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Mis inicios como amo (II)

Me fui advirtiéndole que estaría cerca de ella y hasta la saludaría como empleado suyo que era, y que si se atrevía a lavarse o a cambiarse, el castigo sería terrible.



Así se quedó la primera parte de este relato verídico y la primera parte de mi vida como Amo.



Ambos nos fuimos, cada uno por su lado, ella en su llamativo y reluciente coche, y yo en el mío, que ni siquiera era mío. Cuando me senté en mi coche, enfrié mis ánimos y pensé lo que había pasado, un escalofrió corrió por mi cuerpo, pues imaginé que ella todo lo había hecho por salir de allí, sin que le pasara nada, y que lo primero que iba hacer era denunciarme y por supuesto ponerme de patitas en la calle. Pero bueno, me dije que a lo hecho pecho y que seguro que todos me darían la razón si se enteraban pues no había un empleado que no la odiara. Así que mientras estaba entretenido con mis pensamientos, sin darme cuenta me encontraba delante de un buen restaurante y muy conocido de Granada.



Lo primero que hice fue mirar por los alrededores por si veía su coche, y al no encontrármelo me temí lo peor, pero en fin, tomé aire y entré en el bar del restaurante, me pedí una bebida y me puse a observar a mí alrededor por si la veía. Al principio no la vi, pero cogí mi bebida y me metí más aún en la sala comedor, y ¡premio! allí estaba sentada junto a otras dos mujeres y un hombre, al que reconocí por ser asesor de nuestra empresa en temas laborales, a las otras dos no las conocía de nada, pero iban muy elegantes y pintadas. En esa sala sólo había otro par de mesas ocupadas. Ella se dio cuenta en seguida pues sus amigas le preguntaron qué le pasaba pues se había puesto blanca, la verdad que supo salir, pues dijo que no entendía como un empleado suyo se podía permitir un sitio así, y en un plan despectivo, lo dijo en un tono lo suficientemente alto para que yo lo escuchase, sus dos acompañantes le quitaron hierro al asunto, sin saber que ella lo decía por herirme y cabrearme más. Yo me giré e hice como si me acabase de dar cuenta, me dirigí a su mesa, conforme me iba acercando la cara le iba cambiando de color, pues se creía que yo iba a ponerla en evidencia después de su frase, pero nada más lejos de mi intención, pues aunque no tenía claro aún lo que iba hacer, sí sabía mi siguiente paso, me acerqué y los saludé a todos cortésmente y a ella especialmente, y sin pensarlo le dije que, como sabía que estaba aquí y ella me había dicho que le terminara unos expedientes muy urgentes para el día siguiente, los tenía terminados pero que los había dejado en el coche pues no sabía si los iba a querer aquí o los iba a dejar en su coche. Ella dijo que muy bien que me acompañaba al coche y que los dejaría en el suyo. A Miguel no le extrañó nada pues no era la primera vez que nos hacía ir a donde ella estuviese a llevarle documentaciones, así que se levantó y me acompañó, le pregunté por su coche y me dijo que lo tenía en el parking, pero que por favor le dijese que quería y me fuese, que mañana ya hablaríamos. Aún sin saber porqué, al salir por la puerta, me acerqué a su oído y le dije que quién coño era ella para decirme nada y que tirase delante mía hacia su coche. En el trayecto a su coche no se volvió ni una sola vez, fue corto pues estaba al lado, cuando llegamos se volvió y me dijo qué era lo que deseaba de ella su Señor, a mí eso me puso a cien, y mi excitación creció aún más, lo primero que hice fue darle un morreo corto pero intenso.



Le dije ponte detrás del coche de rodillas zorra, que tengo ganas de que me la chupes como buena perra que eres. Sin abrir la boca obedeció, yo la seguía y os juro que aún tenía mis dudas y estaba algo incrédulo por todo esto y sobre todo por mi forma tan natural de actuar. Al llegar a su lado me masturbé y le dije que sólo tenía que tener la boca abierta, pues había cambiado de opinión y no quería que me la chupase, sólo deseaba correrme en su zorra y asquerosa boca. La verdad que con la excitación que llevaba no tarde más de cinco minutos en correrme, antes la avisé y le dije que procurase que no se derramase una sola gota, pues si lo hacía se iba a manchar y entre el olor a orín, que aun despedía de antes, y mi corrida, sus amigas se iba a dar cuenta de lo zorra que era. Al terminar de correrme y ella de tragarse todo, absolutamente todo, le dije que me limpiase la polla con su boca, cosa que hizo muy diligentemente.



