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Categoría: Maduras

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida

La falta de trabajo obligo a que tomará la decisión de ir a vivir a Madrid aprovechando la oferta de un primo mío que había abierto un bar nuevo y necesitaba alguien de confianza que le llevara el que tenía desde tres años antes.  Soy  Matías, tengo actualmente veintinueve años, me considero de lo más normal, mi deporte favorito es subir caminando las escaleras  por mi fobia a los ascensores, mido aproximadamente un metro ochenta y presumo de incipiente barriga cervecera .



Los primeros días conviví provisionalmente con mi familiar mientras encontraba un piso de alquiler que pudiera permitirme pagar y la suerte me acompañó ya que los dueños del local donde mi primo tenía el bar solían bajar cada mañana a desayunar, la señora lo hacía a diario y el marido ocasionalmente pues trabajaba como ingeniero en una constructora que lo había destinado a Marruecos. La relación de mi primo con ellos era muy cordial y no tardaron en hacerme participe de su confianza. La señora, Rosalía se llama, es una mujer guapa que se conserva bastante bien, elegante y educada no hace distinción en el trato con los trabajadores del bar, se hace mirar y siempre se muestra amable con todo el mundo aunque desde el primer día observe en ella un tono de tristeza en su mirada. Mi primo me comentó que  había intentado ligársela pero ella corto el royo recordándole que estaba casada.



Llevaba aproximadamente un mes trabajando y un día que Rosalía almorzaba sola en el bar inicio una conversación preguntándome donde vivía desde mi llegada a Madrid a lo que respondí que estaba buscando un piso pero no acababa de decidirme por falta de dinero, dijo que ella podía tener la solución ya que  en esa misma finca había una buhardilla de su propiedad que siempre había estado desocupada y hablaría con su marido para que accediera a alquilarla. Ese día por la tarde subí a inspeccionarla y aunque evidentemente por falta de uso no estaba en condiciones de habitabilidad me pareció un lugar perfecto para vivir y más teniendo en cuenta el precio del alquiler que ella fijó en cuatrocientos euros al mes con gastos incluidos. Quince días después de la visita entraba a vivir a mi nuevo hogar, treinta metros cuadrados eran más que suficientes para mis necesidades. En Agosto Rosalía, como cada año marchó de vacaciones a Altea, hago un paréntesis para aclarar que es la única descendiente de uno de los empresarios más importantes del país que a su fallecimiento parece ser le legó su inmensa fortuna.



Pasó el mes de Agosto y contrariamente a lo previsto el matrimonio no regresó de sus vacaciones,  lo cual llamó mi atención y me preguntaba que podía haber pasado.  La tercera semana de septiembre el bar ya había recuperado el ambiente habitual y los clientes se iban reencontrando, el viernes cuando cerré a las diez de la noche dudé en ir a tomar una copa o subir a descansar pues el sábado tenía que abrir a las ocho como cada día. Desde mí llegada a Madrid solamente follo con una compañera de trabajo, Carmen, que está casada, su marido trabaja en un crucero del mediterráneo. Los sábados después de trabajar subimos al apartamento y follamos como locos, tiene 45 años y una fogosidad que la hace insaciable. El pasado fin de semana su marido estaba en Madrid y yo me quede con las ganas.  Una vez después de follar y mientras fumábamos un cigarrillo la pregunté  si no tenía problemas de conciencia y su respuesta fue: yo follo los sábados contigo, mi marido folla todos los días con una diferente. Otro día a la pregunta de que trabajaba su marido en el crucero contestó: de Mecamufo y entre risas aclaro: Mecánico, Camarero, Músico y Follador.



Como siempre subí por la escalera a pesar de disponer del  ascensor, cuando me disponía a abrir la puerta del mini piso,  escuché que la de los vecinos se abría y apareció la mujer



Rosalía: Buenas noches Matías



Matías: Buenas noches Doña Rosalía, no sabía que había regresado y estábamos algo preocupados



Rosalía: Esta noche hace unas horas he regresado, todavía tengo las maletas en el garaje, estoy sola, ¿te importaría pasar un momento, necesito hablar con alguien?



