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Las amigas de María Relato 4

LAS AMIGAS DE MARIA.
LA PROSTITUTA

Relato No. 4
Julio César Bete

Pasó el tiempo y el proyecto para el cual yo trabajaba; originalmente estaba programado para desarrollarlo en tres meses, pero debido al mal tiempo imperante en la zona llegamos al quinto mes y los trabajos solo habían avanzado en un 60%

Todo ese tiempo, la amistad con María fue creciendo y nos tratábamos con bastante confianza, a tal grado que todos los sábados a las tres de la tarde nos reuníamos en la glorieta de venta de pollo. Nuestra relación era más; que solamente sexo, había mucha comprensión y camaradería. Me lo demostró una vez que yo no me presenté a la glorieta. En un taxi llegó a mi apartamento (Bendito Dios que así lo hizo), tocó la puerta y como pude quité las cerraduras pero no pude abrir ¡me desmayé! Ella después me contó que con mucha dificultad pudo abrir la puerta porque mi cuerpo estorbaba para abrirla.

Tenía tres días de estar con fiebre, deliraba y con fuertes dolores en todo el cuerpo, muy débil por la fiebre, sudaba bastante. Me dolía tanto mi cuerpo que estando en la cama ni siquiera podía moverme. En esos tres días no comí, ni tomé agua así que estaba bastante deshidratado. No sé como hizo María, pero luego estaba a mi lado un médico (posiblemente un cliente de ella) que me examinó, me inyectó y me puso un bote de suero; dio una montaña de recetas que ella fue a comprar a la farmacia. Todo lo hizo en un decir Amén. El médico diagnosticó dengue, agravado por la falta de alimento. Ese fin de semana María fue mi enfermera pendiente de que tomara los medicamentos. Cambió y lavó las sábanas que apestaban a sudor, aseó mi apartamento. El domingo como a las diez y media de la mañana, no sé donde consiguió una sopa de mondongo (sabroso) que realmente me revivió.

A las tres y media de la tarde, de ese domingo me dio la noticia de que al día siguiente salía para México. Me dijo que una prima tenía un restaurante en la capital mejicana y que le había pedido que fuera a ayudarle. Dijo que iba a estar un tiempo ayudándole pero que la intención de ella era irse mojada a los Estados Unidos.

Cuando miró que me puse un poco triste con la noticia, me dijo que no me preocupara que ella tenía una amiga (que no era prostituta), a la cual ella le había platicado de mí y que esa muchacha estaba bastante interesada en conocerme. Esta muchacha va a estar el próximo sábado a las diez y media de la mañana, esperando bus en una caseta cercana a la aldea donde ella vive;(me dio el nombre de la aldea), y por donde usted pasa todos los días a su trabajo. Me dijo que ella se llamaba Gloria (nombre verdadero y si recuerdo también el apellido) y que iba a andar con un vestido rosado.

A María nunca la volví a ver, ni a saber absolutamente nada de ella. En nuestro país por ese tiempo no había muchos medios de comunicación. No existían los teléfonos celulares, eran muy pocos los teléfonos fijos y ni siquiera se soñaba con el Internet. Realmente que la tecnología actual ha venido a revolucionar el mundo de las comunicaciones.

El miércoles me presenté al proyecto ya bastante recuperado de salud y cuando pasé por la aldea identifiqué la caseta que María mencionó. El día sábado exactamente a las diez y media de la mañana estaba estacionando mi vehículo enfrente de la caseta a la orilla de la carretera. Allí estaba aquél portento de mujer; su vestido rosado bastante ceñido arriba; con un generoso escote que mostraba parte de sus dos frondosos melones, su cintura estrecha. De la cintura para abajo su falda que le llegaba a la rodilla, era ancha y con bastantes pliegues verticales. Calzaba zapatos rosados de tacón alto, de piel blanca, tenía una cabellera lisa, bastante abundante de color castaño claro, casi rubia. Llevaba su cabellera suelta recogida sobre la frente solamente con una diadema, también de color rosado.

Marilyn Monroe (Pensé). Con este pensamiento me bajé del carro y casi la llamo así cuando dije Gloria, mi nombre es Julio César, la saludé con un beso en la mejilla, el cual ella correspondió. Le ayudé a subirse al vehículo porque era bastante alto, En ese tiempo andaba estrenando un Toyota doble cabina 4x4. En ese momento tuve la oportunidad de apreciar sus ojos de color miel, unos labios gordezuelos que servían de atalaya a una dentadura blanca muy bien alineada y pareja. El color de su piel era realzado por lo rosado de su vestido.

