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Memorias del Martí (1)

Mi mano repasando la carnosa suavidad de sus nalgas; el cuarto impregnado de su penetrante olor; ella descansando desnuda boca abajo sobre la cama, conmigo, junto a mi, pegada a mi; mi cara sumida en la maraña de su pelo castaño, lacio; mis dedos que se pierden entre esas nalgas blancas y firmes hasta alcanzar el viscoso y suave culo que entre abierto deja escapar el semen; y al fin ella que protesta juguetona moviendo las caderas: "ya, deja, no seas travieso, me duele ahí, cada que me haces eso me paso una semana sin poder sentarme" y suspira satisfecha más que dolorida y pregunto: "¿me haz extrañado?", y responde en el acto: "siempre estás en mi mente", momentos después ella dormía profundamente y yo recordaba como fue nuestro reencuentro.



Esa mañana de domingo, más a fuerza que con ganas acompañé a la familia a la iglesia, al terminar la misa me crucé frente a ella, más bien nuestras miradas chocaron en la brevedad de un instante, ella evadió la mirada y yo la vi alejarse entre el tumulto de gente que salía. Más tarde no pude evitar llamar a casa de su madre y la suerte quiso que ella contestara el teléfono, se notaba nerviosa, contestando con monosílabos, al colgar había logrado una cita: "a las tres afuera del Oxxo de la esquina". Tenía años de no ver a Griselda y había olvidado algunas cosas de ella, como la fecha de su cumpleaños, pues luego supe que ese día cumplía 52 años y para festejarlos fuimos a comer al restaurante que nos gustaba y mientras comíamos me comentó: "a pesar de los años que tenemos de conocernos no dejo de sentir nervios al estar contigo, siento que la gente me mira a mi, una cincuentona con su novio, un chiquillo" y ríe nerviosa; "¿chiquillo? ya no soy un chiquillo", le digo mirándola a los ojos; "¿a no?, ¿cuántos años tienes? ¿24, 25?, sigues siendo un niño, guapo y encantador, pero un chiquillo", dice sonrojándose y añade: "¿recuerdas?, tú y Andy se hacían chaquetas con mis calzones, par de chamacos locos, calientes, locos y calientes, andaban con la punzada, ¿cuántos años tenías?, 13, 14 años, y ya te andabas matando a pajas, ¿recuerdas?"; "si, y todavía siento vergüenza, pena, al recordar cuando nos descubriste, el miedo que nos dio, la vergüenza, y tus regaños"; "pues si, pero siguieron haciéndolo, a escondidas, creyendo que yo no lo sabría, luego tu insistencia, tus miradas en mis senos o en mis caderas, me ponías nerviosa… hasta que… ¿recuerdas?"; "si, pero mejor terminamos, porque ya me pusiste nervioso y excitado, ya quiero hacértelo", le contesté con impaciencia; "¿al Martí?, ¿vamos al Martí?", sólo le sonreí para confirmárselo.