Matías: ¿No está su marido? ¿ha pasado algo?



Rosalía: Hazme el favor de pasar, necesito hablar con alguien y tú estás aquí, por favor.



Acobardado por tratarse de la propietaria del lugar donde yo vivía y del local donde trabajo y por qué no decirlo intrigado por la situación accedí a sus ruego y la seguí hasta el interior, me condujo hasta un salón que era el doble grande que todo mi apartamento, allí tomó asiento en un butacón invitándome a que yo hiciera lo propio en otro igual justo frente a ella:



Rosalía: Me he separado de mi marido, el cabrón se va vivir con una brasileña que podría ser su hija a su país, el desgraciado me lo deja todo que por cierto ya era mío y si quieres que te diga la verdad y después de pensarlo fríamente creo que es lo mejor que me podía pasar, el muy impotente porque tienes que saber que no hemos tenido hijos porque no sirve me deja, ¡no sabe la brasileña lo que se lleva…!  es tan desgraciado que tampoco quiso adoptar, no estaba de acuerdo con la inseminación artificial o como se diga, nos hemos gastado un dineral en tratamientos, en viajes al extranjero, en médicos de Barcelona, hasta de Chicago, en Rusia, y el desgraciado porque eso es lo que es a última hora siempre se ha tirado para atrás, y ahora el muy cabrón se va con una brasileña a follar a Brasil y conmigo no follaba porque estaba triste por su incapacidad para tener hijos ¡HIJO DE PUTA!



Se tomó un respiro para ofrecerme un café, rehusé el ofrecimiento educadamente y se incorporó para dirigirse a un mueble bar repleto de botellas de licor, casi había tantas como en la estantería del bar donde trabajo, llenó dos copas de coñac y volvió para poner una en mis manos. Yo permanecía callado y acojonado por la situación, por cierto jamás he probado una gota de coñac, volvió a tomar asiento en el mismo lugar y reinició el monólogo:



Rosalía: Si se cree que por dejarme esta casa, que ya era de mis padres, y todo el dinero que tenemos me voy a conformar, se va a joder, casi veinte años casados viéndole la cara de amargado que tiene, noches y noches sola dejando pasar mi juventud, jamás le he engañado y no me han faltado oportunidades, renunciando a tener hijos porque los médicos dicen que es más estéril que un adoquín, ha sido el único hombre en mi vida y estoy segura que cualquier otro me hubiera dado más gusto, cabrón, una vida perdida sin disfrutar de nada, viajábamos cuando quería él y a donde quería él, siempre estaba cansado y yo tonta de mi sin ser capaz disfrutar la vida, encerrada en casa esperando que viniera a descansar porque según él trabajaba mucho y le agotaban los viajes.



Poco a poco iba alzando la voz, yo la observaba atemorizado temiendo que de un momento a otro le viniera un ataque de histeria, por fin me atreví a interrumpirle



Matías: Cálmese Doña Rosalía que todo se arreglará, ya vera como su marido vuelve y le pide perd…  no pude acabar la frase



Rosalía: ¿perdón? Ni que lo pidiera de rodillas y lo publicaran los diarios de Madrid, es un hijo de puta, cogió la copa y el coñac desapareció dentro de su boca en un solo trago.



Matías: Cálmese por favor que le va a venir un infarto o me lo va a provocar a mí, si no se tranquiliza me iré porque lo estoy pasando muy mal viéndola tan excitada



Rosalía: Lo siento, lo siento de verdad pero tenía que desahogarme y te ha tocado a ti, he entrado en casa hace tres horas escondiéndome de todo el mundo y solamente he estado pendiente de tu llegada, lo siento, perdóname…..los ojos se le llenaron de lágrimas, se levantó de su asiento y acercándoseme se sentó en mis piernas besándome en las mejillas. Yo sin saber que hacer la rodeé con mis brazos pidiéndole calma pero ella entre tenues sollozos continuaba besándome de manera inocente supongo que agradecida por haberla escuchado mientras de desahogaba.



