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Categoría: Maduras

Llegando tarde a casa

Estaba realmente cansada, demasiadas horas de trabajo, y ese medio resfriado que no acababa de salir del todo. Se metió en la bañera, preparada con esmero y sólo para ella. Sumergió su cuerpo dolorido en el agua y notó el alivio de la temperatura más bien caliente y las sales que minuciosamente había desgranado unos minutos antes. La sensación de notar cómo sus pechos flotaban ligeramente era un auténtico placer, y cerró los ojos. Desde que Javier andaba por el piso, no tenía momentos para relajarse de esa manera. Alquilarle la habitación había sido meterse en un lío… Ese chico la ponía a mil. Pero era algo temporal, no podía, ni debía seguir dejando que los jueguecitos que habían empezado continuasen. Hasta junio él no cumplía 30 y ella ya casi tenía 44, demasiada diferencia.



 El placer del baño era inmenso. Siempre pasaba lo mismo, el agua caliente enrojecía su piel y en cuanto pasaba la esponja por su cuerpo, se excitaba. Notó un escalofrío  y empezó a acariciarse entre las piernas. Su mano buscaba su sexo mientras pensaba en aquel chico y lo que había pasado el día antes durante el desayuno. Sonrío. Sus dedos acariciaron sus labios y rozó su clítoris, produciéndose un pequeño respingo. Se abrió con los dedos lentamente y metió su dedo índice, despacio, tocando todo su interior, mojado por el agua de la bañera y por sus propias secreciones. No se notaba la diferencia entre una cosa y otra, pero con la facilidad con la que pudo introducir dos dedos más en su interior, que se abrió sin poner ningún obstáculo, constató lo muy caliente que estaba.



Empezó a masturbarse con sus dedos dentro, los introducía y sacaba rítmica y suavemente,  y de repente, fue a buscar su clítoris con la otra mano, y empezó a acariciarlo con movimientos circulares y cuidadosos. Estaba realmente a gusto, y hoy nadie la iba a molestar, lo cual no sabía muy bien si era una pena o un lujo. Qué descaro el del chico el otro día, mirándola, en la ducha. Se  estaba excitando más con los recuerdos del joven masturbándose frente a ella. Empezó a acelerar en sus caricias y en las penetraciones de sus dedos, con los ojos cerrados, sus caderas se movían y el nivel del agua variaba con cada uno de sus movimientos. Veía como parte de sus pechos flotaban, los pezones erectos, y siguió cada vez más fuerte. Notaba que se iba a correr, y aceleró, dándose mucho más fuerte, para llegar rápido al clímax. El balanceo de su cuerpo desnudo era tal que empezó a salir agua de la bañera, y empezó a gemir. Estaba a punto, y de repente, dejó de dar masajes a su clítoris y lo apretó con fuerza para obtener un orgasmo intenso y duro. Notó las contracciones de su vagina en sus dedos y se corrió.



No tuvo bastante. Marta salió de la bañera y se secó con la toalla. Su piel estaba ligeramente enrojecida del calor, y empezó a pasar la toalla por en medio de sus piernas y se frotó un poquito. Le gustaba sentirse excitada. Se puso frente al espejo y dejó la toalla apretada contra su sexo y sujeta por sus muslos. Se acarició las tetas. Eran grandes. La edad las había hecho caer, pero así y todo no estaban excesivamente caídas. No eran grandes, no podía ser generosa con ella misma… eran inmensas. Teniendo en cuenta lo menuda que era ella, le sobraba la mitad. Siempre había pensado en disminuirse algunas tallas, pero ningún hombre estaba de acuerdo. Eran increíbles, le decían todos. Empezó a imaginarse con menos pecho. Ponía sus manos sobre las tetas y estiraba ligeramente hacia arriba, mirándose en el espejo, los pezones subían y señalaban descaradamente al techo, luego las soltaba de golpe, y notaba el peso al caer y cómo rebotaban. Le gustaba esa sensación. Con la toalla entre los muslos empezó a ponerse crema, y empezó por sus pechos, acarició con mimo sus pezones, tan sensibles. Alguna vez se había sentido excitada simplemente con el roce de sus pezones contra alguna tela dulce y suave, eran traicioneros, siempre se notaban bajo sus camisetas de verano a pesar del sujetador. Continuó con el resto de su cuerpo. Y el final, soltando la toalla y ligeramente abierta de piernas, masajeó su sexo con crema hidratante, manteniendo el estado de excitación que tanto le gustaba, acariciándose por fuera, lo suficiente para seguir así un ratito más.



