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La Vengadora

LA VENGADORA/10

Había tenido con mi amiga una noche de sexo fenomenal, en su casa. Fue a eso de las dos de la madrugada cuando se escucharon los perros ladrar, los que están fuera de la casa. La única razón para tanto alarido es que sintieron alguien en el lugar. Mi amiga fue a averiguar y al regresar me explicó que su hija tenía una discusión con su novio. Todo quedó ahí.

Una hora más tarde mi amiga está profundamente dormida y yo, sediento, subo a la cocina para servirme un vaso de agua. Estando en la cocina escucho ruidos, algo extraños, que surgen de la habitación de MaElenea, la hija de mi amiga. Los sonidos eran lo suficientemente extraños como para avivar mi curiosidad. Me acerqué a averiguar. Llegué hasta la puerta de su habitación, estaba entre abierta y lo que vi me motivó a quedarme. MaElena estaba completamente desnuda, excepto por una gorra oscura que tenía puesta y un cinturón de cuero, de esos que tienen unas piezas en metal, nada más. Tenía, además, una correa en su mano. El que es su novio, estaba amarrado a la cama y con lo que parecía una prenda íntima en la boca por lo que no podía hablar sino tan solo gemir. MaElena le tenía los huevos agarrados como para arrancárselos. Él tenía sus ojos abiertos, que se le querían salir, en expresión de terror mientras ella lo rozaba con su correa. “Cabroncito, te voy a arrancar los huevos” le decía mientras los halaba sin perdón alguno con una mano y con la otra le pasaba la correa por su pecho. “Si no eres celoso te voy a dar motivos para celarme, cabrón, entonces voy a putear frente a ti”, así eran sus palabras mientras apretaba y halaba al máximo los huevos. Al ver eso me congelé, no pude moverme sino quedarme allí para continuar como testigo de aquella tortura.

A pesar de estar ensimismado con el espectáculo sadista que estaba observando no pude evitar fijarme en ella, digo, es que la tengo de frente. MaElena es Robusta y formada, pelinegra y de tez blanca, con su vulva totalmente afeitada, tal y como es la costumbre al día de hoy. Su cara es atractiva con expresiones fuertes que dramatizaban la tragedia o quizás el milagro de aquel hombre, yo también estaba disfrutando. Sus pechos erectos e inflados en un cuerpo tan bien formado, dan la una imagen de una mujer de la mitología griega. Al menos MaElena, diferente a las estatuas de Atenas, tiene más detalles carnales. Sus pezones son color de rosa, levantados, inflados sin sobresalir. Su vulva ancha, cachetona y con su labia sobresaliente, la que invita a probarla. Pero, ante tal espectáculo de poderío quién se atreve a acercarse. Así estuve, mirándola con tanto detalle que hasta olvidé lo que estaba pasando cuando de momento escucho uam, y veo el golpe que le ha dado con aquella correa. Lo castigó en su estómago, logrando que se retorciera. No sé si dejar que me duela o disfrutarme aquella escena, solo quede callado, mirando. De momento, ella se dobla y acerca el miembro a su boca, a la vez que lo miraba con una sonrisa malvada y le preguntaba “¿te gustaría que te mordiera y lo arranque, con los dientes?” La reacción de aquel muchacho fue de terror, pero con el pantie en la boca no podía sino gemir, nada más, y tratar de soltarse de sus amarres, claro, no tenía salvación, estaba en manos de una mujer salvaje, una fiera.

