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Los Ferrer (2: Rubén y la vecina)

Han pasado varios días desde la tarde en que la pequeña Luah Ferrer probase la tremenda polla de Landro, y su hermano mayor Rubén, prepara en su habitación el examen de conducir, al que se apuntó a principios del verano. No hay nadie en la casa, todo está en silencio y, de repente una música estridente, llega a sus oídos, obligándole a levantarse de la cama para mirar por la ventana.



-¡Hola! –Desde el chalet de al lado, una mujer agita una mano en señal de saludo-. ¿Acaso te molesta la música?



-Esto… -Rubén queda mudo por la sorpresa, ante la escultural hembra que le sonríe desde le casa vecina-. Bueno…, un poco. Es que estaba estudiando y… -No puede apartar sus ojos de las increíbles curvas de la sonriente dama, 1’70 de estatura, cabello rubio natural cayéndole por los tostados hombros en suaves olas, tetas enormes, talla 120, firmes y morenas, sujetas con un diminuto bikini de color rojo, cinturita breve y grácil, en la que se marcan los abdominales firmes como la piedra, y unas caderas terriblemente provocativas, enfundadas en un sucinto short de color blanco, que deja transparentar una tanguita del mismo color, y terminando por una piernas largas y perfectas, vestidas por unas sencillas sandalias rojas como el bikini.



-¡Eh jovencito, despierta! –La señora ríe divertida, al tiempo que baja la persiana de su dormitorio.



Poco después, el timbre suena en la villa de los Ferrer y, cuando Rubén acude a abrir, se encuentra ante su bella vecina, que sigue sonriente.



-Ven anda –tiende su diestra, tomando el musculoso brazo del joven-, quiero resarcirte por no dejarte estudiar tranquilo.



-Oh bueno, no pasa nada, de todos modos pensaba dejarlo de un momento a otro.



-De todos modos, me gustaría resarcirte… -La dama, suave pero firmemente, sacó al joven de la casa, y lo condujo hasta la suya propia-. Pensaba preparar limonada, ¿te apetece?



-Claro, me vendrá bien refrescarme –Rubén asiente con un ligero cabeceo, siguiendo a la mujer por el interior del chalet.



-¿Cómo te llamas? –Pregunta su anfitriona mientras le sirve un vaso de zumo de limón-. Yo Esperanza. Espe para los amigos –tras servirse ella también un vaso de limonada, conduce a su invitado a la terracita trasera, donde tiene la piscina y varios aparatos de gimnasia.



-Rubén, me llamo Rubén –con interés, el mayor de los Ferrer, examina las máquinas de ejercicio-. Ahora entiendo como se conserva tan bien.



-¿Eh, que es eso de "se conserva"? –Esperanza, con fingido mohín, se acerca al joven por detrás, y le acaricia las fuertes y amplias espaldas-. No me trates de usted, por favor. ¿Cuántos años dices que tengo, a ver?



-Pues… Treinta y pico, como mucho –responde Rubén, rojo como un tomate.



-¡Oh, muchas gracias! –La mujer baja su mano hasta el prieto y duro trasero del chico-. Tengo cuarenta y cinco, cariño. ¡Y todo natural! –Dicho esto, se coloca ante Rubén, alzando con ambas manos sus enormes pechos-. Si me mantengo en forma es porque soy profesora de educación física en un instituto en Barcelona y, como puedes ver, aquí también hago ejercicio siempre que puedo.



-¡Joder, tus alumnos deben de sentirse afortunados! –El muchacho siente como empieza a excitarse sin remisión ante la espectacular hembra en bikini-. Y tu marido también.



-¡Era un capullo! –Espe se sienta en el banco de abdominales, invitando a Rubén a hacer lo mismo-. Me dejó hace tres años, por una de esas chicas escuálidas, más plana que una tabla de planchar –a pesar del reproche, en su voz no hay tristeza, sólo morbo al ver como su invitado lleva un buen rato mirándole las tetas.



-Todo un jilipollas –sonríe el chico, alargando una mano hacia los enormes melones de Espe.



-¡Qué jovencito tan atrevido! –Ríe la mujer, dejando que su vecino manosee sus tetas-. ¿Y tú, tienes novia? Seguro que sí, con ese cuerpazo… -ella a su vez, también acaricia el musculoso cuerpo de Rubén-; mmm, se nota que también haces deporte.



-Sí, juego al fútbol, y practico algo de natación de vez en cuando.



-¿A sí? Te apetece darte un chapuzón conmigo en la piscina? – Invita la madura y bella mujer, encaminándose hacia la piscina, contoneando sus poderosas caderas para deleite de su vecino, que la sigue hasta el borde de la piscina.



-¡Venga, tírate! –Con grácil salto, Esperanza entra en el agua, buceando ágilmente, casi rozando el fondo de azulejo verde, subiendo a la superficie, donde sus enormes tetazas flotan libres, una vez se ha liberado del bikini.



