Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Varios

Imagenes en el Danubio

~~Soy lector de esta página y ahora decidí enviarles este relato. Lo escribí en un viaje, extrañando mucho a una deliciosa amiga que quise reconocer en una turista que vi por ahí. Se lo envié en un acto de sinceridad y, cuando volví a ir a México (vivo en Madrid), ella demostró cuánto le había gustado invitándome a materializar mis fantasías.
 Ocho de julio, Vorösmarty ter. la plaza del poeta romántico Mihaly Vorösmarty. ¿Romántico? Acabo de marcharme de Madrid y no me siento romántico, sino solo, viajero solitario en una ciudad a donde la gente llega en pareja a buscar intimidad entre la belleza.
 Me siento a los pies de la estatua del poeta a mirar gente. Pasan las húngaras hermosísimas. Envidio a los hombres que sujetan sus cinturas. Pasan las guiris (aunque en España por extensión se llama guiris a todos los extranjeros, en su sentido mas concreto se denomina así a los forasteros nórdicos, anglosajones o eslavos que no hablan castellano) lindísimas, tambien acompañadas de personajes que son indescriptibles porque no voy a dejar de verlas a ellas para prestarles atención a ellos.
 Escucho una risa. Una risa intensa, graciosa, que me anima a sumarme y hacer coro. Al buscarla con los ojos, veo esa risa con marco de sonrisa grande, una guiri preciosa que marcha entusiasmada con otros tres guiris, hombres, celebrando bromas incógnitas. !Que linda chica! !Cómo quisiera estar ahí, riendo con ella! Ellos no la sostienen por la cintura, sólo ríen acompañándola, estrepitosos. Mi envidia se transforma, crece, se hace más personal.
 En el medio de su alegría, la chica abre la mirada y llega hasta mí, que la veo atento. No corta, mantiene unos segundos. Amplía la sonrisa y me concede un guiño. Un guiño que para ella es poco, para mí muchísimo. Algo se mueve en mi pecho, siento que algo ha cambiado. Ya no es la guiri que ríe lejos, ahora eres TU, compartiendo tu risa.
 Ustedes se van. Torpe, demoro en levantarme a seguirlos. ¿Por dónde se fueron? ¿Rumbo al Danubio? Joder, alcánzalos. ¿Quién de ellos será su pareja? Corro al Danubio. Cien metros. Izquierda, derecha. ¿Cómo? Diablos.
 Termino la tarde pensando en ti. Regreso al albergue. Es peculiar: los dormitorios son mixtos, no cierra sus puertas a las once, tiene un bar 24 horas. ¿El bar? Claro, sitio de nostalgias. Mi soledad ha crecido desde que te fuiste. Me acompañaste un instante y ahora estoy más solo. En la barra hablo con tipos, un brasileño, unos holandeses, unos gays belgas. Se abre la puerta y entras, con tus amigos, tus risas y tu alboroto. No lo puedo creer, duermes en este mismo albergue.
 Paso la noche distrayéndome de la conversación, preguntándome cómo hacer para abordarte. ¿Cómo se hace? Yo no lo sé. A pesar de lo que digan, no tengo técnica ni entrenamiento, mi práctica es mínima y más bien fortuita. Por añadidura, me muero de pena con la sola idea de que me veas acercándome a ti para decirte alguna tontería. Te imagino riendo al verme venir y más al verme marchar con el rabo entre las patas.
 Tus amigos hablan en inglés con acento germano. El tuyo es. ¿qué es? Es muy correcto, preciso, pero no es gringo, británico ni australiano. Que extraño. Escucho tu nombre: Danae. Parece que ninguno de ellos es tu pareja. Dos, por lo menos, aspiran a hacerlo, se aproximan, te tocan, juegas a admitir sus besos y luego los rechazas con tus risas energéticas y mucha simpatía. Nadie se molesta. Excepto yo, que como dificultad añadida tengo la de abrirme paso entre los tres hombretones de 1.90. Te hacen ver pequeñita, pero los dominas.
 Concluyo la noche sin que pueda lograr más que algunas miradas tuyas. Suficientes para alimentar mi ánimo, para acrecentar el sentimiento de intimidad, para encender mi deseo: ya comencé a mirar tus senos, tus piernas, a desear colocarme entre ellos y entre ellas.
 Ustedes se van. Sin motivo para permanecer ahí, hago lo mismo minutos después. Voy al dormitorio. ¡Dios, esto es demasiado! Ustedes están ahí, ocupando dos literas. Tú estás en la cama inferior de una de ellas, como yo, pero en el otro lado del dormitorio. Al verme entrar, me miras con calidez y sueltas una de esas risas con las que me llamaste sin querer cuando te vi. Te volteas hacia la pared y acomodas la cabeza en la almohada, riendo todavía.
 Duermo sin dormir. Estás tan cerca. Puta madre. ¿Cómo traerte a mí? Me concentro, envío mis pensamientos: Danae. Danae. Ven. Sí, cómo no. Insisto por horas, tratando de penetrar en tu sueño. De pronto despierto, es mediodía y ustedes ya se han ido. ¡Chingao!
