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Categoría: Maduras

Las mejores maduras son vecinas

Las mejores maduras son vecinas. Todos nosotros lo sabemos, porque... primero las saludamos en la calle yendo nos a la compra con su mamá, después hablamos con ellas cuando las encontramos en la calle casualmente - por el respecto de nuestros padres claro, despues las observamos, nos fijamos como al culo tanto el pecho, las piernas, la boca, etc. Terminamos con una deseo inmenso de follarlas. El deseo crece en una tremenda gana y nesecidad que resulta con miles de pajas, hasta que no se cumpla el sueńo.



 



II



En mi vecindario vive un seńera de 54 ańos llamada Teresa. Tiene su historía. Vivía con su marido hasta que se quedó viuda. Él se murió porque era un alcohólico notorio. Cuando se murió él, ella tenía 45 ańos. Teresa es una dońa muy firme, muy educada, superior a él, y nadie sabía como ella podía ser su esposa. Yo creo que la muerte de él para ella fue un alivio, no sólo en el sentido de que puedía conseguir otro hombre, sino que, por lo menos, iba a vivir sola y eso le resulta más fácil que con un tipo así. Pero Teresa no quería otro hombre, la razón fue que ella era una mujer conservadora, tranquila y decente. Tenía su dignidad, segura en si, y sus actitudes eran muy inteligentes. Trabajaba en el Municipio del pueblo como la secretaria de actas y era una figura muy importante y respectada por todos los ciudadanos. Poca gente se atrevía hacer «algo» en sentido, preguntar a salir con ella, etc. Ella no dejaba a nadie que se le acercara. La amistad mantenía con un grupo de personas que conocía desde mucho tiempo y con los compańeros de la oficina. Uno de sus socios eran mis abuelos que viven en nuestro barrio.



 



III



Mis primeros recuerdos de Teresa fue justamente en la casa de mi abuelo. Su marido todaía estaba vivo pero no pasaba mucho tiempo con ella. Teresa solía venir a departamento de mis abuelos. Yo era un nińo de seis ańos y venía también a la casa de mi abuelo cuando me daba gana. Yo con seis ańos no sabía nada de la vida todavía. En la calle aprendí montón de malas palabras y al no saber ni que significaban, una vez en casa de mi abuelo, las pronunciaba en la voz alta. Eso producía una erupción de la sonrisa avergonzada de Teresa. Decía yo: «la vagina, el culo, la verga, el pene, follando, pajeando, las tetas,» etc. Todos se sentían apenados, menos yo, claro, y Teresa que se divertía de mis tonterias. A mi abuelo le dió tanta pena de que quería castigarme de alguna forma, pero ella me defendía. Su sonrisa era tan umilde y tan inocente que a todo el mundo le gustó y a mí también aunqué todavía era un chamaco, y por esa razón yo repitía muchas, muchas vezes esas palabras.



 



IV



Desde entonces pasaron como catorce ańos. Mientras tanto su marido falleció. Teresa se qudó a vivir sola. Tenía un hijo grande ya, era un hombre con su propia familia pero vivía lejos de ella. No buscó otro hombre, vivía sola y «dependía» solamente de su trabajo y varios amigos. Cuando crecí un poco más y empezé mirar mujeres, me fijé también a los detalles de ella, ahora de los ojos a un hombre. Era una tremenda mujer, de altura 1,70, siempre seria, pelo pintado en rojo, llevaba blusas que no mostraban nada de su cuerpo, pero tetas grandes no podía ocultar. Observandola detenidamente descubrí que llevaba sostenes viejos modelos, muy duros, bien formados, para que sostenga sus tetas rectas, que ya estaban un poco flojas y caidas. Cada blusa o abrigo llegaba hasta el cuello y casi siempre usaba el pantalón. Pero yo no sé, que me exita más. Ver una mujer desnuda con tetas medías, o una tetona que las cubre y oculta por completo. Sé. Simplemente, me calientan las que cubren y ocultan. Teresa cubría su tesoro. Ella tenía, pero no quría que los demás las vieran. Lo peor para mi era que siempre se vestia en colores como rojo, negro, rojo oscuro. Yo tenía envidia de la tela que cubría sus pechos aprietandole tanto. Llevaba las gafas porque no quería que se vieran arugas en su cara. La cara era bonita. Era una preciosa mujer. Tenía buenas piernas y un buen trasero. Cuando usaba faldas, casi siempre eran rojas con negras medias de naylon. Muy sexy.