MaElena puso en su boca la cabeza del pene, comenzó a morder, él comenzó a revolcarse, no sé si de dolor o terror, en un momento lo soltó para acomodarlo entre sus pechos y luego lamerlo con suavidad. De momento y sin esperarlo, otro correazo. Este tuvo que doler, lo sé por el sonido. Ella a todo esto con una cara de felicidad. Le acerca las tetas a la cara, lo acaricia con ellas, luego vuelve a su miembro, lo besa, lo lame, lo pasea en sus pechos. De momento se vira mirando hacía los pies del novio. Con las piernas abiertas y aquel sexo delicioso y protuberante se lo pone en la cara diciéndole “huele y gózatelo”. Lo pasea y lo aprieta contra su cara, con una mano le saca el pantie de la boca y le dice “ahora mama, cabrón, hazlo bien porque te lo arranco”. Y sin darle tiempo a respirar y mucho menos a decir tan solo una palabra le pone su sexo en la boca del joven, con fuerza, con violencia diría yo. Ella bajó para mamarlo a él. A su vez le arañaba sus muslos y sus piernas. Si ese joven decía algo se perdía entre aquellas carnes y cavidades las que ya había visto yo. Si él quería respirar lo que recibía podía quizás llegar desde los pulmones de ella pero del aire jamás.

Mientras todo esto sucedía ya me había olvidado del escándalo y ahora estaba envuelto en la maldad de aquella mujer. Disfrutando de su canibalismo y sintiéndome excitado, mucho más de lo que hubiera pensado que podría ser en aquellas circunstancias. Eso sí, de allí no me iba a menos que me botaran. El espectáculo de aquella mujer era digno de observarse con una mente científica o al menos Freudiana. Ella se movió para acomodarse nuevamente, no sin antes volver a tapar la boca de aquel hombre joven, con su ropa interior, diciéndole “te quiero calladito, papi”. Comenzó a masturbarlo suavemente, diciéndole no sé cuantas cosas algo agradables. Abruptamente, continúa masturbándolo de forma algo más violenta. En un momento dado se lo acomoda en su vulva pero solo le entra su cabeza. Al sacarla se nota mojada. Entonces me di cuenta que esta mujer se excita con la violencia. Me mantuve callado y al rato yo también estaba masturbándome. Los mahones que tenía puestos se me caen, pues estoy concentrado en ella y al caerse hacen un ruido que ella escucha y entonces se percata que estoy allí, observándola. En ese momento me mira, fijamente, algo sorprendida. Da un brinco, se me acerca y yo simplemente quedé congelado. Solo dije, “vine por un poco de agua”. Ella me empujó violentamente, tanto que caigo al suelo, no sé sí por el susto o por su fuerza. Ella se mantiene de pie y me dice “tú eres un enfermo, un depravado sexual, ¿por qué me miras, es que te gusto?” Yo, pasmado, solo digo, “escuché un ruido extraño y quise saber que pasaba”. Ella estaba casi sobre mí, con las piernas abiertas, con su cosa mojada y lista para cualquier cosa. Trato de levantarme y ella me empuja hacia el suelo con su pierna. Se inclina sobre mí, me lo agarra y comienza a masturbarme. “¿Te gusta?”, preguntó, no pude contestar. Se me tira encima y me roza con todo su cuerpo y me dice al oído “vente que vamos a hacer algo para que escribas otro de tus cuentitos”. Ella se levanta y me agarra por el bicho, me hala como para levantarme y antes que me lo arranque, doy un brinco y quedó de pie. En eso me lleva al cuarto para que su amigo nos vea. A todo esto no he reaccionado aún cuando a los pies de la cama ella se dobla y comienza a mamármelo con todo y las bolas. En ese momento no quise mirar a aquel hombre joven que estaba firmemente amarrado a la cama. No sé que cosas pasaban por su mente pero en la mía solo estaba el momento que estaba disfrutando y viviendo con aquella boca que me tragaba casi todo lo que tengo.