Cuando terminó le dije que se pusiera de pie, le abrí los pantalones, en los cuales se le notaba una pequeña mancha, le pregunte de que era y me dijo, sin atreverse a mirarme a los ojos, que se había corrido. Le metí tres dedos, y vaya que si se había corrido, mis dedos resbalaron dentro de su coño como si los metiese en un vaso de agua. Los saqué, abrí su bolso y saqué su consolador, del cual tenía yo el mando en mi bolsillo, y se lo introduje en su coño de golpe. Cuando lo sintió dentro me miró aterrorizada y me pidió por favor que eso no, que iba a poner en peligro su reputación, que estaba casada y que sus amigas conocían a su marido. Le dije que no me importaba, que eso era por sus anteriores lindezas hacia mí en el restaurante. Es más, ahora delante de todos me vas a invitar a quedarme a cenar con vosotros, eso la aterrorizo aún más, pero esta vez no dijo nada, sólo se dispuso a echar a andar, pero la paré en seco y le dije que aún me tenía que limpiar los dedos, pues los tenía pringosos de sus jugos. Volvimos al restaurante y como se iba haciendo costumbre sin hablar, ella delante y yo detrás de ella, al entrar al restaurante hizo ademán de ir al baño, pero la cogí fuertemente, pero con disimulo del brazo y le susurré que a dónde iba, me dijo que a enjuagarse la boca, pero le ordené que de eso nada, que una zorra como ella tenía que llevar el sabor mío en su boca, otra vez obedeció sin rechistar.



Cuando comentó que me había invitado a cenar, al único que le extraño fue a Miguel, por lo que supuse que las otras dos señoras no conocían el carácter de mi loba, pero en fin pensaría que el trabajo que le llevé había merecido la pena.



Me senté entre medias de Ana y Rocío, pues así se llamaban ellas, y empezamos a cenar y a tener una charla muy amena, pues pude comprobar que fuera del ambiente laboral sabía desenvolverse muy bien, yo entre plato y plato iba conectando y desconectando el vibrador, la verdad que me hacía gracia ver los esfuerzos que hacía porque no se le notase, pues yo siempre aprovechaba los momentos que hablaba ella para conectárselo.



A la hora del postre se lo dejé conectado, y se corrió vaya que si se corrió, se tuvo que coger al brazo de Ana, pues casi se desmaya, sus amigas y Miguel se preocuparon, pero supo salir, pues dijo que había tenido un día agotador y que sólo era un pequeño mareo.



Ahí la dejé tranquila y me dediqué a charlar con sus amigas, dándome cuenta que eso aún la ponía más enferma pues se sentía desplazada y un poco celosa, esto lo supe luego, en ese momento solo quería ver sus reacciones.



Terminada la cena, pagada toda por ella, y hablando con sus amigas les comenté para que ella lo oyese, que hoy había sido un día muy duro de trabajo, fíjense cuanto que a mi jefa no le ha dado tiempo ni de cambiarse, a lo que casi al unísono las dos dijeron que ya se habían dado cuenta, pero que también era normal que estando entre mecánicos hoy no oliese precisamente a rosas. Me reí por dentro y la miré pues ambos sabíamos a que olía, aunque ella lo único que hizo fue bajar la cabeza.



Nos dirigimos hacia la calle y Miguel dijo que se retiraba, pues estaba cansado y tenía que madrugar al día siguiente. Mi loba dijo que ella también se iba a dormir, ahí aproveché yo para decirles que como las tres habían bebido, que yo las llevaba si no les importaba subir en mi viejo coche, pero Ana estuvo más viva y le dijo a la loba que por qué no me dejaba llevar su coche y así lo sacaban del parking y que luego me diese para un taxi y yo me bajase en su casa, cosa que fue aceptada tras mirarme ella y yo asentir disimuladamente, aunque la verdad la loba, entre lo que había tomado y cómo olía y estaba, ya le daba igual y a su amiga Ana y Rocío, también estaban un poco pasadas de copas. Echamos a andar, los cuatro hacia el parking, pero Rocío dijo que le dolían los pies y a esas horas no había ascensor en el parking y tendría que bajar la rampa andando y nos pidió que la recogiésemos allí.



