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Categoría: Infidelidad

LE FUI INFIEL A MI NOVIO Y LO GOCÉ

"Resumen: Una hermosa relación no siempre está exenta de circunstancias que llevan a una mujer a sucumbir a los instintos más bajos."

 

Hola, mi nombre es Carmen y la historia que estoy a punto de relatarles es completamente real y sucedió aproximadamente hace un año. Mi vida ha sido y sigue siendo lo más normal y común que puede existir.

 

 

 

Antes de conocer a mi actual pareja, había tenido solamente un novio en la época preparatoriana (15-18 años) y luego por motivos diversos terminé con él. Ingresé con 21 años a la universidad y ahí fue que conocí a José Luis, nos hicimos novios después de casi dos años de conocernos. En el plano sentimental las cosas siempre han sido maravillosas, me trata como princesa y es muy lindo conmigo; en el plano sexual, las cosas siempre han funcionado de manera normal, confieso que me siento satisfecha pero las cosas tampoco son de otro mundo.

 

 

 

Mi novio José Luis tiene hoy día 26 años, es un chico alto, delgado, atlético, muy inteligente y con excelentes notas escolares, no es guapo pero tampoco es feo, un chico absolutamente común en ese sentido, pero con excelente charla y, sinceramente, muy atractivo para muchas niñas de la universidad. Yo tengo 25 años, soy una chica de estatura alta, alrededor de 1.68 cm, y entraría en lo que el común denominador llamaría una chica de complexión delgada, mi pelo es largo y lacio, muy bonito y castaño; soy morena clara y, según mi entorno, una chica muy bonita y de alta atracción para cualquier hombre, sin embargo mi mayor atributo son mis tetas, la verdad que siempre ha sido incómodo para mí ser una talla de brassier tan grande sobre todo por las miradas lascivas y el tormento de encontrar blusas y tops para disimularlas, en cuanto a mi trasero me siento muy orgullosa de él, tengo unas nalguitas bastante paraditas y que, cuando quiero presumir, me basta con unos buenos leggings o una minifalda, no es en exceso grande pero sí llamativo; y, por último, mis piernas son muy largas, algo flaquitas pero muy estéticas, femeninas y sensuales, y que trato en la mayoría de los días de lucir con medias o minishorts que las estilicen lo máximo posible.

 

 

 

Siempre he sido muy tímida en las relaciones sociales, quizá con un poco más de confianza soy muy conversadora pero en términos generales soy introvertida. Como es normal, en la universidad hay chicos muy guapos y atractivos pero nunca en la cabeza me había pasado la idea de ser infiel; es más, ni siquiera en mi círculo cercano de amistades figuran muchos hombres, quizá un par de amigos con los que compartía clase o cosas por el estilo, pero nada más. Eso sí, vía Facebook a veces me llegan mensajes pasados de tono o cuando salgo con amigas a algún bar no acompañada de mi novio se me acercan hombres en plan de ligue; ustedes saben, chicos coquetos que intentan sacarte un beso o, si están en su día de suerte, una noche de sexo casual, pero jamás he pelado a nadie, en gran medida porque con mi pareja estaba y estoy más que satisfecha.

 

 

 

El acontecimiento sucedió cuando nuestra relación acababa de cumplir dos años. Como todas las parejas, con sus problemas y sus obstáculos pero en términos generales un noviazgo muy lindo y sólido, con planes de vivir juntos y continuar nuestros proyectos de la mano, cosa que hoy día se mantiene. Es por eso que cuando recuerdo este desliz aún me ruborizo y me caliento de la situación: una novia feliz y en el apogeo de su relación, entregándose a un momento de pasión con la mayor calentura y desfachatez como si fuera una jovencita puberta.

 

Atrás de nuestra universidad hay muchísimos bares conocidos por todos los alumnos, donde prácticamente diario se dan cita los estudiantes para ir a tomar, bailar y comer. Los hay de todos tipos de géneros: salsa, cumbia, rock, karaoke, banda, etc. Cuando voy con mi novio, generalmente vamos al de rock porque es el género que a ambos nos gusta; cuando salimos con más amigos elegimos karaoke la mayor de las veces; y cuando sólo voy con mis amigas generalmente escogemos cualquiera de baile, ninguna es experta bailando pero siendo pura niña es aburrido no pararse a bailar.

 

 

 

Cierta semana, por allá de octubre, había pasado la época de exámenes parciales y necesitábamos un viernes de fiesta y relajación. A pesar de que mi novio y yo estudiamos la misma licenciatura, él toma diferentes materias porque va un par de semestres adelantado a mí, así que nuestros horarios nunca son compatibles del todo.

 

 

 

Mis amigas y yo (Gisela y Karen) ya habíamos planeado desde inicio de semana salir el viernes a pasar el rato e ir al karaoke que está atrás de la universidad; nuestros planes iniciales eran ir cada quién con su pareja pero al final no pudo el novio de Karen y decidimos mejor ir las 3 solas a otro lugar. Gisela como pudo se escapó de su novio y yo le avisé al mío que había cambio de planes y lo entendió sin ningún problema. Nos costó un poco elegir pero al final decidimos ir a un bar por el Centro de la ciudad, donde alrededor de las 10 de la noche se abre espacio para bailar, ya habíamos ido antes y creímos que sería buena opción.