Matías: Ya está más tranquila, se ha desahogado y ahora necesita relajarse y pensar que todo tiene solución, verá como su marido vuelve arrepentido. Insistí como un imbécil.



Rosalía: He sido yo que le he pedido que me dejara y se fuera con la brasileña a Cuba,Brasil, o al fin del mundo. Me importa un pimiento ese cabrón, yo voy a vivir y disfrutar como una reina, voy a recuperar el tiempo perdido y los años de juventud perdidos.



Ella continuaba sentada en mí regazo, había dejado de besarme y ahora apoyaba su cabeza en mí hombro, fui consciente de que mi polla estaba creciendo cuando tras un movimiento de ella sentí el roce de su culo y evidentemente ella debió notarlo también, nuestras bocas se juntaron y los castos besos en la mejilla se convirtieron en un morreo intenso de contacto de lenguas e intercambio de salivas. Ella tomó la iniciativa separando mis dientes con la lengua y metiéndola hasta lo más profundo, era húmeda, carnosa y nerviosa la movía enérgicamente retándome a que yo actuara igual. Cuando se cansó de comerme la boca se levantó y mirándome fijamente a los ojos dijo:



Rosalía: Vas a ser el primer hombre al que le comeré la polla y lo voy a hacer con todo el gusto del mundo porque el desgraciado ese siempre decía que eso es cosa de putas



Se arrodilló entre mis piernas y sus manos fueron directas a liberar mi polla que estaba a punto de estallar, con una rapidez endiablada y sin tocarla con las manos se la tragó hasta llegar a tocar mis huevos con los dientes (debo aclarar que mi polla no es nada del otro mundo en cuanto a tamaño), tanta avidez en la mamada me hizo dudar que fuera su primera vez pero pronto quedé incapacitado para seguir pensando, su boca engullía una y otra vez el pene rígido y con la lengua acariciaba el glande y dando suaves mordiscos que me estaban volviendo loco de gusto. Empecé a sentir necesidad de correrme y por respeto a ella la rogué que no siguiera advirtiéndola de lo que estaba a punto de suceder.



Me obedeció, se incorporó y sin decir me cogió las manos llevándome al  dormitorio que durante tantos años había compartido con su marido. Una cama grande en una habitación que parecía un campo de futbol, se desnudaba y con mirada inquisitoria me apremiaba a que yo la imitara. Se estiró sobre la cama, abrió las piernas y con voz firme me pidió que la comiera el coño mientras decía que su marido pensaba que eso era cosa de degenerados, creí escuchar que añadía: seguramente estaba cansado de comérselo a la brasileña. No había metido mi lengua en su coño todavía y ya estaba húmedo y la carne rosada comenzaba a tomar color blanquecino. La raja rodeada de abundante pelo rizado se distinguía sobre una vulva dejando ver unos labios vaginales duros y ya lubricados.



Coloqué mi rostro entre sus muslos y puse todo el ímpetu que pude para devolverle el gusto que ella me había procurado momentos antes, no tardo en comenzar a gemir, sus manos apretaban mi cabeza contra sus carnes y a pesar de tener mis orejas entre sus muslos  podía escuchar sus ruegos de que no parara mientras repetía una y otra vez : más y así. Mi boca se inundaba de líquido vaginal que el coño liberaba sin cesar y los espasmos eran cada vez más seguidos y fuertes. Una serie de agudos gritos seguidos por el intento de separar mi rostro de su entrepierna me dieron a entender que había alcanzado el momento culminante del clímax, pero insistí como un poseso hasta que noté que ella había pasado del éxtasis del placer al dolor provocado por tanto placer desbocado.



