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Categoría: Maduras

La enfermedad de Adrián

LA ENFERMEDAD DE ADRIÁN



Adrián era un adolescente de 18 años que estudiaba secundaria. Físicamente llamaba mucho la atención pues era bastante alto, más o menos mide 1,90 mts, de contextura delgada, pero fibrosa, piel morena, cabello ondulado, labios gruesos y con unos ojos claros que resaltan a primera vista. Era muy pícaro y sensual y no tenía muchas dificultades para iniciar relaciones amorosas y sexuales con las chicas de su edad.



Su comportamiento en clase dejaba mucho que desear, siempre las interrumpía con chistes pesados, cosa que le había costado muchos choques con sus profesores, especialmente con la de Historia. Ella le regañaba frecuentemente, pero a escondidas se sentía atraída por el espectacular físico del chico y su arrogancia ante las demás personas.



Un día, como muchos otros, le pidió que se quedara después de clase para llamarle una vez más la atención por su comportamiento inadecuado. Esto ya era usual para él y su rostro dibujó un gesto de desaprobación, aunque se quedó para escuchar el sermón que iba a recibir.



- Mira Adrián, no pienses que es placentero para mí pedirte que te quedes después de clase para regañarte, pero no debo permitir que perviertas la clase con tus comentarios y juegos pesados.



- Usted no me entiende profe, yo sólo trato de hacer más agradable la clase.



- ¿Agradable? ¿Te parece que ese comportamiento puede hacer agradable una clase?



- Es que soy un chico y estoy en edad de bromear.



- Sí, lo sé y entiendo que seas un adolescente y que es normal a tu edad ser así, pero igual no debo dejar que la clase se convierta en una fiesta. Por si no te has dado cuenta hay alumnos que desean aprender y debes permitir que puedan hacerlo.



El chico ni siquiera miraba a los ojos de la profesora, estaba fastidiado con lo que escuchaba y a leguas se notaba que quería irse por lo que bruscamente cortó la conversación.



- Mire profe, debo irme, otro día seguiremos hablando.



- Yo aún no he terminado contigo.



- Igual me tengo que ir porque debo colocarme una inyección.



- ¿Qué inyección? ¿Estás enfermo?



- Pues sí… pero me da vergüenza contarle que tengo.



- Adrián, yo puedo ser estricta y decirte cosas que no te gusten, pero soy tu profesora y me preocupo por ti. Dime que tienes ¿Te puedo ayudar en algo?



- Le puedo contar, sólo le pido que no comente nada con nadie.



- Claro, confía en mí



- Lo que pasa es que yo tengo gonorrea y hace poco comencé a ponerme inyecciones para curarme.



La profesora intentó que su mirada no reflejara el asombro que sentía por lo que acababa de escuchar.



- ¿Y cómo te sientes?



- Apenas siento mejoría pues estoy comenzando el tratamiento.



- ¿Quién te coloca las inyecciones?



- Cualquiera de las enfermeras en el hospital.



- Si tú quieres yo te la puedo poner.



- ¿Usted sabe?



- Sí, aprendí por que siempre tengo que inyectar a mamá para tratar la diabetes.



El chico pensó en un instante las consecuencias de que ella le colocara la inyección y resolvió aceptar. Le deleitaba pensar que tendría a sus servicios a la profesora que más le había regañado, una dulce venganza sin lugar a dudas.



- Muy bien, acepto, pero ¿Está segura que no me dolerá?



- Claro que no te dolerá.



- ¿Dónde me la puede colocar?, porque acá yo tengo la jeringa y la solución.



- Te seré sincera, aquí no puede ser porque la gente comenzaría a pensar mal. ¿Puedes ir a mi apartamento si yo te doy la dirección?, queda en el centro.



- Sí claro.



La profesora escribió rápidamente su dirección en un pedazo de papel y se lo entregó.



- Entonces te espero allá pues ya voy saliendo del liceo.



Se despidieron y mientras Adrián tomaba el autobús al centro, la profesora se iba en su auto para preparar todo. Podía aprovechar esta oportunidad pues su madre estaba de visita en casa de su hermana y volvería al día siguiente. Su corazón latía aceleradamente. Esta última conversación con el chico la había afectado profundamente y se sentía atraída por el hecho de poder compartir más íntimamente con él. A pesar de su edad era muy atractivo y además le encantaba ese toque de arrogancia que tantas veces mostraba en clase. Ella llegó primero, se bañó y se colocó un vestido ligero. Cerca de media hora después llegó el chico. Al verle su corazón comenzó a latir más rápido. Le tenía cerca y sólo para ella, pero sería una locura que algo pasara entre ellos dos pues podría traerle consecuencias negativas. Ciertamente, ella era soltera y en ese momento no tenía pareja, por lo tanto, no estaba siendo infiel; esa era la parte positiva, el problema es que él era alumno suyo y, a pesar de ser mayor de edad, la ley y la ética no consienten este tipo de relaciones.



