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Categoría: Maduras

Nadie se debe enterar

Ya había terminado de orinar y mientras bajaba la palanca del sanitario me acomodaba el pito dentro del calzón, pero justo cuando iba a abrocharme el pantalón sentí a mis espaldas que la puerta se abría, me sorprendí pero me quedé quieto, en el espejo ví que era doña Esther la que había entrado, rehuyó mi mirada y se quedó junto a mi, pegada a mi espalda percibí la carnosa protuberancia de sus chiches, y ahí se quedó unos instantes recargando su rostro en mi hombro, haciendo que a mi cuello llegara su cálida respiración, eso me provocó de inmediato una gran erección, entonces su mano rodeó mi cintura y vagó por mi vientre de forma cariñosa, hasta que con delicadeza bajó parcialmente mi pantalón, en el espejo vi que la mujer se movía un poco y su cabeza inclinada miraba hacia abajo, donde estaba mi calzón negro y abajo, abultando, mi verga bien erecta; sin moverse casi puso su mano ahí y apretó delicadamente para luego liberar mi verga del calzoncillo y agarrarla con toda la mano rodeando el tronco; así sin dejar de verla me empezó a acariciar, suavemente, jalando la piel del prepucio para desnudar el glande, morado, un poco húmedo ya, sentí en mi hombro el ruido de su respiración agitada y un pequeño gemido como "hummmm" y su mano se movió, adelante y atrás, provocando que el pito se pusiera más duro, y así siguió, trabajando con suavidad y ritmo, haciéndome una chaqueta, y entrecerré los ojos cuando sentí que me venía la leche, instantes después el primer chorro de semen salió impetuoso, luego otro y otro más, mientras que la madura seguía frotando la verga que palpitaba, para luego aminorar sus meneos cuando la venida casi terminaba, entonces abrí los ojos para verla a en el espejo, con una mirada tierna y cachonda a la vez, las mejillas enrojecidas de emoción, antes de irse se lavó las manos en el lavabo y al darme la espalda para salir uno de sus dedos se posó en los labios, como indicándome silencio. Cuando salí del baño no la encontré en la sala, al caminar hacia afuera la vi de espaldas, estaba sentada en su escritorio dentro de su despacho, donde trabajaba, me detuve en la puerta esperando algo, rehuyó la mirada y no contestó cuando me despedí de ella. Fue la primera vez que hicimos aquellas cosas, pero ya antes ella había adivinado mis furtivas miradas, atrapando fugazmente la visión de sus tetas grandes y carnosas, o mirándole el culo y las piernas cuando lavaba los trastes en la cocina.



Esther era la señora que había rentado un departamento a mi familia cuando llegamos a vivir a Orizaba, ella vivía en una casita independiente en la planta baja, mientras que el departamento que rentábamos quedaba en el primer piso de la construcción principal que constaba de cuatro apartamentos –dos en cada pisos--, además era la única vecina que tenía televisión por cable en toda la colonia en aquellos años, y para sacarle provecho había comprado una enorme televisión que colocó en su recámara. En cierta ocasión a cambio de ayudarle a escombrar su patio trasero me invitó a ver una película en su televisión, yo sabía que la señora Esther era amable, pero nunca supuse hasta que punto llegarían sus amabilidades para conmigo. Esa primera vez viendo una película de acción, los dos sentados en un sillón, al poco tiempo la mujer se fue quedando dormida, así pude verla mejor, no era una belleza, y aunque madura aún conservaba en su rostro rasgos de hermosura, además de sus tetas enormes y sus piernas carnosas que ya en alguna ocasión le había fisgado. Luego de aquella ocasión se fue haciendo costumbre que le hiciera algunas cosas, como comprar la comida para su perro o llevarle su ropa a la lavandería, y ella, además de darme algunos pesos, me invitaba a ver televisión en su casa por las tardes. En una ocasión doña Esther estuvo más amable que de costumbre y además de la invitación a ver películas me preparó un gran tazón de palomitas de maíz. Empezamos a ver la televisión los dos sentados en el sillón, uno al lado del otro, cerca, tal vez demasiado cerca, pues nuestros cuerpos casi se juntaban, así pasó un rato hasta que noté que doña Esther ponía su mano derecha sobre mi pierna, como sin querer, sin despegar la vista del televisor; yo no hice nada más que disfrutar de las tiernas caricias de la mano de la señora, que hicieron que poco a poco tuviera una erección, tal vez involuntaria, pues me sentía nervioso y excitado, tal vez más nervioso que excitado, así hasta que terminó la película.



