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La bruja de la feria

~Durante varios años, cuando llegaban las vacaciones de verano, mis padres me mandaban a estudiar inglés a Irlanda, a un colegio de chicas; no lo pasaba mal, estaba acostumbrada y sabía que era por mi bien. Un tiempo después, cuando tuve dieciocho años, dejé de ir a ese colegio y trabajaba de Au Pair cuidando niños. Era mucho mejor, me pagaban algo de dinero, tenía tiempo para estudiar y salir y sólo me tenía que costear el billete de avión.

Con mi hermano Carlos hicieron algo parecido, durante el mes de julio iba a una colonia de vacaciones en Francia y, en agosto, a una familia en Inglaterra. Siempre consideraron que los idiomas eran fundamentales en nuestra educación. También me doy cuenta ahora que ellos pasaban unos veranos muy tranquilitos sin hijos.

Sin embargo, el último año también nosotros habíamos notado algo la crisis y, aunque mi caso era distinto y podía haber vuelto a Irlanda, no me hacía falta, hablaba inglés con soltura y me apetecía un veranito de vacaciones en casa. Lo de mi hermano fue algo diferente, ya era monitor de colonias y tenía cierto compromiso de ir; durante el mes de julio estuvo fuera y yo con amigas de camping.

En agosto nos reunimos todos en casa, en nuestro pueblo de veraneo donde habíamos ido toda la vida. Fue una agradable sorpresa volver a reunirme con mi pandilla de cuando era pequeña, esas amigas a las que no había visto en los últimos seis u ocho años. Para Carlos fue lo mismo, su cuadrilla de chicos seguía igual, le hizo muchísima ilusión el reencuentro.

Carlos es un chico guapo, bastante alto y atlético, tiene el pelo castaño, los ojos verdes bastante claros… No me gusta su forma de vestir, siempre con unos vaqueros anchos colgando, enseñando el calzoncillo y camisetas holgadas, sudaderas anchas con capucha y esas zapatillas anchísimas con los cordones desabrochados. Tiene diecinueve años y ha empezado la facultad este curso, creo que no le ha ido nada mal.

Por mi parte tengo veintiún añitos, también estudio en la uni y voy pasando como puedo. Mi hermano dice que soy una pija porque visto algo a la moda, aunque creo que todas vamos un poco igual, sin embargo, dice que yo voy de “marca”, que se me nota… Bueno, siempre me ha gustado lo bueno y si me lo puedo permitir… En fin. También tengo el pelo castaño bastante largo y los ojos verdes, algo más oscuros. Según mi último novio irlandés (ahora no tengo) tengo un tipo increíble (qué iba a decir). Aunque esté mal que yo lo diga, creo que tenía razón, estoy bastante bien y me considero mona, por lo menos, no me quejo.

El primer día de sol, veraneamos en el norte y no son tan habituales, fuimos a la playa, no había estado desde hacía una eternidad; en Irlanda, lo de la playa es para los lugareños, hace un frío que pela, no me extraña nada que la gente del norte de Europa venga a este país a pasar las vacaciones, es increíble cómo se llega a echar de menos el Sol…

Mis amigas y yo pusimos las toallas juntas en batería, nos echamos crema para ponernos morenitas, que ya iba siendo hora. Tengo que describir un poco las playas del norte de España, la diferencia que tienen con el Mediterráneo. Cuando baja la marea, se despeja una zona de doscientos o doscientos cincuenta metros que nosotros llamamos la “arena mojada”. Allí la gente juega a las palas, al fútbol o lo que sea sin molestar a nadie. Con marea alta, no se hace nada de esto.

Aquel primer día de playa, la marea estaba bajando y como siempre, mi hermano y sus amigos fueron a jugar al fútbol. Hacía mucho tiempo que no le veía en bañador y me quedé bastante sorprendida, a pesar de que su traje de baño le llegaba a las rodillas, tenía un tipazo impresionante, piernas largas, espalda ancha… Estaba cañón.

Tumbadas en nuestras toallas, tomábamos el sol, mirábamos a los chicos, comentábamos, hacíamos risas… Una de mis amigas lo soltó en ese momento…

-Oye Lidia ¿Te has fijado, tía? Tu hermano tiene las piernas más bonitas del pueblo jugando al fútbol ¡Y qué culito! ¡Está para comérselo!

-¿Sí? – Contesté –Bueno… Sí, es bastante guapo…

-¿Guapo? Le echaba ahora mismo veinte polvos seguidos – Siguió Merche partiéndose de risa.

-¡Mira que eres basta!

-Sí, sí. Tú lo que tienes es envidia… - Continuó vacilándome.

-¡Como si no tuviera con quién! No estoy tan necesitada… Si quieres, le digo luego que quieres hablar con él.

A Merche se le iluminó más la cara ante la perspectiva de un encuentro con Carlos.

-¿Lo harías? ¡Joder Lidia, tú sí que te enrollas!

La mañana transcurrió sin mayores incidentes a excepción de los comentarios sobre Carlos, cada vez más subiditos de tono. A mí me hacían gracia y me sentía orgullosa de tener un hermano que levantara tales pasiones.

A la hora del aperitivo, fuimos al sitio de costumbre, un bar en el borde de la playa, al otro lado del paseo. Zuritos de cerveza, pinchos de tortilla… ¡Cómo lo había echado de menos! Bastante gente joven, muy buen ambiente… La pandilla de Carlos apareció enseguida y Merche no perdió la oportunidad de indicármelo. Lo prometido es deuda.

-Carlos ¿Qué tal? – Saludé

-De buty, tía. Hacía mazo que no jugaba en la playa, ha sido la hostia de guapo. Ahora estoy “to cansao” así que me voy a beber unas birritas…

-Ya. Oye ¿Te has fijado en Merche? A que es mona…

-¿Merche? ¿Quién es?

-Esa – La señalé – Dice que estás buenísimo.

-Je, es lo que hay – Contestó muy chulito él.

-Mira que eres creído. Bueno, le he dicho que la saludarías… No me dejes mal, anda.