Ambos nos incorporamos quedando sentados al borde de la cama, respirábamos con dificultad mientras yo pensaba que hacer para seguir procurándome placer, ella interrumpió su silencio: voy a hacer un pipi. La vi alejarse hacia una puerta que sin duda era la del cuarto de baño, en el momento de iluminarse aprecié el contorno de su cuerpo, sus formas algo redondeadas sin exageración formaban un cuerpo bonito, no cerró la puerta y pude escuchar el chorro de orina cayendo en el inodoro y como segundos después se abría un grifo que se mantuvo abierto un buen rato. Volvió a aparecer ante mi tal como se había alejado, desnuda y mientras se aproximaba me quedé absorto mirándola, el triángulo del pubis formado por el abundante pelo negro y rizado se perdía entre los muslos, los pechos no muy grandes eran firmes y coronados por pequeñas aureolas de las que sobresalían pezones firmes y erguidos, mientras se aproximaba  tuve tiempo de apreciar en su rostro una dulce sonrisa que me sorprendió debido a su estado de unos minutos antes.



Cuando llegó a mi lado fijó la mirada en mi polla que había perdido algo la dureza y después de un intenso morreo la oí decir:



Rosalía: Te he visto subir aquí arriba algunas veces con Carmen, refiriéndose a mi compañera de trabajo, y he escuchado como follabais pues las paredes a pesar de la apariencia son de papel de fumar. Quiero que me hagas todo lo que le haces a ella y me digas lo que le dices a ella cuando te la follas.



Me quedé de piedra pues jamás hubiera pensado que mis citas con la compañera fueran conocidas por nadie, el comentario me enardeció y pensé en dar a aquella mujer lo que me estaba pidiendo, todo pudor desapareció de mi mente y decidí disfrutar y hacerla disfrutar tanto como fuésemos capaces, la agarré por la cabeza tumbándola en la cama y puse mi boca en su coño quedando sorprendido por el suave olor a perfume que desprendía, sin duda se lo había lavado y perfumado, mi lengua ganó espacio en su rajita y note como rápidamente la humedad volvía a ganar el terreno perdido. Cuando pensé que era suficiente llevé la boca a sus tetas que lamí y relamí hasta notarlas bien duras mordiendo los pezones procurando causarle el dolor justo para hacerle sentir placer. Ella no paraba de rogar que siguiera haciéndole lo que yo quisiera y animándome a seguir así.



Sus manos recorrían mi cuerpo acariciándolo sin parar, clavaba sus uñas en mi espalda y pellizcaba mis nalgas hasta que yo me quejaba por el dolor que me causaba, me comí sus tetas, su boca, su ombligo y acabé degustando nuevamente su coño que estaba abierto y húmedo abriéndose paso entra la mata de pelo que florecía entre su entrepierna.



Hice intención de separar sus piernas para penetrarla de una vez pero con un rápido movimiento se escabulló de debajo y la oí decir:



Rosalía: No así no, aquel cabrón solamente me follaba en esta postura, quiero que me folles como tú quieras pero así no.



Obediente la agarré por la cintura colocándola de espaldas a mí, me arrodille sobre la cama, levanté su culo a la altura de mi polla que estaba dura como una lanza y sin miramientos se la metí tan profunda como fui capaz. Dejó escapar un claro y largo suspiro acompañado de una exclamación de agradecimiento por mi forma de actuar. El mete y saca era intenso, a cada empujón ella correspondía con una afirmación demostrando que estaba disfrutando. Mi pene resbalaba dentro de su vagina totalmente mojada y yo notaba su esfuerzo en apretar con los músculos vaginales la polla que la estaba penetrando. Por un momento llegué a pensar que parecía tener más experiencia de la deducían sus lamentaciones de momentos antes. Ambos resoplábamos y estábamos entregados el uno al otro, yo notaba los primeros síntomas de estar a punto de correrme y ella hacía rato que vivía orgasmo tras otro. Hice un esfuerzo para advertirla que estaba a punto de correrme y su respuesta fue taxativa:



Rosalía: Como salgas, te mato, te juro que te mato, déjalo todo dentro, quiero hasta la última gota en mi coño.