Cuando subí al vehículo la cabina olía a jabón y a una loción suave, que me agradó mucho. Veinte minutos después llegamos a la ciudad puerto; a una mujer tan elegantemente vestida no la iba a llevar a la glorieta en donde vendían pollo frito. Me dirigí directamente a un restaurante a la orilla del mar. Nos acomodamos en una palapa solitaria rodeada de palmeras y almendros en flor, que refrescaban grandemente con su sombra el ambiente.

Pedí una botella de vino blanco y de almuerzo langosta. La muchacha que nos atendió nos dijo que la langosta iba a servirla en una hora. No hay problema le dije, tómese su tiempo. No tengo prisa. Me arrepentí de haberle dicho eso, para que nos sirviera la segunda botella de vino tuve que hacerle de brequero (así se les llama a los que dirigen el ferrocarril); pues la palapa quedaba en la playa, como a veinte metros del bar y por mas seña que les hacía no me atendían. Cuando le reclamé a la mesera, me señaló un timbre y allí murió mi reclamo. Creo que para contentarme la segunda botella la acompañaron con varios platillos de mariscos.

Cuando nos sirvieron la langosta la segunda botella de vino se había agotado, pero valió la pena la espera, la comida estaba deliciosa. Antes, se había presentado el dueño del lugar disculpándose por la tardanza y me dijo que otra vez que quisiera langosta lo llamara previamente. Me dio su tarjeta y un buen descuento. A las tres y treinta de la tarde salimos del restaurante.

Me dirigí a un supermercado dispuesto a surtir muy bien mi refrigeradora, no en balde la semana anterior había estado a punto de irme al hoyo y pensé que solo se vive una vez. Previamente había convencido a Gloria para que se quedara conmigo el fin de semana.

(En ese tiempo, yo creía que era muy bueno conquistando mujeres y que solo necesitaba que me dejaran hablar un poquito para seducirlas y que cayeran rendidas en mis brazos. Que equivocado estaba, quizás una que otra, a las que les llevé serenata o les escribí y recité versos; quizás. Pero la gran mayoría nos hacen creer que las conquistamos y que diablos, ellas ya nos habían echado el ojo y planeado seducirnos).

Arriba escribí; previamente había convencido a Gloria para que se quedara conmigo el fin de semana Como no, Chon. Ella desde que se montó a mi vehículo sabía que eso iba a pasar y se dio el taco de que le rogara un poco. Al final del relato se enterarán porqué asevero lo anterior.

¡Huy! ¿Como cree? ¡Huy! ¡Si nos venimos conociendo! ¡Huy! ¿Qué va a pensar de mí?

Pavadas

En el supermercado me armé muy bien. Vino blanco (2), vino rosato (2), vino rojo (2), wisky (1) veinte y cuatro latas de cervezas, galletas saladas, churros, tostones, choricitos, atún, queso manchego, pistacho, etc. etc.…en fin. Bien armado. Llegamos a mi apartamento y Gloria me ayudó a acomodar en la refrigeradora las cervezas (algunas iban heladas) y el vino blanco y rosato.

Encendí la radio grabadora y puse música romántica. La invité a bailar y cuando terminó la pieza la besé en los labios. Había omitido narrar de que en la palapa de la playa solamente la besé dos veces en la boca y no me entregué de lleno besándola allá como Dios manda, porque en el momento que nos besamos recordé a Norma (nombre verdadero y el apellido también lo recuerdo); una novia de mi adolescencia que jamás pude poseerla. Los labios de Gloria y la forma tan sensual para besar se parecían grandemente a Norma. Sucede que Norma tenía unos labios tan sensuales que solo me besaba y con eso bastaba para que eyaculara. Por las tardes después de salir del colegio llegaba a su casa. En el porche estaba el papá de Norma leyendo el periódico, Norma estaba en la sala oyendo novelas por la radio “Corona de lágrimas”, “Chucho, el roto” “El monstruo de la laguna verde” (en aquellos días no conocíamos los televisores). Llegaba y en la primera oportunidad nos besábamos con tanta pasión que de inmediato eyaculaba, era tanta la cantidad de semen que corría debajo de la rodilla abundantemente. El uniforme del colegio era camisa blanca manga larga, corbata y pantalón azul profundo, zapatos negros. Tenía que salir de aquella casa rápido porque en aquel pantalón era notorio el lamparón que brillaba de semen. Temía que la madre o la hermana mayor de Norma entraran a la sala y me vieran en esas fachas. Me agarraban los nervios con solo pensar que tenía que pasar por el porche en donde estaba el papá y que a veces se despedía de mí, dándome la mano.