Le pasaron un vaso de cerveza que se bebió de un trago, miró hacia mi amiga y, tras guiñarme un ojo, se fue hacia ella ¡Joder! Mira que era chulo…

Amigos de mi hermano me saludaron muy simpáticos, otros algo más mayores se acercaron, buscaban chicas más de mi edad… Típico aperitivo de verano. Alguien coqueteaba conmigo, yo repartía saludos y sonrisas a un montón de gente que hacía varios años no había visto, amigos de mis padres que decían lo que había cambiado y lo guapísima que estaba…

Y Carlos hablando con Merche cada vez más apartaditos. Un rato después, cerca de las tres de la tarde, aparecieron mis padres diciéndonos que fuéramos ya a comer. Iba hablando con mi hermano de camino a casa, un par de pasos detrás de los papás, me decía que Merche era muy simpática, que estaba mazo buena y que había quedado con ella después de comer.

-¿Sí? ¿Después de comer? Qué pronto ¿No? – Me extraño que quedaran tan temprano.

-Es que sus viejos han ido a comer con unos amigos y les van a enseñar todo esto. No van a volver en toda la tarde.

-Ah, vale – Pero me quedé un tanto pensativa. Era evidente lo que Merche pretendía, iba a tirarse a Carlitos… ¡Vaya, qué zorra!

Pensaba que mi amiga no conocía a mi hermano de nada, yo era incapaz de hacer eso, irme con un desconocido… Claro que me consideraban un tanto puritana, no voy a decir que estrecha porque no lo era, pero tampoco de las facilonas.

Después de comer ayudé a mi madre a recoger y me eché un ratito de siesta, mi padre y mi hermano salieron de casa enseguida. Hacia las seis de la tarde me reuní con mi pandilla; tarde típica, ir de poteo por los bares del pueblo hasta la hora de cenar. El pueblo es pequeño y nos conocemos (yo antes) casi todos, te vas encontrando con gente, otras pandillas…

Ligas, coqueteas, vas conociendo chicos… Y Merche que no aparecía, me estaba mosqueando bastante, no es que tuviera celos de nada pero Carlos era un crío, además de mi hermano y, aun estando orgullosa de él, de cómo encandilaba a las chicas, tampoco me apetecía que lo hiciera delante de mí.

Vimos a Merche que venía hacia nosotras, tenía una sonrisa en la cara…

-Esa ha echado el polvo de su vida – dijo otra de la pandilla -¡Vaya cara trae!

Al alcanzarnos, todas se dedicaron a bombardearla a preguntas, a cual más picante…

-Lidia, tía, tu hermano es lo más – Me dijo al llegar a mi lado

Puse cara de circunstancias y sonreí un poco forzada.

-Pues gracias por lo que me toca.

-¡Buf! Ese tío es la hostia, chicas. Para tener diecinueve añitos es alucinante, sabe mazo, me lo he pasado de miedo, nunca había estado con un tío como él ¡Mañana repito! – Y se reía con cara de felicidad.

Me volví a sentir orgullosa de él, me gustaba que la gente dijera que era un tío de puta madre… También pensé en lo zorra que era Merche y en ciertos gusanillos que me subieron por el estómago.

Los días transcurrían plácidamente, sol, playa, aperitivos, poteos, cenitas… Y mis amigas que, una a una, fueron acostándose con Carlos y todas comentando lo bueno que era en la cama. Creo que en el fondo querían darme envidia y en cierto modo, me la daban. ¡Qué mala suerte que el tío que dicen que es un fenómeno no lo pudiera catar!

Pero aunque hubiera podido, no lo habría hecho, ya dije que yo no me acostaba porque sí. Por lo menos, Carlos no me estaba dando la brasa comentando sus hazañas, todo lo contrario, era súper discreto. A fin de cuentas, resultó un tío muy legal, nunca me dijo nada de mis amigas.

El verano avanzaba, llegaron las fiestas del pueblo a mediados de agosto… ¡Qué desparrame! Sólo alcohol, más alcohol, porros… Sin dormir… Sexo…

Al tercer día de borrachera continua, de fumar más canutos que el resto de mi vida junta, de tomar pastillitas de esas que te pasaban y ni sabías qué eran, me vi tirada en la playa medio muerta de frío y hecha un asco. Debían de ser más de las tres de la madrugada, el tío con el que estaba se había pirado, me jodía un poco porque me gustaba bastante pero luego me había dejado tirada con todo mi pedo. Me podía haber esperado…

¡Jesús, qué ciego! Hacía tres días que no había aparecido por casa, ni me había cambiado de ropa así que debía de oler a tres kilómetros de distancia, no me había lavado los dientes ¡Puaj! Seguro que tenía una pinta asquerosa. Dando tumbos por el pueblo, me encontré a un par de amigas de la pandilla, andaban igual que yo… Me encontré a Carlos con sus amigos con otro pedo increíble.

Decidí irme a casa. Si era capaz de llegar…

Como eran fiestas, mis padres desparecían toda la semana porque, con el ruido, no se podía ni dormir por las noches, así que mi casa estaba vacía, mejor que mejor, no me hubiera gustado que mis viejos me vieran así… Me di una ducha larguísima quitándome toda la porquería acumulada, me puse ropa limpia… Me sentía otra. Todavía estaba bastante mareada de tanta bebida y tanto canuto, debían de ser más de las cuatro de la mañana, ahora me apetecía poquísimo salir…

Se me cerraban los ojos, decidí dar una cabezada, me tumbé en la cama… Creo que antes de tocar la almohada ya me había dormido, estaba agotada.

No recuerdo ni cómo, ni cuándo, ni porqué desperté aún de noche, seguía agotada y desorientada… Estaba desnuda de cintura para abajo… ¿Cuándo me había quitado los pantalones y las bragas? ¡Coño! Esto era rarísimo…

Sentía como si acabara de tener un orgasmo ¿Estaría soñando algo erótico? No era capaz de situarme, estaba cada vez más confusa… Me toqué entre las piernas y sentí un líquido espeso que se estaba secando… Estaba clarísimo lo que era…

Hubo un movimiento a mi lado, salté de la cama por el susto… Encendí la luz y casi grito al encontrarme a Carlos dormido como un tronco ¡Virgen Santa! ¿QUÉ? ¿Qué coño hacía este tío en mi cama?