Pero luego de que me hizo una chaqueta en su baño ya no me pedía que le ayudara en su casa o que le fuera a comprar cosas, a veces la miraba al salir de la casa y se notaba avergonzada y contestaba a mis saludos con monosílabos mirando hacia otro lado, así por varios días, hasta que una vez que llegaba en su carro me vio sentado en la banqueta, aburrido y sin nada que hacer. Me saludó invitándome a ver TV más tarde, "cómo a las siete, si quieres".



Cuando a la hora convenida entré por la puerta de la cocina, la hallé lavando sus trastes sucios, sus caderas amplias se notaban tal vez más grandes en aquel vestido rojo y entallado, me descubrió al voltear la cara y dijo "no te quedes ahí parado… viéndome las caderas…, ayúdame a secar los platos", fui hasta ella y le ayudé, luego fue a encender su televisión dejándome solo en la cocina, cuando terminé salía de su recámara enfundada en una bata de baño, "ve a ver la tele mientras me doy un baño" y se metió rumbo al sanitario que ya conocía, al entrar vi sobre la cama la ropa que se había quitado: el vestido rojo, las medias, el fondo blanco, el sostén color rosa y su pantaleta del mismo color, pero no me atreví a tocar nada, en vez de eso fui al sofá y con el control remoto empecé a buscar algún canal interesante, dejé la tele en un canal donde pasaban cosas de misterio y así estuve un rato, mirando la pantalla pero a la vez imaginando qué haría la señora dentro del baño, cómo se lavaría el cuerpo, las tetas, la conchita, las nalgas, provocando con ello una erección, en eso entró ella con su bata de baño secándose el pelo con una toalla; mirándola así, sin maquillaje desmerecía un poco, se le notaban más los años, pero yo seguía pensando en ella, más desde aquella vez de la pajita en el sanitario. Minutos después vino hasta el sofá, junto a mi, miramos la TV un rato, hasta que sentí su mano de nuevo sobre mi pierna y su rostro recargarse sobre mi hombro, me acarició ahí, sobre el cierre del pantalón, sintiendo la erección de mi verga y apretando sobre ella su mano derecha, luego hizo el intentó por bajar el cierre, pero por mi posición era difícil, me levanté un poco y yo mismo abrí el pantalón un poco, hasta media pierna, ella en silencio entrecerrando los ojos apretando delicadamente su mano sobre el tronco del pito que aún estaba dentro del calzón, luego metió la mano bajo el calzón y lo bajó un poco, lo suficiente para liberar el pito e inició, de nuevo, una rica paja, sentía sus dedos jugar sobre la piel del glande, presionar un poco hacia abajo para dejar la cabeza al descubierto y ahí, hacer círculos sobre el glande contagiándose de la humedad que ya empezaba a salir de mi verga, luego rodeando con toda la mano el lomo de la verga y bajar, luego subir, luego bajar, así en instantes interminables que me procuraban un placer enorme, hasta que mi leche escapó, ella sintió la palpitación previa a la eyaculación y cerró su mano sobre el glande y ahí frotó haciendo círculos con la palma de su mano mientras mi verga seguía explotando, embarrando de leche su pequeña mano. Cuando terminó quiso retirarse, pero contuve su mano sobre mi verga, ella entendió: yo quería más placer, volvió a acariciar mi pito apenas flojo y su otra mano llevó una de las mías hasta su pecho, por encima de la bata, y agarré un seno, redondo, grande, flácido, y ahí me quedé, apretando esa teta rica, deliciosa pese a que la tocaba por sobre la tela afelpada mientras Teté me hacía otra chaqueta, ahora el movimiento de su mano era más ágil, más fuerte, con experiencia, pero también con cierta ternura; ella con los ojos cerrados recargada en mi, yo acariciando su chiche, su mano frotando mi verga, hasta que volví a sentir la venida y mi palo palpitó, en contracciones placenteras que llenaron de nuevo su mano de semen, al final me besó en el cuello antes de levantarse para ir a lavarse las manos, al hacerlo me entregó la toalla para limpiarme el pito. Cuando regresó ya había acomodado mi ropa y estaba de pie junto a la puerta, le dije que ya me iba, sonrió sin decir nada mirándome con picardía. Ya de salida subiendo la escalera rumbo a mi casa pensé que ella tal vez no quería que me fuera, tal vez quería algo más, pero mis temores me habían traicionado.