Adrián pasó, ella cerró la puerta y le invitó a sentarse. Sus miradas se cruzaban constantemente. Él observaba el bien cuidado cuerpo de ella, aun siendo una treintañera. Ella se deleitaba viendo el tamaño y el hermoso físico de él. Era obvio que deseaban ir más allá de la simple colocación de una inyección, pero ninguno daba por el momento señales de tomar la iniciativa para ello.



Ella le invitó a pasar a su cuarto, le dijo que se acostara boca abajo y que se bajara los pantalones. Él lo hizo, pero además se quitó la camisa. Antes de ello le dio la jeringa y el envase con la solución antibiótica. La profesora preparó todo y cuando se acercó a la cama vio aquel monumento de varón esperándola con ojos de picardía. Estaba un poco sudado por la actividad, pero su olor no ofendía, era de hombre, algo que atrajo inmediatamente las ganas de ella. Adrián se acomodó para que le colocara la inyección. Esta acción fue rápida, con manos diestras le consiguió el lugar adecuado e hizo la introducción de la aguja. El dolor pasó rápido a pesar de la viscosidad de la medicina. En realidad era un chico bastante fuerte.



Cuando hubo acabado de colocar la inyección fue al baño y desechó los materiales usados. Seguidamente, volvió a la cama y le encontró boca arriba sin nada de ropa y su pene estaba en total erección. La profesora se asombró, pero sólo dijo:



- ¿Por qué no te has vestido?



- Tengo calor y además estoy cómodo así.



- Pero estás desnudo.



- Sí, ¿Te gusta lo que ves?



- No…debes vestirte…



- Ven, deja que pase lo que nosotros queremos.



- ¿Cómo se te ocurre? Tú eres alumno mío…no debemos… además, si se enteraran los demás.



- Nadie lo sabrá, te lo aseguro, ven, no aguanto las ganas de estar contigo.



Ante la indecisión de ella Adrián se levantó y se acercó. Ella retrocedió un poco ante su proximidad, pero bien pronto ya estaban frente a frente y él la rodeó con sus brazos. Al principio se resistió a ser abrazada, pero sólo por corto tiempo. Él era más fuerte que ella, sin embargo, más allá de la fortaleza física, la dominaba su deseo de sexo. Sus labios se encontraron con cierta dificultad por los movimientos de ella, pero al poco tiempo se dejó llevar por su instinto. Se besaron apasionadamente, a pesar de su edad lo hacía muy bien. Su lengua era experta y se movía con facilidad y con sus brazos recorría todo el cuerpo de su profesora. Ella ya no se resistía, disfrutaba con todo aquello. Mientras se besaban él la conducía lentamente hacia la cama. Cuando estuvieron cerca la hizo acostarse y quedó encima de ella. Le quitó su vestido y comenzó a besarle todo el cuerpo. La profesora gemía cada vez más rápido. Acto seguido, Adrián se acomodó frente a su vagina y comenzó a lamérsela con mucha pasión y veteranía. Los gemidos de ella eran casi gritos, se estremecía y movía su cabeza de lado a lado en forma rápida con cada lengüetazo que recibía. Adrián comenzó a moverse en dirección a sus senos mientras seguía chupándola. Al llegar a esa parte lamió sus pezones con mucha pasión, ya él mismo respiraba con mucha mayor fuerza que antes denotando que también estaba excitado. Con su mano derecha tomó su pene e intentó colocarlo en la entrada del tracto vaginal, pero antes de introducirlo su profesora lo frenó bruscamente.



- No, por favor, estás enfermo y puedes contagiarme.



- Sí, lo sé, pero tengo muchas ganas de ti.



- Tranquilo, déjame buscar un preservativo.