¿MI CAMA? ¡Pero si esto no es mi habitación! ¡Qué horror!

Vi mi pantalón y mis bragas en el suelo, muerta de espanto y de vergüenza los recogí, apagué la luz y salí a todo correr. Ni idea de qué hacía en la habitación de mi hermano, me había debido de confundir…

Ya en mi cuarto, empecé pensar en lo que había pasado, no era normal cómo me había despertado… ¿Me había follado mi hermano? ¡Imposible! Entonces… ¿Por qué estaba en pelotas? ¿Por qué tenía mi chisme lleno de semen?

¡No, por Dios! ¡No! Totalmente alucinada, veía las evidencias pero no me acordaba de nada, estaba pasadísima cuando me había acostado, no recordaba que hubiera ido a la habitación de Carlos, pero me había despertado como si hubiera tenido un orgasmo…

¡No podía ser! ¡No me podía pasar! Dando vueltas a todo volví a quedarme dormida.

Al despertarme, era casi la hora de comer, fui a la cocina con una resaca espantosa. Me preparé un café y un par de aspirinas, aún con la cabeza embotada empecé a recordar la rarísima noche que había pasado, el orgasmo, el semen, Carlos dormido a mi lado… ¿No me habría follado mi hermano estando dormida, verdad? No, no podía ser… Me hubiera despertado ¿No? ¡Joder! ¿Entonces? ¿Quién coño me había desnudado? ¿Lo había hecho yo? ¿De dónde salía el semen?

Apareció Carlos en la cocina con una cara de zombi de impresión, parecía no enterarse ni de donde estaba…

-Hola, tú – Me dijo con la voz pastosa y ronca.

Le miraba y no sabía qué decir, si preguntarle algo o dejarlo pasar… Me estaba entrando un cabreo de narices ¿Y si este se había aprovechado de mí?

-Me encuentro de pena, me duele el tarro que lo flipas… ¿Tienes alguna cosa para el dolor?

-Mira en el baño, creo que hay aspirinas – Contesté bastante seca

-Tía ¿Te pasa algo? – Dijo sorprendido

-¿A mí? No, nada ¿Y a ti? – Seguí con cabreo. Pareció no fijarse demasiado.

-Que me encuentro de pena ¡Pero vaya fiestas, eh! Están siendo la hostia, ayer llevaba un ciego… No me pude ni quedar al encierro. Bueno, me ducho, me visto y me piro, he quedado a comer por ahí.

O este tío mentía de fábula o no sabía nada… O no lo recordaba.

-¿Estuviste con alguna tía ayer? – Le quise preguntar

-Claro, mazo tías ¡Pero no me acuerdo de nada! ¡Igual me folló una a mí! ¿Qué pasada, no? Me folla alguien y no me acuerdo ¡Qué punto!  Ja, ja, ja.

¡Mierda!

-¿No sabes donde lo hiciste?

-Ni donde ni quién ¡Pero seguro que estuvo de puta madre! – Contestó con cachondeo y voz cazallera.

-¿Cómo lo sabes si no te acuerdas?

-Pues porque… Bueno, eso, que tengo la polla… ¡Ya me entiendes!

-¡Pues no, no te entiendo! – Cada vez más mosqueada.

-¡Coño, Lidia! ¡Que tengo la polla toda roja y pringada, joder! Pero no sé ni donde andaba… En qué coño andaba, mejor dicho, ja, ja, ja ¡Tía, que no me acuerdo! Pero me he despertado en mi cama, así que supongo que luego me vine solo…

¡Mierda, mierda y mierda! ¿Será posible que este cabrón me haya follado? ¡Lo mato!

-Bueno, por lo menos espero que se lo pasara bien. Ya me enteraré y si no, eso que se lleva.

-¿Cómo que eso que se lleva? – Pregunté atacada

-Nada, tía. Si no me acuerdo de quién era ni ella me lo dice, espero que se haya llevado un buen polvo. Yo estaba súper ciego.

¿Le mato? ¿Le digo que me lo hizo a mí y que no me enteré? ¿Y si no fue él? ¡Imposible, no había nadie más y dice que vino solo! ¡Pedazo de cabrón! Mejor me callo, si no se acuerda y yo tampoco lo tengo tan claro… ¡Joder, qué mierda!

Siguieron las fiestas durante unos días más, intenté divertirme todo lo posible pero ya no me encontraba del mismo humor, desde aquella noche estaba rara, dando vueltas a lo que podía haber pasado.

Me acordé de que fuimos a la feria, no recordaba muy bien qué habíamos hecho allí, creo que nos echaron las cartas o algo en la caseta de una gitana, no sé… Luego había estado con un tío en la playa… Sí, estoy segura… Había estado bastante bien aunque no hicimos nada, después se fue dejándome sola, eso no me hizo ninguna gracia… ¿Luego?

Luego fui a casa y me duché, me acordaba de haberme cambiado de ropa, iba a salir otra vez… También que tenía mucho sueño… Me tumbé un momento… ¿En mi cuarto o en el de Carlos? ¡Buf! Ni idea… Entonces… ¡Si fui al de mi hermano, qué cagada! ¡Seguro que si éste se encuentra a una tía en su cama, se la folla sin preguntar!

¿Y cuando vino Carlos? No le vi, tampoco le oí… Recuerdo que me desperté rara… Sí, creo que había tenido un orgasmo… Creo. Mi hermano estaba a mi lado, tenía semen “ahí”… Como dice mi padre, “blanco y en botella”. O sea, tenía que haber sido él el que me había follado ¡Cabrón! ¿Cómo no iba a saber que era yo? ¡Qué hijo de puta!

Bueno… Estaba oscuro, iba muy pedo… ¿De verdad no se acordaba?

Pasó el verano sin nada reseñable excepto mi comedura de coco, cada día estaba peor que el anterior, ya no sabía si me había follado mi hermano o no, si lo hice yo, si él se había enterado o no… Desde luego, nunca dio muestras de acordarse de nada, para mí que había olvidado hasta haber echado un polvo.