Días después ocurrió lo mismo: me invitó a su casa a ver TV, la vi salir de su cuarto vestida con la bata de felpa para bañarse, la esperé en el sofá con ansia sin hacer caso de la pantalla, hasta que escuché que salía del baño, entonces ocurrieron más cosas: se detuvo en el marco de la puerta mirándome fijamente, era una mirada extraña llena de… lujuria quizá, tal vez, y ahí, de pie junto a la puerta, abrió parcialmente su bata para mostrarme sus chiches, hermosas y grandes, algo caídas, de pezones diminutos y erectos y aureolas rosadas, y sin quitar sus ojos de los míos abrió más la bata para tocarse con ambas manos las tetas, las acunó delicadamente, las acarició, pasó los dedos por los pezones, luego volvió a cubrirse y sin dejar de mirarme ahora abrió la bata más abajo, enseñándome sus piernas redondas y blancas y más arriba su pantaleta blanca que le cubría el vientre y la entre pierna, era un calzón muy bonito, de tela casi transparente pero con bordados de flores, y siguió con su exhibición: abrió sus piernas un poco y una de sus manos bajó hasta el calzón y con los dedos deslizó una de las orillas para enseñarme por primera vez su pepa, más bien los pelos de su pepa, castaños, dispersos sobre la piel de su bajo vientre, escasos pero largos que más abajo se hacían más tupidos y ocultaban lo que debería estar ahí, era la primera pucha que veía en mi vida y me pareció maravillosa, mi excitación parecía desbordar mis ansias y mis ojos no podían separarse de aquello que Esther mostraba impúdica y cachonda, hasta que ella quitó la mano de su sexo y la pantaleta volvió a ocultar aquello. Entonces caminó hacia mi y se quedó de pie desatando la cinta de la bata que se abrió parcialmente dejándome ver su vientre con algunas estrías, su calzón floreado y sus muslos carnosos, luego se sentó junto a mi, creo que esperaba que yo hiciera algo y venciendo mi nerviosismo me puse de pie para desabrochar el pantalón y bajarlo hasta las rodillas para mostrar mi tronco erecto, al mismo tiempo ella abrió más la bata para descubrir bien su desnudo cuerpo y sin decir nada se recostó más sobre el sillón, casi en la orilla, abriendo más las piernas, alcanzándome con su mano para tomar la mía y hacer que me acercara un poco, luego más hasta obligarme a quedar de rodillas junto al sofá y en medio de sus piernas abiertas, miró mi verga erecta y su mano volvió a jalar su pantaleta para dejar libre el acceso a su pucha peludita y nos fuimos acercando mutuamente, tratando de pegar los cuerpos; Esther, sin dejar de mirar la maniobra, suavemente colocó con los dedos mi pito entre los labios carnosos de la pucha que yo apenas adivinaba, sólo sentí como mi pito resbalaba entre esa carne caliente, pero cuando intenté meterlo Teté sin soltar el pito lo impidió gimiendo apenas en algo que pareció un "noooo", y entonces ella misma impuso el ritmo de mi verga al entrar apenas ligeramente en su vagina, sólo el glande entraba en algo así como un hoyo, una carnosa cueva que se ajustaba a mi verga y con piquetitos de verga me la empecé a coger sin que ella dejara de agarrarme el miembro cuya cabeza se perdía entre los bordes carnosos de su panocha.



