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Categoría: Maduras

Los ojos en blanco

SINOPSIS: Mi primer encuentro con madura mujer que terminó en el cuarto de un motel…



 



ECSagardez



A pesar de la blanquecina luz que pasaba a través de la cortina y que el viento hacía ondular caprichosamente, pude ver sus ojos como se ponían en blanco y sus gemidos que a cada embestida de mi duro y rígido miembro taladraba con esmerada energía la húmeda vagina de Martha Irene.



Sus gemidos que habían iniciado con ligera suavidad, conforme pasaban los minutos el vaivén de la penetración, se fueron intensificando… Arrancándole expresiones que enardecían mis sentidos.



Martha Irene no soportò más el incontenible placer que le inundaba y lanzó un desgarrador ¡¡Ah… ah… ah…!!, cuando sus espasmos se confundieron con el arqueo de mi cuerpo y la embestida total para llegar juntos al clímax del deseo y el placer.



Los segundos parecieron interminables, cuando nuestros cuerpos laxados se hicieron uno solo y era la principal demostración de que ella había tenido un fenomenal orgasmo y yo, una sensacional eyaculación.



Detuvimos por unos instantes nuestros movimientos y fue Martha Irene, la que retiró su cuerpo del mìo y como un rayo enfrentó a mi tiesa verga, para introducirla en su boca y la chupó con excesiva fruicción y locura, para dejarla completamente limpia y reluciente.



Todavía en mí habían restos de esperma que ella succionó con un instinto morboso que acentuò mi lujuria por poseer de nuevo el cuerpo de esa cuarentona mujer que por muchos años se había negado a hacer el amor conmigom produciéndome noches de fantasía lujuriosa y encendidas masturbaciones…



 



II



Martha Irene, vivía a seis calles de mi casa, y a pesar de tener fama de de libertina, jamás se le había comprobado nada o al menos en mi mente juvenil no cabía que aquella mujer de ojos negros, pelo rizado hasta el cuello como el azabache, cintura delgada, un culo respingado y turgentes senos, estuviera a solas conmigo en un motel a las afueras de la ciudad y puerto de Veracruz, México.



La conocí a los 13 años de edad, pero jamás me atrevía a hablarle por el respeto que ella me producía por ser mayor. Sin embargo, el paso de los años fue provocando en mi la obsesión por poseerla.



Hasta ese dia, en que a mis 18 años, pude lograr el obsesionado deseo acumulado, cuando ambos coincidimos en la fiesta de un vecino amigo mío y ella de su madre, quien nos presentó, sabedor de mis fantasías eróticas por estar con ella en la intimidad.



 



III



Desde que la vi en la fiesta, me dediqué a cortejarla… No se ni cuantas melodías de salsa bailamos… Pero cuando las canciones románticas comenzaron, me armé de valor para rodearla por la cintura y pegar mi cuerpo al suyo.



Poco a poco el ritmo melódico de un bolero entonado por Daniel Santos, "el inquieto anacobero", me hizo acercarme más y arrimarle mi verga, que dentro del pantalón luchaba por salir e iniciar la batalla final.



Para ese entonces un delgado hilillo de líquido preseminal se había escapado y depositado en mi truza. Porque ya sentía la humedad y me encontraba molesto. Pero la alegría de estar junto a Martha Irene y de percibir el dulce perfume que de su cuerpo emanaba, además de que no le molestaba para nada mi insinuante virilidad ni el que le arrimara la verga, me decidió a continuar el cortejo.



Seguimos bailando por varias horas. En algún momento me retiré al baño y con papel sanitario limpié esa molesta humedad y la de la truza. Para retornar al salón y ser testigo del rechazo a un vecino, cuando la invitó a bailar.



En cuanto me vio, sus ojos se encendieron y comprendí que era el momento adecuado para seguir bailando e insinuarle las dimensiones de mi erecto miembro, por lo que no puso objeción cuando me acerqué, al ser ella la que me llevara a la pista para bailar la canción "Ritmo, tambó y flores", interpretado por la grande de Cuba, Celia Cruz.



Cerca de la medianoche, me pidió que la acompañara a su casa. Por lo que mi cara se descompuso en un gesto de tristeza y callado enojo… Ella percibió mi cambio de ánimo, pero sólo sonrió y no dijo nada…



Sin despedirnos de los amigos, salimos subrepticiamente agarrados de la mano como una pareja de novios y nos encaminamos a su domicilio…



Antes de abrir la reja de la entrada, me dio un beso en la mejilla, al tiempo que me decía:



— Espérame un momento… Nomás me cambio y nos vamos a dónde quieras



El semblante de mi rostro cambió y una sonrisa nerviosa se apoderó de mi y tuve que hacer denodado esfuerzo por contener mi nerviosismo, producto de la alegría que me causaron sus palabras…



 



IV



Cuando salió de nuevo, llevaba una blusa de satín blanca, unos jeans y unas sandalias que mostraban dos pies con uñas recortadas y pintadas de un rojo carmesí…



Al momento pasó por el lugar un taxi y lo abordamos… Le pedimos nos dejara a dos cuadras de un motel, al cual llegamos caminando. Lo menos que deseaba era apenarla y menos que se sintiera mal.



