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Categoría: Maduras

La mujer del aseo

Siempre fui, lo que diríamos acá en Chile, "un hijito de papá". Para los extranjeros que lean esto, se refiere al hijo de un padre con buena situación económica, que le da todo a su hijo, sin importar la respuesta que de este obtenga.



 



Así, siempre con un buen dinero entregado por mi padre, entré a estudiar a la universidad, y me alojé en un departamento que tenía en arriendo.



 



Mi vida, lejos de mi casa, sin el control de mis padres, mas auto, un gran departamento y plata a montones, me sirvió para pasarlo sensacional. Era habitual que se hicieran fiestas en mi departamento y que algunas de mis compañeras o amigas de la universidad pasaran la noche en mi habitación, mordiendo la almohada.



 



Por lo mismo, el aseo de este no era muy decente, que digamos y yo para eso, no estaba. A si que me conseguí el teléfono de una empresa, que enviaba a mujeres hacer los aseos, ya sea en forma periódica o esporádicamente.



 



A sí, empezaron a llegar muchas mujeres distintas a mi departamento, ya que no siempre me mandaban a la misma, a parte de que también me empezó a gustar eso de variar y llamaba a varias agencias. De todas estas logre enganchar con unas dos, que terminaron haciendo la cama por dentro, pero otras no me dieron ni boleto y otras que eran verdaderos monstruos. No es que sea exquisito, pero las flacas no me gustan, deben tener grandes tetas, aunque sean gorditas.



 



Un día, me mandaron una mujer madurita, de unos 45 años más o menos. Su nombre era Patricia. Al abrir la puerta, inmediatamente me fijé en el tremendo tamaño de sus tetas, grandes y muy apetitosas. Tampoco era fea, bueno tampoco bonita, era una mujer normal con algunos kilos de mas.



 



La verdad, mi departamento estaba bastante desordenado, a si que se puso su delantal y empezó hacer su labor. Salí a dar una vuelta, y cuando volví ella ya había terminado. Le ofrecí un vaso de bebida y me lo aceptó. Le dije que se sentara en el sofá y empezamos a conversar de cualquier cosa, mientras la revisaba de arriba abajo con mis ojos. Era muy amena y buena para conversar, a si que me daba buenas chances, para cumplí mi cometido.



 



La verdad, clasificaba, para una buena sesión, y por lo que me enteré en la conversación, su marido era chofer de camión internacional y pasaba casi todo el mes fuera de la casa, solo llegando un par de días, por lo que debería andar falta de sexo.



 



Como broma empecé a decirle que su marido debe tener mas de alguna señora en cada país que visitaba, a lo que ella, riéndose me decía que si se lo imaginaba, pero que no importaba, que ya estaba acostumbrada. También empecé a molestarla que seguramente, cuando su marido estaba en casa, seguramente no se levantarían de la cama, para recuperar el tiempo perdido. También se reía y me decía que el marido no era muy apasionado.



 



El por su parte, también comenzó a seguir el juego y me echaba bromas que seguramente por mi departamento, pasaba un desfile de mujeres, al tener esa situación económica y esa facha. Le dije que algo de eso había, pero que solo eran jóvenes, sin experiencia, y que a mi me gustaban mas mayores. Tampoco era tonta la mujer y debe haberse imaginado hacia donde iba la conversación, que ya llevábamos por mas de 45 minutos, y me miraba también de una forma coqueta.



 



A las finales, luego de un breve silencio, me dijo que ya se estaba haciendo tarde, y que le pagara, para irse.



 



Le pregunté si le gustaban los juegos, y me dijo que si, dependiendo de que clase de juegos yo hablaba. Le dije que apostáramos lo que yo le debía a doble o nada. Me dijo que no, que necesitaba el dinero y no lo podía arriesgar. Le dije entonces que apostáramos doble o penitencia. Por ahí la anduve convenciendo un poco , pero me preguntaba a cada rato de que se trataba la penitencia. Yo le dije que en caso de que ella perdiera, se la diría, en caso contrario, se marcharía de ahí con el doble de lo que le correspondía.



 



Ella riéndose, nerviosa, lo pensó unos segundos, mientras yo le decía que no sería nada malo, que se lo prometía.



 



A las finales aceptó. La prueba fue muy simple. Saqué de mi bolsillo una moneda, la lancé al aire, y le hice pedir cara o cruz. Ella nerviosa y muerta de la risa, lo pensó un poco y luego pidió cruz ….. Perdió.



 



Ella se reía nerviosa, pensando en la penitencia que yo le daría. Por mi parte, hice como que pensaba una muy buena penitencia, para compensar lo apostado. Luego de un rato, le dije que ya lo había decidido.