Teté con los ojos cerrados suspiraba, gemía, mientras la mano libre se acariciaba una chiche, la izquierda, y me acerqué a esa teta grande y floja, la besé primero tímidamente, luego lamí el pezón con la lengua haciendo aumentar los suspiros de la madura, hasta que ella misma se empezó a mover, primero el vientre, en círculos, sin dejar de mover con su mano mi verga clavada apenas en su panochita, en eso sentí la leche venir y suspiré, mi cuerpo se puso tenso y cuando el primer chorro de semen se fue de mi, la mano de Teté agitaba mi verga sobre los labios de la pepa, se había sacado el pito y lo refregaba sobre su pubis combado, suspirando también, cuando terminé de venirme ella quiso separarse, pero no dejé mi lugar, es más, intenté volver a meter mi pito entre los labios de la raja y abriendo los ojos sonrió apenas diciendo "¿quieres más?, ¿sí?, entonces espera un momento", y se levantó del sillón obligándome a levantarme también, me dio la espalda y caminó hasta la cama arrodillándose en la orilla parando las nalgas, su mirada parecía invitarme, me acerqué colocándome tras ella, junto a sus nalgas cubiertas todavía por el calzón blanco, en eso una de sus manos hizo a un lado el calzón para enseñarme su culo, los dos globos carnosos de sus nalgas y el caminito moreno que las separaba, ahí coloqué el pito que de nuevo estaba erecto, y cuando lo deslizaba alcancé a oir su voz: "si quieres hacerlo bien tienes que traer condones, no puedes terminar dentro de mi ¿entiendes?, todavía soy fértil y puede ocurrir alguna calamidad", y me dejó hacerlo así, deslizando mi verga entre los cachetes de su culo, resbalando sobre su gorda pepa, separando los labios carnosos, mojándome con ese líquido viscoso, ella misma movía las nalgas adelante y atrás, yo trataba de hacer lo mismo, hasta que quizá apresuradamente me vine embarrando sus nalgas de leche, ella sólo movía sus nalgas delicadamente. Cuando terminamos tomó una pequeña toalla y se limpió el culo de semen, y su voz sonriente: "ahora tengo que volver a bañarme niñito, travieso, me dejaste empapada", y se levantó caminando a brinquitos hasta el baño, yo fui a la cocina por un vaso de refrescó y ahí me alcanzó la señora minutos después, preparó café y mientras lo hacía me dijo en voz baja "nadie se debe enterar, ¿entiendes?".



En otra ocasión fui a su casa sin que me invitara, la hallé en la sala, se preparaba para salir, estaba peinada y maquillada, y sentada en un sillón se pintaba las uñas de los pies con un barniz color negro, al terminar se colocó unas elegantes medias negras y sin importar que yo estuviera subió su vestido rojo para atar las medias en un coqueto liguero negro, más arriba estaba su tanga de igual color, apenas un triángulo de tela calada y listones, quizá mi mirada extrañada le hizo decir: "voy a ir a una cena con mis amigas, si quieres quédate viendo TV, cuando te vayas cierras la puerta ¿eh?", no le creí, me dí media vuelta para salir y me alcanzó en la puerta, abrazándome por detrás dijo a mi oído: "no debes ponerte celoso", y me dejó ir. No se por qué, pero ya de noche salí a la calle para esperarla y ya casi era media noche cuando decidí entrar a mi casa, Teté no había llegado. Frustrado y furioso, sin saber por qué iba subiendo la escalera rumbo al departamento cuando escuché que el portón se abría y momentos después entraba el coche de la mujer, y ahí, en la penumbra de la noche vi que no venía sola, alguien la acompañaba, era un hombre, si, no, traté de ver más claramente y descubrí que era un joven, quizá unos años mayor que yo, cuando bajaron del auto se abrazaron y unieron sus bocas en un largo e interminable beso, luego entraron en la casa, no se porque hice aquello, pero entre ansioso, excitado o nervioso bajé las escaleras para espiar que harían, y rodeando la casa me escondí tras el auto, cerca de la ventana de la sala, las cortinas aunque corridas dejaban ver algo del interior de la casa, pues la tela era muy delgada, y cuando pegué los ojos al cristal de la ventana descubrí a Esther besándole el miembro al chico aquel, que estaba parado junto al sillón en que estaba sentada, y así estuvieron un rato, Teté parecía disfrutar de esa forma de tener sexo, pues lamía y chupaba la verga erecta del joven, quien mantenía sus manos sobre la cabellera de la mujer y acompañaba el trajín de la mujer al mamarle todo el miembro, y siguieron haciendo cosas, muchas, como cuando Teté se sentó encima del chico con las piernas abiertas y dándole la espalda para meterse todo el pene erecto y subir y bajar hasta que quedó desfallecida, yo me sentía sumamente excitado, la erección de mi verga formaba un grosero bulto en mi pantalón, pero a la vez sentía coraje, mucha furia, por lo que hacía aquella mujer, y cuando el tipo arrodilló a la mujer en el sillón para cogérsela por detrás tuve la fuerza suficiente para irme de ese lugar, y encorajinado subí a mi casa, mis padres ya se habían dormido, y cuando intenté hacer lo mismo en mi cuarto no pude conciliar el sueño.