Tenía cinco o seis años que no íbamos a ese hotel, los mismos que tenía de no ver a Gris. El hotel seguía estando ahí, quizá más viejo, pero al menos se mantenía de pie para dar servicio a parejas calenturientas como nosotros. Y como antaño, ella volvió a mostrar el mismo nerviosismo cuando llegamos a pedir un cuarto, las piernas parecían temblarle al subir las escaleras, y sólo se tranquilizó cuando cerré la puerta de la habitación, y como lo hacía antes empezó a quitarme la ropa a la vez que me interrogaba: "¿tienes novia? a ver dime con quien me haz estado engañando"; dejando que ella me quitara la camisa le contesté "novia no, al menos de planta, tengo amigas, salgo con alguna, nada serio"; "pero se la andas metiendo, ¿verdad?, ¿te acuestas con ellas?, ¿con cuántas te haz acostado?"; mientras dejaba la ropa en la silla le dije: "con algunas, a veces, ¿y tú?, ¿con quién me haz andado engañado?"; "hummm, nada serio, como tú dices, tuve un novio, más o menos de tu edad, era mesero en donde trabajo, estaba muy lindo el chamaco, le tenía ganas pero él se sentía apenado, hasta que una noche me lo llevé a la playa y lo hicimos recargados en una mesa, era algo torpe, terminó rápido, luego salimos algunas veces, pero como tenía novia dejamos de vernos, luego nada, nada de nada, hasta ahora que vine a México a casa de mi madre, por las vacaciones, y te encontré, creí que ya me habías olvidado, pero cuando llamaste por teléfono supe que todavía me recordabas", dijo como suspirando a la vez que desabrochaba mi pantalón y liberaba mi verga ya erecta y sentada en la orilla de la cama su mano llevó mi pito hasta su boca y me la empezó a mamar, primero besando el miembro con la mano aferrada a la base del pito, luego colocando el anillo de sus labios sobre la punta para presionar y hacer que el glande quedara desnudo, y así se lo fue comiendo, lentamente, todo, hasta que su nariz se hundió en la maraña de vellos, suspirando ansiosa, y siguió mamando, succionando, lengüeteando el glande, succionándolo, tragándose todo el palo erecto, en minutos que parecían eternos, hasta que soltó el pito y me dijo: "ay papacito, quiero tu leche, quiero mamarte hasta que me des los mocos en la boca, pero también lo quiero dentro de mi, en la panochita o en la cola, ¿me vas a dar mucha lechita?, ¿lo haremos varias veces?, estoy muy caliente!, ando ardiendo por una verga!", y volvió a meterse todo el pito, succionando con rapidez, con urgencia, hasta que sentí que estaba por eyacular, y como antaño, mis manos se aferraron a su cabello, y jugué como antes, a obligarla a comerse todo el pito, como forzándola a que mamara, llevando su cabeza con fuerza para meterle todo el pito, instantes después el chorro de mocos le llenó la boca y ella suspiró, seguí viniéndome y llenándole la boca de semen, cuando mi orgasmo terminó el bello rostro de Gris estaba embarrado de mocos y ella sonriente los esparcía con su mano sobre la cara "ya me hacía falta mi mascarilla de moquitos, hummm, ¡que rico sabe tu leche!" y se acostó de espaldas sobre la cama.



Y mientras me quitaba el pantalón la miré acostada, su falda subida arriba de las rodillas y sus muslos abiertos enfundados en su pantimedia oscura; la placidez de su rostro y sus ojos cerrados que parecían mirar el techo de la habitación. Sentí que la excitación renacía y me arrodillé entre sus piernas, mis manos buscaron bajo su falda el inicio de las medias y con ambas le fui bajando la panty y su pantaleta roja, ella cooperó alzando levemente sus caderas, y cuando por fin la despojé de sus prendas vi su sexo depilado, "me depilé antes de venir, no quería que me vieras con los pelos crecidos, ¿sabes?, ya me salen canas hasta en la pucha, me recorté los vellos como te gustaba, nada abajo, en la raja, sólo arriba de la pepa unos pelitos cortos, ¿te gusta?, ¿no está fea la pucha?". No le contesté, le abrí las piernas al máximo y fui acercando mi cara hasta sumirme en aquella carne, cálida, húmeda, separando los labios de la raja con los dedos y pegando la boca en la cavidad viscosa y sensible; le empecé a mamar la pucha suavemente, succionando el clítoris y lamiendo de arriba abajo, muchas veces, hasta que ella empezó a gemir, primero como suspirando, luego subiendo de tono, hasta que sus "aaahhh, hummm, más" llenaron el cuarto y en momento preciso de su orgasmo sus piernas se cerraron atrapando mi rostro mientras su cuerpo se contorsionaba y ella gritaba "ya… ya… más, sigue… no lo sueltes, hummm, ay papacito, hummm, que venida por dios!, sigue… chupa…, humm, ya… ya…"; le seguí chupando la pepa aunque suavemente, dejando que la excitación permaneciera, renaciera, y cuando Griselda estaba lista para el segundo orgasmo me detuvo: "no papi, espera, mejor hazme el amor, quiero tu pito dentro de la pucha, mételo, ya lo quiero, te necesito mucho".



