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Categoría: Maduras

Juan y Rosario

Tengo unos vecinos que ya están jubilados. Él debe de andar cerca de los 70 y ella tendrá unos 62. Juan y Rosario son una pareja de ancianitos respetables, con tres hijos y varios nietos. Nos llevamos bastante bien. Ella siempre ha sido ama de casa y él ha sido montador de maquinaria en una empresa. Además es de los llamados manitas, que saben hacer de todo, y aficionado a la fotografía en blanco y negro, aún hoy en día suele hacer fotos y sigue revelando él mismo los carretes. Nos hemos intercambiado las llaves de casa para cuando estamos de viaje, regarnos las plantas y echar un vistazo para ver si todo está bien. Rosario es muy habladora y siempre está con bromas. En tiempos debió ser mona, pero por las fotos que he visto en su casa, no fue una mujer guapa. Ahora, con los años, es una mujer con unos rasgos físicos discretos. En una ocasión, en la que estaban de viaje, entré a su casa para regarle los tiestos y, de paso, estuve cotilleando sus cosas. Desde luego, la ropa interior de Rosario no era muy sexy que digamos. Grandes bragas con las gomas sueltas y grandes sujetadores con la tela pasada. En el fondo del armario de su habitación encontré una caja de cartón atada con una cinta de color verde. Con cuidado la abrí y me encontré con un montón de cartas. Leí algunas, por encima, y eran cartas de Juan a Rosario. Eran de su época de novios. Luego había otras, en las que daba la sensación de que ya estaban casados. Entonces recordé que nos habían contado que al poco de casarse, Juan, por motivos de trabajo, salía mucho al extranjero, permaneciendo fuera de casa dos o tres semanas en cada ocasión. Por el contenido de las cartas, debió ser en aquella época. Cuando ya iba a dejarlas en su sitio, me fijé en un párrafo. Jolínes con el Juan, que cosas le decía a su mujer. Eran textos con un alto contenido, ya no erótico, sino más bien pornográfico. Leyendo varias cartas, vi que en unas le decía lo que iba a hacerla en cuanto estuvieran otra vez juntos. En otras, le decía que se había de putas y le contaba lo que había hecho con ellas. Había de todo: penetraciones anales, vaginales, sexo oral, azotes y todo con un lenguaje bastante descriptivo. La verdad es que la lectura de esas cartas me estaba poniendo cachondo. Como se hacía tarde, metí las cartas en la caja y, como ellos no volverían en varios días, me llevé la caja a mi casa para poder leerlas más despacio.



Esa misma noche, cuando mi mujer ya se había acostado, saqué la caja y estuve leyendo las cartas. En esa ocasión, no me pusieron cachondo, me pusieron tan salido que tuve que masturbarme para desahogarme un poco.. Dejé las cartas y miré las demás cosas de la caja. Había mechones de pelo, un liguero, pétalos marchitos de lo que habría sido una bella flor y un sobre. Lo cogí y lo abrí. Eran fotos, fotos de Juan y Rosario y en algunas se veía a otra pareja. Aparecían desnudos o semidesnudos, enseñando sus atributos y en posturas de lo más variado. Desde luego, tanto ellos como sus amigos se habían montado unas orgías sexuales tremendas, que más quisiéramos tenerlas, ahora, cualquiera de nosotros. Quizás de esa época vino la afición de Juan de revelar él mismo las fotos.



Ver a Rosario, desnuda y bastante más jovencita me produjo otra erección. La verdad es que tenía un buen polvo. Su amiga también lo tenía. Y como había cambiado Juan con los años, en las fotos era un jovencito gallardo con un pene siempre en ristre y que, por lo visto, no le ponía reparos para meterlo en cualquier agujero que se le pusiese a tiro. En las fotos, Juan penetraba a las dos mujeres por la boca, por el coño y por el culo, pero es que al otro tío, también! Era un auténtico semental bisex. Pero lo mejor eran las miradas lascivas de Rosario, tanto cuando era enculada, como cuando le chupaba la polla a Juan. No tengo que decir que me hice otra paja.