No se cuanto tiempo pasó, pero ya era de madrugada cuando abrí un poco la puerta del pasillo para averiguar si la pareja de Teté ya se había ido, descubrí luz en la cocina y momentos después la puerta que se abría, en el marco de luz que se formó aparecieron los dos, abrazados y con las bocas pegadas, se estaban despidiendo, algo le decía Teté al chico pues le mantenía tomada la mano, como no queriendo dejarlo ir, pero él insistió y cuando la daba la espalda escuché apenas "adiós tía, que duermas bien, te llamo mañana", la mujer lo despidió agitando la mano cuando el chico iba rumbo a la calle. Entonces asustado por aquello me quedé estático, sin comprender, hasta que ya en mi cuarto recordé lo dicho por el adolescente, le había dicho tía a Esther, en otras palabras quien se estuvo cogiendo a la madura era su sobrino, esa fue mi conclusión. Luego de aquello y contra mis secretos deseos dejé de ir por casa de la señora, sin embrago días después me crucé con ella en la entrada de la casa, ella iba de salida llevando consigo a su perrito atado con una correa roja, se sorprendió al verme y me recriminó: "oye ¿por qué no has ido a la casa, qué te hice?"; no supe que contestarle, ni modo de decirle que la había visto cogiendo con su sobrino, interrumpió mi silencio para agregar: "bueno, quiero que me hagas un favor, mira tengo que ir a la casa de una amiga que está de viaje, tiene muchas plantas y como ella va a tardar en regresar lo mejor es que me las traiga aquí y las cuide mientras ella regresa, quiero que me ayudes a bajarlas del piso donde vive y a meterlas en el carro, ya aquí las acomodamos en algún lugar para que no se maltraten, ¿cómo ves, cuándo puedes?"; tratando de evitar su mirada le contesté que no tenía tiempo pues estaba en época de exámenes y tenía que estudiar, pero insistió "anda, no seas malito, mañana en la tarde, un rato, no nos tardamos nada, además te conviene ir", dijo poniendo cierto tono invitador en las últimas palabras, tuve que aceptar.