Cada vez que miraba lo que veía era las caderas y las nalgas al final de la espalda. No sabía si agarrarla por el cabello o simplemente dejar que hiciera conmigo lo que quisiera. Al rato de tan rica mamada, MaElena se levanta y se me acerca. Yo, sin permiso ni consejo, la tomo por la cintura para doblarla y poder así mamarle sus tetas. Ella no protestó y yo seguí por un buen rato. Mientras la mamaba le agarraba sus nalgas y le acariciaba su vulva. La tenia entripada. Entonces decidí ponerla contra la pared para abrirle sus piernas y poder darle un mamada tan salvaje e intensa como ella es, hasta que me separen. Según metí mi boca sentí su leche que bajaba a chorros. No sé si era más excitante todo esto para ella o para mí. No soltaba aquello, a pesar de las mordidas y las chupadas yo seguía sin descanso y sin aire. Es sabrosa. No sé cuanto tiempo paso pero de momento ella me levanta la cabeza y mirándome a los ojos, me dice, “clávame”. No sé como, llegué a la misma cama y de alguna forma nos acomodamos a los pies de aquel, yo nunca lo mire. Cuando tuve toda aquella mujer frente a mí, robusta, pronunciada, y con las piernas abiertas esperando que la clavara, fui obediente y comencé a penetrarla. No recuerdo si la cama brincaba por nosotros o por el novio en su protesta de lo que era testigo en esa madrugada salvaje.

Entre tantas salvajadas, bellaquerías y palabras de todo tipo en algún momento ella me preguntó “¿sabes de lo que mami seria capaz si te encuentra conmigo?” Yo simplemente me mantuve callado y la ignoré en ese momento, seguí con mi tarea de meter, acariciar y gozar aquello que ciertamente era tan rico. En un momento dado la tomé por sus piernas para acomodar aquellas clavadas, primero de una forma y luego de otra. No sé cuando pero logré virarla para darle desde atrás, igual que a la madre. Luego, volvimos a la posición de misionero para disfrutar nuevamente de sus expresiones de maldad. Así, pensando yo, de momento MaElena se levanta y se acomoda para mamarle la pinga a aquel hombre. Se pone en cuatro y me dice “dame”. Yo obedezco y me acomodo para darle lo que pide, bicho. Le echo las nalgas a los lados para ver aquello que ya esta abierto, y jugoso. Lo acomodo y comienzo a meter. Así estuvimos algún rato hasta que me empujan y sé reacomoda para quedar frente a mí. Se entra el bicho de aquel hombre torturado, se sienta sobre él y comienza a mamármelo. Moviéndose como una loca. Yo buscando la forma de mantener el balance, ella no sé que cosa, pero manteniendo un movimiento rítmico y eficaz, al menos conmigo.

Así estuvimos unos minutos más, hasta que por no sé que razones, se separo de mí, me pidió que me saliera de la cama y sé reacomodó sobre el hombre nuevamente pero mirándolo a la cara. Me mira y me dice, “ahora me das por el culo”. No supe qué hacer y cuando a los varios segundos vuelve y me dice, “coño, quiero que me comas el culo”. No hay duda, es más puta que su madre. Cuando vuelvo acomodarme sobre ella veo que el bicho de aquel hombre está metido en su vulva y yo voy a complementar su deseo para que pueda tener dos hombres dentro de sí a la vez. Cuando lo tengo todo dentro comienzo a darle nalgadas, suaves. Ella me responde pidiendo que le dé duro, e insiste. Pensé, son iguales. Cada vez que le daba una nalgada parecía que se venia, a saber. Luego de un rato el que estaba a punto de venirse era yo. Trate de aguantar lo más que pude y se lo deje saber. Ella respondió “damela y vete”. Yo exploté. Entre temblores, palabras y gritos me saqué toda la leche que tenia en ese momento. Seguí un rato hasta que por falta de dureza lo saque. Entonces me levante y salí de la cama. En ese momento me repite ya puedes irte. MaElena comienza a darle bofetadas a su novio diciéndole, “ves de lo que soy capaz para darte celos, eres un cabrón”. Yo seguí hacia el sótano sin mirar hacia atrás y allí, luego de una ducha, volví a la cama al lado de mi amiga hasta el otro día.
Datos del Relato
  • Autor: Guillermo
  • Código: 20451
  • Fecha: 28-11-2008
  • Categoría: Dominación
  • Media: 5.69
  • Votos: 45
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3434
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