Al volver de vacaciones y empezar las clases en septiembre iba cuesta abajo y sin frenos, cada día peor… ¡No me venía la regla! Me dolían los ovarios, las tetas, tenía todos los síntomas y no me ponía mala. Empecé a ponerme histérica.

“El algodón no engaña”. ¡Pues el test de embarazo tampoco! ¿Qué hago, Dios mío, qué hago? ¡Era increíble! ¿Un polvo dormida y me quedo embarazada? ¡Qué hijo de la Gran Puta! ¡Sí, con mayúsculas! ¿Cómo ha podido hacerme esto? ¡Cabrón! ¡Hijo puta! ¡Me cago en todo! ¡Mamaaaaaaa!

¿A quién se lo digo? ¡Me van a poner de puta para arriba! Si alguna amiga me cuenta que se la han follado borracha y dormida y que no se enteró, me río en su cara durante meses por boba ¡Si es que esto no se lo cree nadie! ¿Me follé a mi hermano? ¡No, joder, no! ¡Estaba dormida!

¿Seguro?

Si ya no me lo creía ni yo… ¿Cómo me iba a creer alguien? ¡Estoy jodida! ¡Y preñada! ¡Mierda de hermano! ¡Mierda de vida! ¡Mierdaaaaaa!

Sólo se me ocurrió enfrentarme a Carlos, no podía pasar esto sola… Ya veía la bronca de mis padres ¡Joder, la que se podía a montar!

A mediados de octubre, cuatro o cinco test de embarazo después, fui como una flecha a la habitación de mi hermano aprovechando un viajecito de mis padres de fin de semana. Pero el cabronazo no estaba y, siendo viernes, seguramente no vendría ni a dormir.

Pasé de las llamadas de mis amigas para quedar ¿Quedar? ¿Salir de marcha? Marcha la que tenía encima.

Apareció cerca del mediodía del sábado cuando ya me mordía hasta los pezones de impaciencia. Ni le dejé sentarse, le agarré de la pechera llevándole al salón.

-¡Tú, ven aquí! Tenemos que hablar muy seriamente. – Dije toda cabreada

-¿De qué vas? – Me contestó asombrado

-¡Que te sientes, joder! – Le mandé

Mi hermano se sentó en el sofá con la cara alucinada y bastante mosqueo.

-Bueno, tía ¿Se puede saber qué coño te pasa? Vengo de toda la noche sin dormir y estoy hecho polvo.

-Cállate, imbécil, que es importante ¿Te acuerdas de las fiestas del pueblo? ¿Del día que me dijiste que quizás estuviste con una tía y no te acordabas? – Le pregunté con vehemencia

-No

-¿Qué no? ¡Joder, tío! ¡Tú me lo contaste! – Me estaban subiendo las pulsaciones…

-¿Ah, sí? Vale, si te lo conté…

-¡Joder, Carlos! ¡Acuérdate, coño! – 200, por lo menos a 200 por minuto.

-Vaaaale. A ver… Sí… Igual estuve con una tía… ¡Joder, Lidia! Ni me acuerdo, no sé, quizás estuve con alguien o no, no sé... – Estaba totalmente perdido

Ahora te vas a cagar ¡Cabrón!

-Pues me he enterado de que sí estuviste con una tía y dice que sólo lo ha hecho contigo… - Mi voz dejaba traslucir toda mi mala baba

-¿Y?

-¡Que la dejaste embarazada, cabronazo! – Grité histérica.

-¿QUÉ? ¿YO? ¡Yo no he hecho nada, tía! ¡Si no sé ni quién era! ¿Cómo la voy a dejar preñada? ¡Y siempre uso condón!

-Vamos a ver, Carlos ¿Estás seguro de que te pusiste un condón? ¿No te corriste dentro?

-¡Y yo qué sé! ¡Que no me acuerdo, tía, no me acuerdo!

-Pues estás jodido. – Quise apuntillarle

Se quedó hecho polvo, parecía que no le entraba en la cabeza. Al cabo de un rato pareció volver en sí mismo.

-¿Seguro que fui yo? ¿Y quién es la tía? ¿Es de tu pandilla o qué? – Aquí venía la puntilla

-¡Sí, pedazo de cabrón! ¡SOY YO, HIJO DE PUTA! – Chillé fuera de mí

-¿QUEEEEEEÉ? ¿TUUUUU? ¡Yo no he hecho nada contigo, no jodas! ¡Estás de coña! – Respondió con espanto

-¡No tío, que me lo hiciste a mí, cabronazo! ¡Me follaste dormida, hijo de puta! ¡Me has dejado preñada! ¡DIME QUÉ COÑO HAGO AHORA! – Seguí chillando

-PERO, PERO, PERO… ¿CÓMO TE LO VOY A HACER A TI? ¡YO NUNCA HE ESTADO CONTIGO! ¡ME DA UN PASMO! ¡QUÉ ASCO!

-¡Eres un cabrón! Estaba bastante pedo aquel día y me quedé dormida en tu cama sin darme cuenta. Me desperté porque me habían hecho algo, me habían follado vamos, estaba llena de leche… ¡Y tú estabas a mi lado! ¡Cabrón! ¡Que me follaste y ni te acuerdas, hijo puta! – Estaba toda sulfurada, hasta me puse de pie - ¡Que me has dejado embarazada, cabrón de mierda! ¡ME CAGO EN TUS MUERTOS! ¡A VER QUÉ COÑO HACEMOS! ¡ERES UN MIERDA! ¡UN PUTO CRÍO DE MIERDA!

Y caí derrotada en el sillón mientras lágrimas de angustia rodaban por mis mejillas. Escondí la cara entre las manos, se me habían saltado los nervios de una forma…

Al cabo de mucho rato ninguno de los dos nos habíamos movido, levanté la vista y Carlos estaba en otro mundo, totalmente alucinado; me miró y pareció verme en ese momento.