No pude más, chorros y chorros de semen se esparcían en el coño de Rosalía, el fruto de días de abstinencia llenaban aquel coño que estaba deseoso de sentir placer o por lo menos es lo que ella pregonaba. Como pidió ella no se la saqué hasta que había vaciado la última gota de leche en su interior, se mantenía quieta y en silencio interrumpido por el ruido de su descontrolada respiración. Debió notar que yo comenzaba a dar síntomas de tener la polla flácida y decidió moverse lo justo para girarse hacía mí, su boca se adueñó de mi polla y con la lengua rebañó los restos de semen que hubieran quedado. Cada vez se me hacía más difícil creer que fuera sincera en sus lamentaciones por la falta de experiencia.



Jamás la había visto fumar y me sorprendió cuando de la mesita de noche saco un paquete de cigarrillos y encendió uno. Yo si fumo y acepté su invitación a compartirlo. Yo estaba sentado sobre la cama apoyando la espalda en el cabezal de terciopelo rojo de la cama, ella hizo lo propio sentándose entre mis piernas y apoyando su espalda en mi pecho, nos pasamos varias veces el pitillo hasta que preguntó:



Rosalía: ¿otro?



Matías: No, lo estoy dejando



Rosalía: No, otro cigarro no, otro polvo



Me sorprendió  tanto como me gusto la propuesta, había disfrutado pero aquella mujer me estaba poniendo cachondo, mientras pensaba que respuesta darle para aceptar su propuesta recordé que alguna vez en el bar la había mirado pensando que tenía más de un polvo pero eran pensamientos fugaces dados por la escasez de relaciones sexuales en mi día a día.



Matías: Yo ya estoy recuperado y si quieres más… interrumpió diciendo



Rosalía: Todavía no me has hecho gritar como a tu amiga y el somier no ha crujido como cuando follas con ella.



Matías: Todavía no te he follado como a ella y el somier no es el mismo, esta cama tiene un colchón mejor y el somier no es de la misma calidad. Pero no te preocupes que si quieres gritar vas a gritar, ven aquí y vuelve a comerme la polla, definitivamente había perdido la vergüenza y me sentía necesitado de tomar la iniciativa aunque fuera para demostrarle que si me había tomado el pelo había sido solamente un intento.



Obediente no tardo ni un segundo en tener entre sus labios mi polla totalmente flácida, sus primeras lamidas despertaron el riego sanguíneo y no tardó en ponerse dura hasta alcanzar su máxima expresión. Yo relajado y sin moverme me recreaba observando su avidez en la mamada, era una delicia ver su lengua recorriendo mi polla y como se recreaba entreteniéndose en lamer el glande, con mis manos mesaba su cabellera y simplemente me dejaba hacer, cuando creí llegado el momento la invité a abandonar la mamada y pedí que se pusiera de pie sobre la cama frente a mí. Yo continuaba sentado, su coño quedó a la altura de mi vista, le separé las piernas y mi boca encontró su coño que comencé a lamer con la misma delicadeza que momentos antes ella lamía mi polla.



Se agarraba con las manos al cabezal de la cama, mi lengua recorría una y otra vez su interior y sus movimientos eran de ofrecimiento, decía susurrando: si, si si, más, más, más, que bien, sigue…los signos de aprobación eran continuos y demostraban que se encontraba en la gloria. Mi saliva y sus jugos vaginales se mezclaban, yo notaba el sabor acido de los flujos que segregaba de su interior y un aroma embriagador invadía mí olfato, Rosalía se movía cada vez más y daba la sensación de estar a punto de alcanzar el clímax, paré en seco, la agarré por la cintura y no tuve que esforzarme para ponerla de espaldas a mí, ahora sus nalgas aplastaban mi rostro, separé todavía más sus piernas y un primer plano de su coño visto desde detrás ocupaba toda mi visión, su coño abierto en carne viva estaba cubierto de flujo blanquecino que fluía sin cesar formando hilos de líquido que resbalaban por el interior de los muslos.