Escaneé las fotos y las guardé en un CD, para poder verlas cuando quisiera. Volví a guardar todo en la caja y al día siguiente la dejé en el armario, procurando dejar todo como estaba.



Hasta ese día, yo siempre había mirado a Rosario como una amiga, sin que sintiera ningún instinto sexual hacia ella. A partir de ese día, además de vecina, amiga y "ancianita", era una mujer con dos tetas, un culo y un chochete que bien podría alegrarme un día.



Volvieron de su viaje, pasó el invierno, la primavera y llegó el verano. Ese año, mi mujer y yo, solo coincidíamos en 15 días de vacaciones. Así que la primera quincena de agosto se fue ella al pueblo, a casa de sus padres y yo me quedé solo en casa. Un viernes por la noche, después de un caluroso día, estaba yo en una tumbona en la terraza, tomando el fresco antes de preparar la cena. Oí a Rosario trastear por su terraza.



-"eh, vecina, que calor ha hecho hoy! ¿También has salido tú a tomar el fresco?. Esta noche volveremos a dormir con todo abierto, a ver si corre el aire"



-"Hola Roy, sí, aquí estoy recogiendo un poco antes de cenar. Es verdad que hoy ha hecho mucho calor, pero ésta noche tendré que dormir con todo cerrado"



-"No fastidies, ¿y porqué tienes que cerrar todo?"



-"Es que Juan se ha ido a casa de Carmela (una de sus hijas), porque está haciendo una reforma en el cuarto de baño y su padre se ha ofrecido para ponerle, éste fin de semana, los azulejos de las paredes. Ya sabes cómo es él, le encantan todas esas cosas y así, ella, se ahorra pagar a los albañiles. Y a mí, estando sola, me da miedo dormir con todo abierto"



-"Pues chica, te vas a cocer. ¿Porqué no te pasas a casa, cenamos y duermes aquí?"



-"Ah, no, estaría toda la noche dando vueltas. A mi edad, extrañamos mucho nuestra cama"



-"Bueno, yo lo decía porque siempre dormirás mejor con las ventanas abiertas que con todo cerrado"



-"Ya, si te entiendo, oye ¿y porqué no vienes tú aquí?"



-"Vale, pero yo pongo la cena"



-"No, no, preparo algo en un momento"



-"No Rosario, mira tenía un paquete de gulas congeladas y lo he descongelado para cenar. Si no lo comemos, se estropean. Además tengo una botella de cava bien fresquito en la nevera"



-"Hay ladrón, ya sabes como me gusta el cava, pero solo puedo tomar una copita, que si no enseguida hago locuras. Anda pásame las cosas por la terraza y luego te abro la puerta"



Le pasé las gulas y el cava. Después preparé el neceser, con mis cosas de aseo y añadí un tubo de lubrificante y un par de preservativos (nunca se sabe lo que puede pasar) que tenía por ahí, y que, por cierto, estaban caducados ya que no los uso nunca con mi pareja y últimamente no había tenido ninguna aventura extra matrimonial. Al hacer tanto calor, solía dormir desnudo, así que tuve que buscar algún pijama fresquito para esa noche. Encontré uno con pantalón corto y camisa sin mangas, me lo puse y me fui a su casa, que era la puerta de al lado de la mía. Rosario me abrió la puerta y pasé adentro. Vestía con una bata de verano y parecía que debajo solo llevara un camisón. Preparamos las gulas, en una cazuela de barro, con el ajo y la guindilla. Comimos a gusto y Rosario, aunque solo podía tomar una copita de cava, se bebió, prácticamente ella sola, toda la botella. Después de cenar, se levantó para recoger los platos. Cuando recogía los platos comentó:



-"Pues si que hace calor ésta noche. Me voy a quitar la bata porque estoy sudando, ¿no te importa, verdad?"