Yo sin ningún mal pensamiento, sólo el de enfadar más a la loba, le dije que sí que se esperase allí, y como algo natural le dije a la loba tú quédate con ella y Ana me acompaña a mí. Era la primera vez que la tuteaba delante de sus amigas, es más sonó como una orden y no como una sugerencia, pero lo que me extrañó fue que ni la loba ni Ana rechistaron, la loba se quedó con Rocío y Ana echó a andar junto a mí, al darme cuenta de lo que había ordenado y más aun de cómo habían obedecido las dos, me excité aún más y me fijé en Ana, unos 45 años, delgada, piernas largas, y unos pechos desproporcionados para su delgadez, pues eran demasiado grandes, además iba vestida con una falda por las rodillas, medias color carne, y unos zapatos de tacón alto. Al empezar a bajar la rampa ella me dijo que se iba a quitar los zapatos pues por la rampa se iba a caer, y yo de la forma más natural le dije que ni se le ocurriera, que así estaba más guapa, ella sólo me miró, y continuó andando con los zapatos puestos. Al llegar a la altura del coche me dirigí a Ana y le dije ¿sabes a que bajó antes la loba conmigo?, ella me miró y me preguntó que, como había dicho antes, a por unos papeles o algo así, a lo que yo le respondí “mira zorra, porque eres tan zorra como la loba, ella bajó a hacer lo mismo que tú me vas a hacer ahora, se dio la vuelta como para protestar, pero yo la cogí del pelo y le comí la boca y ahí se acabó todo. Ponte de rodillas y chúpamela perra, y agachando la cabeza se arrodilló ante mí y empezó a chupármela, pero tras varias corridas ya me costaba a pesar de mi excitación, así que la levanté tirándole del pelo y le ordené quitarse el abrigo, una vez hecho esto le ordene que se desnudase, y su respuesta fue que si yo estaba loco que una cosa era chupármela y otra cosa era desnudarse, pero mi reacción no se hizo esperar, sin mas le di un tirón de la camisa y saltaron todos sus botones al aire, y no hizo falta más, empezó a desnudarse quedándose con la ropa interior, bragas y sujetador de encaje y algo que me vuelve loco con medias de liguero. Estaba temblando de frio o de miedo, la verdad es que ni lo sabía ni me importaba, le metí la mano en el coño y estaba mojado, así que le comenté, esto te gusta ¿eh, zorra?, y su respuesta fue intentar masturbarse, cosa que impedí, le di su abrigo y le dije que subiera al coche, fue a recoger su ropa, pero le ordené que la dejase allí en el suelo, así que se puso el abrigo y se montó en el coche, nos habíamos demorado unos quince minutos, y yo aún seguía empalmado y muy excitado, cuando llegamos donde estaban la loba y la otra, ambas estaban tiritando de frio. Yo sabía donde vivía mi loba pero no las otras dos, así que le pregunté a la loba que dónde vivían sus amigas, y ella me indicó que en su misma urbanización, aunque en distinto portal, para mi pensé que esas dos estaban forradas, pues vivían en la zona más cara de Granada, sabía que una estaba casada y la otra separada, pero no mucho más.



Nada más arrancar Rocío se quedó dormida, era la que más había bebido, así que le dije a la loba, zorra sácate el consolador del coño, la verdad es que su cara no era de mucho asombro, así que pienso que ella sospechó algo ante nuestra tardanza, cuando se lo sacó me lo paso a mi, y yo a la vez se lo di a Ana y le ordené que lo chupase, me miro con cara de asombro y algo de asco, diciéndome que eso no lo haría, en ese momento frene de golpe y se lo volví a repetir, pero amenazándola que o lo hacia o la dejaba allí mismo sólo con el abrigo. Y no le quedó más remedio que obedecer, lo chupó y lo dejo reluciente, y cuando terminó le dije que se lo metiera en el coño, que ahora iba a saber porqué el mareo de su amiguita en la cena.