Felizmente, esa época de colegial adolescente fue superada y en aquél momento que tenía a Gloria en mis brazos era un hombre con cuarenta y cinco años cumplidos, de nervios bien templados, dueño de mi mismo y que sabía lo que quería. La besé apasionadamente y correspondió con igual intensidad a mi caricia, por encima de la ropa pude sentir lo firme de su cuerpo.

Voy a quitarme los zapatos, entró un poquito de arena en la playa. Luego dijo que iba a bañarse, noté que no cerró con llave la puerta. La pared que dividía el dormitorio del baño no pegaba al cielo sino que estaba mas o menos diez pulgadas abajo. Oí que abrió la regadera y dijo que estaba rica el agua. Le pregunté que si ella prefería cerveza o vino y me contestó que vino. Okay yo voy a tomarme una cerveza mientras usted se baña.

¿Usted no va a bañarse? El agua está rica.

Me gusta respetar la privacidad de los demás, como me gusta que respeten la mía. Pero esa directa indirecta, no necesitaba invitación por escrito. Rápidamente me desnudé y en ese momento comprendí porque ella había dejado entre abierta la puerta del baño. Entré y corrí la cortina ¡Dios mío! Exclamé. Me quedé un poco más de dos minutos apreciando la belleza de aquella mujer.

Pensar que algunos no creen en Dios. Yo estaba apreciando toda la majestuosidad del Eterno en la creación de la belleza personificada en aquella mujer. Y que muy pronto íbamos a entregarnos y disfrutar las delicias del placer uno en brazos del otro, porque definitivamente para bailar se necesitan dos. Este 31 de Enero cumpliré setenta y un años y no me canso de agradecer al todopoderoso, porque puso y todavía sigue poniéndome mujeres (todas son bellas) en mi camino. (No estoy alardeando, les juro que es la verdad).

No se quede allí parado. Venga y enjabone mi espalda. Su reclamo me sacó de mi ensimismamiento. Por atrás las nalgas de aquella mujer era una bolita de billar por lo redonditas, las curvilíneas de su cintura, las bien torneadas piernas, lo plano de su vientre; y sin exagerar creo que Gloria bien tenía en la entre pierna tres cuartos de libra de carne, coronada con un vello en su pubis color castaño claro. Sus pechos eran grandes, bastantes firmes y sus pezones los rodeaba una gran aureola que destacaba en su piel blanca. Toda ella la estaba palpando y en segundos me puso a mil, no creo haber pasado dos veces el jabón por la espalda. Mi pene parecía que iba a estallar, me puse de tal manera que el agua cayera en mi espalda y eso mas me encandiló. Sin que yo se lo pidiera Gloria se arrodilló, cogió mi pene con suma delicadeza y se lo metió casi todo en la boca, luego lo sacó un poco y prácticamente solo dejó el glande. Yo sentía la lengua haciendo maravillas en mi glande y solté un poquito de semen que ella paladeaba, como quien estaba chupando un bombón. Desde pequeño aprendí que agrado quiere agrado y yo correspondí dándole una muy buena mamada. Aquellos tres cuartos de libra de carne (tenía un gran panal) guardaban en su interior un clítoris también grande, que ya estaba erecto cuando lo empecé a chupar pero que luego de dos chupetazos se agrandó y se puso aún más duro, ella jadeaba y como uso el pelo corto al estilo militar, mis pobres orejas fueron las que sufrieron cuando ella tuvo su primer orgasmo.

Era un tanto estrecho el baño y ella me suplicó que la penetrara. Se puso de espaldas y apoyándose con las manos en el bordillo del baño dejó las nalgas levantadas y cuando ella separó las piernas la penetré desde atrás, mis manos la tenían fuertemente asida de las caderas y por momentos con una ce mis manos le acariciaba el clítoris.