-"En absoluto Rosario, tú haz cómo si estuvieras en tu casa" le contesté con una sonrisa



-"Qué guasón eres Roy"



Me levanté de la mesa para ayudarla con los platos. Al agacharse Rosario para meter los cacharros en el lavavajillas, puso el culo en pompa y la observé. El camisón ya tenía unos cuantos años y la tela estaba pasada. A través de lo que, antaño, había sido un estampado de flores, pude ver, al tras luz, los pechos de Rosario que caían flácidos. El camisón era corto y se podían ver las estrías de sus piernas. También pude ver parte de sus bragas blancas de algodón. Ella se giró para coger los platos que yo le daba y pude ver sus tetas por el amplio escote. En ese momento, recordé las fotos de Rosario desnuda y follando con Juan y las comparé mentalmente con el cuerpo que estaba viendo. En ese momento tuve tal erección que me tuve que dar la vuelta rápidamente porque mi pene se salía por la bragueta del pantalón.



Mientras Rosario terminaba de recoger la cocina, me fui al baño a asearme y a lavarme "todo". Cuando terminé oí que ella ya estaba en su dormitorio, así que le di las buenas noches y me fui a la cama, comprobando que la puerta no se cerraría de golpe si había corriente de aire. A pesar de estar las ventanas abiertas, hacía calor. Me quité la camisa, quedándome solo con el pantalón. Y así estaba yo, sobándome el pene, pensando que aunque Rosario tuviera ya nietos mayores, no me importaría darme un revolcón con ella, cuando oí que me llamaba.



-"¿Roy, duermes ya?"



Me levanté, fui a su dormitorio y me asomé a la puerta,



-"No, Rosario, hace mucho calor", le contesté



-"Ven, siéntate aquí", me dijo señalando su cama, "que quiero preguntarte algo..."



Ella estaba medio recostada en la cama, con la sábana a los pies. Me senté en el otro lado de la cama.



-"Dime"



Ella se agachó para recoger algo del suelo. En el intento, perdió un poco el equilibrio, levantando una de sus piernas y subiéndose, así, el camisón hasta casi la cintura. Ella se dio cuenta y se lo bajó, casi se cae al suelo. Aunque fue rápida, pude ver que ya no llevaba las bragas puestas. Cuando se enderezó vi que llevaba la caja de la cinta verde en la mano.



-"Reconoces ésta caja?", me dijo



-"uh, no sé, no..."



-"Mira Roy, yo soy mayor y tengo lapsus de memoria, pero hay ciertas cosas que sé, perfectamente, como las dejo. Por eso, cuando volvimos la ultima vez de viaje, me di cuenta de que alguien había estado trasteando con ésta caja. Y sólo podías haber sido tú. Ya no es el hecho de que hayas visto las fotos, es porque hasta que has encontrado la caja, has tenido que rebuscar por todos mis armarios. ¿Qué te parecería si yo hiciera lo mismo en tu casa?"



-"Bueno, el armario estaba medio abierto y eché una ojeada rápida, por curiosidad malsana, y vi la caja con la lazada y la abrí, pero sin malas intenciones..." El gesto de la cara de Rosario no tenía muy buena pinta, pero aun así, me atreví a soltar una chorrada, a ver si destendía el ambiente, "si miras en mi casa, vete al armario de arriba de la habitación de los invitados, que es dónde guardo las pelis porno..."



Y surgió efecto, Rosario sonrió y murmuró. "anda, ya te vale". Iba a levantarme para irme, cuando me dijo:



-" Bueno, dime que te han parecido las fotos y las cartas, porque supongo que las habrás leído"



-"Pues sí que las leí. Son muy descriptivas, pero hoy en día, en internet hay muchos relatos eróticos que las superan. Por cierto, ¿es cierto que se iba de putas?"