 



La penitencia consistía, en que se tenía que sacar su blusa, y dejarme darle un beso en uno de sus pechos.



 



Me miró, sonriéndose, me dijo que si estaba loco al pedirle eso, pero con sus ojo me decían que se moría de ganas. Le dije que una apuesta era una apuesta, y que solo le quedaba cumplir.



Lo pensó un poco , y riéndose, me dijo que era una mujer de palabra y pensándolo un poco se saco su blusa. Sus tetas apenas cabían en su sostén. Le dije que el trato era sacarlas completas y riéndose nerviosa, llevó sus manos atrás y se los saco. Dos tremendas tetas se desbordaron en toda su magnitud.



 



Ella se tapaba ñla cara y miraba hacia otro lado. Seguramente nunca se había lograr ese efecto en un joven de 22 años, pero en el fondo de su corazón, su cuerpo lo pedía a gritos.



 



Llevé una de mis manos a su pecho y lo toqué. Estaba rico, tal cual como me lo había imaginado.



Ella aun con rosa nerviosa, decía en voz alta " No puedes estar haciendo estas cosas Patricia", pero yo ya la tenía lista y no me detendría.



 



Le dije que teníamos que seguir con el trato y mirándome con pícaros, echándose hacia atrás, me dijo que yo era un fresco…. A lo que dije que si.



Me abalancé sobre esos pechos y los chupé, como si fueran el más precioso manjar. Ella inmediatamente comenzó a disfrutar y mientras se los chupaba, me decía que hace rato que tenias ganas de estar así conmigo.



 



Me dijo que era injusto que solo ella estuviese así, a si que me hizo sacar mi polera. No me detuve y nuevamente en picada me fui a esas tetas exquisitas que tenía patricia. Al menor contacto, ella disfrutaba al máximo, se notaba que estaba realmente necesitada de sexo.



 



Comencé a desnudarla, hasta que le saqué su última prenda. A cada rato, me decía que pensaba que estaba soñando estar con alguien tan joven como yo, pero que ese siempre había sido su sueño.



Terminé por desnudarme yo mismo. Fue algo distinto a mis típicas aventuras con mis amigas, que nos íbamos directo a la penetración, no, Patricia era distinta, trataba de alargar al máximo cada contacto. Todos sus movimientos eran muy suaves, y yo me dejaba llevar por ella.



 



Me hacia tocarla suavemente y ella también hacía lo mismo. Todas sus caricias era exquisitas y me di cuenta que ella quería que yo también fuera suave. Me centré en besarle el cuello, tocar sus pechos suavemente, no a lo bruto como estaba acostumbrado. Ella me orientaba en cada uno de mis movimientos, y a diferencia de otras, ella me decía.



Me pidió que le pusiera mi pene en su boca, y con la misma delicadeza, comenzó a mamármela, siempre suave, dándome un placer exquisito. Solo lo sacaba de su boca, para preguntarme si lo estaba disfrutando, a lo que siempre contestaba que sí, por que en realidad esa suavidad con que lo hacía, era fantástica.



 



 



Le pedí que me dejara meter mi verga entre sus tetas, y le confesé que ellas había sido las culpables de tenerme así. Ella me dijo que le hiciera lo que yo quisiera, ya que era justo que yo recibiera el mismo placer que le estaba haciendo sentir.



 



 



Se la coloque entre esas tetas y realmente el contacto con esa suave piel era el cielo. Era increíble que una mujer de esa edad, con esas características, pudiese hacerme sentir tanto placer.



 



Me dijo que no se la metiera, por que estaba en sus días fértiles, que acabará entre sus tetas, o donde yo quisiera y que ella terminaría masturbándose.



 



Le dije que me encantaría verla masturbarse, y sin ninguna vergüenza, con sus piernas abiertas, me dio el mejor espectáculo de su vida. Sus manos se tocaron su sexo, haciéndola sentir tal cual como ella quería, mientras yo no pedía detalle de cada uno de sus movimientos, meneándomela como un loco. Solo las sacó cuando comencé acabar sobre ella, y casi al mismo tiempo, ella con un gran quejido, terminó el trabajo de sus dedos, y alcanzó su orgasmo



Exhausto nos quedamos desnudos uno al lado del otro, riéndonos de lo que había pasado. Luego entró al baño, se limpió, le pagué y dándome su teléfono, me dijo que cualquier otro día, estaría dispuesta a atenderme en lo que yo quisiera, sin cobrarme.



Agradezco sus comentarios y valoración.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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