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La Camilla de Masajes

~~Ya hacía tres días
 que Miguel oia por las mañanas una pequeña embarcación
 acercarse a la pequeña cala que se encontraba a los pies de su
 apartamento. Le molestaban los visitantes que aprovechaban que no había
 nadie para acampar en la arena, ya que era de su propiedad. Se decidió
 y se asomó por la ventana, era una moto acuática que estaba
 en la arena, y una joven que se preparaba para tomar el sol.
 Miguel tomó los prismáticos y volvió a mirar a
 la chica, tendría unos 17 años, de cabello castaño
 a media melena, piel morena y bronceada, buena figura, sólo llevaba
 un fino tanga blanco. No le molestó en absoluto tener esa sirena
 en su cala, pero sabía que si esa chica impunemente podía
 venir, podría traer amigos y más gente, y eso era precisamente
 lo que Miguel no deseaba, asi que decidió que debería
 echarla, pero era toda una belleza, entonces Miguel pensó que
 antes de sacarla de su propiedad le daría un escarmiento. Elaboró
 un perfecto plan.
 Día tras día, la chica venía sola con su moto aquática
 la cala, a eso de las nueve de la mañana, y se iba a las once,
 durante el tiempo que estaba allí se bañaba, tomaba el
 sol, subía al pinar que habia más arriba, donde había
 sombra, leia un libro, hablaba con el móvil, descansaba y luego
 se iba, así todos los dias. Una vez Miguel tuvo controlados todos
 los movimientos de la chica puso en marcha su plan. Miguel era monitor
 de gimnasia y tenía habilidad mecánica, modificó
 una camilla de masajes vibratorios que sería crucial para sacar
 adelante todo lo planeado. Las modificaciones consistían en varios
 cierres de velcro muy fuertes en diferentes partes, ideales para la
 sujeción, siempre manteniendo una apariencia inofensiva de una
 camilla de masajes. Llegó el día de la verdad y Miguel
 bajó a la cala cuando la chica había subido al espeso
 pinar, llevaba consigo la camilla de masajes. La chica lo vio de lejos
 acercarse a ella, cuando llegó él de forma simpática
 la saludó. Hola, ¿qué tal? preguntó todo
 sonriente. Pues aparte de este calor. muy bien. contestó
 ella.
 Ella no mostraba incomodidad por estar en top less, estaba sonriente,
 se la veia muy extrovertida y alegre. ¿Sabés si este
 lugar es propiedad privada? No quisiera tener problemas yendo por aqui,
 dijo Miguel. No tengo ni idea, yo vengo aqui cada día y nadie
 me dice nada, hay una casa arriba pero parece que no vive nadie. Claro,
 y debes estar tranquila. Y que lo digas, me encanta este sitio, no
 viene nadie, sólo se oye el mar, me relajo un montón. ¿Cómo
 te llamas?
 Maria del Mar
 Ok, yo Ricardo. Mintió Miguel. ¿Y a qué has
 venido, Ricardo?
 Pasaba por aqui, he quedado con una amiga. Ah, ¿y esta muy
 lejos tu amiga?
 Un poco.
 Maria del Mar se fijó en la camilla de masajes plegable que Miguel
 llevaba en brazos. ¿Qué és eso?
 Ah, esto es una camilla de masajes vibratorios. Es muy relajante,
 da masajes en la nuca, muslos, brazos.
 Maria del Mar escuchaba con mucha atención, le resultaba interesante.
 . el problema de esta camilla es que si quieres usarla necesitas otra
 persona para accionar los controles de intensidad de las vibraciones
 mientras te relajas. en fin. Está muy bien. dijo Mª
del Mar. Si, la verdad. ¿Te gustaría probarla?
 ¡Claro! Miguel se agachó en el suelo y extendió
 la camilla, hacía 1,80 de largo por 90 de ancho, con sus cierres
 de velcro en varios puntos y la pequeña almohada vibratoria para
 la nuca, los cierres de velcro eran también vibratorios. Túmbate
 boca arriba por favor.
 Asi lo hizo la muchacha, acomodando su cabeza en la almohada. Mmmm,
 qué cómodo que es. dijo Mª del Mar. Si, ah, perdona,
 tienes que colocarte asi.
 Miguel indicó a la chica en qué posición tenia
 que colocar sus brazos, doblados en ángulo recto a cada lado
 de la cabeza y las piernas separadas casi hasta el final de la almohada.
 Puso en marcha el masaje vibratorio y Mª del Mar empezó
 a sentirse agusto con las vibraciones en su cuello. Qué bien
 me siento, mmm. ella decía. ¿Sí, verdad? mientras
 te relajas iré colocándote los velcros vibratorios. Ok.
 Miguel ajustó a la joven los cierres de velcro supuestamente
 vibratorios en cada antebrazo, muñeca, muslo y tobillo sin que
 ella sospechase nada. Ahora Mª del Mar estaba firmemente sujetada
 e inmovilidada sobre la camilla, pero estaba demasiado ocupada disfrutando
 del masaje como para darse cuenta. ¿Vienes mucho por aqui, Mª
del Mar?
 Cada día. ¿Y nunca ves a nadie?
 Absolutamente a nadie. Estas muy morena, ¿te aplicas siempre
 crema solar?
 Si Mª del Mar se dio cuenta de algo no cuadraba, no podia moverse,
 se le veia en la mirada y Miguel se percató de ello. Vaya.
 dijo Miguel. ¿Qué pasa?
 ¿Qué és lo que huele tan bien?
 No se. Ah Miguel acercó la cara al costado derecho de
 Mª del Mar, justo debajo del seno y olió. Mmm, huele bien.
 Es la crema. Me encanta su aroma. Miguel seguía oliendo el
 cuerpo de la chica, posando sus labios sobre su piel, haciendo que se
 pusiera más nerviosa. Bueno, ya vale, no quiero mas masaje,
 ¿me quitas todo esto de una vez por favor?
 ¿No puedes tu? Mª del Mar intentó liberarse moviéndose,
 pero sólo conseguía arquear la espalda. No puedo, quitame
 esto. ¿Ves? no puede usarlo una sola persona, tienen que ser
 dos. Me da igual, ¡suéltame!
 ¿Soltarte, crees que voy a hacerte caso?, ya verás lo
 bien que lo vamos a pasar.
 Miguel se levantó y se quitó la ropa mientras Mª
del Mar miraba aterrada, no podía dar crédito a lo que
 estaba experimentando, un terror profundo.

Datos del Relato
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