Me recreé en la visión que tenía delante y me fije en el agujero negro y cerrado que coronaba la raja totalmente abierta y húmeda, pensé que seguro jamás había sido penetrado y decidí que yo sería el primero en profanarlo si ella no oponía resistencia. Mi lengua fue al punto negro y enseguida aprecié que efectivamente era un agujerito que difícilmente acogería mi polla si antes no le dedicaba tiempo a agrandarlo. Rosalía mostro signos de impaciencia y decidí meterle la polla en la vagina desde atrás, enseguida noté que la había complacido pues los jadeos fueron tomando intensidad y acompañaba mis envites moviéndose al ritmo que de procurarse el máximo de placer. Repetía constantemente palabras como : si, dios, sigue, que bien, más, no pares.  Hacía rato que con uno de mis dedos acariciaba su ano y de tanto en tanto con la palma de la mano recogía los flujos que inundaban la zona llevándolos al agujero que ya empezaba a dilatarse.



Manteníamos un ritmo de mete y saca constante, los dos estábamos disfrutando entregándonos mutuamente camino de lograr un punto máximo de placer pero me sorprendió cuando paro de moverse y dejando de jadear pude escuchar su ruego de que la follara el culo, yo que era lo que buscaba dude por un momento si había llegado la hora de penetrarla pues no estaba suficientemente dilatada, sin dejar de follarla dije:



Matías: Espere un poco más porque ahora le haría daño



Rosalía: Cuando se la metes a Carmen no eres tan considerado y disfrutas haciéndole sufrir y se lo preguntas muchas veces si le haces daño y cuando ella te contesta que sí la llamas puta y quiero que me hagas lo mismo.



Aquellos comentarios me ofendieron, no entendía como la mujer  que me estaba follando podía saber todos aquellos detalles, me enfurecí  y dejándome de respetos y consideración a la señora que me alquilaba el piso y que si quería podía putearme en el trabajo simplemente hablando con mi jefe, tome la decisión de obedecerle pero le advertí:



Matías: Usted lo ha querido y después me explicara como sabe todo lo que acaba de decir



Rosalía: Te lo explico si me haces gritar como a Carmen y si me vuelves loca como a ella, estas tardando mucho, venga cabrón ¡rómpeme el puto culo!.



No pude aguantar más, la atravesé con mi polla llegando en el primer intento a hacer que mis huevos se aplastaran contra sus nalgas lo que me causó un intenso dolor, Rosalía gritaba y sollozaba dando alaridos entre palabras inteligibles, por unos instantes quedé totalmente quieto con mi ariete clavado hasta el fondo de sus entrañas, con una serenidad pasmosa dijo:



Rosalía: No pares, me has hecho mucho daño pero me gusta, me duele todo pero quiero gritar de dolor hasta que no aguante más.



Obediente cumplí su mandato y volví a moverme suavemente, mi polla resbalaba por el interior de la vagina cada vez con menos dificultad, nuestras carnes de habían adaptado, ella se quejaba de dolor con gritos que ya no eran desgarradores dando a entender que estaba justo en la frontera del placer y el dolor. Descubrí que al fondo se podía nuestros cuerpos reflejados en el espejo del cuarto de baño que al igual que el dormitorio estaba completamente iluminado al igual que el dormitorio. Absorto con la mirada fija en el reflejo de la imagen que se reflejaba pensé que era un sueño estar follándome a la elegante mujer a la que casi cada día servía el desayuno en mi puesto de trabajo



Llegué a distinguir en su rostro signos de sufrimiento pero la mirada que desprendían sus ojos era de estar disfrutando un inmenso placer, se movía constantemente al  compás de mis embestidas con la obsesión de que la penetrara hasta lo más fondo,  parecíamos autómatas perfectamente coordinados en nuestros movimientos, los jadeos iban aumentando y lentamente los gritos de dolor de ella se convirtieron, ahora sí, en susurros de agradecimiento por lo que estaba disfrutando y en ánimos para  que siguiera embistiéndola, comencé a sentir signos de agotamiento y creí el momento de advertirle que estaba a punto de correrme



Matías: Me voy a ir, no puedo más



Rosalía:! Aguanta, un poco más aguanta! ¡por favor, más, más!



