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Categoría: Maduras

Nora, cuando el sexo es obligación y violencia

Estimados amigos de la web, debo hacer una confesión que quizá sorprenda a más de uno de ustedes; tengo en claro que podrán imaginar de que se trata pero debo decirlo:



SOY ADICTO!!!!, eso si ADICTO A LAS MADURAS, no sean mal pensados.



¿Por qué esta confesión? Sencillo, en primer lugar casi todos los relatos enviados corresponden a esa categoría y en segundo orden dejo en claro que no todas las maduras son bonitas, excitantes y te atraen tanto que caes irremediablemente en sus brazos como una paloma herida que necesita ser curada. En tercer y último lugar, para justificar este relato que hoy les presento y quizá diste bastante de mis envíos anteriores.



Presentamos a la dama en cuestión. Nora era la hembra mejor puesta del barrio, 38 años, profesora de aeróbic, altura mediana, cabellos castaños oscuros en corte melena, un muy buen par de tetas y una cola espectacular aunque algo grandecita. Un físico que hacía dar vuelta a medio barrio para observar a semejante hembra. Pero como todo lo bueno no puede ser perfecto, tenía algo que nos ponía freno: el marido.



Si pudiésemos juntar todo el semen que la dama en cuestión había extraído en pajas, pues tendríamos unos de los más nutridos bancos de semen.



Hasta aquí, todo muy lindo. Pero como ya les anticipé, este relato es distinto...



Hace unos 6 años atrás, Nora cayó en desgracia. Su marido falleció en un accidente automovilístico y ella debió abocarse a conseguir el sustento que mantuviese a su familia, que se respaldaba en aquel hombre o al menos en sus ingresos.



La exigencia laboral la llevó a descuidar un tanto su aspecto físico y los arreglos que le deparaba a su belleza. Dos años después y tras un noviazgo intensísimo, volvió a casarse pero nuevamente su mala estrella frustró sus expectativas.



Aquel hombre que parecía ser quien la levantase de su desidia, la engañaba con cuanta mujer se cruzaba en su camino. Con dos hijos en su haber; no tardó en llegar la separación y con esos dos golpes bajos de la vida, Nora decididamente se abandonó a su suerte. Virtualmente se deterioró de modo irremediable.



Seguía concurriendo al salón de belleza de mi madre, aunque solo a efectuarse cortes de cabello que la hiciesen un poco menos eludible.



En cada sesión de corte de cabello, rememoraba sus buenas épocas y la cantidad de hombres que le habían hecho propuestas para que se revolcaran en la cama de algún motel.



Aquel hecho y la cantidad de veces que lo repetía en todo lugar al que concurría, le fue creando una fama poco apreciable y que crecía notablemente.



Los muchachitos que contábamos con 18 a 20 años queríamos revolcarnos con ella, pero cuando te aproximabas notabas que los aromas que su cuerpo emanaban no eran de pulcritud precisamente, por lo que desistíamos de aquel propósito.



Por extrañas vueltas del destino, se convocó a peluqueros y peluqueras de la ciudad a participar de un concurso de peinados en tres categorías y mi madre se hallaba en busca de modelos cuando Nora llegó para su habitual corte mensual.



Observando las facciones de su rostro y figura y analizando algunas cosas que había visto en películas futuristas, mi madre le propuso a Nora un trato: si ella mejoraba su aspecto de higiene, la llevaría como modelo de un peinado muy poco convencional.



Atrapada por la propuesta, Nora aceptó. Y es aquí donde yo entro en escena.



El trabajo tendría como finalidad presenta una pareja y como ningún varón del barrio quería ser visto junto a "la atorranta Nora", fui el escogido para acompañarla (demás está decir que no podía negarme aunque lo anhelaba)



Comenzaron las sesiones de pruebas y las horas de trabajo, donde los dos modelos compartían cada actividad en la cabeza que realmente asustaban.



Sábados, hasta altas horas de la madrugada y domingos casi completos, éramos victimas de pruebas. La cantidad de horas de "convivencia" hicieron que comenzase a charlar con Nora y notase que no estaba tan loca como pensaba, ni era tan puta como se creía.



Algunas veces el estudio de peluquería se trasladaba a su casa y allí si que las cosas se descarriaban, era normal que nos recibiera en camisón traslúcido o tan solo en bombacha y corpiños.



No había perdido su figura, pero había decaído bastante y el perfume de su femineidad era bastante fuerte. Mi madre la reprendía y amenazaba con quitarla del proyecto a lo que reaccionaba recurriendo al agua y jabón, que acompañaba con algún perfume. Cuando esa situación se consumaba, éramos no solo dos modelos sino también dos compañeros de tortura, casi amigos en el sufrimiento. Nos charlábamos la vida, si hasta nos entendíamos con miradas.



Llegó el día esperado y tal como lo habíamos previsto, nos presentamos en el salón de trabajo por campeonato. Fueron tres horas de trabajo continuadas hasta que sonó la chicharra que daba por finalizado el tiempo de ejecución.



La espera del resultado fue larguísima al igual que las observaciones a las que fuimos sometidos.