-¿Y no puedes abortar? No sé, un hijo de hermanos… No sé…

¿Abortar? Sí, por poder, claro que podía… Pero tenía una amiga de clase que lo había hecho y decía que lo pasabas fatal, ella no pensaba volver a pasar por eso nunca más, me cortaba mazo. Pero tenía razón ¿Qué podía decir a mis padres? ¿Qué había estado con alguien en fiestas y me había pasado esto? ¡Me partían la cara! Y si les decía que no me acordaba del tío, ya ni lo cuento.

Quince días después pasaba por el trago más amargo que hubiera imaginado. Carlos tuvo la decencia de acompañarme pero no me valió de nada, sobre todo uno o dos días después, entonces me encontré peor, me dolía, tenía un mal cuerpo increíble, sobre todo, unas ganas de llorar… ¡Por Dios! ¿Por qué lo había hecho? Podía haber aguantado la bronca paterna, podía haber dado al niño en adopción, podía haber hecho cualquier cosa… ¡Pero esto!

No quería ni verle, ni a él ni a nadie. Carlos no se separaba de mi lado y a mí me agobiaba cada vez más, era su culpa, por él había tenido que hacer algo de lo que estaba totalmente en contra…

Sin embargo, no se amilanó, siguió conmigo intentando consolarme en todo momento, no se separaba de mi lado, me cubría ante mis padres… Una semana después, algo repuesta, agradecí que se estuviera portando así de bien, que no me hubiera dejado a pesar de todo, a pesar de mí misma incluso.

Pero estando sola por las noches lloraba, por la pérdida, por mí, por él ¿Lloraba por él? Pues sí, también por Carlos. A pesar de lo que había hecho, tenía su apoyo continuo y no recibía nada de mí, sólo desplantes y malos modos.

Un tiempo después, cerca de las navidades, me encontraba mucho mejor y, aunque no había olvidado el suceso, ya no me agobiaba. Había empezado a tomar la píldora que me sirvió para nivelar las hormonas y mejorar mi humor muchísimo. Carlos ya no estaba todo el día encima de mí preguntándome si estaba bien, si necesitaba algo, pero tampoco me tenía abandonada.

Sólo hacía falta que le llamara o le pidiera cualquier cosa para que se desviviera, era súper agradable poderle manejar a mi antojo, tenía casi un esclavo a mi disposición.

El día que terminamos las clases antes de las vacaciones navideñas, nos fuimos todas las compañeras de cena y marcha, como suele hacer casi todo el mundo. Nos lo pasamos fenomenal, bebimos muchísimo, hicimos de todo.

No recuerdo a qué hora aparecí por mi casa, súper contenta y con un ciego impresionante ¡Cómo me había divertido! ¡Hacía tanto tiempo…! Busqué las llaves en el bolso y… ¡Mierda! ¿Y mis llaves? Nada, que no estaban… Las cinco de la mañana… Venga a llamar por el telefonillo… ¡Joder, no me abría nadie!

Esto ya no tenía ninguna gracia, estaba quedándome helada y la resaca hacía acto de presencia antes de haberme podido acostar ¡Mierda! En vista del éxito, me estaba acordando de mis padres para nada bueno, llamé por teléfono… ¿Dónde coño estaban?

Aparte de morirme de frío, me estaba acojonando, estaba sola en la calle, en el portal de mi casa y aunque es un barrio tranquilo, podía venir cualquiera y hacerme una burrada. Volví a llamar por el telefonillo, por teléfono, móviles… Nada de nada ¿Habría pasado algo?

Sólo me quedaba intentarlo con Carlos, única tabla de salvación, si no contestaba él me quedaba en la calle hasta el día del juicio. Le escribí un “wasap” y nada, no respondía… Un msn… Tampoco. Al final, llamándole directamente… Ni por esas. Estaba a punto de darme un ataque ¡Las seis! ¿Pero qué pasa? ¿Dónde están todos? ¡Qué frío!

Un coche paró delante del portal, me escondí como pude pegándome a la pared ¡Lo que me faltaba, que me atracaran ahora! Alguien se bajó, me iba a hacer pis del susto… Una risilla familiar…

-¡Imbécil! ¿Se puede saber dónde coño estabas? ¡Estoy pelada de frío!

-¿Ein?

-¡Estás borracho! ¡Estás como una cuba! ¡Eres un gilipollas! – Estaba totalmente atacada.

Conforme el coche se iba, el idiota de mi hermano se me cayó encima y fuimos ambos a parar al suelo ¡Qué culada!

-¡Idiota! ¡Cretino! ¡Eres un imbécil! – Le espeté toda mosqueada.

Me levanté dolorida, me había hecho polvo el trasero y el idiota partiéndose de risa en el suelo. No podía ni levantarle, pesaba un montón… Conseguí dejarle sentado y me puse a buscar sus llaves en los bolsillos de su cazadora, del pantalón… ¡Por fin!

Abrí la puerta con ellas y estuve a punto de dejarle ahí tirado en plena acera ¡Valiente imbécil! Pero me dio pena así que, haciendo un esfuerzo increíble, conseguí que se pusiera en pie, me dejó agotada. Sujetándole, llegamos al ascensor, subimos a casa y éste sólo iba dando tumbos sin enterarse de nada ¡Vaya amigos que le habían dejado así!

Con el frío que había pasado me había despejado bastante, pero al entrar, el calorcito me produjo un bajón increíble y a punto estuve de echar la pota. Me recuperé como pude y llevé al pedazo de cretino a su cama, me faltó un tris para dejarle tirado en mitad del pasillo. Por cierto ¿Dónde estaban mis padres?

Cayó como un tronco arrastrándome a mí ¡Este tío era imbécil! Como pude, me lo quité de encima y levanté para irme a mi habitación, ahora no me encontraba nada bien, al llegar me quité el pantalón y el jersey, me saqué el sujetador por debajo de la camiseta, buscaba mi pijama… Me estaba poniendo tan mal que ni lo encontraba.

 Me metí en la cama tal como estaba, en bragas y camiseta, un minuto más y me daba algo. Antes de tocar la almohada estaba dormida. Otra vez.