Saqué fuerzas de flaqueza que ella agradeció repitiendo constantemente: si, si, si si,  dando la sensación cualquier muestra de dolor había desaparecido, el sudor de ambos resbalaba por nuestros cuerpos y se hacía difícil agarrarla por las caderas o apoyar las palmas de mis manos en la parte inferior de su espalda, yo no podía más y sentí  necesidad de eyacular pues el esfuerzo por contenerme comenzaba a ser insufible



Matías: Me corro, me voy a correr dentro de tu culo. !puta!, dije inconscientemente.



Rosalía: ¡Si, si, si, soy tu puta, quiero ser tu puta!, gritó mientras con agilidad endiablada se desembaraza de mi polla y como una posesa se amorraba a mi polla a la espera de tragarse toda la leche que yo tenía acumulada, noté sus labios presionando el pene y me dejé ir descargándome en su interior esforzándome en regalarle hasta la última gota. Ambos totalmente inertes disfrutábamos el momento en medio de un silencio sepulcral. Esperó a que descargara hasta la última gota y obsesivamente comenzó a rebañar la polla con su lengua.



Me dejé caer sobre la cama y ella hizo lo mismo colocando su rostro encima de mi pecho, el silenció continuo algunos minutos, solamente se escuchaba la respiración de ambos que intentábamos recuperarnos del esfuerzo, ella fue la primera en hablar:



Rosalía: ¿Te ha gustado?



Matías: ¿Qué quiere decir? Dije como el tonto que soy



Rosalía: ¡Joder! ¿ que si has disfrutado!, y por favor trátame de tú! Durante casi veinte años después de hacer el amor con mi marido porque nosotros hacíamos el amor, no follábamos, siempre él preguntaba: ¿te ha gustado? Yo como una gilipollas le mentía diciendo que si. ¡Hasta hoy no he sabido que es un orgasmo!



Yo no sabía que decir, en mi cabeza las dudas y los interrogantes iban creciendo, ella continuó



Rosalía: ¿quieres saber como sé lo tuyo con Carmen?. En la habitación de planchar hay un extractor y el tubo pasa colgado por el techo de tu apartamento, si te fijas bien verás que hay unas rejillas y desde aquí puedo oír tú respiración. He disfrutado más escuchando como folláis vosotros que en todo el tiempo que he compartido la cama con aquel cabronazo.



Sin preguntarme se levantó de la cama cogió mi mano y me condujo a la habitación de planchar, efectivamente un extractor de casi medio metro de diámetro colgaba del techo, intenté recordar el tubo que cruzaba mi habitación por el techo y las rejillas que jamás había pensado para que servían. Inspeccioné el lugar ocupado por una tabla de planchar, una silla y un confortable sillón situado justo debajo del extractor. Ella tomó asiento en el sillón, los dos estábamos totalmente desnudos, se abrió de piernas quedando su coño totalmente abierto ante mi vista, y mirándome fijamente dijo:



Rosalía: Si tú quieres esto, señalándose la entrepierna con el dedo índice, será tuyo siempre que quieras y no te pongo ninguna condición porque puedes seguir follándote a Carmen cuando lo desees, me gustaría escuchar como te la follaa esta misma noche. Mañana supongo que tienes que abrir el bar, descansa y recupera fuerzas que las vas a necesitar.



Sin decir nada, volví al dormitorio a recoger mi ropa, ni me vestí para volver a mi piso, segundos después de haber entrado pude con toda claridad la voz hueca de Rosalía:



Rosalía: No has contestado a mi pregunta ¿Te ha gustado?



Acojonado por todo lo que estaba ocurriendo, saqué fuerzas para contestar:  ¡si!



Rosalía: A mí mucho.



Se hizo el silencio, pero apenas pude conciliar el sueño. El despertador me recordó que a las ocho debía abrir el bar.



continuara


Datos del Relato
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