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La señora del mecánico ( Primera parte )

La señora del mecánico ( Primera parte )



Tenía mi pequeña oficina de contabilidad, en una apartada calle, donde en una casa vieja, de dos pisos, el dueño había construido cuatro pequeñas oficinas para arrendarlas, una era la mía. Abajo el dueño y marido de la señora Pilar, junto a su casa, tenía un taller mecánico que daba justo a la ventana de mi oficina donde reparaban vehículos. Don Julio, era  de carácter serio, bruto, un hombre de 70 años, gordo, mal agestado, grosero, siempre fumando y de malas palabras, muy distinto a su recatada mujer, Pilar.



 



A diario la señora Pilar, pasaba por cada una de las oficinas y nos recogía la basura,  barría, dejando para el fin de semana un aseo un poco más profesional, cancelando nosotros esa diferencia. También nos vendía sándwich a mí y a mis vecinos, o pasteles que gustaba de hacer, ganándose algún dinero extra.



 



Algo tenía esa madura mujer que me prendía, que me calentaba. No era bonita, era ya una mujer  mayor, de edad, 65 años por lo menos , calculo yo,  quizás más.  Era muy delgada, piernas muy flacas, rostro algo arrugado, pelo negro, algo canoso, con casi nada de culo, pero tetona como ella sola. Un par de tetas increíbles que ya se lo quisiera cualquiera que le gusten las tetas grandes. Tampoco podemos decir que era de modelo,  paradas, o duras,  ya que luego de amamantar a 5 hijos, todos adultos, mas su edad, seguramente sacándole el sostén debería caer hasta su ombligo, pero vestida y con brasier, era un espectáculo.



Usaba siempre un delantal azul para hacer el aseo de las oficinas, donde con mi ojo clínico, me dí cuenta que tras ese delantal, solo usaba su ropa interior nada más. Quizás fue esa prenda la que me llevo a fantasear con ella, imaginándome abriendo su delantal y abusar de mi madura arrendataria y de sus fabulosas tetas a mi antojo, aparte que por su mirada, su forma de tratarme, se notaba que tampoco yo le era indiferente.



Fueron varios meses que a diario entablaba conversaciones casuales con la señora, que siempre con su delantal y su mirada insinuante , vendía sus sándwich, me barría la oficina y conversábamos de la vida, mientras su marido debajo de mi ventana, con otro viejo igual a el,  arreglaban los motores, llenos de grasa.



Mi trabajo no era mucho, estaba recién empezando,  tenía mucho tiempo libre y caliente como soy, me dedicaba a ver pornografía a través de internet a diario , cuando justo uno de esos días, cerca de las 11 de la mañana, llega la señora Pilar, golpeando como siempre mi puerta, preguntándome si quería que me hiciera aseo.



Me levante de mi escritorio dejándola que barriera mi oficina, con un generoso bulto dentro de mis pantalones que preferí no ocultar a ver qué reacción tenia la veterana. Animadamente conversaba y barría, mientras yo cerca de la puerta, con mi café en la mano, imaginando morbosamente a mi casera desnuda, haciendo alarde de mi herramienta, hasta que ella, se dio cuenta de mi estado erecto y le dio una mirada furtiva a mi paquete, mientras trataba de ser natural. Sin embargo era evidente que se había dado cuenta, y una y otra vez, mientras conversaba, su vista se iba a esa parte voluminosa de mi cuerpo, aparte que y yo no hacía nada para disimularlo, al contrario.  Debajo de la ventana se escuchaba la risa del gordo de su marido riéndose fuertemente y usando como siempre malas palabras.



En eso, barriendo cerca de la ventana, sintiendo mi vista penetrante en su pecho, demostrando quizás algo más de coquetería que la habitual, me pregunta si no quiere que me la cierre para no escuchar las barbaridades que hablaba su marido, cuando sorpresivamente, dándome la espalda, no se dio cuenta que yo había cerrado la puerta de mi oficina con llave y acercándome rápidamente por detrás, la abracé, apoyándole mi verga en su delgado culo.



Se sorprendió,  pero se quedó quieta, sin intentar escapar. De inmediato mis manos se fueron a esas tetas que por meses me habían calentado, apretándoselas fuertemente, mientras ella echando su culo hacia atrás, rozándose con mi cuerpo, lo único que me preguntó, es si  la puerta estaba con llave, lo que le confirme, entregándose a mis caricias.



Al lado de la ventana del segundo piso, solo cerrada por una delgada cortina, con su marido en el primer piso riéndose, la señora Pilar era manoseada por todos lados, por su arrendatario 30 años menor que ella, recibiendo besos en el cuello y el constante restregó de mi verga contra su culo.



Le lleve la mano a su entre pierna, manoseándosela fuertemente, haciendo que se llegara a doblar del placer que esto le provocaba. Luego sus delantal  con botones por  adelante, fueron desabrochados rápidamente hasta dejarla, aun con el delantal puesto, pero todo abierto, dejando a la señora Pilar, tal como lo pensaba yo,  en sostenes y calzones, para nada sensual.



Sin sacarle el sostén, solo levantándoselo, sus grandiosas tetas quedaron al aire, las que amase a mí gusto unos buenos minutos, moviéndome detrás de ella, rozándole fuertemente la verga en el culo. Recién ahí la di vuelta y se las comencé a chupar como poseído, mientras ella sola buscaba abrirme el pantalón en busca de mi verga. 



