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Categoría: Maduras

La sala multisensorial.

Fue sin duda uno de los mejores polvos de mi vida. Acababa de cumplir 23 años y estaba finalizando mi carrera en Psicología. Esta historia ocurre en mi periodo de prácticas, debido a mis bajas notas no pude elegir centro y me enviaron a un centro para personas con discapacidad gravemente afectadas. Recibí la noticia a disgusto porque yo no elegí ese centro, pero el tiempo de mi estancia allí sería lo mejor que me hubiera ocurrido jamás.



Llegué a las 8: 30 al centro educativo. Era un centro de día que atendía a personas con discapacidad para que sus familiares pudieran compatibilizar la vida laboral con la familiar. Consistía en una única planta para permitir la mayor movilidad posible de las personas que allí había.



La persona que tenía que tutelarme en las prácticas era Silvia. 42 años, Medía 1.65, morena, pelo castaño, ojos verdes y algo gordita, enormes senos como balas de cañón. Era sin duda una auténtica diosa caída del Olimpo. Esa mujer me vio en la entrada del centro y se dirigió a mí



-          ¡Hola!- me dijo- ¡Tú debes de ser Roberto!, ¡Bienvenido!



-          ¿Tú eres Silvia?



-          ¡Sí!, ¡Encantada!



Nos dimos los dos besos correspondientes.  



-          Hoy como es tu primer día no voy a agobiarte de trabajo. – me dijo Silvia.



-          Como tú veas- le respondí- Yo estoy aquí para aprender, no me importa que sea un día ajetreado.



-          Para hoy te enseñaré las instalaciones y al personal del centro y veremos un par de sesiones en la sala multisensorial.



-          Como tú ordenes.



Como ella dijo, me mostró el centro, a los trabajadores de él y las actividades que allí se realizaban. Llegamos a la sala multisensorial, era una sala grande con una cama de agua, tubos de luz y con un fuerte olor a incienso.



-          Esta es la sala multisensorial- Dijo Silvia- Sirve para ejercitar la mente de las personas discapacitadas o con deterioro cognitivo a través de luces y sonidos.



-          ¡es Impresionante!



-          ¡Lo es!- Dijo ella- Ahora lo verás en directo.



Poco después entró un paciente en la sala. Era mayor y tenía Alzheimer. Estaba bastante rígido. Lo colocamos con esfuerzo en la cama de agua, apagamos las luces y comenzó el espectáculo.



-          Con las vibraciones de la cama de agua, conseguimos que el paciente gradualmente se vaya relajando.



Era increíble todo el circo que estaba montado. La respuesta del enfermo no se quedaba atrás: pasó de estar como una piedra a estar en calma absoluta.  He de decir que no solo me fijaba en la sala y en la reacción de los pacientes, sino en Silvia, no solo en su trabajo sino en su cuerpo y en la forma de moverse. Como se tambaleaban sus pechos al interactuar con el entorno.  Se me estaban ocurriendo miles de fantasías que realizar.



Terminó la sesión y con ella mi primera jornada en el centro educativo. O eso creía yo hasta que Silvia se dirigió a mí.



-          Ya sé que es tu turno de irte, pero ¿Podrías ayudarme a limpiar la sala?



-          ¡Claro!- Respondí- No tengo inconveniente.



-          ¡Gracias!- Dijo Silvia- Eres un cielo.



Estuvimos media hora limpiando la sala y ésta relucía impoluta.  Era tardísimo y en el centro educativo ya no quedaba nadie.



-¿Qué te ha parecido la sesión de hoy?- Dijo Silvia



- ¡Bien! – Dije – Espectacular.  Es increíble.



- ¿Quieres saber qué se siente en una sesión?



- Bueno.



Apagó las luces,  quemó unas barritas de incienso y puso una música suave.



-          Quítate los zapatos y túmbate en la cama.



Obedecía sumiso a sus órdenes. La verdad es que estaba un poco nervioso y a la vez excitado, pero nunca pensé que ocurriría lo que iba a venir a continuación.



Me quité los zapatos y me tumbé en la cama.  Puso la misma música que pone ella en sus sesiones.  Y todo comenzó. Los tubos de luz empezaron a funcionar, un fuerte olor a incienso inundaba la sala.  Silvia se acercó y con su peso comenzó a mover la cama.  Los dos nos reímos.



-Relájate- ordenó ella



Me tumbé bocarriba en la cama y sentía cómo la superficie de la cama se balanceaba de un lado a otro.  Era una sensación extraña, por un lado estaba relajado pero por el otro me sentía excitado, deseando que pasara algo más.