Dejé de acariciarle el clítoris, cuando sentí que una de sus manos chocó con la mía queriendo ella hacerlo. Por entero me dedique con mis dos manos a acariciar sus nalgas, piernas, sus pechos que se bamboleaban con el movimiento. Abrí sus dos glúteos e introduje mi dedo pulgar derecho en su ano. Los jadeos de Gloria eran mas intensos, especialmente cuando saqué mi pulgar de su ano e introduje los dedos índice y anular al mismo tiempo, los metí en toda su longitud. Se intensificaron los jadeos de Gloria y esta vez acompañados de un ronroneo, como ronquidos. Dio un fuerte suspiro y todo su cuerpo empezó a temblar, posiblemente tenía su segundo orgasmo. En ese momento saqué mi pene de su vagina e introduje lo que pude varios dedos de mi mano izquierda e inmediatamente coloqué mi pene en su ano y muy despacio fui empujando hasta que lo introduje todo. Me quedé un ratito allí, sin moverme; sentí la mano de Gloria nuevamente queriendo ella acariciarse y entonces si que empezó el baile como dios manda. La así con las manos de las nalgas y empecé un mete y saca al principio lento y suave, siendo cada vez mas rápido y fuerte. Oyendo los grititos ahogados de Gloria eyaculé una barbaridad, estuve como quince segundos soltando semen y sentí como inundaba los intestinos de Gloria.

Nos bañamos y nos aseamos muy bien. Nos cubrimos con toallas y le di una copa de vino blanco mientras yo tomaba una cerveza. Me fumé un cigarrillo y ya estaba listo para otro round. Debido a mi enfermedad hacía exactamente quince días que no tenía sexo y en ese tiempo era un verdadero garañón.

Le quité la toalla y la besé, nuevamente sus labios y la forma de besar me recordó a Norma. Inmediatamente ella con la sorpresa reflejada en su cara, por la rapidez en que me recuperaba. Se dio cuenta que yo estaba nuevamente a mil, se acomodó en la cama, colocando su rubia y abundante cabellera en la almohada. Abrió ligeramente las piernas y yo me coloqué en medio. Empecé besando sus labios, acariciando sus cabellos, besando su cuello mientras con las yemas de mis dedos acariciaba sus pezones, luego mis besos fueron en sus pechos y succioné ligeramente sus pezones. Mis besos los prodigué muy lentamente en su vientre y me dirigí muy lentamente a aquel promontorio de carne que tenía por pelvis. Cuándo llegué a su clítoris, éste estaba erecto (parece que nos habíamos encontrado la piedra con el coyol). Pocos chupetazos le había dado cuando pegó un grito que coincidió con el momento que la cinta de la radio grabadora llegó a su fin. El grito retumbó en el apartamento.

¡¡César, métamela ya!!

Yo soy muy obediente y una petición de ésta índole la cumplo al instante. Introduje mi pene muy suavemente en aquella vagina calientita y pude comprobar lo acolchadita que era su entre pierna.

Quiero aclarar que he conocido mujeres con grandes panales. Para el caso en un pueblo del interior conocí a una señora que tenía tres hermanas y cuatro hijas. Les decían “Las Cabezonas” y todas ellas hacían honor al apodo. Tenían un animalón grande; pero nunca como el de Gloria. También he conocido mujeres con el clítoris grande; pero nunca como el de Gloria.

Sería repetitivo escribir todo lo que hicimos aquella noche. Pero creo que solo dormimos un par de horas. Pasamos toda la mañana del domingo devorándonos y al mediodía fuimos al mismo restaurante de la playa a tomarnos una sopa marinera; y pedí camarones empanizados para ella, y camarones al ajillo para mí, y una botellita de vino.

Después que almorzamos me dijo que quería ir a la casa, a cambiarse ropa y a decirle a la mamá que no se preocupara. Fuimos, y cual no fue mi sorpresa que era vecina del Maestro de Obras de la constructora que yo Supervisaba. Yo había ido allí, a la casa del Maestro varias veces a buscarlo, para darle algunas instrucciones.

Cuando me bajé del carro, no podía dar paso porque no menos de seis niños me jalaban de la camisa guayabera gritándome papá, papá, papá (Ni más ni menos como una canción que se puso de moda en esos años).Todos ellos, hijos de Gloria. Salió la abuela y les dijo que me dejaran en paz. Me saludó la señora y con una sonrisa pícara me dijo que la hija se había enamorado de mí desde el día en que me conoció. Me confesó que Gloria se escondía para que no la viera porque en ese momento andaba desarreglada, pero que le encantaba oírme cuando le daba instrucciones al Maestro de Obras.

Nos regresamos al apartamento y el resto de la tarde la pasamos oyendo música y salimos a pasear en el vehículo por toda la ciudad. A las siete de la noche estábamos nuevamente prácticamente devorándonos y esa noche también muy poco dormimos.

