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Mi Profe de Computación

Mi Profe de computación

Hola, me llamo Patricia y todos me dicen Patty de cariño. Soy de Hermosillo, Son., México, pero desde hace cuatro años mi familia se cambió al norte de California E.U., y ya nos establecimos acá. Tengo 16 añitos de edad. Estoy estudiando la High School y la verdad es que he tenido unas experiencias bien suaves desde que llegué. Apenas hace un año y medio que me vine a vivir con mi familia a este otro país. Yo no me pude venir desde el principio con la familia por no sé que papeles y enredos legales. Pero al fin, terminó la espera. Mi hermana mayor Irma sí se vino desde el principio con la familia y ya casi terminó la High School o Escuela Preparatoria, como le decimos en México.
El año pasado entré a medio año al grado 8, que es el grado en que me colocaron aquí en la escuela. De lo que más me acuerdo es cómo me gustaba el profe de computadoras y buscaba pretextos para ir después de clases a su laboratorio a tomar clases. Me sigue gustando mucho. Tengo un cuerpo bien formado y estoy bien desarrolladita, por lo que cuando iba al salón del profe, trataba de ponerme mis falditas cortas y ser lo más coqueta que podía. Pero él siempre se portaba muy caballeroso y respetuoso con todas las chicas, y no hacía comentarios ni se atrevía a seguirnos la corriente. Yo no era la única que le hacía la ronda para ver si lo hacía que me tocara, o me hiciera caso cuando menos. El profe no es un Adonis o algo así, pero su sola presencia como que intimida y me hace cosquillas, ustedes saben a lo que me refiero. Dan ganas de abrazarlo y decirle “hazme tuya, papacito”. Otras chicas piensan igual que yo, pues en nuestras pláticas nos poníamos de acuerdo a ver quien era la que lo hacía caer. Pero él siempre firme.
A veces descaradamente yo casi le abría mis piernas para que viera mis bragas y se imaginara cómo estaba de mojado mi coñito, pero él disimuladamente continuaba con sus lecciones, o seguía por los pasillos del salón revisando los trabajos que estábamos haciendo. Más de una vez cuando el profe se acercaba a revisar mis trabajos, o porque yo le llamaba con alguna pregunta, me quedaba viendo entre sus piernas, saboreándome el pedazote de carne que estaba ahí a mi alcance, y que solo me separaba de ello una miserable tela de pantalón. Cuando no aguantaba más, se lo rozaba con el hombro o con mi codo, y entonces me daba cuenta que estaba bien armado para cuando llegara el momento…
Pensé que al terminar el año escolar ya no iba a volverlo a ver porque pasé a la escuela de Prepa, pero grande fue mi sorpresa que ahora que estoy en la Prepa, hay un programa entre las dos escuelas en las que algunas de las alumnas tenemos que ir después de clases a ayudar en la Secundaria donde estudié. Ahora, tan pronto como termino mis labores asignadas en la secundaria, me voy derechito al laboratorio del profe. Los primeros días fueron igual que antes, pero hace un mes que mis papás tuvieron que salir y nos dejaron solas a mi a mi hermana, encargadas con una tía que vive cerca. Pero mientras mis papás no estaban, no tenía que regresar a casa temprano, aunque mi hermana mayor me andaba vigilando. Ella sospechó lo que estaba pasando conmigo, pero también tiene lo suyo y me dejó hacer como yo quiera. Así que aquel día, cuando el profe notó que no me iba a mi casa, me dijo que ya tenía que cerrar el salón y se despidió cortésmente de mí. Y allí ya no me aguanté y le dije que tenía ganas de ser suya, que hiciera conmigo lo que quisiera. Le recordé de todas las veces que le había mostrado mis encantos y que él se hacía el disimulado, pero que esta vez se lo estaba diciendo en serio. El profe se sorprendió, pero no le di oportunidad de más y coquetamente comencé a menearme delante de él. Él comenzó a excitarse. Yo me había puesto unas falditas bien cortas y una blusa bien entallada y escotada.
En eso estábamos cuando de repente entra Irma mi hermana, y me sorprende haciéndole el numerito al profe. Como ella se imaginó de qué se trataba, pues ella también anduvo detrás del profe cuando estuvo en esa escuela, nos dijo con voz firme: miren ustedes dos, no tienen porque esconderse de mí. Para que vean que soy buena onda, voy a estar afuera vigilando que nadie entre. Y al profe le dijo: présteme las llaves para cerrar bien las puertas. Síganle con su onda, yo voy a estar afuera. Nadie va a entrar. Y se salió. Eso era lo que yo menos esperaba de mi hermana, pero ella tenía su plan.