 

 

 

Es verdad que siempre he sido muy dedicada en mi forma de vestir para ir a la escuela, pero cuando sé que vamos a salir (sea cual sea el lugar) trato de poner más empeño. Así que ese día me puse unos leggings negros de piel que compré para la ocasión; quizá pueda decir que son mi prenda favorita pues no son tan incómodos como una falda o un vestido, combinan con cualquier cosa y además, en mi caso, enmarcan mi culo de forma casi perfecta, por lo que son básicos en mi armario. Por la temporada del año, los días en la ciudad de México son templados mayoritariamente y a veces por la tarde baja un poco la temperatura pero nada del otro mundo, así que decidí acompañar mis leggings con una blusa tipo animal print bastante cortita y unos flats igualmente tipo animal print que hicieran juego con la parte superior del outfit. La blusa cortita tenía su razón de ser: desproteger un poco la parte trasera y poder presumir mis pompis a placer; por otro lado, la blusa no era para nada escotada y aun así mis bubis lucían espectaculares.

 

 

 

Nada más llegar a la universidad observé las miradas de mis compañeros de clase recorrer mis piernas y todo mi trasero. Miradas que para toda mujer siempre resultan agradables pues suben nuestra autoestima y nos hacen sentir sexys. Mi novio tampoco pasó por alto mi manera de vestir y me piropeó entre clases; aprovechó, además, para decirme que él iba a salir hasta las 7 de la noche de la escuela, que de ahí probablemente iría a tomar algunas cervezas con sus primos y me dijo que me divirtiera.

 

 

 

Llegó la hora, mis amigas y yo salimos de nuestra clase y nos quedamos a comer en la escuela y pasar el rato un poco, platicando de uno que otro chisme y algunos pendientes escolares. Ya alrededor de las 7, vi a mi novio y nos despedimos.

 

 

 

Mis amigas y yo nos dirigimos en transporte público al lugar acordado, y ahí fuimos víctimas de más miradas coquetas y piropos de uno que otro hombre. Una ya no puede salir medio arreglada en esta ciudad porque te dicen y te gritan de todo.

 

 

 

Llegamos allá como a las 9, pedimos dos cervezas cada quien y estuvimos platicando muy a gusto. El ambiente era genial y la música acompañaba bien nuestra noche. Alrededor de una hora y media tarde, cuando empezaron a abrir espacio para bailar, fui al baño y fue ahí que todo cambió.

 

 

 

De regreso de los sanitarios, me di cuenta que a dos mesas de nosotros estaba un grupito de chavos, entre los que reconocí a un chico llamado Daniel también estudiante de mi universidad. A pesar de que Daniel estudia economía igual que yo, nunca había topado palabra alguna con él y sólo lo conocía de mirada y porque lo tenía en Facebook.

 

 

 

No soy muy fan de usar Facebook pero cuando lo hago Daniel es de los perfiles que más visito; no lo voy a negar, no a cualquier tipo de doy like a sus fotos de perfil por más guapo que esté pero la verdad es que Daniel se los merecía. Es un chico muy atractivo física e intelectualmente. Un chico por encima del 1.80, moreno claro, cuerpo de gimnasio, una barba tupida bastante atractiva y unos ojos muy bonitos. Además por sus publicaciones, una intuye que no es el típico galán cerebro vacío, es un chico inteligente. Quizá, el estudiante de economía más guapo que yo conozco de la universidad. Él me había mandado la invitación ya un buen tiempo atrás, y más allá de un par de “likes” que nos habíamos dado entre fotos de perfil, status o canciones posteadas, nada más había entre nosotros. Ni siquiera una clase habíamos compartido. El hecho era que nos identificábamos perfectamente, aunque sólo fuera por esa red social.

 

 

 

No sé si él se dio cuenta de mi presencia cuando pasé enfrente de su mesa. Pero yo quedé medio ruborizada de sólo tenerlo a unos metros. Cuando llegué a mi mesa, lo primero que hice fue contárselo a Karen y a Gisela, ellas obviamente también lo conocían sólo por Facebook. Gisela nos dijo en broma:

 

 

 

—Sólo les recuerdo que todas aquí tenemos novio, pero lo que llegue a pasar en Las Vegas, en Las Vegas se queda.

 

 

 

Estallamos de risa como idiotas. Era indudable que la cerveza empezaba a hacer efecto. Nosotras sólo le habíamos conocido un desliz a Gisela meses atrás, cuando se besó con un tipo en un antro, fuera de ahí siempre habíamos sido fieles y nuestro “coqueteo” se limitaba a salir a bailar un par de canciones con algún extraño o platicar con un chico un rato, nada más.

 

 

 

Cuando se “abrió pista” y empezaron a  poner música electrónica, evidentemente nos paramos a bailar las 3 y ya allí estuvimos un buen rato. Obviamente nos dimos cuenta que Daniel y su grupo también lo había hecho, pero la verdad yo nunca me atreví a acercarme o verlo directo a los ojos, me ponía de perfil y de reojo lo buscaba.

 

 

 

Cada vez que iba al baño y lejos del ruido, me ponía mal pensar que ese chico provocara tantos nervios en mí. No soy la mujer más hermosa del mundo, pero chicos guapos se me habían acercado en múltiples lugares y no tenía el menor de los problemas en rechazarlos, pero Daniel tenía esa pizca de chico galán inteligente con la que no podía, simplemente no podía. Uno que otro chico nos sacó a bailar cuando la música así lo ameritaba, y fue entre esos bailes que pude notar bien cómo iba vestido.