-¡Cierra los ojos!- Me dijo ella



Hice lo que me pidió. Tras cerrarlos noté cómo un pequeño y suave trozo de esponja me acariciaba la cara, el cuello, los brazos y las manos. Sentí mi camiseta deslizarse hacia arriba, dejando al descubierto el tronco y, segundos después, el deslizar de ese trozo de esponja.  Me estaba excitando cada vez más.



De repente  pude distinguir cómo unas manos me arrancaban la camiseta y me acariciaban el torso desnudo.   La lujuria se estaba apoderando de mí y comenzaba a emitir leves gemidos. Pude apreciar cómo sus labios besaban los míos. Me siguió besando y rodeando mi torso con sus manos.. Su lengua recorría  mi cuerpo de arriba abajo, lentamente, suavecito. Se deslizó hacia abajo. Desabrochó mi pantalón y se deshizo de él.  Continuó besándome la cintura, las piernas, volvió a la cintura y se detuvo en mi sexo. De repente abrí los ojos



-¿Qué vas a hacer?- le pregunté



Sonrió y comenzó a saborearlo como quién saborea el más dulce de los caramelos. Yo estaba como loco, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo en la sala. Decidí observar cómo me practicaba la felación. Sin duda una de las cosas más bellas que había visto en la vida.  Lo lamía con la puntita de la lengua, lo chupaba, me lo acariciaba, lo besaba… una y otra vez, sin pausa alguna.



-Estoy a punto de correrme- Le grité



- ¡Pues hazlo!- me dijo ella



Debido a la excitación producida por esta diosa del Olimpo llegué al orgasmo. Llenando toda la cama  y sus manos de semen.



-          ¿Te ha gustado?- Me preguntó



-          Sí, mucho- respondí- Ahora te toca disfrutar a ti



-          ¿Qué vas a hacer?



Me lancé  a ella como un león a por su presa. Le comí la boca mientras le quitaba la ropa a tirones.



MMMM… estás poseído- Dijo ella



Ahora te toca disfrutar a ti- Dije yo



Comencé a acariciarle el clítoris y su vagina con la punta de mis dedos. Ella se retorcía de placer, lo que hizo que yo acelerara el ritmo con el que le estimulaba su zona genital. Ni corta ni perezosa, ella agarró mi pene con su mano y comenzó a la vez a acariciarlo y a ponerlo erecto.



-          Espera- le dije- voy a por un preservativo que llevo en la cartera



-          De acuerdo



Alcancé mi cartera y saqué el preservativo.



-¡Espera!, ven que te lo ponga yo.



Me acerqué a ella, lo desenfundó y me lo puso. Me coloqué encima de ella e introduje mi polla en su vagina lentamente. Poco a poco, vas sintiendo mi pene se fue introduciendo cada vez más por su sexo gracias a la hidratación de su coño.



Al principio iba despacio porque no quería hacerle daño alguno, deseaba de veras que disfrutara tanto o más de lo que me había hecho disfrutar a mí. Fui acelerando el ritmo, de forma gradual, embistiendo cada vez con mayor fuerza.



-¡Sí, no pares!- Decía ella entre jadeos- Me tienes a puntito de derretirme



Casi no hacía falta que me esforzara demasiado, debido a los movimientos bruscos la cama de agua hacía el balanceo por sí sola.  



-¡Ya lo siento!- Gritó ella



De forma inesperada pude notar cómo se aferró a mi cuello y una cantidad de líquido importante encharcaba mi cintura y la superficie de la cama. Había llegado al orgasmo.



-Amiguito- me dijo- 2º asalto en marcha.



Me tumbó sobre la cama y se puso encima de mí. Comenzamos a hacerlo otra vez. Poder ver sus pechos botar al ritmo de sus caderas era  lo más excitante.  Yo acariciaba, mordía y lamía sus pechos. Me encantaba meter entre mis dientes su pezón y rozarlos con la puntita de la lengua. Mientras con mis manos acariciaba su espalda y apretaba su cuerpo contra el mío para que nuestros sexos tuvieran mayor contacto.



-¡Cariño, creo que voy a llegar otra vez!- dijo ella



-Creo que yo también- le comenté



A pesar de que hacía muy poco que había llegado al orgasmo, no tardó en llegar de nuevo. Unos instantes después, lo hice yo.



Así concluyó mi primer día de prácticas. El primero de muchos días de placer.


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