¡Uau! ¡Qué orgasmo…! ¡Qué sueño más erótico! Acababa de soñar que mi hermano me echaba el polvo del siglo, había sido genial y me había producido un morbo increíble. En ningún momento sentí asco porque fuera Carlos, todo lo contrario…

¿Sueño? A ver, a ver, Lidia, espabila, esto no es normal, volvía a estar desnuda, mis partes llenas de flujos que se iban secando… ¡Otra vez! ¡Tenía semen en mi entrepierna! ¡MIERDA!

Estaba medio ida, a mi lado estaba Carlos dormido como un tronco ¡No me lo puedo creer! ¡Este hijo de puta lo había vuelto a hacer! ¡Lo mato!

Pero, pero… ¡Esta no es mi habitación! ¡La suya! ¡Es la suya! ¿Cómo había venido? ¿Qué coño había pasado? ¡Dios, que me muero!

Sacudí a mi hermano y no reaccionó para nada, salí de su cuarto, estaba espantada… Por lo menos, no me iba a quedar embarazada, pero… ¿Cuando había venido hasta aquí? ¡Me quiero morir!

Al día siguiente, echa una asquerosidad, me enteré por mi hermano del viaje de placer que habían iniciado mis padres durante estas navidades ¡Podían haber avisado! Pues sí lo hicieron y yo ni me había enterado ¡Me gustaría saber dónde tenía la cabeza!

Durante las fiestas navideñas, estando sin padres, las salidas con amigas y volver a casa a las tantas bien contenta se sucedieron; Carlos era peor incluso, casi todos los días venía ciego perdido, otras ni aparecía y en muchas ocasiones tuve que acostarle yo misma.

Y lo que me descolocó definitivamente fue encontrarme varias veces en su habitación, muy de madrugada, con signos evidentes de lo que este cabronazo me estaba haciendo. Lo curioso es que por la mañana, cuando iba a desahogarme con él, a echarle la gran bronca, no sabía de qué le hablaba, dejándome planchada.

Algo rarísimo estaba pasando, mi hermano me follaba en su habitación, nunca se acordaba de nada y lo malo es que yo casi tampoco. Sólo el vago recuerdo de algún orgasmo y las evidencias físicas que me dejaba en mi interior ¡Lo tenía que averiguar!

Compré una camarita inalámbrica y la escondí en una estantería del pasillo, apuntando a la habitación de mi hermano. Algunos días después, cuando volvió a pasar otro de estos sucesos, revisé el ordenador para ver qué coño había pasado. Casi se me caen las bragas cuando una chica, evidentemente yo, entraba en el cuarto de Carlos. Un buen rato después la veía salir a toda velocidad.

Susto, susto, susto.

Con una sensación extrañísima, con muchísimo cuidado, escondí una  camarita de visión nocturna (joder, qué cara) en su habitación, rezando fervientemente por estar equivocada (y porque no la encontrara).

Después de varios días, la verdad se me mostró en la pantalla de mi PC. ¡Me iba a suicidar! ¿Esa era yo? ¡No recordaba nada! Por lo que veía, entraba en el cuarto de Carlos que había venido muy bebido, me acercaba a su cama y me acostaba a su lado. Le sacudía para ver si se despertaba y…

Las escenas siguientes hicieron que se me salieran los ojos de las órbitas. Le destapaba tranquilamente, le bajaba el pijama hasta las rodillas, le cogía su cosa y me dedicaba a hacerle una mamada de campeonato. Chupaba con la lengua toda su virilidad, le chupaba los testículos y le hacía un mete saca con la boca que me dejó más allá del pasmo.

Pareció bastante evidente que, al cabo del rato, mi hermano se corría y yo me lo tragaba todo ¡Qué asco! Después descansaba un poco tendida a su lado. De lo siguiente, ya no tengo palabras. Me desnudaba de cintura para abajo, volvía a chuparle su cosa hasta conseguir otra erección, me subía sobre su vientre abriéndome los labios de la vagina con los dedos y me metía su herramienta hasta el fondo. Le cabalgaba durante un buen rato, me frotaba mi botoncito hasta que… Me corría como una burra después de haberle ordeñado hasta la última gota de leche.

Me bajaba de encima, le subía el pijama y me tumbaba satisfecha quedándome dormida. Un rato después, despertaba asombrada tocándome entre las piernas, mirando hacia Carlos y saliendo disparada de allí.

¡Esto era surrealista! ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¡No podía ser yo! ¡Nunca haría eso ni borracha! ¡Ni drogada! ¡MAMÁ! ¡ME QUIERO MORIR! ¡DIOS MÍO, QUÉ PUTA SOY!

No encontraba palabras para describir cómo estaba, esto iba más allá de la ciencia ficción, del espanto, de la situación más rocambolesca que nadie hubiera imaginado.

¿Y por qué Carlos no despertaba? En las veces que recordaba haber pasado por esto, siempre estaba dormido y, al día siguiente, no daba muestras de saber nada. Pero claro, siempre que pasaba era cuando venía fatal ¿Y por qué yo tampoco me acordaba?

Durante días y días estuve hecha una mierda, intentando averiguar por qué hacía eso, por qué no recordaba nada…

De repente, un día, volví a recordar aquella estupidez. Durante las fiestas del pueblo, en verano, habíamos ido algunas de la pandilla a la caseta de una gitana de la feria a que nos echaran las cartas. Ahora me venía a la memoria  que estuvimos hablando de mi hermano, una de mis amigas le pidió una pócima de amor o un conjuro para volver a acostarse con él porque últimamente pasaba de ella, yo me mosqueé un poco ¡Ya estaba bien con mi hermano! Otra dijo que lo que yo tenía era envidia por no poder tenerle para mí, la gitana me preguntó si era verdad, yo me reí de ella con desprecio… La verdad es que, a partir de ahí, no recuerdo que pasó.

Fue el día que me quedé tirada en la playa… El tío con el que estaba me dejó sola, pero eran fiestas… Fue también el día que pasó lo de Carlos… ¡No me habría hecho nada la bruja esa!

Totalmente flipada, sólo se me ocurrió llamar a Merche, era con la que tenía más confianza de mis amigas del pueblo y estuve hablando con ella de lo sucedido aquel día con la gitana.