-Seguro que con este cuerpo, tú tampoco debes andar escasa de pretendientes –ya dentro del agua, Rubén se sitúa tras la mujer y, juguetón, la hunde hasta el fondo, aprovechando para restregarle el cipote, ya duro como una roca, por la raja del culo.



-¡Niño malo! –Ríe la madura y despampanante hembra, apretándose aún más contra la dura verga de su joven y apuesto vecino-. Mmm, que delicia…



-Tú eres una delicia –con suavidad, pero con firmeza, el muchacho obliga a su anfitriona a darse la vuelta y, antes de que ésta pueda reaccionar, la besa en la provocativa boca de labios gruesos y suaves, siendo correspondido por la mujer que mete su lengua en la boca del joven de forma casi salvaje, al tiempo que se engancha de su poderoso cuello y soba su imponente paquete, gratamente sorprendida ante el tamaño de la verga de su vecino.



-¡Dios, qué pedazo de polla gastas, jovencito! –Espe se aparta de Rubén que, sentado en el borde de la piscina, deja que la voluptuosa vecina le baje el bañador y admire su tranca de carne ya totalmente empalmada y dura como una roca, polla que si bien no es exageradamente larga pues mide unos 20 centímetros, es increíblemente gruesa, alcanzando un diámetro que hace casi imposible que la vecina pueda abarcarla rodeándola con sus manos.



-¿Te gusta, cariño? –Ruben, toma a la mujer de los cabellos, y le obliga a chuparle el cañón de carne-. ¡Vamos, trágatela puerca, cómeme la polla!



-¡Mmm, es muy gorda, cabrón, no me cabe en la boca! –La vecina, tras descubrir el inmenso y morado capullo de su joven amante, intenta meterlo en su boca, logrando únicamente lamerlo con fruición.



-¡Mmm, sí, así sigue guarra, sigue! –Gime Rubén, mientras Esperanza lame el pollón de arriba abajo, mordisqueando las pelotas y pajeando con ambas manos semejante tranca-. ¡Ahhh, quiero follarte, puta! –Rubén se levanta, toma a la mujer de la mano, la lleva contra una pared y, sin darle tiempo a decir nada, la penetra de forma brutal, arrancándole un gemido mezcla de dolor y placer.



-¡Bufff qué daño, es demasiado gruesa! –La madura vecina intenta acoplarse al grosor de la verga de su joven vecino-. Mmm, me partirás en dos…



-¡Sííí, puta, te voy a joder como nunca te han jodido! –Las embestidas del joven semental contra su vecina son brutales, ambos sudan y jadean como animales.



-¡Oh, sííí, fóllame, fóllame, fóllameee! –Las enormes tetas de Esperanza se bambolean con cada empujón de Rubén, provocando en el joven aún más frenesí, que coge a la madura hembra por los hombros, para hacer más fuerza en el coño de la mujer.



En ese momento, Rubén Ferrer, con una sonrisa extraña en su rostro, saca su gruesa polla del coño de su vecina, y la dirige al estrecho ojete de la caliente mujer que, al darse cuenta de lo que el joven se propone hacer, lanza un grito e intenta zafarse, sin conseguirlo, siendo salvajemente enculada por el pollón del primogénito de los Ferrer.



-¡Joder, cabrón, me partirás el culo en dos! –Gruesos lagrimones ruedan por sus mejillas, mientras se muerde el labio para no gritar de dolor-. ¡Mmm, qué gustazo, cabronazo, qué gustazo!



-¡Vaya, la vieja calientapollas es virgen del culo! –Rubén parece contento con el descubrimiento, y disfruta con cada gemido que lanza Esperanza-. ¡Cómo disfruto abriéndote el ojete!



-¡Dámela toda, vamos, taládrame el culo con tu gorda tranca! –Esperanza, mientras su joven follador la encula salvajemente, se masturba frenética, lamiendo luego sus dedos chorreantes de jugos vaginales-. ¡Eso es mi joven semental, desde hoy quiero tu pollón todos los días en mi ojete!



-¡Sííí, te voy a follar cómo nadie te ha follado en tu vida, perra! –Finalmente, Rubén Ferrer saca su cipote del culo de su voluptuosa vecina y, tras obligarla a arrodillarse, le planta la verga frente al rostro.



-¡Dame tu leche, cabrón, seguro que tienes las pelotas a reventar! –La mujer abre la boca, preparada para la inminente corrida de su joven vecino, que se agarra el cipote con la mano derecha, y empieza a masturbarse con energía, al tiempo que su vecina le lame el capullo y los cojones.



-¡Oh, sííí, ya viene, yaaa! –El primer lefazo cae sobre la cara de Esperanza, resbalando por su mejilla, chorreando hasta sus enormes tetas-. ¡Toma leche, puta!



-¡Mmm, qué delicia! –El resto de la leche es tragada por la caliente hembra con total fruición y deleite, chupando encantada el enorme capullo de Rubén, en un intento por no dejar escapar ni una sola gota de esperma-. Eres todo un semental.



Tras la corrida, ambos se lanzan de nuevo a la piscina, totalmente desnudos, pasando juntos una agradable tarde, decididos a repetir la experiencia.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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