 Budapest se me hace mas dificil, camino la zona medieval y sólo te busco. Todo el día. Al anochecer, por fin, me siento a descansar en una silla frente al Danubio, del lado de Pest. En Buda, el Castillo enciende sus luces. Los barcos transitan el río. El clima es delicioso. Las húngaras guapas pasean. Yo pienso en ti, si te habrás marchado, si te encontraré otra vez.
 Pasa un buque de recreo. ¡Ríes! Corro al barandal y te veo, a medio Danubio. Miras, sonríes y envías un beso. ¿Fue hacia mí? Volteo a los lados, quién más puede ser, nadie, te busco de nuevo. Estás muriéndote de la risa. La nave va.
 Paso la noche en el bar del albergue, esperándote. Ahora sí, me vale madres, yo voy, me lanzo. Soy mexicano, y los mexicanos somos bien cabrones. Bueno, ni tanto, pero me preparo para lo que venga animándome con cerveza. No viene nada.
 Tres de la mañana, me voy al dormitorio. Ya estás volteada y dormida. ¡Diablos! ¿Qué hago? Entro en mi cama. Miro hacia ti. La luz tenue de la ventana me deja ver que cambias de posición y tu rostro queda en mi dirección. ¿Me equivoco si creo que tienes los ojos abiertos? ¿Que me estás mirando? Veo un pequeño reflejo donde deben estar tus pupilas. un reflejo que se interrumpe de pronto, como un parpadeo.
 Sueño 1 No sé si me estás mirando. pero yo quiero creer que sí. Me levanto en silencio. Sin decir nada, sin pedir permiso ni presentarme, aparezco al pie de tu cama y entro en tus sabanas por abajo. Sientes mis labios en tus piernas, toco tus piernas, completas, las acaricio y abrazo, siento como te estremeces, esperas que siga adelante. Voy.
 Mi barba se confunde con tu sexo, lo huelo y aspiro, lo beso con fuerza, mi lengua se agita y disfruta con tus reacciones, te agitas y suspiras. Hundo mi nariz, empleo mi barbilla y mi frente, todo mi rostro te penetra y se baña en tu intimidad, lo dedico por completo a tu placer, sujetas mi cabeza, la atraes más, aprietas tus piernas, me las arreglo para buscar aire sin interrumpir, arqueas la espalda violentamente, disfrutas largo e intenso ese primer orgasmo con un desconocido, que sensación tan fuerte. Después.
 Sueño 2 No se si me estás mirando, yo creo que sí. del otro lado del dormitorio. He planeado lo que voy a hacer y ahora me dispongo a ello. Pero, ¿que haría si tú dieras el primer paso? Si, por ejemplo. ¿Eh? Mientras yo soñaba tú te levantaste, te aproximas a mi cama, entras bajo las sábanas sin pedir permiso ni preguntar mi nombre, te abrazas a mí, hueles mi cuerpo, acaricias mi pecho, mis piernas, mi pene, me haces abrazarte muy fuerte, hay un calor enorme entre los dos, subes a mi cara y me besas, vuelves a tomar mi pene que esta enorme, durísimo, excitado, decides bajar a el, llevártelo a la boca, ¡dios!, tus labios mojan, aprietan, succionan, es breve, pero lo dejas pulsando, repleto de sangre, deseoso de más sangre, violento y agudo, dispuesto a partirte en dos.
 Elevas las caderas y te sientas sobre él. Tu vagina tiene que ensancharse para admitirlo. Elevas el rostro al cielo, de placer, pero te encuentras con la cama superior y tienes que bajar la cara, a pesar de que la sensación te impulsa a estirarte, es magnífico, nunca pensaste que pudieras disfrutar así la verga de un desconocido, apenas empiezas a agitar las caderas, tal vez el de arriba se despierte, ya se nota la vibración, pero tu estás bien penetrada y no te importa mas, ¡ey!, te llega un orgasmo temprano, todavía no lo esperabas, ¡pero qué grande es!, es muy raro, empieza en tus pies y va emergiendo poco a poco, a lo largo de todo tu cuerpo, sube por tus senos hasta tus manos, las extiendes largo, se expande por tu espalda, elevas el rostro al cielo, te encuentras de nuevo con la cama, pero ahora la muerdes con rabia, con una fuerza que podría arrancarle un pedazo de carne al que seguramente ha dejado de dormir arriba, el orgasmo sigue bajando por tu espalda y entra de golpe en tu vagina, en tu clítoris, en lo más íntimo, en lo más cercano a mí, el desconocido, tu desconocido.
 Te desplomas sobre mi pecho, medio muerta, buscando mi abrazo, acurrucándote en mi costado, exhausta y preguntándote si serás capaz de seguir.
 Sueño 3 Sé que me miras, estoy seguro de ello. Me he adaptado por completo a la oscuridad y del otro lado del dormitorio están tus ojos brillando, hablándome, invitándome, anunciándome. Sin dormir, he soñado contigo ya dos veces. Me pregunto qué pasará.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1286
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.237.5.1

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.797
»Autores Activos: 2.203
»Total Comentarios: 11.815
»Total Votos: 511.744
»Total Envios 21.937
»Total Lecturas 93.922.139