Seguía calentita, y estaba sola. Javier no llegaría hasta muy tarde, había dicho que quizá la mañana siguiente. Estuvo dudando un momento pero al final se decidió. Se puso un culotte y una camiseta de tirantes y encendió el ordenador. Entró en un chat. No lo hacía mucho, pero más de una vez había podido aliviarse masturbándose en compañía de algún hombre que buscaba sexo “on line” para un ratito. Sólo tenía que ponerse un Nick femenino y rápidamente empezaban a abrirle privados. Descartó directamente a los groseros y respondió a un simple “hola” que había escrito alguien con un Nick agradable. “hola”, tras cruzar cuatro frases, él preguntó directamente “tienes Skype?” y ella se lo pasó, sin más.



Sólo una vez había elegido mal. Borró el contacto y no le dio opción a nada. Le daban asco algunos de esos hombres. Odiaba que la llamaran cariño, y que se pasaran el rato diciendo lo guapa que era. Ella no pensaba que lo fuera, y tampoco necesitaba eso... quería sexo.



Tras cruzar diez minutos de conversación llegó la pregunta “me dejas verte? Eres guapa” Marta recordó que la foto de su perfil era una foto demasiado buena para estar allí, la quitaría. No quería que nadie se llevase a engaño. Marta preguntó:  “y qué me voy a encontrar?” “un hombre normal” respondió él -.. Marta esperó un momento, y él añadió “y vestido, tranquila”



Marta aceptó la conversación. Era un  hombre atractivo. Más de lo que ella imaginaba. Estuvieron tonteando un poco y él le dijo que le parecía una mujer muy sexy. Marta jugaba con su pelo y empezó a bajar el tirante de su camiseta. “puedes echarte un poquito para atrás? Es que me gustaría ver si…a ver… parece que tienes un buen par de tetas, no te ofendas.. “



No se ofendió, ella sabía a qué iban ambos. Y se echó un poco hacia atrás. “joder... Vaya melones” Marta no le dio más cancha. Lentamente se quitó la camiseta, y sus dos enormes pechos cayeron por su propio peso.



A su interlocutor le cambió la cara. Marta sabía el efecto que causaban sus mamas en los hombres y continuó acariciándose, jugando con ellas… mirándole acercó una de sus tetas a su boca, y sacando la lengua, se lamió el pezón. Vio como él bajaba su mano. Se estaba masturbando.



“quieres ver más? “ preguntó Marta “sí, claro!” respondió él. Marta tenía una pequeña cam con un puerto usb… sabía exactamente cómo ponerse para ofrecer una imagen impresionante de su sexo. Abrió las piernas, y colocó la cam en medio, ofreciendo un primer plano increíble de su masturbación. Él sólo acertaba a decir “joder… “ y Marta empezó a masturbarse, excitada por la reacción de su “mirón”.  Estaba húmeda y se veía perfectamente. Dejó su imagen minimizada, le gustaba mirarse, y a su compañero de masturbación ocupando la pantalla. Empezó a acariciar por fuera su pubis depilado, con un mínimo y cortito vello rodeando su vulva. Y empezó a separar lentamente sus labios, viendo cómo se abrían ante sus ojos. En algunos momentos no miraba a aquel desconocido. Se miraba a ella. Le gustaba ver cómo lo hacía. Poco a poco empezó a abrirse, con los dedos, para dejar su rosado interior a la vista. El hombre estaba excitado, no se tocaba, sólo miraba extasiado lo que Marta hacía para él. “continúa, por favor” Marta se abrió al máximo con los dedos, dejando ver un pozo oscuro y profundo y aguantó así unos segundos. Estaba realmente excitada. Se sentía a gusto y estaba especialmente risueña esa noche.