La tarde del siguiente día bajé a casa de Teté, ella ya me esperaba y minutos después salimos en su auto, recorrimos varias calles de un rumbo que no conocía, se estacionó frente a una casa de tres pisos, un tanto descuidada, pues la pintura se estaba cayendo en algunas partes de la pared y las ventanas lucían sucias de polvo, entramos y la seguí por la escalera hasta el piso superior, disfrutando de ver las piernas de Teté al subir delante de mi moviendo las caderas. Luego bajé algunas macetas y plantas que estaban en una pequeña terraza, no todas sino algunas de ellas, las más delicadas según dijo la señora, acomodamos todo aquello en el auto y volvimos a subir y en un breve recorrido me fue mostrando algunas fotos que estaban en las paredes para que conociera a su amiga, la mujer no era vieja pero algunas fotos la mostraban quizá más joven, en otras estaba como era actualmente, con arrugas en el rostro –que el maquillaje no ocultaba del todo-- pero conservando buen cuerpo, hasta que llegamos al dormitorio donde había una enorme cama, que ocupaba casi toda la diminuta recámara y al lado un baño también pequeño, fui hasta ahí para orinar, cuando terminé descubrí colgadas del cortinero algunas tangas de la señora aquella, eran calzoncitos pequeños, muy chiquitos, algunos muy usados; cuando salí del sanitario Teté estaba acostada en la gran cama mirándome con ojos tiernos y caminé unos pasos hasta quedar junto al aposento, al notarlo la señora se enderezó un poco hasta alcanzar mi pantalón y empezó a bajar el cierre y desabrochar el botón de la cintura, luego los bajó parcialmente junto con mi trusa de algodón para dejar fuera mi verga que ya estaba erecta, miró hacía arriba desde su posición para verme y sonreír coqueta para decir "ya ves, te convenía venir" para acto seguido tomar mi pito con su mano derecha y acariciarla levemente tal vez para conseguir una mayor erección, luego con lentitud y delicadeza me besó la verga, primero en la punta, dos o tres veces para luego presionar su mano sobre el garrote y bajarla lentamente para pelar la cabeza, y cuando por fin dejó el glande al desnudo sus labios dejaron escapar un "hummmm", apagado, para luego poner su boca abierta sobre la cabeza de mi verga, y chuparla delicadamente, besándola, chuparla, lamerla, comérsela toda o casi toda, así como se lo había hecho a su sobrino, todo eso despertó en mi sensaciones desconocidas de un placer infinito e indescriptible, era la primera vez que una mujer me hacía aquello, a mis 14 años mi primera mamada.



Pero mi placer fue breve, quizá demasiado, pues sin poderme controlar eyaculé dentro la cálida boca de la señora, que siguió mamando mientras el semen se me salía a contracciones, pausadamente, ella siguió chupando, comiéndose la leche, succionando con fuerza para sacarme todo el semen, pero cuando terminé de eyacular ella siguió chupando con más fuerza, con mayor urgencia, con pasión, ya tenía la mano y la boca embarrada de semen pero ella seguía chupando hasta que mi verga se puso de nuevo dura y grande, eso la hizo suspender sus chupadas; sin limpiarse la leche del rostro y mientras se subía el vestido y se bajaba los calzones me dijo con voz baja "ahora si te voy a dejar hacerlo como quieres" y alcanzó su bolso, buscó algo dentro y sacó un pequeño paquete, yo no conocía aquello hasta que me dijo que era un condón y que era una forma de tener sexo sin las posibles complicaciones de un embarazo pues "aunque no lo creas todavía soy fértil y puedes hacerme un hijo", y volvió a acercarse a mi para volver a besar y chupar mi pinga que seguía erecta, luego rompió el empaque y sacó algo como una pequeña funda de hule o algo así y colocándola sobre mi verga, más bien sobre el glande, colocó sus labios sobre la cabeza y presionando a la vez que se comía toda la verga me fue colocando el condón, al terminar todavía revisó que hubiera quedado en forma correcta y se acostó en la cama con las piernas bien abiertas, invitándome "anda ven, te voy a dar tu premio"; cuando me acosté sobre ella abrió más aún las piernas y ahora pude ver la raja carnosa, sonrosada, un tanto abierta y brillando de humedad, ella suspendió mi interés por su pepa y tomando mi pito se lo llevó con su mano hasta ese lugar misterioso y peludo y abierto, al instante entré en ella, la verga entró toda, suavemente, ambos nos quedamos pegados y quietos, Esther me abrazó por la espalda tratando de juntar más su cuerpo y rodeando mi cintura con sus muslos blancos, en ese momento sentí algo extraño: su pucha, aquella cueva caliente y mojada en la que estaba mi pinga palpitaba, era algo raro, nunca antes sentido, pues cuando se la metí entró fácilmente, pero ya dentro de ella algo en su interior me apretaba delicadamente, a pausas, pequeños apretoncitos, al notar mi extrañeza me miró a los ojos para decir en voz baja "no te muevas, te voy a coger así, a apretones de pepa, vas a sentir rico", y así fue, nunca comprendí como esa mujer podía hacer aquello, que años después supe que su nombre vulgar era que tenía "perrito", las contracciones de su vagina eran deliciosas, pausadas, muy placenteras, luego ella se empezó a mover, a los lados, hacía arriba sin dejar que yo me moviera, refregando su pelvis sobre mi con la verga bien clavada en su pucha deliciosa, momentos después me vine y Teté incrementó las contracciones de su pucha, sincronizándolas con mi eyaculación, parecía que me exprimía la verga, hasta dejarme casi desfallecido, luego entre suspiros me preguntó "¿te gustó?, ¿si?", le contesté moviendo la cabeza, afirmando, y así nos quedamos apenas unos minutos pues casi de inmediato sentí una nueva erección, entonces ella aflojó su abrazo y dejó que yo me moviera, sacando parcialmente el pito de su panocha para sumergirlo de nueva cuenta en aquel pozo viscoso que era ahora su pucha, y me la estuve cogiendo mucho rato, me costaba trabajo terminar, pero eso incrementó el placer de la señora que ahora se movía, yendo al encuentro de mis arremetidas, hasta que suspiró y entre grititos de placer me dijo "me vengo, me vengo, ay que rico, dame más, no pares, que sabroso es, no te detengas por dios, ya, ya, ay…", brincando sobre aquella enorme cama.