-"No, me lo decía para hacerme de rabiar. Cuando Juan ha follado con otras lo ha hecho, siempre, delante de mí"



-"Eso quería preguntarte, en muchas fotos estáis con otra pareja y Juan se arrima a todos"



-"Sí, recuerdas a esos amigos que vienen de vez en cuando a cenar y que te los he presentado en una ocasión?"



-"Sí, Alberto y Juani, ¿no?"



-"Sí, son ellos. Verás que nuestra amistad viene de lejos. En aquella época, todos los meses, como mínimo, nos montábamos una juerga. Juan le ha echado a Juani más de 12 polvos al año. Ellos no tienen hijos porque Alberto es impotente y en aquella época no había los adelantos genéticos que hay ahora. A la Juani no se la follaba nadie y un día, en que todos habíamos bebido de más, Juan, que siempre ha sido muy lanzado, comentó que eso era una pena, que ya que éramos amigos, él estaría dispuesto a hacer "un sacrificio". Y con la borrachera que teníamos, a todos nos pareció una buena idea y Juan y Juani echaron su primer polvo. Alberto estaba dolido pero se alegraba de ver a su mujer disfrutar. Juan y Juani disfrutaban como conejos y yo, pues yo también estaba dolida, pero como sabía que no me iba a servir de mucho enfrentarme con Juan, puse una condición: follarían una vez al mes, pero siempre delante de mí, para que fuera sexo consentido y no una imposición de cuernos. Ellos accedieron y Alberto también, aunque él ya sabía que estos dos tunantes se acostarían muchas veces a sus espaldas, pero ya sabes el dicho "ojos que no ven,...". Siempre que nos juntábamos, con Alberto o sin él, Juan se la metía a la Juani y a mí. Tenía mucho aguante mi Juan, no como ahora, que hace ya años que no me la puede meter."



-"Joder con el Juan. Pero, hay un par de fotos en las que Juan le está dando por culo a Alberto"



-"Sí, jeje, los efectos del alcohol hacen, a veces, estragos. Pero al cornudo de Alberto le gustaba. Decía que como él no podía saber lo que se sentía al meter, que, por lo menos, sabía lo que se sentía cuando se la metían".



-"Entonces, Rosario, llevas mucho tiempo sin follar..."



-"Años llevo sin hacerlo"



-"¿Te gustaría hacerlo hoy?"



-"Estabas tardando mucho en preguntarlo"



 



No os voy a relatar esa noche, es difícil hacerlo. Imagináros que estáis con un flan de huevo o de vainilla, de esos flanes blanditos que se van hacia todos los lados cuando intentas meterle la cuchara por el centro. Así era Rosario. No es que estuviera hecha un flan por los nervios, estaba hecha un flan por los años. Era difícil cogerle sus carnes, que eran lacias y se iban para todos los lados, al igual que sus tetas, que se desparramaban. Su coño parecía un higo marchito, con cuatro pelos desperdigados. Estrías y arrugas por doquier, en resumen, algo muy difícil de contar.



Pero una cosa es cierta, ese fin de semana, le comí todo el coño varias veces, le penetré vaginalmente, le enculé un par de veces y me hizo unas mamadas deliciosas, tanto para mí, como para ella, ya que se tragaba toda mi leche. Fue mi primera experiencia sexual con la "tercera edad". Con Rosario he repetido en otras ocasiones y todas me han dejado buen recuerdo, ya que Rosario no me exige. Todo lo que le hago le parece bien. Y si en un momento dado, no puedo acabar bien la faena, no me recrimina, porque sabe que la recompenso con otras "actividades". Aunque he tenido otra experiencia con la "tercera edad" distinta a Rosario, no pienso ir en busca de mujeres mayores para tener sexo con ellas, bueno, quizás algún día con la Juani, pero a Rosario no le diré nunca que no.



 



Ese domingo, cuando volvía a mi casa antes de que volviera Juan de casa de su hija, mientras cerraba la puerta de su casa, rosario me murmuró: "Espero ansiosa a que te vayas de vacaciones para poder ver tus pelis porno..."



Roy


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
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