Javier llegó antes de tiempo. Pensó que Marta dormía, pero oyó su risa como un tintineo de cascabeles. Imaginó que estaría acompañada, pero al pasar por delante del comedor, pudo ver el espectáculo. Estaba frente al ordenador, en el sofá, con las piernas abiertas y la cam situada de manera que daba un primer plano espectacular. Y en la pantalla un desconocido, para él al menos, dándose un homenaje con la sola mirada de aquella hembra. Se empalmó en medio segundo. Permaneció en silencio. Aquella mujer le pareció adorable en aquel momento, se reía, divertida, mientras exploraba con los dedos el interior de su vagina. Se detuvo acariciando esa zona rugosa que tanta gracia le hacía y que tanto placer le producía.



Ante la mirada incrédula de su interlocutor y la de Javier, empezó a gemir, cada vez más rápido, rítmicamente, y tocándose , y con todo bien abierto empezó a correrse.. salían de su sexo verdaderos chorritos de líquido.. uno, dos, tres… suspiró. Y volvió a acariciarse, esta vez el clítoris. Y empezó una masturbación rítmica, rápida y fuerte, mientras jadeaba. “te vas a correr otra vez?” su interlocutor bajó la cam y le enseñó lo duro que estaba, y empezó a masturbarse también.



Javier estaba a mil, le iba a reventar el pantalón, la oía jadear y la veía lejanamente en la pantalla. Ella era ajena a que tenía a dos hombres pendientes de su espectáculo. Se sacó la polla y empezó a masturbarse.



Marta gemía, mirando al desconocido hacerse una paja delante de ella. Sabía cómo tocarse para obtener esos “chorritos” que tanto sorprendían a los pocos hombres con los que se había cruzado “on line”, y notó que venían otra vez. Entre gemidos  le dijo “me voy a correr otra vez… mira.. “ y nuevamente, mojó todo mientras se abría para facilitar a su compañero ocasional la vista de la salida de su squirt.



Javier se la pelaba con fuerza, agarrando su miembro duro y erecto, haciéndose una silenciosa paja. No quería que ella se diera cuenta… no había visto nunca a una mujer disfrutar así del sexo, le encantaba oír aquella mezcla de risas, jadeos y gemidos. No quería molestarla ni interrumpir el espectáculo.



Marta no había tenido bastante, tras unos segundos de pausa, en los que recuperó la respiración, le dijo a su compañero de masturbación… “quiero más” y volvió a tocarse… Abriéndose para él y masturbando su clítoris a la vez. Aquel hombre aumentó el ritmo de su mano y se apartó un poquito, se puso de pie y enseñó a Marta su polla dura, poniéndose de lado. Puso su otra mano bajo la punta y Marta adivinó que iba a correrse. Aceleró ella también su masturbación y le dijo “me voy a correr otra vez… “   Javier puso su mano alrededor de su glande, iba a hacerlo con ellos: con su casera tetona y el desconocido. Estaba muy excitado, ella se reía, porque el desconocido no hacía más que repetir “otra vez? Joder.. qué alucinante!!” y entre risas y jadeos, Marta llegó al mayor orgasmo de la noche. Esta vez los chorros salieron con fuerza, largos e intensos y su cuerpo se estremeció. A la vez, su compañía ocasional soltó un chorro inmenso, seguido de dos más, toda su leche se derramó, no consiguió que cayera en su mano.



Javier hizo un esfuerzo brutal por mantenerse en silencio mientras se corría. Su cuerpo sufrió un espasmo, mezcla de la excitación por lo que estaba viendo, el miedo a ser descubierto y el orgasmo que se produjo.



Marta se reía, con una risa dulce y divertida… “ufff, he dejado el teclado perdido” dijo, espontáneamente el hombre, con una sonrisa de oreja a oreja



Marta se incorporó, puso la cam en su sitio. Sus mejillas sonrosadas y su sonrisa de oreja a oreja la delataban. Se había quedado en la gloria.



Javier se fue a la habitación. Aquella mujer le tenía loco. De alguna manera tenía que conseguirla…


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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