Me levanté para permitir que ella terminara de quitarse la ropa, mientras me limpiaba con papel higiénico la cara de los jugos de su venida; presurosa se quedó desnuda, me tendí en la cama para permitir que ella me cabalgara; se montó con ansia llevando el pito hasta su raja, cuando la penetré noté el temblor de su cuerpo "hummm, que rico tu pito", hasta que quedó pegada a mi, entonces se empezó a mover, adelante y atrás, con suavidad, arriba y abajo, quedando clavada en mi verga bien erecta, removiendo su pelvis sobre el pito, haciendo que sus tetas se bambolearan frente a mis ojos, así por deliciosos minutos hasta que su excitación fue en aumento y cambió de técnica: "palito encebado" le llamábamos a esa posición, ella a horcadas sobre mi, subiendo y bajando sobre el pito que por instantes quedaba fuera de su coño para luego desaparecer en las profundidades de esa cueva viscosa, con ritmo, subiendo y bajando; apoyaba sus manos sobre mi pecho, suspirando con los ojos cerrados, la lujuria pintada en el rostro, bufando de excitación, hasta que de repente se quedó quieta y bien clavada en la verga, un "aaaaaahhhh" ruidoso anunció su orgasmo, se recostó sobre mi para disfrutar de las oleadas de placer que hacían estremecer su cuerpo y su pucha palpitando, los deliciosos espasmos de su vagina sobre mi pito; luego empezó a moverse de nuevo, primero lentamente, girando las caderas con el pito clavado, moviéndolas con suavidad, así fue creciendo su excitación y de nuevo un "aaaahhhh, ay, hummm" anunció su segundo orgasmo, fue entonces que la tomé de las nalgas y me empecé a mover arremetiendo con furia en su pucha, acelerando mi eyaculación, que cuando llegó provocó otro orgasmo en la madura, hasta que nos quedamos desfallecidos, casi muertos de placer.



Luego de dormir un rato reiniciamos las caricias y los besos, "ay chiquito, no me canso de coger contigo, quisiera que siempre estuvieras dentro de mi con tu pitote, ¿quieres colita?" me dijo con mirada lujuriosa mientras sacaba algo de su bolso, un tubo de gel lubricante, con el en la mano se acercó hasta mi y con abundante gel embarro mi verga asegurándose de lograr la mayor erección, acto seguido se arrodillo como perrita en la cama y con ambas manos separó sus hermosas nalgas, mostrando el culo prieto y arrugado, "anda papi, ya estoy lista, ven, ponlo en el culito, pero hazlo despacio, siempre me duele al principio, además tiene tiempo que no me lo hacen así…", la enculada fue dolorosa al principio, sobre la pinga sentía el anillo apretado de su culo, causándome dolor, más a ella que no paraba de quejarse "ay, ay, huy, espera, no, duele, duele mucho, ay, ay", hasta que poco a poco le metí todo el pito, momentos después me empecé a mover, el dolor pasó paulatinamente a placer, un placer inmenso e indescriptible que nos hacía gemir; cuando ya el pene resbalaba con facilidad dentro del culo distendido, la madura empezó a moverse a contrapunto, iniciando el lujurioso espectáculo de empalarse lentamente, el ir y venir se sus nalgas hasta quedar pegadas en mi bajo vientre; luego el trajín se hizo más intenso, mis manos aferradas a sus nalgas carnosas, llevando el ritmo de la enculada, clavándola con fuerza en la verga erecta que aparecía y desaparecía en el agujero distendido de su culo; su ano estaba ya flexible y suave, abierto, sin rastro de pliegues, hasta que el placer se torno insoportable y entre gemidos eyaculé dentro de Gris, que a su vez apretaba la verga a pausas, contracciones deliciosas, como exprimiendo el palo que le llenaba de semen el intestino, y nos quedamos así, pegados como perros; minutos después ella reinició los juegos, volvió a moverse sobre el palo, erecto de nuevo, suspirando de felicidad, gozosa, con la lujuria pintada en el rostro, tratando de provocar una nueva venida moviendo con rapidez sus nalgas sobre el pito, hasta que de pronto se zafó del pito y girando el cuerpo con rapidez su mano se posesionó del garrote y empezó a mamar con fruicción, con ansia, succionando la verga como si fuera el último acto de su vida, sin importarle el feo aroma de sus excrementos, hasta que llevándome hasta el cielo dejé ir el semen a pausas deliciosas, contracciones pausadas que le echaban mocos en su boca golosa, al final quedamos exhaustos, desmadejados sobre la cama, ahítos de placer.



Dos horas después la dejé cerca de su casa, antes de bajarse del auto Griselda preguntó "¿cuándo nos vemos?, tenemos que seguir yendo al Martí, de lo contrario no tendremos derecho a calendario el fin de año, o al boleto de la rifa del pavo ¿eh?", sonriendo. Y la vi caminar contoneando las caderas de forma cadenciosa.



 



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