Me contó que se mosqueó muchísimo cuando me reí de ella y me echó una especie de maldición: que durante muchas noches, aquellas que yo viera que podía, entraría en trance y me follaría a mi hermano sin que lo pudiera impedir. Luego, ninguno recordaría nada. Lanzó una serie de embrujos o conjuros y me salpicó con algún líquido… Cuando salimos, mis amigas se estuvieron riendo de mí casi toda la noche, hasta que desaparecí con un tío en la playa.

Ni loca me iba a creer una gilipollez semejante.

Pero me siguió pasando, de vez en cuando aparecía en la cama de mi hermano con su semen entre las piernas, no sabiendo cómo había llegado hasta allí. Estuve pensando mucho rato, yo no tenía envidia de las tías con las que se lo montaba mi hermano, al menos, eso creía, tenía que haber alguna forma de romper el hechizo, eso en el supuesto de creer semejante chorrada.

Encontré en internet varias cosas sobre magia, hechizos y cosas así, me perecieron una serie de bobadas impresionantes ¡Cómo podía haber gente que se creyera eso! También descubrí que la forma de romper el hechizo era encontrar el origen y deshacerlo.

¡Mierda! ¿Dónde encontraba yo a la gitana? Era imposible. Entonces pensé en el conjuro, ella pensaba que yo tenía envidia de Luis ¡Eso es! ¡Ese era el origen! Si demostraba que no tenía envidia de él…

En fin, intentaría ver qué tenía, qué le hacía tan especial para demostrar si, de verdad, era una envidiosa.

Estuve fijándome en él como hombre, haciendo que me contara sus andanzas, demostrándome que no me causaba ninguna envidia… Con dos consecuencias. Por un lado, Dejé de aparecer en su cama ¡Objetivo cumplido! ¡Había roto la maldición!

La segunda es que ahora no era envidia, quería hacerlo con él de forma consciente sin importarme si había estado con otras o no… Pero era mi hermano, aunque me gustara, aunque quisiera, no me iba a acostar con él, estaba por encima de mi moral… Pero algo más fuerte que yo se me estaba metiendo en el cuerpo, quería sentirlo de verdad, disfrutar de lo que le hacía, tenerle dentro… ¡Joder, qué lio! ¡No lo podía superar!

Totalmente desquiciada, creo que fuera de mis cabales, en cuanto tuve la primera ocasión, al llegar Carlos bastante pasadito sin que estuvieran mis padres, fui a su habitación y repetí todo lo que había visto que le hacía ¡Ahora de forma consciente!

Le hice una mamada recreándome en el cacharro que gastaba este cretino, disfrutándolo a tope, tragándome toda su esencia como si fuera el mejor manjar del mundo ¡Disfruté como una guarra!

Después me desnudé y… Casi me muero, casi me muero del gusto ¡Joder, qué orgasmo! Y eso con este dormido. Estuve subiendo y bajando el culo con su cosa metida hasta las entrañas, me frotaba mi botón con los dedos o lo restregaba contra su pubis… Cuando me corrí, chillé de puro placer, había sido alucinante, Carlos tenía un cacharro estupendo, tal y como decían mis amigas.

Ahora tenía que ir más allá, ese ansia que se me había metido dentro me empujaba a más, si lo pasaba así de bien con mi hermano dormido, despierto tendría que ser la hostia.

Dicho y hecho. En la primera oportunidad que tuve, otro día que estábamos sin padres, yo había estado esperando totalmente despierta. Despierta y súper cachonda. Cuando Carlos se metió en la cama, fui a su cuarto, se había dormido enseguida.

Repetí la mamada como siempre, disfrutando como una loca y hubo ratos en los que, creo, estaba algo despierto. Cuando me tragué todo, dio un gran suspiro de placer.

Era lo que quería, que me sintiera, que se diera cuenta de que su hermana se lo estaba tirando… Antes de quitarme yo la ropa, fue Carlos me desnudó tardando menos y nada en dejarme en pelotas ¡Estaba más excitada que en los días de mi vida!

Me empezó a acariciar todo el cuerpo mientras me tumbaba en la cama, estuvo mucho rato con mis tetas, me las puso súper duras y, de las areolas y pezones, mejor ni hablamos ¡Me mataba de gusto! Como era de esperar, bajó por mi cintura y se situó entre mis piernas ¡Ni recordaba la última vez que me habían comido el coño!

¡Virgen Santísima! ¡Que alucine! ¡Qué gozada! Carlos me hacía de todo, acariciaba con la lengua, me la metía en la vagina, me chupaba mi entradita trasera, me chupaba mi botón… Notando que me iba a correr, le sujeté fuerte del pelo, intenté estampar mi vulva en su cara todo lo posible para restregarme más…

En ese momento me metió dos dedos dentro, frotando mis paredes vaginales, rodeando y estimulando el cuello del útero… Cuando frotó por arriba, me metió una falange de un dedo en el culito, succionó mi nódulo… Y estallé en un orgasmo que no había ni imaginado ¡Esto era la leche!

Despatarrada encima de la cama, súper ahíta, Carlos se tumbó encima de mí y me besó por primera vez. Estaba tan excitada que le mordí el labio, le mordí los lóbulos de las orejas, le hice unos chupones en el cuello… Y él no me iba a la zaga.

Estando en esta batalla de labios, dientes, lenguas, mi hermano empezó a meterme su cosa en mi interior ¡Por Dios! ¡Qué maravilla! La sentía enterita, entraba suavemente, dilatándome el coño a tope, llegando hasta el fondo. Le puse las manos en las caderas para que no apretara y dejara de intentar sacarme la matriz por la boca, quedándose quieto un ratito.