Finalmente obtuvimos un segundo lugar que nos permitía participar del concurso provincial a desarrollarse en Mar del Plata, al que viajaríamos con los gastos pagados y formando parte de la delegación local.



Cuando la noticia fue recibida, se organizó de inmediato un festejo que incluyó cena y baile. Al cabo de tres horas de danza en la reunión, Nora le planteó a mi madre que debía volver a su casa.



Tan buena estaba la fiesta que me enviaron para que llevase a mi partenaire a su domicilio. Accedí aunque no con el mejor de los gustos. Nora estaba muy alegre por el consumo de alcohol y ya empezaba a perfumar el ambiente con su "fragancia" femenina.



La ayudé a subir a mi auto y emprendí el camino a su casa. En el trayecto, comenzó nuevamente con su parodia de su historia de mujer fatal y de los tiempos pasados.



"Sabés guachito? Lo nenes como vos se desvivían por manosearme, me apoyaban sus vergas paradas en el culo cada vez que subía al colectivo. Me podría haber llenado de plata cogiéndomelos a los pendejos como vos" me decía casi al oído llenándome de olor a alcohol.



Se tomaba los pechos y me mostraba el bulto que generaban entre sus ropas, "estas tetas hubieran guardado tantos lengüetazos de viejos con plata, si yo hubiese sido un poco puta, con un poco me hubiese alcanzado" seguía con su cuento.



Llegamos a su casa, no podía bajarse sola del auto, por pequeño que este era y por la borrachera que traía. Bajé del auto y rodeándolo llegue hasta su puerta, la abrí y ayudé a que bajara de él.



Cuando la tomé para erguirla junto al vehículo, vi los botones de su blusa desprendidos y no pude contener mis deseos de mirar si esas tetas eran tan buenas como ella decía.



Me sorprendió en plena tarea de avistaje y riéndose de lo que pasaba me dijo "¿Querés mirarlas o más te gustaría tocarlas y chuparlas?, mirá que todavía no empecé a cobrar turrito"



"Calláte Nora, estas tomada a más no poder, vamos adentro así te acuesto para que se te pase" le dije en tono casi de orden. Pero fue peor que si le hubiese pegado una cachetada, gritaba como una desaforada y estaba comenzando a llamar la atención de los vecinos que prendían las luces para asomarse a ver que pasaba en la calle.



Imagínense el panorama, una mujer de 43 años ebria, con un peinado estrafalario donde los colores predominantes de cabello eran verde, rojo y azul y un muchachito bastante menor con un corte de pelo tan llamativo como el de su acompañante y con colores iguales de intensos como los de ella, éramos candidatos a dormir en un calabozo de cualquier delegación policial.



Como pude, logre que entrásemos en su casa. La llevaba aferrada desde atrás y mis manos se unían sobre sus pechos. La dureza de aquellas montañas de carne y el hecho de estar afirmado contra su culo, me hicieron olvidar de todo. Perdí el control pero lo perdí mal, muy mal.



"¿Qué necesitás Nora? ¿querés que te den verga hasta que se te pase la frustración que sentís? ¿Te gusta que te manoseen las tetas así?" le decía mientras apretaba y restregaba violentamente las manos sobre sus pechos. Bajé una de mis manos directamente a su vagina y metíendola entre sus ropas me prendí a los largos vellos que la cubrían tratando de arrancarle un mechón.



"¿eso necesitas? Te lo doy ya, así te calmás y por fin podrás disfrutar de un momento de sexo tan amargo como tu frustración" y diciéndole eso le arranque totalmente su pollera, haciendo saltar los botones que la prendían por el suelo, tironeando del elástico de su bikini la dejé con su sexo de fuerte olor a la vista.



Se puso como loca, quería golpearme con sus puños pero solo conseguía que le quitara más y mas ropa hasta dejarla desnuda. Cuando ya nada la cubría, alcancé a esquivar un golpe que me lanzó y con su impulso más el mío en el esquive, caímos sobre la mesa del comedor. Ella debajo mío y dándome la espalda. Me incorporé un poco, liberé mi verga caliente y bien parada del pantalón y se la enterré tan violentamente que la hizo gritar de dolor.



No tenía la más mínima lubricación en su concha que apenas estaba abierta como para dar paso a mi verga. La sacudí rápidamente, la clavaba con todas las fuerzas de las que disponía mientras le gritaba: "Esta es la verga que necesitabas para serenarte, acá tenés disfruta de la única forma en que alguien te va a coger, por la fuerza ya que ningún hombre se acercaría a vos con el olor que tenés. Toma puta, acá tenes lo que te merecés"



No se si fueron cuatro minutos como máximo, lo que tardé en acabar. Le llené todo su hueco de semen. Ya no forcejeaba, estaba tendida sobre la mesa sin siquiera atinar a defenderse. Sollozaba y maldecía su suerte.



Le saque la verga de su interior y me senté en una silla que había cerca. La imagen de ella allí, tirada sobre la mesa, chorreando semen por sus piernas, me trajeron de vuelta a la realidad.