 

 

 

 

 

 

 

Llevaba pantalón de mezclilla con tenis de bota muy bonitos y una playera blanca casual sin estampado. La verdad que el clima no acompañaba mucho para ir con sólo una playera, cosa que pasaba a segundo plano nada más una advertía los hermosos brazos que se cargaba aquel hombre, sin duda resultado de varias horas de gimnasio.

 

 

 

[Dios, qué guapo, está] pensé para mis adentros.

 

 

 

Entre baile y baile, y cerveza y cerveza, ya casi rondaba la media noche. En esas estaba, cuando acabó una canción y me despedí del chico con el que había bailado un par de canciones y sentí que alguien se me acercó. Era Daniel.

 

 

 

—Hola, qué tal, mucho gusto. Espero no incomodar— me dijo mirándome fijamente a los ojos y sacándome de mis pensamientos.

 

 

 

—Claro que no, mucho gusto—dije con la voz más estúpida que pude, la verdad que su sola presencia me había puesto nerviosa otra vez.

 

 

 

Y así fue como bailé con él. Fue sólo una canción. No intercambiamos palabras, sólo una que otra mirada entre vuelta y vuelta, con risitas tímidas. Luego regresé a mi mesa.

 

 

 

Estaba tan ensimismada que ya después mis amigas me contaron que primero se acercó a Gisela y bailó con ella un rato y yo ni por enterada.

 

 

 

—Te juro por Dios que me preguntó por ti y que si veníamos solas—, me dijo Gisela.

 

 

 

—No te creo, idiota jaja—, le respondí.

 

 

 

Ellas juraban y perjuraban que me volteaba a ver y que de las 3 era yo quien más le interesaba, haciéndome burlas al respecto. La verdad la situación ya me tenía mal, ese chico provocaba una sensación (aunque sólo fuera una simple atracción) que ningún otro chico fuera de mi novio provocaba en mí, encima me lo venía a topar en un bar donde no venía José Luis conmigo y, para terminar, ya había bailado con él y era casi seguro que lo volviéramos a hacer. Una parte de mí quería que esto acabara pronto, pero la otra quería seguir con el juego.

 

 

 

Compramos, entre las 3, una botella de vodka; finalmente la casa de Karen quedaba a no más de 15 minutos en taxi, todas habíamos avisado que no llegaríamos a casa y yo ya le había mandado un mensaje a mi novio diciéndole que me quedaría con las niñas en casa de Karen.

 

 

 

Pasado un tiempo, cuando volvimos a la pista, él había quedado paralelo a mí y era imposible vernos de frente. Sin embargo, yo me esmeraba en atraer su atención dándole mi mejor perfil levantando inconscientemente mis nalguitas, sólo por si acaso él volteaba y me veía.

 

 

 

Prácticamente ya no había chicas en el lugar. Para ese entonces, entre baile y baile, ya le habíamos dicho que estudiábamos en su misma universidad y la tensión inicial empezó a relajarse. Seguimos bebiendo a más no poder, juntamos su grupito de 5 amigos con nosotras en una misma mesa y si mis cálculos no fallan, ya rondaban las 2 de la mañana. Bailé con varios de sus amigos pero obvio sólo me interesaba Daniel.

 

 

 

En algún momento, Karen me pidió que la acompañara al baño y me dijo que Gisela ya estaba coqueteando con uno de los chicos. Al volver del baño, en efecto, Gisela ya se estaba besando con uno de los amigos de Daniel y creo que sólo de ver, nos antojó jaja. Me sirvieron otro shot, la verdad ya estaba un poco ebria y mis miradas a Daniel eran cada vez más desinhibidas.

 

 

 

Pusieron salsa y Daniel me sacó a bailar:

 

 

 

—Oye, te vi desde que fuiste al baño por primera vez y sabía que eras Carmen, la chica de la UAM, jajaja.

 

 

 

— ¿Sí? ¿Por qué no me hablaste? Jaja— le contesté.

 

 

 

—Pues no estaba al cien seguro y por eso me esperé hasta que abrieron pista, sí me ubicas, ¿no?

 

 

 

—Pues sólo de Facebook, jajaja, pero sí sé que vas en la universidad y todo eso, luego te veo en los pasillos.

 

 

 

—Ah claro, qué pena que nunca te haya tocado una clase conmigo. Así que me tengo que conformar con tus fotos en Facebook.

 

 

 

—Jajaja, qué cosas dices.

 

 

 

—Bueno sólo me gustan en las que sales tú sola y no con tu novio, debo confesar, jajaja.

 

 

 

[Yo seguí con el juego. Entre el ruido, la música, las risas y su presencia todo me daba vueltas. Yo sólo veía su cara y pensaba por dentro que lo único que quería era que se callara y me besara]

 

 

 

—Jajaja, yo también le he dado “Me gusta” a tus fotos, espero lo hayas notado.

 

 

 

—Claro que sí, es todo un honor recibirlos de ti. ¿Qué te gusta de mis fotos? Dime la verdad, sin pena.

 

 

 

Y mientras preguntó se acercó más a mí, pegándome a su cuerpo. Yo tomé mis dos manos y lo tomé de ambos brazos para sostenerme mejor.

 

 

 

—Pues nada en especial, es un like genérico, no te creas mucho, jajaja.

 

 

 

—Jajaja, pues te diré que a mí me encantan tus labios.