Rápidamente fue al baño y tomó un condón de una caja que tenía guardada para ocasiones especiales y vaya que ésta sí era especial. Retornó veloz hasta su joven amado quien estaba sentado en la cama y se arrodilló ante él. Su pene era realmente grande y grueso, tal cual lo imaginaba. Nunca antes había tenido contacto con algo así y cuando intentó colocarle el preservativo no entraba pues no correspondía al tamaño del miembro. Tuvo que esperar a que el proceso de detumescencia lo bajara un poco para poderlo cubrir. Sin embargo, los movimientos de su mano y su desnudez provocaron a Adrián y su pene se elevó de nuevo. El condón era estrecho y le apretaba, pero esto no le impediría seguir adelante con su amada. Acto seguido la tomó con sus manos y la puso en la cama acostada transversalmente, mientras tomaba su pene con la mano derecha colocándolo justo en la entrada de la vagina. La penetración se dificultó por el tamaño del miembro. El rostro de ella denotaba una mezcla de dolor y placer, nunca se habría imaginado que su alumno, su chico, era capaz de llevarla al cenit del disfrute. Él interrumpió la penetración y colocó un poco de su saliva sobre la superficie del preservativo y volvió a introducirlo. Con dificultad, aunque en menor grado el pene fue entrando en el vientre de su amada y ésta por fin podía deleitarse con lo que tanto había deseado, que éxtasis le producía este momento y decidió disfrutarlo al máximo. Adrián comenzó a bombear primero lentamente y luego cada vez más rápido. El ritmo de ambos se sincronizó en escaso tiempo y su respiración y gemidos eran de tal intensidad que reforzaban el deseo de ambos. Ella, presa de la excitación, acercó su cabeza a los pechos de su varón y comenzó a morderlos. Esto provocó que el chico gritase también y la apretó más fuerte contra sus pechos. Él no pudo aguantar mucho más tiempo y se corrió con un gran chorro de semen dentro del condón. Ambos se fundieron se fundieron en un fuerte y sonoro espasmo y ella se asombró con el volumen de líquido retenido en el profiláctico. El cansancio los hizo quedarse acostados por un rato.



Era demasiado para ser la primera vez y ninguno de los dos había imaginado cuán lejos podían llegar y sin embargo, allí estaban haciendo lo que querían. La conversación de ellos reflejaba el placer del momento.



- Me gustó mucho mi niño lindo y me dejas asombrada por tu capacidad y conocimiento.



- Me sigues viendo un chico ¿Cierto?



- No lo tomes así, disfruté un mundo contigo.



- Lo podemos hacer siempre si tú quieres mi linda.



- Sí, pero debes prometerme que no dirás nada a nadie.



- Claro que no, tranquila.



Las relaciones de ambos mejoraron después de este día. El chico mostraba mejor comportamiento y ella se hizo más comprensiva con él y los demás chicos. Y su enfermedad desapareció gracias al tratamiento, aunque durante algunas semanas no tuvieron contacto íntimo. Después de ese tiempo ambos estaban más que deseosos de tener sexo de nuevo y la oportunidad apareció repentinamente cuando la dirección del colegio decidió promover una excursión a las montañas con todos los alumnos que desearan ir, sus padres y los profesores.



Cuando llegó el día de salida todos tenían gran expectativa. Por supuesto, Adrián y su amada estaban de lo más deseosos por la posibilidad de estar juntos de nuevo. Una caravana compuesta por un autobús alquilado y vehículos particulares se enfiló a las montañas del norte hasta ubicar un puesto ideal. Para ello subieron por al menos dos horas hasta llegar a un mirador natural desde donde se divisaba la silueta de la ciudad a lo lejos. Pronto se armó una localidad de carpas multicolores. Al caer la noche las fogatas iluminaban la oscuridad del lugar. En un país tropical como ese el frío de las montañas era especialmente atractivo para sus habitantes por ser una situación poco habitual. El Director reunió a todos para cantar, contar chistes y anécdotas y cosas por el estilo. Las miradas de Adrián y su profesora se cruzaban continuamente. Estaban relativamente cerca y aprovechaban de observarse el uno al otro con pasión desbordada. Tan cerca y al mismo tiempo tan lejos. La ocasión generaba en los dos unas ganas incontenibles. Era imposible seguir así con un deseo similar un dique a punto de reventar.



Ella le envió un mensaje con su móvil indicándole que se iría de allí y que luego de un tiempo le avisaría dónde estaba para encontrarse. Algunos minutos después llegó el mensaje que tanto esperaba. Su chica le comunicó que estaba cerca, en un lugar donde había un árbol y que ella le guiaría a través del móvil. El muchacho puso su aparato a vibrar para no alertar a los demás pues en esa soledad todo se escuchaba, aún en el caso que todos estaban pendientes de lo que decía el Director.



La profesora estaba muy caliente y mientras esperaba se comenzó a tocar la vagina con la mano izquierda, pero muy pronto esta acción fue insuficiente para calmar la sed que le producía su amado. Entonces empezó a bajarse el pantalón y luego la pantaleta hasta que sus dedos tocaron su húmedo sexo. Luego se introdujo el dedo índice lo más profundamente que pudo y comenzó a masturbarse.