Temprano el lunes, la dejé en su casa y me dirigí a mi trabajo. A las tres de la tarde, yo estaba convencido que con toda la actividad sexual del fin de semana, por lo menos iba a estar quince o veinte días sin tocar una mujer. Que gran equivocación.

Con solo recordar todo lo que habíamos hecho, tuve una gran erección y un poco antes de las cuatro de la tarde, yo estaba enfrente de la caseta y allí estaba ella. Me dijo que me estaba esperando porque todo el día lo había pasado solo pensando en mí. Yo encantado.

La historia se repitió los días siguientes. A las cuatro de la tarde la pasaba llevando; y ella ya me esperaba en la caseta. El jueves era feriado nacional y no fui a trabajar. Cuando fuimos a almorzar la cabina del carro estaba bastante caliente porque el sol le daba de lleno, por eso cuando regresamos lo metí hasta el fondo del patio donde habían unos árboles, cerca de los lavanderos.

Un poco antes de la media noche, habíamos colocado una colchoneta en el piso, por más fresco y para no manchar las sábanas. Le estaba pegando una gran cogida a Gloria de padre y señor mío. La tenia agarrada de las nalgas y penetrado por el ano. Los jadeos de Gloria me enardecían tanto que la estaba bombeando como loco. De repente sucedió algo que me paralizó. Se iluminó totalmente mi apartamento y alrededor de nosotros, estaban tres de mis tías (hermanas de mi mamá).

Yo me había quedado petrificado. Mi tía Panchita con una sonrisa entre pícara y burlona me dijo: Termine mi hijo, termine mi hijo, que la función está muy buena. ¡Que vergüenza! Cuando saqué mi pene parecía moco de jolote. Estaba totalmente avergonzado. Nos metimos al baño a asearnos y a cambiarnos.

Sucede que debido a mi enfermedad de la semana anterior, le di a mi tía Sara una llave de mi apartamento para que fuera dos veces por semana a asearlo y de ribete se enterara si yo estaba bien de salud.

Mientras estaba en el baño con Gloria, nos explicaron que no habían visto el carro y habían asumido que yo no estaba en la ciudad y que mi tía Sara había decidido entrar para orinar en mi sanitario. Venían a esa hora a avisarme de que mi tío Tomás le había dado un infarto y que estaba hospitalizado. Mi tío Tomás (hermano de mi papá, casado con una hermana de mi mamá) Todos ellos y ellas ya murieron; excepto mi tía Panchita que siempre que voy al puerto, me recuerda lo sucedido esa noche. Me dice que conmigo hay que andar con las nalgas pegadas a las paredes, porque no perdono.

Salimos del baño Gloria y yo vestidos, pero bien ahuevados. Preguntaron mis tías que adonde estaba mi carro, para que fuéramos al hospital a ver a mi tío. Yo les dije que allí afuera al fondo, estaba el vehículo.

Salimos al patio. Efectivamente, como demonios iban a ver el vehículo, si estaba bien al fondo y la vecina había tendido no menos de media docena de sábanas que desde mi apartamento impedían ver el carro.

Llegamos al hospital y allí estaba casi toda mi numerosa familia. Amanecimos en el hospital. Muy temprano le di dinero a Gloria para que se fuera en un bus a su casa y le expliqué que yo tenía que estar allí, por si moría mi tío avisarle a mi mamá que vive en la capital e irla a traer al aeropuerto y tener que atenderla. Ella comprendió y se fue en un taxi.

El taxi arrancó y mi tío Gustavo (hermano de mi mamá) se acercó y me comentó: Muy hermosa mujer.

Si. Muy hermosa. Le contesté (Yo había observado, las miradas que se habían cruzado, entre ellos)

Y mis sospechas, las confirmé, cuando me dijo: Pero hay que tener un buen tolete, porque no se llega al fondo con todo el montón de carne que tiene en el pan.

El día siguiente, el Presidente y Gerente propietario de la empresa para lo cual trabajaba, llegó a mi apartamento muy de mañana y me ordenó que inmediatamente debía salir a la ciudad donde estaban las oficinas centrales a recibir instrucciones porque el lunes debía presentarme a otro proyecto.

Han pasado muchos años (26) y cuando voy a la costa, me dan ganas de ir a buscarla, pero siempre hay algo que me detiene y no me decido. Nunca más volví a ver a Gloria.
Datos del Relato
  • Categoría: Juegos
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