 

 

 

Y dicho eso, acercó los suyos a los míos y me clavó un beso espectacular en plena pista. No sólo era la sensación de sentir su boca y sus labios pegados a los míos, sino además la cercanía de nuestros cuerpos la que me puso totalmente horny. Encima yo con leggings de piel, mis piernas eran un hervidero. Los estragos de ese beso largo empezaron a notarse en mis bragas y en mi zona íntima, llevaba puestos unos calzoncitos diminutos color negro que sentía totalmente húmedos.

 

 

 

Daniel metía su lengua en mi boca buscando la mía, era un beso profundo pero para nada obsceno. Ya no me importaba si ahí seguían mis amigas o siquiera quién pudiera vernos.

 

 

 

Finalmente acabó la canción, dejamos de besarnos y volví de nuevo a la realidad.

 

 

 

—Vaya que besas riquísimo, eh.

 

 

 

—Lo mismo digo Dani, jajaja.

 

 

 

—Qué confianza, ya hasta Dani me dices. Eso me gusta. Te espero en 5 minutos en el pasillo que lleva a los baños de hombre. Si no vas, lo entenderé.

 

 

 

Y se regresó a la mesa con los demás. Yo hice lo mismo, Gisela seguía besando al chico que había conocido y Karen estaba en un concurso de shots con los demás.

 

 

 

—Oye golfa, vi todo, qué pasó. Jajaja—me dijo la muy estúpida.

 

 

 

—Ni yo sé, sólo sé que me gustó jaja. Me voy a perder un poco, pero no me tardo, cuida a Gis, ya es súper tardísimo—le respondí.

 

 

 

—Ok, no te vayas a tardar para ya irnos. Aquí estaré.

 

 

 

Me sirvieron el último shot y me di cuenta que Daniel ya no estaba, así que supuse que ya se había ido al lugar que me había propuesto. Me lo tomé y espere un par de minutos, antes de irme y decir que iba al baño.

 

 

 

Ya no quedaba mucha gente, así que en el pasillo que llevaba a los baños sólo había una pareja besándose y al fondo alcancé a ver a Daniel.

 

 

 

Me recibió con un: —Sabía que no me fallarías—.

 

 

 

No le dije nada, con ambas manos le tomé la cara, lo atraje hacía mí y nos empezamos a devorar a besos. Esta vez, a diferencia de la pista, los besos eran más cachondos, más furibundos y con más pasión. En las pausas, le decía que me encantaba su barba y sus brazos. Él tomó una de mis manos y la puso sobre su abdomen debajo de su playera, me indicó el camino y luego yo seguí sola.

 

 

 

Le toqué su pecho, su abdomen y la parte baja del ombligo sin llegar a más. Después de comerme la boca, sus labios fueron hacia mi cuello y a susurrarme cosas en la oreja.

 

 

 

—Llevo meses soñando con esto, ¿sabes?, me encantas flaquita. Tienes un cuerpo de ensueño.

 

 

 

Una de sus manos se posó arriba de una de mis bubis y con la otra masajeaba mi culo como puberto desesperado. Luego finalmente sus dos manos las colocó en mis nalgas, sobándolas, apretándolas y dándoles pequeñas palmaditas. Estábamos fajando de lo lindo pero muy en el fondo de mí sabía que esto no podía llegar a más, que una cosa era haberme besado con un chico que me atraía, pero llegar a más era impensado para mí. Quizá ya era infiel, pero serlo sexualmente era un paso que no podía dar.

 

 

 

— ¿No te gustaría que fuéramos al departamento de uno de mis amigos? Hay espacio para ambos—me dijo.

 

 

 

—No puedo Daniel, sé que va a sonar ridículo pero tengo novio.

 

 

 

—No pienses en él ahora, él ni siquiera se va a enterar

 

 

 

—La pasé muy bien contigo hoy pero ya debo irme, mis amigas me están esperando.

 

 

 

—Bueno, entonces aunque sea déjame aprovechar estos minutos.

 

 

 

Empezó a meterme mano de lo lindo. Puso uno de sus dedos encima de mi conchita, por encima de los leggings y con la otra mano masajeaba mis bubis como un loco degenerado. Me aseguré que no viniera nadie y me saqué una teta para dársela a probar. Se había portado tan bien que no podía negarle uno de mis dos mayores encantos; la besó, la chupó y la mordió hasta que se cansó. Ya se imaginarán al otro día el dolor y los moretones que traía. Por supuesto que siguió insistiendo en ir al departamento, pero me negué.

 

 

 

Regresamos con los demás. Ya casi eran las 4 y comenzamos a despedirnos. Quedamos en que me mandaría un mensaje por Facebook y eso fue todo. En el taxi de regreso fuimos hablando de nuestras locuras y de cómo Gisela y yo habíamos acabado pasándola tan bien.

 

 

 

Al otro día, ya se imaginarán, la cruda y el dolor de cabeza. Tenía dos mensajes de José Luis que le contesté en la mañana. Por supuesto, ni idea de que su noviecita puteó de lo lindo toda la madrugada. Lo vi por la noche y ni sospechó.

 

 

 

Durante la semana, estuve esperando algún mensaje de Daniel pero no llegó ninguno. Tampoco rastro de actividad en su muro de Facebook, así que decidí esperar. Total, si todo iba a acabar en unos besos casuales, por mí estaba bien.

 

 

 

El martes por la mañana de la siguiente semana, mi madre me informó que para el viernes no hiciera planes pues iba a haber una cena familiar en casa de la abuela y que tenía que ir vestida formal. Le pregunté si podía invitar a mi novio y me dijo que sí, que la reunión era a las 10 de la noche por la zona de San Ángel. Ese mismo día le platiqué a mi novio y me dijo que llevaría el coche entonces, pues ese día sólo iría a una clase por la mañana, regresaría a su casa y luego pasaría por mí a eso de las 9 en el estacionamiento de la escuela, en el lugar donde siempre dejaba su coche. Todo perfecto.