Con mi verga en su mano, masturbándome ansiosamente, gimiendo en silencio, mientras  yo sin dejas de chuparle las tetas, con una de mis manos le restregué su coño por sobre el calzón, encontrándome una humedad increíble. Pase mi mano por debajo de  la prenda, y me encontré con una peluda concha jugosa, muy mojada, donde de inmediato le metí dos dedos los que entraron sin ninguna dificultad. Ambos de pies, masturbándonos mutuamente, en silencio,  calientes en secreto, la señora Pilar se retorcía de placer, gimiendo despacio con su boca abierta y sus ojos cerrados, sintiendo su coño invadido por dos dedos extraños que no dejaban de entrar y salir haciéndola estremecer de placer.



Sintiendo como ya mi mano estaba completamente mojada con sus jugos, la di vuelta, le bajé los calzones y la apoye de boca contra el escritorio, ella sabiendo lo que se le venía, no ponía resistencia a su inminente violación. Su delantal sobre su cabeza y terminando de soltar mis pantalones que quedaron en mis tobillos,  de un solo golpe le metí toda mi tranca. La pobre señora Pilar de no haber estado tan caliente y mojada, seguramente hubiese gritado al sentir como mi verga entraba así de un solo golpe en su cuerpo,  pero aguantó la estocada,  acallando su grito ,  comenzó a disfrutar ser follada una y otra vez, salvajemente por su arrendatario en esa posición.



A los pocos minutos de estar follándomela, por sus gemidos, por su respiración, por su forma de moverse, me di cuenta que estaba acabando, sin contar como le sonaba su viejo coño con los jugos que de él emanaban, completamente mojado.  No me detuve , continué metiéndosela y sacándosela, jugando con su pequeño culo en mis manos, mientras afuera , a pocos metros , el cornudo de Don Julio se reía a carcajadas con su amigo, sin saber que en la ventana de arriba, su mujercita estaba siendo enculada en la oficina de arriba.



Ya no apoyada de boca en el escritorio,  ahora solo con sus manos, en 90º y sus grandes tetas colgando, decidí que era mejor acabar, para no levantar sospechas con los vecinos, me moví mas fuerte aun, dándole con todo,  hasta que me corrí dentro de ella.



Me mantuve un rato sobre su espalda, con mi verga aun dentro de su coño, respirando en su oído y obviamente amasándole las tetas, apretándoselas una y otra vez,  jugando con ellas.



Se la saque sintiendo todos mis pelos mojados.  Nos vestimos rápidamente, la señora Pilar aun agitada y algo sorprendida con lo que había pasado tan rápidamente , pero satisfecha, se reía en silencio acomodándose la ropa , diciéndome que había estado fantástico, que jamás pensó serle infiel a su marido conmigo, aunque me confesó que si lo deseaba hace rato. Que hace años no follaba con tantas ganas, que le había encantado  y que cuando yo quisiera repetíamos.



Esa misma tarde, mientras me fumaba un cigarro en la ventana, la vi abajo conversando con su marido. Cuando él  me daba la espalda, le hice una señal para que viniera. Solo me miró y comenzó a terminar rápidamente la conversación con su marido. Me preparé para lo que se venía. En 10 minutos golpean la puerta, era ella, sonriendo me preguntó que necesitaba. La hice pasar, me levante y cerré la puerta con llave. La apoye contra esta y de cabeza me fui a sus tetas. En minutos Pilarcita estaba nuevamente con las tetas afuera y nos masturbábamos mutuamente, deseosos, afanosamente tocando nuestros sexos, mientras la voz de su marido se escuchaba por la ventana.



Con su delantal completamente abierto y sus tetas al aire, mientras se las chupaba fuertemente, me arrodillé delante de ella y mi boca terminó en su sexo. Ella no daba crédito a lo que hacía,  seguramente en años nadie le había comido el coño y ahora tenía a su arrendatario, arrodillado delante de ella, corriéndole el calzón y metiéndole la lengua por donde poco antes había sido follada. En un principio le dio algo de cosquilla, pero cuando sintió mi lengua dentro de su concha, no pudo evitar emitir un fuerte gemido de placer al verse invadida su parte intima , por una lengua desconocida, que le entregaba un placer casi olvidado.



De pie contra la puerta, con sus delgadas piernas abiertas, su delantal abierto, la Señora del mecánico, recibía sexo oral del caliente arrendatario que saboreaba el manjar de líquidos que salían de esa vieja, peludo y jugosa concha.



Ya había sentido cuando le había metido mano la primera vez, sus largos labios vaginales, pero ahora los tenía en mi boca. Eran largos, muy oscuros que cubrían la totalidad de su concha y más arriba un clítoris también largo, concha vieja, muy usada, por donde habían salido 5 hijos. Sus pelos eran algo que también me excitaban, la tenía muy peluda, incluso habían unos pelos blancos y con pelos muy  largos, mojados por sus jugos y mi saliva.  Lo que me gusto de su concha, era lo mojada que siempre estaba, estilaba jugos, los que devoraba con pasión.  Al principio solo se dejaba ser, pero ya tomando confianza, me restregaba su concha en la cara, sintiendo a veces el hueso de su pelvis contra mi mandíbula, haciendo que el contacto fuese aun mucho mayor. Sabía que de seguir no aguantaría mucho la señora Pilar, por lo que me levanté y apenas le pedí que me la chupara, la veterana ya estaba abajo chupándome ansiosa.



No lo hacía muy  bien, pero con las ganas que lo hacía era más que suficiente. Sonaba mi verga cuando se la sacaba de la boca luego de un fuerte sorbo y se la volvía a meter como poseída. ( Al tiempo después,  la señora pilar me daba unas chupadas hasta el final que me dejaban en el cielo )



Como teníamos que ser rápidos, no la deje chupármela mucho rato y  dándola vuelta y apoyándola contra la puerta, me la volví a follar, echándole todos los mocos adentro.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
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