Cuando ambos terminamos y en el baño que quitaba el condón lleno se semen vino a limpiarse el sexo con papel higiénico y dijo junto a mi: "siempre quise hacerlo en la cama de mi amiga, como venganza, ¿y a ti te gustó?, ¿si?, bueno pues cuando quieras volvemos a venir a cuidar las plantas, ¿quieres?", le contesté que si. En ese momento no entendí aquello de "como una venganza", sino tiempo después. En las siguientes semanas seguimos yendo a esa casa a "cuidar las plantas", y de su mano, más bien de su experimentada pucha, de su boca, de su ano, aprendí más, mucho más sobre el sexo. Unos días antes del regreso de su amiga, estábamos en su cama, desnudos, luego de haber terminado de coger, cuando Teté me platicó porque quería vengarse de su "querida amiga": "ella estrenó a mis hijos, a los dos, ellos tendrían más o menos tu edad, los fue seduciendo, iba a mi casa cuando yo no estaba y los metía a mi recámara, primero fue uno, luego al otro, a los dos se los cogió las veces que quiso, hasta que una tarde llegué antes de lo acostumbrado y los descubrí, sin que me vieran, los tenía a los dos en el cuarto, los tres desnudos, uno sobre ella cogiéndosela mientras el otro le metía el miembro en la boca, ver aquello me asustó tanto que quise denunciarla por seducir a dos menores, casi niños, pero lo pensé mejor y con astucia los fui alejando de ella, claro que hablé con mi amiga para explicarle que hacer aquello con mis hijos era algo inmoral, creo que entendió, aunque tiempo después descubrí que al menos uno de ellos la visitaba aquí mismo, pues él me lo confesó todo, en confianza, en alguna ocasión".



Empero las constantes visitas a la casa de esa señora pronto despertaron sospechas en mi casa, en especial de mi madre, que se lo comentó a mi padre; él trató de averiguar qué hacía yo en casa de la señora Teté cada tarde o a dónde iba con ella tan seguido, con mi mejor cara de inocencia le expliqué lo de las plantas y lo de las películas en su TV con cable, al paso del tiempo creo que mi padre no creyó del todo mis explicaciones, pero como sea trató de que yo dejara de tener tiempos libres por las tardes y la solución fue encontrarme un trabajo de medio tiempo, "así tendrás dinero para tus gastos", fue su explicación. Doña Esther, por su parte, tal vez comprendió que algo había ocurrido para que yo dejara de ir a su casa a ver televisión y puso cierta distancia entre nosotros y dejó de buscarme. Al principio fue bastante difícil aguantar las ganas de ir a casa de la señora, pero los deberes de la escuela y el trabajo me dejaban sin tiempo y bastante agotado. Pasaron dos o tres semanas y una noche cuando regresaba de trabajar vi a Teté cuando llegaba a su casa en su auto, mi curiosidad me hizo detenerme unos segundos junto a la escalera y la miré meterse a su casa acompañada de un chico de mi edad, rodeándolo por la cintura con un brazo y decirle en voz baja: "nadie se debe enterar, ¿entiendes?", momentos después la puerta se cerró y yo, con pasos lentos, quizá un poco triste subí a mi casa.



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