 

 

 

Yo siempre salgo de la escuela alrededor de las 4 de la tarde, pero los viernes me quedó un rato más a comer ahí mismo, a platicar con las amigas o a ir a los bares que están atrás de la universidad. Mi novio pasa por mí a las 9, y ya de ahí nos vamos a cenar, a tomar a algún bar, ver a amigos o simplemente a hacer cosas que hacen todos los novios (tener sexo). En este caso, pasaría por mí y de ahí iríamos a la cena.

 

 

 

A todo esto, Daniel se dignó a mandarme un mensaje hasta el miércoles. Igual yo pensé que sólo sería para decirme que la pasó bien y que se había divertido, o para saludarme. Pero el muy cabrón quería que nos volviéramos a ver, aunque omitió todo tipo de insinuación o proposición sexual:

 

 

 

 

 

“Hola Carmen, espero la hayas pasado tan bien como yo aquel día. Te escribo para que vayamos a comer el viernes, a eso de las 2 o 3 de la tarde, si puedes. A partir de la próxima semana entraré a trabajar los fines de semana, así que será difícil que podamos volver a coincidir, prometo que esta vez será la primera y última vez que te invite, vale. Un beso”.

 

 

 

WTF. O sea, ir a comer luego de todo lo que habíamos hecho, jajaja. En fin, pensé que no tenía nada de malo su invitación y que además sería la primera y última vez que saldríamos solos. ¿Por qué no?

 

 

 

Además de la comida con Daniel, para colmo, ese viernes tenía una exposición de 11 de la mañana a 1 de la tarde y la cena con mi abuela. Obviamente no le iba a decir nada a José Luis de ir a comer con otro tipo. Y, por último, tampoco podía quedarles mal a mis papás con la cena familiar.

 

 

 

Pensé que después de mi exposición, saldría a comer con Daniel y que de ahí regresaría a la escuela para ver a mi novio e irnos a la cena. A las niñas tuve que decirles que después del examen, no iba a poder estar con ellas como normalmente lo hacía los viernes y que tenía que regresar a casa para algunos pendientes. A José Luis no tuve que decirle nada, simplemente lo vería a las 9 en el estacionamiento de la escuela donde siempre lo veía.

 

 

 

Así fue como me las arreglé y le respondí a Daniel:

 

 

 

“Claro Dani, solamente que tengo que ver a mi novio a las 9 en la escuela porque de ahí vamos a ir a una cena familiar, así que entre más pronto sea la comida mejor”.

 

 

 

Él me dijo que recorriéramos la hora de la comida a las 2, para que saliendo de mi examen pudiera verlo y tener unas 6 horas de convivencia. Él llevaría coche, así que podía perfectamente regresarme a la escuela una vez acabado nuestro “date”.

 

 

 

Parecía todo perfecto, ¿no? Pues no. Nunca contemplé que tenía que ir vestida desde la mañana para la cena familiar. Desde que mi mamá me había dicho, tenía en mente una minifalda con zapatillas, o algo por el estilo. Pero pues ir así a la universidad sería incomodísimo. Encima por las mañanas hacía frío así que una minifalda no era precisamente lo más conveniente.

 

 

 

Finalmente elegí un vestido rojo ajustado, obviamente con medias negras de seda y unos botines de piel también negros de tacón bajo. De ropa íntima, estrené un brassier negro bastante sencillo pero muy bonito y unos cacheteros de encaje también negros que realzaban mis pompis de forma muy llamativa, mis favoritos para cualquier cita importante. Lucía espectacular, el problema era lidiar con el outfit durante mi estancia en la escuela (y por supuesto en el transporte público).

 

 

 

Mis compañeros de clase no estaban acostumbrados a verme vestida así, ya se imaginarán la cara que pusieron cuando me vieron, igual que mi profesor y los chicos de los pasillos. En fin, cumplí con mi exposición y me despedí de mis amigas.

 

 

 

Le mandé un mensaje a mi novio para que no olvidara la hora de nuestra cita y me dispuse a salir de la universidad y caminar un par de calles donde había quedado de ver a Daniel. Obviamente no podíamos vernos en el estacionamiento de la escuela sólo por si las dudas de que alguien pudiera darse cuenta, ya saben ustedes cómo es la gente.

 

 

 

Él ya estaba ahí esperándome. Estaba fuera de su coche recargado en una de las puertas y cuando se dio cuenta de mi presencia pude notar su cara de sorpresa.

 

 

 

—Uff, luces espectacular Carmen. Sólo vamos a ir a comer, eh, no era para tanto.

 

 

 

—Tonto, vengo así para la cena, no para ti, jajaja.

 

 

 

[En realidad eso de que mi outfit era para la cena, no era del todo cierto. Muy bien pude elegir un pantalón de vestir, otros leggings de piel o algo más conservador, pero el hecho de saber que iba a ver a Daniel fue un plus en mi esmero por vestirme un poco más atrevida. El vestido ajustado resaltaba mi figura de sobre manera, no era muy escotado pero era muy corto, así que mis piernas relucían al cien y cuando me sentaba pues el vestido se subía y mis muslos eran una delicia para los ojos de cualquier hombre, sumado a que las medias daban esas dosis femenina de sensualidad. Además el vestido era de manga larga por lo que no fue necesario llevar algún saco o algún abrigo y así podía lucir mis tetas sin impedimento alguno]

 

 

 

Ya en el coche fuimos hablando de cosas superfluas y sin importancia: mi exposición, el motivo de la cena familiar, cuánto tiempo llevaba con José Luis, algunos de mis gustos, etc. En cierto semáforo, su mano derecha soltó la palanca de velocidades y la puso sobre mi muslo izquierdo.

