo evitar tener una nueva erección.



 



IX



La madura mujer quería más sexo, parecía que era insaciable y sólo se limitó a ver el rostro de su querido sobrino y con una voz, apenas audible, le dijo:



- Román, mi vida, metémela… Ya no aguanto más… Estoy que ardo por sentir tu verga adentro de mi… Hazlo, desde cuando tenía ganas de que me hicieras tuya… Pero no me atrevía a pedírtelo… Que bueno que te decidiste hoy…



El muchacho no se hizo del rogar y la recostó en la cama para abrirle las piernas y poniéndolas en sus hombros la embistió de tal manera que ella no lanzó más que un ligero gemido… Pero de placer…



La humedad de esa vagina era tal que los 19 centímetros entraban y salían como si fueran un émbolo… La respuesta de la madura mujer no se hizo esperar y acompasó los movimientos del muchacho… Ambos estaban en la gloria, porque ella hacía movimientos peristálticos que le masajeaban la verga. En tanto el muchacho seguía bombeando y en ocasiones se la sacaba toda para metérsela de nuevo pero con más fuerza.



Llegó el momento en que los dos no pudieron contener el enorme placer que estaban sintiendo y sin mediar palabra, como si sus cuerpos se conocieran de mucho tiempo atrás, imprimieron mayor velocidad a sus acometidas y luego de lanzar ella un alarido que retumbó en esas cuatro paredes, el la penetró con más violencia derramando y llenándole la panocha de caliente y espumoso esperma.



Fue tal la venida de Román que al juntarse con los fluidos de la tia Coco, la sabana se vio salpicada de esos líquidos que salían a borbotones de la peluda vagina de la madurona mujer…



 



X



Tia y sobrino no dejaron de coger gran parte de la noche y sólo calmaron sus ansias sexuales, cuando escucharon que los parranderos retornaban a casa. Por lo que la tia Coco se quedó sobre la cama tapada con una ligera sabana. Mientras el muchacho se recostó en una colchoneta, como si nada hubiera pasado.



Alguien abrió la puerta y vio los dos cuerpos que aparentaban estar sumamente dormidos. Pero un extraño olor a sexo no pasó desapercibido para el fino olfato de la tia Nachita, quien azotó la puerta, cerrándola con un enorme gesto de enojo. Diciéndose a si misma:



- Ya habrá tiempo para reclamarle a Román… Maldito muchacho cogelón…



 



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