Cuando llegamos a la urbanización, entramos directamente a la cochera comunitaria, pero con la suerte de que la de la loba era también cerrada, así que metimos su coche y cerré la puerta, y les ordené a las dos que se bajasen del coche. Ana al bajarse se corrió pues el consolador lo tenia funcionando, y del chillido que dio se despertó Rocío, pero parece que aun más bebida que cuando se quedó dormida, ahí se produjo un silencio, pero como ambas estaban vestidas, una con su ropa y otra con el abrigo, pues disimulamos muy bien. Yo al ver su estado sólo le dije que íbamos a hablar un rato, que si quería la acompañaba hasta el ascensor, pero me dijo que no que estaban sus hijos y que no quería que la viesen así. Entonces le recomendé que se quedase un rato en el coche y que durmiese, luego la despertaríamos. A los tres minutos ya estaba otra vez dormida. Ana aún seguía con el consolador encendido y ya a punto de correrse otra vez, así que la cogí del pelo le quité el abrigo y la metí atrás junto a su amiga, y llamé a la loba. Ven perra ponte de rodillas aquí junto a lo puerta, quiero que veas como me follo a tu amiga, pues tu hoy no lo probarás puta de mierda. Me metí atrás levanté a Ana, le saqué el consolador y se la metí en el coño, follándomela por detrás a golpes fuertes, mientras le sacaba sus inmensos pechos del sujetador y se los pellizcaba, y ella sólo decía que no despertarse a su amiga pues ésta era muy puritana y entonces sí que la íbamos a liar, a mí en ese momento ya me daba igual así que mientras me la follaba le metí la mano entre la ropa a su amiga y empecé a tocarle el coño, aunque llevaba pantys, y no pude hacer mucho, pero vamos ni se enteró, así que eso me dio otra idea.



Cuando estaba a punto de correrme me la quite de encima y la eché fuera del coche diciéndole que se pusiera de rodillas junto a la loba. Cogí a Rocío, y ambas me suplicaron que no hiciera nada, pero yo sólo quería correrme, así que la saqué del coche como pude pues ésta estaba rellenita y apoyándola en el capó le abrí el abrigo, le subí el jersey, la verdad que estaba buena a pesar de sus kilos de más, pero su ropa interior era horrible, terminé de masturbarme corriéndome en su barriga, en sus pechos, y en su pelo, y ella aún dormida.



Me volví hacia las otras dos y estaban asustadas de verdad por si se despertaba su amiga, e hicieron ademán de levantarse, pero cuando las miré ambas se quedaron donde estaban, yo ya estaba cansado y la verdad más que satisfecho, así que a la loba le dije que se quitara toda la ropa, cosa que hizo con rapidez y como siempre sin hablar, y que se volviese a poner de rodillas, y cuando ambas estaban desnudas me puse frente a ellas y las mee a las dos, la loba sólo cerró los ojos y abrió la boca, pero Ana se levantó de golpe y se quitó, intentó coger el abrigo y me dijo que quién creía que era yo, que por ahí no pasaba, y a mí sólo se me ocurrió ir hacia Rocío y empezar a llamarla, así que Ana me pidió por favor que no lo hiciese, que ella estaba casada y que seguro que su amiga se lo contaba al marido, que haría lo que yo le pidiese, entonces le ordené que con su lengua limpiase a la loba y que le comiese el coño. Al principio puso cara de asco pero luego le gustó pues empezó a masturbarse mientras le comía el coño a su amiga, y las dos estaban muy calientes pues no tardaron más de cinco minutos en correrse.



Yo ya estaba cansado la verdad es que habían sido muchas emociones en un solo día, y mi vida había cambiado radicalmente, pues había descubierto en mí algo que ni yo lo sabía.



Cogí la ropa de la loba y el abrigo de Ana y lo metí en el coche, lo cerré y ambas me miraron entre temerosas e incrédulas.



Las dos subiréis así tal y como estáis a vuestras casas, y si os ve alguien, así sabrán las zorras que tienen por vecinas, al decirles esto pensé que iban a poner el grito en el cielo, pero ambas obedecieron sin protestar y corrieron al ascensor, la verdad es que eran las tres de la mañana y un día laborable, así que no había nadie.



Cuando las dos estaban en el ascensor, yo desperté a Rocío, se espabiló un poco y me preguntó por sus amigas, a lo cual yo le contesté que se fueron hace rato, y que yo me había quedado cuidándola, pero que ya era tarde.



De camino al ascensor la noté inquieta y tocándose por encima de la ropa, yo me reí interiormente y le pregunté qué le pasaba, ella sólo me dijo que le parecía que había sudado mucho, pues se sentía como mojada.



Ya en el ascensor, y frente al espejo se dio cuenta de que su pelo estaba como pegajoso, y no sabía de qué, aún estaba un poco adormilada y bebida.



Continuará…



Como dije anteriormente, estos hechos son reales, y he procurado recordar todo o casi todo tal y como fue, no hay nada inventado, puede que se me olviden detalles, pero lo esencial he procurado contarlo tal y como sucedió.



También para la que se quiera iniciar y si son matrimonios sumisos aún mejor.



Ahora por diversos motivos me encuentro en Lisboa, si algún lector se encuentra por aquí y quiere ponerse en contacto conmigo que no dude en hacerlo.


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
  • Media: 0
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