 

 

 

—Se te ven divinas las medias, ¿son de seda?

 

 

 

[Inserten aquí mi risita nerviosa]

 

 

 

—Así es, pero no era necesario que me tocaras, jajaja. —Y separé su mano de mi pierna.

 

 

 

Era evidente que no iba a mostrarme como una chica fácil, pero confieso que su acto me gustó y encendió mi chip de la coquetería. Invariablemente durante el trayecto se dio un festín viendo mis piernas, el vestido se subía demasiado y me tapaba lo estrictamente necesario.

 

 

 

— ¿Por qué tan coqueta? El clima es más bien frío para un vestido, ¿no?

 

 

 

[Pensé: shit, por qué me pregunta eso]

 

 

 

—En realidad es una especie de competencia con mis primas. Seguro hoy irán a la cena y siempre que nos vemos en reuniones como estas o en año nuevo presumimos de nuestros mejores vestidos y obvio hoy no quiero quedarme atrás.

 

 

 

[Si tú supieras que me vine así por ti] pensé.

 

 

 

—Pues te ves guapísima. Muy sexy.

 

 

 

Él fue vestido de forma mucho más casual. Un pantalón negro de mezclilla, una camisa de cuadros bastante linda y una chamarra negra de piel. Se veía muy guapo, la verdad.

 

 

 

Y así, entre piropos llegamos a la pizzería.

 

 

 

O sea, este tipo me había comido a besos el viernes anterior y me había metido mano de lo lindo, y ahora me llevaba a comer pizza como si fuéramos los mejores amigos o como si fuera mi primo consentido. Por otro lado pensé que era lo mejor, que lo que pasó quedará ahí y no insistiera en algo más; además por su nuevo trabajo, ya no íbamos a poder vernos e ir a comer sería una buena despedida.

 

 

 

Qué equivocada estaba.

 

 

 

Pedimos una pizza de vegetales, una copa de vino y algo de pasta. Seguimos platicando de lo más normal, hasta que las preguntas empezaron a subir de tono.

 

 

 

— ¿Y por qué el viernes no quisiste acompañarme al departamento? Te juro que la habríamos pasado muy bien.

 

 

 

—No lo dudo, pero ya había quedado de regresar con las niñas. Además como te dije ese día, tengo novio y creo que con los besos fue más que suficiente, ¿no? Jajaja— le contesté.

 

 

 

— ¿No te calenté ni un poquito?

 

 

 

—Sabes perfectamente que sí, pero eso es todo lo que puedo hacer por ti. Jajaja.

 

 

 

—Puedes hacer mucho más, yo lo sé.

 

 

 

Seguimos platicando sobre aquella noche, sobre la terrible cruda del otro día y muchos temas más. Su nuevo trabajo, su soltería y demás. Terminando de comer, pasamos a comprar un helado en la misma plaza donde estábamos y entre todo esto ya casi eran las 5 de la tarde.

 

 

 

— ¿Me acompañarías a recoger un documento que necesito? Es en una oficina por aquí cerca y te juro que no me tardó, además todavía tenemos algo de tiempo.

 

 

 

—Vale, no te preocupes.

 

 

 

Y así fue. Nos volvimos a subir al coche, donde me siguió preguntando medio en broma el porqué de mi negativa del viernes y lo arrepentido que estaba por no haberme insistido más.

 

 

 

Estábamos por la zona de la colonia Del Valle cuando se estacionó enfrente de lo que parecía ser un edificio, así que supuse que habíamos llegado al lugar donde recogería su documento. Sin embargo, lo que me pareció extraño fue que prácticamente nadie pasaba por la calle y a decir verdad, tampoco se veía movimiento de entrada o salida de personas del edificio.

 

 

 

Una vez que apagó el coche, pensé que se bajaría y yo ahí lo esperaría pero no fue así.

 

 

 

—Todavía no es hora, no te preocupes, tenemos tiempo para seguir platicando. ¿Puedo hacerte una pregunta? —, me dijo.

 

 

 

Me quedé un poco sorprendida pero accedí.

 

 

 

 

 

— ¿Qué tipo de pregunta?—. Y puse de cara de incomodidad.

 

 

 

—Mira, por fuera te ves increíble, el vestido te queda lindísimo, los botines y las medias te hacen ver muy sexy y tu pelo se te ve hermoso, así que sólo quiero saber qué traes debajo de eso. ¿Puedo saber?

 

 

 

Hice una mueca de descontento, mueca que pareció no importarle.

 

 

 

—No, no puedes saber. O sea.

 

 

 

—Dime, llevo días fantaseando con tu ropa interior. Sabes que me encantas y por eso te pregunto. No tiene nada de malo.

 

 

 

Esas palabras hicieron un eco en mí. Inconscientemente me gustaba saberme deseada y más por un chico que, por una u otra razón, me atraía.

 

 

 

Mi tono de voz bajó, y empecé a asumir un rol sumiso.