Luego de que el encargado nos asignara la habitación, corrimos como dos chavales y sonreíamos de sólo pensar que nos habíamos escabullido de la fiesta y aún nos anduvieran buscando…



Nadamás cruzamos la puerta y nos besamos con intensa pasión y lujuria… Mis manos no se detenían para tocarle los senos y de pronto agarrarle las nalgas…



Ella parecía gozar de mis atrevidas caricias… Así duramos varios minutos… Hasta que comprendimos que nos esperaba una intensa y dulce batalla en la cama.



Sin despegar los labios nos encaminamos hacia la orilla de la cama y fui yo quien la arrojó a ella, para agacharme y quitarle las dos sandalias… Ella intentó esconder sus pies… Pero sólo fue eso, el intento…



Me apoderé de ellos y comencé a chuparle uno a uno los diez dedos de los pies, le pasé la lengua por su planta, su talón y su arco en repetidas ocasiones… Respiré el aroma a limpio que de ellos salía…



Estaba embelesada y cuando le empecé a soplar entre los dedos fue el acabose… No pudo contener lanzar un ligero suspiro que se tornó en movimientos que llevaron sus manos a su parte íntima…



Me pidió encarecidamente y con voz entrecortada que la despojara de sus jeans y su blusa… Mi sorpresa fue mayor cuando vi que no llevaba bragas ni brassier…



No pude contener más mi deseo por poseerla que me envolví mi cabeza con sus piernas para meter mi lengua y recorrer el depilado triángulo de vello púbico que tenía ante mi…



Su cuerpo se movía espasmódicamente ante las penetrantes caricias de mi lengua que recorría palmo a palmo esa vagina que ya se tornaba húmeda por sus fluidos y mi saliva…



Mi lengua se había transformado en un caliente instrumento que se desplazaba hacia dentro y hacia afuera o hacia arriba y hacia abajo, dándole lengüetazos de vez en cuando en su pequeño clítoris que erecto pedía participar en la refriega…



Martha Irene estaba entregada al morboso placer que mi lengua le causaba y sólo me advirtió que se vendría en mi boca… Por lo que no le hice caso y esperé el momento sublime de su orgasmo… El cual llegó cuando me apoderaba de su clítoris con mis labios…



Sus fluidos me llegaron a la nariz y pude apreciar el acre aroma que despedían y el intenso sabor salado que tenían… Fue un deleite ver como sus pies se estiraban, los cuales volví a tomar para limpiar mi lengua entre sus dedos y soplarle de nuevo, lo cual le hizo lanzar un prolongado gemido…



 



V



Ella comprendió que era el momento de hacer lo suyo, por lo que no vaciló ni un instante en tomar mi miembro y meterlo con ansiedad profunda en su boca…



Lo lamió, lo chupó y me hizo transportar al limbo del deseo… Su mano derecha me jalaba el prepucio y ella metía su lengua en el glande y el frenillo, produciéndome un intenso cosquilleo que recorría mi cuerpo…



De vez en cuando levantaba sus ojos, en señal de interrogación si me estaba gustando o que más deseaba que me hiciera… Pero mi respuesta jamás llegó, porque su boca se inundó de esperma…



Aguantó con estoicismo las descargas y cuando terminé me limpió y siguió mamando y chupando por diez o quince minutos, hasta que mi verga recobró la fuerza y se convirtió en un tibio fierro que pedía a gritos una lubricada vagina…



 



VI



La acosté en la cama y me dediqué a besarle y chuparle sus pezones que se pusieron tiesos y apuntaban de vez en cuando hacia mis ojos…



Ella se puso en posición de "misionero" para sentir la estocada final de mi pene que no encontró obstáculo alguno para iniciar el camino del mete y saca con pausados movimientos…



Martha Irene lanzaba ligeros y callados suspiros… Acompañaba el ritmo cadencioso que le imprimía a las acometidas… De pronto me envolvió la cintura con sus piernas y se pegó a mi cuerpo… Para lanzar un suspiro más prolongado. Bisqué sus ojos y éstos estaban en blanco, cuando expresó:



— ¡Me voooooooy…!



Con sorna le dije: "no me dejes, quiero ir contigo"… Ella no se contuvo y sus gemidos que habían iniciado con ligera suavidad, se intensificaron… Arrancándole expresiones que enardecían mis sentidos.



Martha Irene no soportò más el incontenible placer que le inundaba y lanzó un desgarrador ¡¡Ah… ah… ah…!!, cuando sus espasmos se confundieron con el arqueo de mi cuerpo y la embestida total para llegar juntos al clímax del deseo y el placer.



 



VII



Hicimos el amor hasta el amanecer y a pesar de quedarnos dormidos por algunas horas, nos despertamos, nos bañamos y salimos del motel.



Allí quedó el cuarto aquel como testigo fiel del primer encuentro entre el deseo carnal y lmis fantasías con aquella madura y bella mujer…



Antes de cerrar la puerta de la habitación, me asomé, para revisar si no se olvidaba algo y pude percibir aún el ondular movimiento de la cortina de razo y grandes flores, así como la blanquecina luz que alumbraba desde afuera…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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