 



V



Con cinquenta y tres se jubiló. Eso era una nueva época para ella. Tiempo pasaba en la casa, salía solamente a las tiendas y por la tarde a caminar con su compańera por el borde del rio. Poco a poco se daba cuenta que ya tiene bastante ańos y también que no era tan importante en la vida social. Yo practicaba el atletismo y también usaba el mismo lugar, al lado de rio, para correr. Empezamos vernos casi cada día. Aluguna vez pasaba corriendo al lado de ella, alguna vez caminaba y tenía oportunidad de saludarla y cambiar pocas palabras. A ella le gustaban los chicos deportistas y sobretodo que sean educados. Se sonría siempre cuando me saludaba. Yo sinceram(i)ente en mi cabeza no tenía la idea de que algo pudiera ocurrir entre nosotros. Para mi Teresa siempre era la amiga de mis abuelos y de mi mamá, respectuosa vecina y nada más. Además, ya tiene ańos (54), si fuera 10 ańos menor o.k., pero ahora ya es una persona de edad. (Teresa era menor solo seis ańos que mi abuela, y mi abuela era un verdadero desastre!) Pero, no era todo así. Gracias a su prácitca física cada día, Teresa mantenía su cuerpo en un buen estado, cuanto se podía, claro.



Ya expliqué que ella no tenía más su trabajo y a sus compańeros que la rodeaban. Todo eso la hizo más comunicativa y más abierta.



En una ocasión cuando nos topamos en la calle, ella me dijo:



- Te acuerdas cuando eras muy chicito como eras un nińo intranquilo. Estabas un dolor de cabeza para tu mamá. Mira lo ahora, un deportista! -, todo eso me decía como si yo fuera esa misma criatura de seis ańos, y en vez de decir «hombre» me dijo «deportista». Me quedé enojado y le respondí ponerme un poco atrevido:



-Yo soy un hombre de veinte i pico ańos, y me acuerdo muy bien todo lo que hacía y decía y cada vez cuando usted se sonreía de mis palabras. Lo sé muy, muy bien. No me olvido tan fácil. -



Ella de repente paró de reirse, me miró a los hojos y de nuevo me dió una sonrisa ahora más carińosa y más provocativa que duró solo un instante. De repenté se puso nerviosa, se dió vuelta observando si alguien nos estaba mirando, parecía ofendida de mis palabras, y se despidió de mí no mirarme. Solo ańadió:



- Saluda a tu mamá.-



 



VI



Eso fue el momento cuando empezó existir algo muy especial entre nosotros dos. Yo no estaba seguro que ella realmente quería, y no me atrevía ir un paso adelante. Pero, como yo todavía no tenía la experiencia sexual con una mujer de esa edad, la idea de probarlo con ella me calentó más y más. Y ella, ella tenía un bloqueo en la cabeza que yo todavía era el nińo de quien se acordaba hace 15 ańos, y sobretodo era mujer muy estricta y firme.



Asi pasaron varias semanas sin ningun contacto entre nosotros. Yo salía a correr, pero ella no salía a caminar, hasta que una tarde nos encontramos justo cuando yo había terminado mi entrenamiento. Ella caminaba con su amiga y yo con un amigo mio. Era tiempo de calor y ella estaba vestida en una camiseta simple. Bueno, realmente tenia una más corta a bajo, yo era complatamente mojado por los pechos y por la espalda del sudor. Las saludamos cordinalmente y comentamos que estaba un buen día para pasear y correr por la naturaleza. De repente, ella me dijo muy directo:



- Como estas sudado..., y por qué no te quitas la camiseta ? -



Uh, ahora yo me quedé asombrado, pero actué como si no hubíera pasado nada. Le respodní que lo iba a hacer en la casa. En el mismo momento bajé mi mirada más discreto a sus tetas que se podían ver muy bien incluso a los pezones. Por primera vez ví sus tetas tan cerca. No llevaba el sostén y se veían en muy, muy buenas condiciones. Intercambiamos las miradas y nos despedimos. Parece que ella decidió dar un pasó adelante, y a mi me gustó mucho. Al ducharme hizé una maravillosa paja imaginando chupar los melones que ví reciente. Con los ańos, a Teresa se aumentó el estomago, el culo y las tetas. Eso pasa a muchas mujeres que se pongan más maduras. A mi no me molestaba nada eso. Lo de ella, cada vez me calentaba más y más.



 



VII



Un día entre semana me fuí al hospital. Y mientras estaba esperando mi turno en el consultorio, eché un vistazo por la ventana. Ví a Teresa como se acercaba al hospital. Estaba muy bien areglada, pintada, tenía la falda roja hasta rodillas, medias negras, pechos se notaban desde lejos por la blusa negra que tenía puesta y llevaba un bolso en la mano. Se veía muy atractiva. Al entrar al hospital Teresa tenía que pasar al lado de algunos albańiles que estaban desayunando sentados en la calle. Por las actuaciones y risas de ellos ví que le decían priopos vulgares y cosas que no se dicen a una mujer fina como ella, además en el medio de la calle. Me fijé que había entrado en la farmacía que quedaba a bajo. De repente decidí salir del consultorio y corrí hacia la puerta de la farmacia. Allí esperé. Cuando ella salío, se notaba que estaba ofendida de lo que pasó cuando entraba a la farmacía. Yo me hacía que salía normalmente del hospital. «Casualmente» nos encontramos en frente de la farmacía. Después de saludos y varias palabras le pregunté si ella se iba a la casa. Me respondió que sí, y nos fuimos junto. Al pasar por los albańiles maleducados que todavía desayanban allá, yo tenía preparado un plan. Cuando nos acercamos bastante, yo golpeé con mis manos en forma de aplaudir varias veces muy fuerte y les grité:



- Vamos muchachos, se acabó el desayuno, hay que trabajar! El dueńo les llama. Vamos, vamos, rapido. En la fila, en la fila, vamos! - , decía yo con una seriedad, jodiendo a ellos.