El profe no se atrevía a tocarme, por temor y miedo a tantas leyes y reglamentos que hay en este país. Pero yo le dije, mire profe, usted no va a hacer nada, déjeme hacerlo todo yo. Y aquí está lo grueso de mi experiencia, pues estoy hablándoles de un hombre entre los 40 y 50 años, bien conservado, de esos señores que nos dejan con la boca abierta por su porte varonil, cuerpo bien formado, y con un aire de respeto que hace que una “chavalilla” como yo quiera saborear un buen sexo de alguien con experiencia. El fue quien me dijo, pero Patty, estás bien chavalilla para que lo haga contigo, y se me quedó bien grabado. Pero, como ya lo había excitado con mi baile y coqueteo, y mi hermana lo “preparó” psicológicamente para que no se preocupara de que alguien llegara y nos sorprendiera, noté que se sintió más dispuesto.
Comencé a bajar el zipper de su pantalón, que para entonces ya mostraba un bulto tremendo que era lo que yo más quería ver, tocar, saborear. Yo misma estaba bien excitada, pues aunque lo había hecho con otros chicos de la escuela, yo quería algo maduro, algo fuerte, firme y que no me lo platicaran. Este profe me vuelve loca. Con lo excitada que estaba, no podía abrir bien su bragueta por la desesperación. Estaba yo bien caliente. Entonces Mike, que así se llama el profe, se fijó y sin duda que se dio cuenta de mi novatez porque no podía desabrocharle bien, y me dijo: Patty, deja que me baje los pantalones para que no te estorben. Volteé hacia arriba para ver su cara y me dio una sonrisa burlona que me llegó bien adentro, y me dije a mi misma, le voy a demostrar que sé hacer bien las cosas. Tan pronto como le bajé sus boxers, mis ojos casi se salían de órbita al ver delante de mí un miembro varonil, que para mí es de lo más perfecto. Una verga tersa, gruesa, que se extendía más de 7 pulgadas, y con unos cojones gigantescos que a cualquier mujer que los vea se le antojarían para chuparlos y saborearlos.
Tan pronto tuve a mi alcance aquel pedazote carnoso, firme y colosal, principié a chuparle la cabeza con mucha ternura, mientras me agarraba de sus cojones y me daba el lujo de satisfacerme de lo que tantas veces había soñado. Después dejé que aquel tronco penetrara mi boca poco a poco mientras hacía movimientos hacia atrás y hacia delante para que poco a poco me lo comiera todo, todo todo, mientras con mi lengua recorría aquel miembro que cada vez que lo chupaba parecía que iba a explotar, pero la que estaba a punto de explotar era yo. Estaba tan loca que me agarré de sus piernas y luego puse mis manos en sus nalgas, unas nalgas firmes, fuertes, varoniles y bien peludas, igual que todo su precioso capital. Le apreté las nalgas y me empujé todita para que su miembro me traspasara hasta la garganta. Aquello era de lo más rico, como nunca me lo imaginaba. De vez en cuando volteaba a ver su cara, y al verlo me daba cuenta que estaba disfrutando el momento.
Me sorprendí que ya teníamos rato haciéndolo y él seguía igual de firme, y no se venía con su leche, pues yo quería saborear los jugos de aquella pieza maestra. Cuando lo he hecho con los chicos de la escuela, no duran nada y luego luego terminan. Por eso le pregunté que por qué no terminaba, y el me dijo: lo estás haciendo con alguien que sabe hacer bien las cosas, es asunto de control, diversión y disfrute. Y me dijo: quiero que sepas que lo estoy disfrutando como nunca, lástima que ya no te tengo como alumna, si no te ponía una A+ de calificación.
Yo le insistí que por favor soltara su jugo blanco, y él me dijo: Voy a hacerlo, pero después va a ser mi turno de limpiarte tu coñito con mi lengua, pues debes estar inundada de tanto jadeo y calentura. Y además, dijo, no se te olvide que tu hermana nos está cuidando allá afuera y no lo está haciendo de gratis. Tengo que guardar algo para ella. Así me dijo el muy cínico.
Yo me volví a prender de aquel hermoso miembro y como a los dos minutos comencé a sentir cómo el caliente semen salía a chorros inundando toda mi boca. Me agarré de aquel leño con todas mis fuerzas y me lo restregaba en mi cara, en mi cuello, para que me chorreara por todas partes. Fue una emoción que nunca antes había tenido con nadie, pues más que todo era mi satisfacción de hacer realidad lo que muchas de nosotras en las escuelas quisiéramos hacer con nuestros maestros, sin importar edades. Pues, como nos decían en México, es amor prohibido.
Después que terminamos me puse a pensar cómo le hice para aguantar tremendo miembro en mi boca, con aquellas bárbaras dimensiones. Mike me abrazó, me acarició, besó mis pechos y me dijo: Tenemos que apresurarnos porque ahora sigue mi turno, y no quiero que tu hermana se desespere allá afuera.
Lo que siguió después conmigo y con mi hermana, se los voy a contar en mi siguiente relato. Pues aquella sólo fue la primera vez en que mi profe nos dio a mi y a mi hermana la primera lección de computación.
Patty.
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6.51
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1 comentarios. Página 1 de 1
invitado
invitado-invitado 05-06-2018 07:45:33

e mamasita eras de hermosillo

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