 

 

 

—Bueno, si te digo, ¿yo también puedo preguntar algo después?

 

 

 

Solamente se rió, asintió con la cabeza y se acercó demasiado a mí. Instintivamente ese acercamiento me puso muy nerviosa y seguramente lo notó. Puso su cara muy cerca de la mía y empecé a sentir por todo mi cuerpo la misma adrenalina que había sentido aquella noche en el bar.

 

 

 

—Traigo un brassier negro y unos cacheteros negros de encaje. Ya, eso es todo. Jajaja. ¿Satisfecho? —, lo dije mirándolo a los ojos pero en cuanto acabé mi oración bajé la mirada.

 

 

 

Con su mano derecha me alzó la cara, me miró fijamente a los ojos y me sonrió. La izquierda la extendió sobre uno de mis muslos y ahora no tuve ningún impedimento en que ahí la dejara.

 

 

 

—No, no estoy satisfecho.

 

 

 

Y entonces se inclinó y, como la otra vez, sus labios se posaron sobre los míos y comenzó a besarme. A pesar de las circunstancias, el beso fue más romántico que intenso. Fue delicioso como todos los que hasta ahora me había dado. Inmediatamente puse mis manos en sus bíceps para sostenerme mejor y que el beso fuera con mayor cadencia.

 

 

 

Nos separamos y le pregunté:

 

 

 

—Ahora puedo hacerte mi pregunta.

 

 

 

—Claro, la que quieras.

 

 

 

— ¿Puedo yo saber lo que traes debajo de tus pantalones?

 

 

 

Ahora que lo escribo me sigo ruborizando. Tomé un par de copas de vino pero ni siquiera eran excusa para que haya preguntado algo así.

 

Estaba totalmente entregada.

 

 

 

Ni se dignó a contestarme. Simplemente se quitó el cinturón, se desabrochó el pantalón y se lo bajó a la altura de las rodillas. No daba crédito a lo que estaba haciendo, pero lejos de enojarme me gustó.

 

 

 

Por debajo, se escondía un bóxer ajustado Calvin Klein negro seguramente nuevo y a la altura de la cabeza de su pene (que claramente se le notaba) una manchita de líquido preseminal.

 

 

 

Quedé en shock.

 

 

 

—Daniel, qué haces, si alguien pasa te va a ver así. Además ya es hora de que subas por tu documento.

 

 

 

—No viene nadie, princesa. Aquí casi no pasa gente.

 

 

 

Una vez acabó de decirlo, me tomó por la nuca, me acercó a él y siguió besándome pero ahora de una forma súper intensa. Metía su lengua en la mía y sus manos ya estaban por todo mi cuerpo. Con una masajeaba mis tetas por encima del vestido y la otra se perdía en mi entrepierna. Seguíamos en nuestro beso apasionado cuando hundió uno de sus dedos en mi vagina por encima de las medias, sin embargo la sensación fue deliciosa.

 

 

 

Ahí estaba otra vez fajándome de lo lindo, ahora en vía pública. Quedaba claro que me tenía en sus manos y a estas alturas me sentía tan caliente que no pensaba más que en el placer que me provocaban sus besos y sus caricias.

 

 

 

Mientras nos seguíamos besando, tomó una de mis manos y la paseó por su paquete encima del bóxer.

 

 

 

—Mira cómo lo estás poniendo, flaquita—, me dijo.

 

 

 

Estaba totalmente perdida que seguí el juego. Mi mano derecha se dio un festín y sobé todo su pene por encima de su bragueta. Y mis dedos fueron testigos de cómo su verga empezaba a crecer poco a poco; la sensación de tocar la parte más íntima del chico que durante tantos meses atrajo mi atención me ponía muy mal. Él seguía tallándome mi rajita que, para este momento, ya había empapado totalmente mis cacheteros.

 

 

 

Nos separamos por un momento.

 

 

 

—Daniel, ya tienes que subir por eso, ya por favor. No podemos estar haciendo esto aquí. Te lo pido por favor.

 

 

 

El muy cabrón estaba consciente de que en el juego psicológico yo ya había perdido y se aprovechaba de ello. Me sonrío con cara de cínico, agarró una de mis manos y la paseó por todo su abdomen y por su pecho por debajo de la camisa; metió 3 de mis dedos en su boca, los ensalivó y luego volvió a hacer el mismo recorrido pero de arriba abajo metiendo mi mano por abajo del bóxer.

 

 

 

Por supuesto que no desaproveché la oportunidad y mi mano agarró, masajeó y sintió toda su verga a esplendor. Él ya no me tocaba, ahora sólo era yo la que sentía su pene y sus huevos. Aún lo hacía con timidez, consciente de que cualquier persona que pasara podía vernos. Las yemas de mis dedos sintieron su glande y el tronco de su pene, también tocaron su escroto y luego con toda la palma de mi mano lo tomé y lo empecé a masturbar.

 

 

 

Daniel procedió a bajar su bóxer igual a la altura de sus rodillas y acomodó el sillón para quedar en una posición más cómoda; sin embargo, su cabeza sin problema podía verificar que nadie nos viera.

 

 

 

— ¿Te gusta?— me preguntó el muy canalla.

 

 

 

Estaba tan caliente que no iba a mentirle ni a hacerme la difícil a estas alturas. Además su pene, de ser sincera, era lindísimo; no estaba aun totalmente erecto pero se notaba de un buen tamaño, algo parecido al de mi novio en lo largo pero sin duda el de Daniel era más grueso. Por encima de su miembro, una cabeza gorda y brillosa asomaba apuntando perfectamente hacia arriba.