Luego se movió de dentro a fuera con parsimonia, sin apretar, llevándome al séptimo cielo ¡Como estaba disfrutando! Siguió durante bastante tiempo, yo me derretía como si fuera de mantequilla… Le cambié de postura poniéndome encima, su cacharro me entraba mucho más, tenía dilatada la vagina como nunca… Botaba sobre él, me acariciaba el clítoris yo misma, Carlos me sobaba las tetas con una mano y movía el dedo que me había metido por detrás…

Aceleró con sus caderas, aceleré con mis botes y caricias a mi botón, movía más rápido su dedo en mi culito…

Estallé en un orgasmo que no había sentido en la vida, un clímax impresionante, apreté los músculos vaginales todo lo que pude, Carlos me llenaba… Caí derrengada encima de su pecho satisfecha como nunca, porque nunca había echado un polvo como este, nunca había follado así, nunca había disfrutado tanto…

Carlos me levantó un momento la cara, seguía empalada encima de su virilidad que aún no había perdido su fuerza, entonces me dio un beso en los labios, muy suave, muy tierno…

-¡Joder, Lidia! ¡Qué alucine, tía! En mi puta vida había disfrutado tanto ¡Ha sido la hostia! ¡Eres la hostia!

Yo no podía ni contestar, no tenía ni aire…

Empezó a moverse otra vez, me daba golpes de cadera hacia arriba, yo me colocaba de forma que no me entrara hasta el paladar… Al cabo de un rato de botar encima de él, me puse a cuatro patas y Luis se situó tras de mí, me la metió muy profunda, ahora lo aguantaba bastante bien. Empezó a frotarme el clítoris con sus dedos mientras seguía penetrándome, en pocos minutos yo echaba el culo hacia atrás, buscándole… Y me volví a correr apretando los dientes, tensando todo el cuerpo, quitándole los dedos de mi botón.

Me tumbé en la cama boca abajo para descansar un poco de este último orgasmo, había sido divino, estaba agotada… Carlos se puso encima, me abrió un poco las piernas y me la volvió a meter… ¡Joder, era insaciable! Estuvo así mucho rato, me mataba de gusto… Hasta que se vino en mi interior, haciendo que yo llegara por última vez.

¡Alucinante! ¡Maravilloso! ¿Cómo no se me había ocurrido antes follar con Carlos? ¡Era divino! ¡Los mejores polvos de mi vida!

Estaba derrengada, toda sudada y escurriendo semen de mi interior, Carlos, igual de sudado o más, me acariciaba muy suavemente las tetas, la tripa… Nos dimos un besito tierno, yo le miraba sonriente, él me sonreía a mí…

-Oye tía, gracias por esto, han sido los mejores polvos de mi vida, jamás había disfrutado tanto haciendo el amor, eres la mejor hermana, la mejor tía del mundo. Sólo me gustaría saber por qué lo has hecho, sobre todo después de lo que pasó. Aunque si no quieres decírmelo, intentaré entenderlo. Por cierto ¿Piensas hacerlo más veces o sólo ha sido hoy?

Me quedé pensativa, en mi interior tenía todas las ganas del mundo de repetir esto siempre que pudiéramos, había sido impresionante, lo mejor que me había pasado nunca, pero esto de ser hermanos… ¡Coño! Esto de ser hermanos le daba un morbazo súper especial.

Tendríamos que guardar siempre el secreto, no lo podíamos ir contando por ahí, menos a nuestros padres… Aunque ya lo habíamos hecho varias veces sin ser conscientes, nadie lo había descubierto, así que… No creo que hubiera problemas, por lo menos, por ahora.

-Sí, Carlos, si tú quieres lo volveré a hacer, tantas veces como quieras. También ha sido lo más maravilloso que yo he sentido haciendo el amor.

Me quedé mirándole a los ojos, unas lágrimas luchaban por escaparse de los míos, me ahogaba en unos sentimientos que no sabía ni que tuviera ¿Dónde los había guardado? ¡Por Dios, era mi hermano!

-Te quiero. – Le dije con todo mi cariño. Me salió del alma.

Volví a besarle en los labios.

-Yo también Lidia, también te quiero. – Me contestó

-¿Están los papás? – Le pregunté, sin acordarme

-Creo que no, me dijeron que se iban ¿Por?

-Porque así me quedo a dormir contigo, ahora no podría volver a mi cama.

-¡Claro que sí! – Contestó con entusiasmo.

Nos metimos dentro de las sábanas y, abrazados, nos dormimos. Cerca de despertarme, en estado de duerme vela, soñaba con él, en los sentimientos que ahora me asaltaban, de deseo, de amor… Porque estaba claro que quería a Carlos… Era un encanto conmigo y había disfrutado con él como nunca en la vida.

Instintivamente llevé mi mano a su cosa, estuve un rato magreándola hasta que adquirió volumen… Él ronroneó y se agarró a mis pechos mientras, subida encima a horcajadas, me introducía su barra de amor.

Fue maravilloso ¡Cómo disfrutaba con él! ¡Cuánto le quería! Si seguíamos así me iba a convertir en una adicta al sexo ¡Qué placer, Dios mío! ¡Qué placer!

Caray con la gitana, quién se iba a imaginar que en una caseta de feria se iba a desatar semejante follón. ¡Y yo que no creía en ellas! Ahora no sé que pensar, ha pasado lo que esa bruja dijo, más o menos… Pero creo que todo me lo he montado yo de alguna forma para follar con Carlos.

¿Sería verdad que en el fondo tenía envidia de no poder tenerle para mí? Je, je… Ahora van a ser las demás las que me van a tener envidia a mí ¡Qué pasada! Esto no lo auguró la gitana ni de coña.

Desde entonces, cada vez que estamos solos lo hacemos, todos los días, si es de día, pues de día, si es de noche… Mejor aún, así podemos dormir juntos. No me canso, todo lo contrario, como dije, me estoy convirtiendo en una adicta. Y yo que sólo lo hacía de pascuas a ramos… Otra cosa que pienso es decirle que se modere un poco, con la bebida me refiero, todas las veces que lo hicimos sin enterarnos estábamos bastante ciegos y no se puede seguir así. Mejor nos dedicamos al deporte.

Lo que no sé es cuánto tiempo podremos aguantar, no de hacer el amor, claro ¡De eso nunca! Sino sin que nadie se entere de nuestra relación, porque entonces se puede montar la marimorena. O peor. Mejor no lo pienso, seguiremos como estamos, así que, mientras tanto… Muchas gracias a la gitana y… ¡A disfrutar!

Datos del Relato
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