No sabía como disculparme por lo que había hecho, pero me había sacado de las casillas y fue la única manera en la que reaccioné. En silencio, tome las llaves del auto y salí de su casa. Volví a la fiesta y avisé a mis padres que me iría a casa.



Cuando desperté por la tarde al día siguiente, mis padres había salido. Un cartel sobre la mesa y junto a un billete me indicaba que si quería comer, tendría que ir por algún comestible.



Me bañé y tras calzarme un short, tomé el billete, fui al garaje y saqué el auto. En el asiento trasero había una cartera de mujer. No hacía falta mirar en su interior para saber de quien era. Revisé el contenido de la misma y tenía toda la documentación dentro.



La sola idea de pensar en volver a casa de Nora me exponía a ser golpeado o quien sabe que actitud tendría ella cuando me viese.



Aún bajo esas circunstancias, debía reintegrarle su material olvidado por lo que me dirigí a su domicilio. Al llegar observé que todas la ventanas permanecían cerradas, por lo que supuse que seguía durmiendo para mitigar su borrachera.



Toqué a la puerta dos veces de manera bastante fuerte, de tal modo que aún en el peor de los casos pudiese oírme.



Entreabriendo apenas la puerta, asomó su cara. Estaba tal cual la había dejado en la madrugada, conservaba las tinturas al agua en su pelo, el rimel corrido por las lágrimas y seguía con un fuerte olor a alcohol. Le extendí la cartera con una de mis manos, pero con un movimiento brusco me tomó del brazo y me llevó adentro.



Cerró la puerta y colocó el cerrojo, cuando giré a verla, seguía semidesnuda como si no hubiese siquiera intentado acostarse o al menos lavarse tras la violación de la noche anterior.



Se abalanzó sobre mí e insultándome a viva voz, me recriminó mi actitud de la noche: "Pedazo de animal, si querías cogerme me hubieses calentado al menos, gozaste solo y me dejaste tan vacía como antes. Ya te voy a mostrar como se calma la falta de sexo y la abstinencia de verga, hijo de puta!!"



Diciendo esto me empujó y forcejeando conmigo me quitó el pantalón corto que llevaba. Su terrible olor a hembra en celo mezclado con alcohol y transpiración bastante fuerte inundaba la sala.



Me tumbó sobre un sillón de un empellón, y sin darme tiempo a rehacerme se arrojó sobre mí trabándome para evitar que escapase.



Me masajeó la verga rudamente, hasta que logró erguirla levemente y girando sobre mí, se dedicó a mamarla con mucha vehemencia mientras trataba de colocar su maloliente vagina sobre mi cara.



La restregaba sobre mi rostro impregnándome de su olor fuerte y sus líquidos. Sólo atiné a meter mis manos para separarme de aquella vagina peluda y chorreante, le inserté dos dedos tratando de masturbarla para que cejase en su intento de recibir una mamada similar a la que me propinaba.



Cuando estaba al borde se su orgasmo, se acomodó hasta mandarse la totalidad de mi verga en su interior. Sentada sobre mi, me cabalgó por espacio de media hora llegando a varios orgasmos pero sin lograr sacarme uno sólo ya que su violencia me impedía concentrarme en lo que hacía y por lógica excitarme para compartir su goce.



Sintiéndose agotada se retiró de mi cuerpo, liberándome de su peso y permitiéndome respirar algo de aire no tan viciado.



Apoyó sus manos sobre el extremo de la mesa y con las piernas entreabiertas, tratando de recuperarse, inhalando grandes bocanadas de aire. En aquel fatídico momento, me logré parar y vi su cola bastante abierta como si algo hubiese estado dilatándola por un tiempo prolongado y una botella de cerveza sobre la mesa, media vacía pero con marcas inequívocas de haber sido usada para otros menesteres.



La recreación de esa imagen en mi mente me calentó en demasía y aún a riesgo de pescar alguna infección por lo que se hubiese introducido antes, ataqué ese culo con tanta vehemencia como la que ella había usado al mamarme.



La clavé en dos movimientos y llevando mi mano derecha a su raja, empecé a culearla y masturbarla. Fueron 15 minutos plenos, ella insultándome fuertemente y yo embistiendo aquel cuerpo con tanta furia como asco sentía por ella.



La llené de semen, en gran cantidad. Le retiré violentamente el instrumento dejando su culo muy dilatado y con ligeros hilos de sangre brotado de él.



"Nunca más me fuerces, solo voy a cogerte cuando quiera y cuando estés tan limpia que pueda mamarte toda sin riesgos. Ni se te ocurra volver por la casa de mis padres o intentar hacer algo que me perjudique o no seré yo solo quien venga a revolcarte" le dije mientras volvía a ponerme mi short.



Tan rápido logre vestime huí de allí.



No volví a ver a Nora por un tiempo largo. Cada vez que cruzo por la calle, en las noches, alguna prostituta vuelven a mi mente aquellos momentos en que tener sexo con una madura no fue placentero, sino una obligación que me dejó tanta sensación de asco que cuando siento olores similares a los de aquella noche me hacen repudiar a quien lo porta.



 



Alejandro Gabriel Sallago


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 9
  • Votos: 1
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