Ellos se confundieron, primero se pararon, después se fijaron al rejoh si receso se acabó y si de verdad el dueńo estaba llamandolos. Mientras nosotros dos ya pasamos y los dejamos ofendidos y enfatizados. Ella se emocionó tanto que se mataba de la risa, estaba muy, muy contenta y satisfecha. Yo caminaba con una dignidad como si no hubiera pasado nada. Fue mí verdadera victoría. La observé con calma, ella estaba contenta y no quitaba la mirada de mi.



-Sabes, eres un maravilloso muchacho, que sabe proteger a una mujer.-, fue primero lo que dijo después de la risa.



Casi me desmayé. De repenté sentí ondas tan tiernas y fuertes que venían de su lado. Le miré otra vez sin palabras. Teresa no quitaba la mirada de mi.



- Eres un hombre valiente -, ańadió ella, por fin bajando su mirada hacía bajo.



No sabía que decir, estaba confundido y también tuve una sensacion expectacular. Parece que conquisté a una mujer con una cosa tan pequeńa, y a mi novia nunca pude. Le respodní que siempre lo haría por ella. Teresa se puso roja en la cara, pero se notaba que le gustaba cada mi palabra.



Al medio del camino, me dí cuenta que ella en su mano llevaba «el tiket».



- Oh, dońa Teresa, disculpeme yo le voy a sostener el bolso, por favor. Me olvidé casi, y eso es pesado para usted. -



Ella también lo quría, que yo cargara a su bolso. Y parecía que quería entregar mucho más que solo un simple bolso.



- Oh, no es necesario, no es necesario, ya lo hiciste mucho para mi, yo puedo sola -.



Pero me lo entregó fácil con una sonrisa nueva en su cara, que mostraba un deseo y una gana indefinida, sin barreras. Me miró a los ojos hasta que yo dejé de mirarla.



 



VIII



Yo tragé mi saliva al llegar a la entrada de su edificio. Algo se rompió en mi. Le dí el bolso y le dijé al final :



 



- Me voy a la casa Teresa, nos vemos. -, me dí vuelta y volé a la casa.



 



No sé si se sorprendió o no, me fui furioso y no pensaba de lo que ella estaba pensando. Lo que me pasó no era el miedo, era algo distinto de lo creía. Todo lo que sucedió hoy, el intercambio de energías y emociones entre nosotros, yo no quería tomar solamente como un pretexto para acostarme con ella, porque soy un ser humano y tengo el sentimiento más que un animal. Po puedo follarla, cerrarme el pantalon, y marcharme, como si no estuviera pasado nada. Tuve una emoción más profunda en todo esto. El respecto que tenía hacía ella solamente se estableció más fuerte. No soy uno de los albańiles que solo ven el cuerpo y menos todavía, yo conocía su historía, su personalidad. Esa mujer no se había entregado a nadie ni antes ni después de la muerte de su marido. Poco después de la muerte de su marido, cuando para Teresa estaba más dificil vivir sola, mi abuela rompió todas las relaciones con ella por la envidia de que a mi abuelo le gustara más Teresa que ella misma. Resistió todo, llegó a los 55 casi, aunque perdió su belleza todavía es ermosa y linda. Tomé el papel de su marido y ella, enamorandose de mi, de mi novia que yo siempre imaginaba – atraerme fisicamente y querrerme por mis actitudes normales. Me cambié opinion en sentido de que la nesecitaba como un objeto sexual.



Teresa se quedó con boca abierta. Quizó decir algo, se dió vuelta y decepcionada y triste entró al edificio.



 



IX



Varias días pensaba solamente de ella en mi pieza. La imagianaba como una perfecta mujer para mi si solamente estuviera menor. De mi edad, no... puede ser y cinco ańos menor, bueno..... daría y quince ańos solamente que sea la verdad. Al final pensé, acepto y si tuviera la edad que cuando yo tenía seis y ella cuarenta... aunqué podia ser y ....



 



Lo que pasó después.... fue inolvidable....... pero les voy a contar



otra vez, si lo quieren.



Avisenme. Sean buenos. Teddy.



p.s. Quien se queja que en esta historia no hay sexo, se equivoca porque en el final del sexto párrafo escribí que hize una buena paja.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 5
  • Votos: 1
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1826
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