 

 

 

—Es lindo— le contesté de forma escueta.

 

 

 

— ¿Te gustaría probarlo? Puede ser tu dulce todo el tiempo que quieras.

 

 

 

Sólo atiné a verlo a los ojos y a sonreírle. Mi mano derecha por supuesto no había soltado su verga.

 

 

 

—Qué bonito dulce me he ganado entonces.

 

 

 

[Ay, Carmen]

 

 

 

Estiró su brazo derecho y me dio un pequeño empujón por la espalda para inclinarme. Entendí el movimiento de su brazo y me incliné de lado de tal modo que estoy segura que nadie que pasara relativamente lejos del coche pudiera notar cómo probaba su pene.

 

 

 

Al tenerlo tan cerca, lo primero que hice fue mirarlo a detalle antes de llevármelo a la boca. Según yo, su erección no era total y aun así el tamaño era considerable. Siempre me ha dado mucha risa la forma de hongo que tienen la cabeza de los penes y al ver el de Daniel me esmeraba en recordar si alguna vez había probado “un hongo” tan grande.

 

 

 

Fuera de mis parejas formales, solamente había tenido sexo con 4 hombres (siempre estando soltera) y a pesar que varios de ellos tenían buen tamaño, la cabeza de Daniel era algo de llamar la atención. Así que empecé por ahí.

 

 

 

Lo primero que sentí con mis labios fue la curvatura y poco a poco comencé a succionar la cabeza.

 

 

 

—Así chiquita, la puntita primero— me dijo un Daniel que empezaba a disfrutar mi felación.

 

 

 

Así estuve unos segundos probando “mi honguito” hasta que instintivamente mi succión abarcaba parte del tronco, y así más y más.

 

Conforme seguía chupando sentía en el interior cómo su verga crecía y crecía dentro de mi boca. Era una sensación riquísima. De vez en cuando, sacaba su pene de mi boca para masturbarlo con ambas manos y llevar mi saliva desde la base del tronco hasta el orificio. También probé sus testículos a placer con mi lengua. Le daba besitos a su falo por todas partes y mi labial ya se había mezclado totalmente con sus fluidos. Me gustaba mucho sentir su líquido preseminal.

 

 

 

Daniel sólo sostenía mi nuca con su mano derecha para llevar el control del ritmo. La verdad José Luis me había entrenado perfectamente en las artes del sexo oral y, por azares de la vida, ahora era otro el que disfrutaba de las enseñanzas. Sabía que llegado un punto, las manos salen sobrando y todo el movimiento debe ser con la boca.

 

 

 

Me imagino lo caliente que estaba Daniel: una chica cometiendo su primera infidelidad sexual contigo en plena calle, inclinada en tu coche y comiéndote la verga como toda una profesional. Casi no hablaba y sólo de vez en cuando oía un “Así chiquita”, “Cómo te la comes, bebé”, “Mira que te gusta, eh”. La verdad no sabía y no me importaba lo que decía, yo sólo me dedicaba a disfrutar su tranca.

 

 

 

—Mhh…glmphhh…¡¡¡mmhhhhhhh!!!—eran los únicos sonidos que salían de mi boca.

 

 

 

Si no me equivoco, fueron unos 5 minutos en los que proseguí con mi labor.

 

 

 

—Carmencita, ¡cómo te gusta, eh! Es todo tuyo, princesa—, decía mi amante entre jadeos.

 

 

 

Me lo saqué de la boca, lo miré a los ojos y le dije:

 

 

 

—Claro que es todo mío, es mi dulcecito.

 

 

 

[Ahora más que una novia infiel, parecía una puta a sueldo]

 

 

 

Ustedes sabrán entender, las mujeres nos transformamos durante el sexo o por lo menos eso quiero creer. Sobra decir que seguí chupando sin manos y poco tiempo después noté que la mano derecha de Daniel soltó mi nuca y se dirigió a mis nalgas, subió mi vestido (lo cual no era muy difícil por lo corto) y empezó a sobarlas.

 

 

 

—Mira nada más el culo que te cargas—, me dijo.

 

 

 

Por supuesto que no le contesté y seguí esmerándome en lo mío. Pero algo tenía claro: si quería una chupada y hasta venirse en mi cara estaba dispuesta, pero estaba muy loquito si pensaba que iba a cogerme. Eso sí que no.

 

 

 

—Dije que estás muy buena. Mira esas piernas.

 

 

 

Y entonces sus manos bajaron a mis muslos y a mi entrepierna. No podía a alcanzarme muy bien pero era evidente que el cabrón quería meterme mano.

 

 

 

Yo en mi papel de niña buena, seguí chupando y mamando como una experta. A estas alturas su pene ya estaba a su máxima expresión. Como mínimo eran 20 cm de pura carne rica y fresca.

 

 

 

Como les dije antes, la tenía más gruesa que José Luis y eso me dificultaba más la tarea. Aquel enorme instrumento desaparecía dentro de mi boca hasta llegar a mi garganta y mi cabeza subía y bajaba una y otra vez.

 

 

 

—Carmen, te quiero coger como loco—, me dijo.

 

 

 

Yo me hice la desentendida.

 

 

 

—Te la quiero meter hasta el fondo, chiquita. Mira nada más cómo me pusiste. Niégame que no estás toda mojadita. Anda, dímelo.

 

 

 

—Ya Daniel, en buen plan deja de

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