Adrián se fue alejando poco a poco del grupo, tal como lo había hecho ella, cuidando que no lo vieran los demás, especialmente sus padres y se perdió en la oscuridad. Recibía mensajes en su móvil indicando la ubicación de su amada, hasta que por fin la divisó. Estaba sentada en un árbol con una gran bifurcación en el medio, producto de dos grandes ramas que se separaban y formaban un asiento natural donde una persona se podía colocar cómodamente.



Al llegar al sitio donde ella estaba sentada él se inclinó para llegar a la altura de ella y se abrazaron muy fuerte y posteriormente sus labios se encontraron de nuevo.



- Mi niña linda, por fin estamos juntos.



- Si mi corazón, cuánto te extrañé.



- Me costó encontrarte un poco con esta oscuridad.



- Pero ya estamos juntos.



Adrián miró la vagina de su amada que estaba al descubierto y se agachó y la olió con pasión, su aroma despertó en él unas ganas inmensas de sexo. Después comenzó mamarla y con sus manos abrió más los labios para que su lengua pudiera entrar mejor. La chica comenzó a gemir, cosa que le excitó más. La tenía otra vez para sí mismo, el chico malo, el maleducado, pero ella era su trofeo y disfrutaba el momento sin límites. Luego de un rato se levantó y se puso frente a ella, se quitó la camisa y ella pudo ver su pecho grande y moreno. La chica se aproximó a sus pectorales y los empezó a chupar haciendo movimientos circulares con un tendencia descendente que la situaron al poco rato frente al sexo del muchacho. Al principio estaba indecisa de seguir pues recordaba que había estado enfermo no hacía mucho tiempo, pero al recordar que aquello era historia pasada le desabrochó el pantalón y éste cayó al suelo, acto seguido bajó el interior y surgió el gran pene del chico bien erecto y caliente a pocos centímetros de su rostro. Despedía un olor a sudor que, sin embargo, era agradable al olfato de ella y la estimulaba. Comenzó por pasar su lengua por los testículos y fue subiendo gradualmente hacia su glande. Al llegar allí abrió la boca lo más que pudo y engulló aquel enorme miembro lo mejor que pudo, nunca había saboreado algo así, aún en hombres maduros. Adrián aceleró su respiración, cerró los ojos e inclinó su cabeza hacia arriba. Con sus manotas asió la cabeza de su amada y suave, aunque firmemente, la guió para que se tragara más su pene. Al rato la separó, no sin las protestas de ella y la posicionó boca arriba en la hierba rala, le terminó de quitar la ropa y también hizo lo mismo hasta que quedaron desnudos y expuestos al frío nocturno. Él se arrodilló, rodeándola con sus fuertes piernas ubicadas a ambos lados de ella y la empezó a acariciar por todo su cuerpo, especialmente sus senos. La profesora reaccionó contorsionándose y moviendo su cabeza a todos lados.



- Cójeme ya mi macho -balbuceó ella al mismo tiempo que jadeaba-



- No, será cuando yo quiera.



Para aumentar su goce mezclado con sufrimiento agarró su pene y comenzó a pasarlo de arriba a abajo y viceversa por la abertura vaginal cosa que provocó espasmos más fuertes en ella, tanto que le rogó que la penetrara de una vez, pero el chico continuó con su labor durante al menos 3 minutos hasta que empezaron a sentir con mayor intensidad el frío en el cual no habían reparado por su dedicación al encuentro sexual. Acto seguido, oprimió con poca fuerza su pene el cual entró sin dificultad dado el alto nivel de lubricación que tenía el sexo de su chica; los espasmos de ella se transformaron en movimientos más rítmicos, lentos y profundos, acompañados por gemidos de intenso placer. Las caderas de Adrián se encargaron de que su miembro se moviera rápidamente en el interior de ella. Tal cúmulo de fruición causó una eyaculación fulminante e incontrolada de un gran volumen de semen que fue a dar dentro de la profesora acompañada con un suspiro al que le poco le faltaba para ser un grito.



Al poco tiempo de esto se vistieron y quedaron besándose por varios minutos, ninguno de los dos tenía la más mínima intención de separarse, pero pronto recordaron que estaban separados de la excursión y que podrían sospechar los demás. Volvieron separadamente, por caminos distintos y en momentos diferentes para que sus compañeros de excursión no sospecharan.



Sus vidas nunca volverían a ser las mismas, ya que en lo que restaba de año escolar siguieron manteniendo relaciones frecuentemente. Al poco tiempo Adrián terminó la secundaria y empezó la universidad. Siendo él mayor de edad y ya sin ser alumno de su amada decidieron vivir juntos y casarse.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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