Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Varios

Hombre rudo

~~Llegó
 el momento que yo en forma premeditada habia estado demorando y ahora
 estaba claro que no podría contener la avalancha de su deseo
 desatado. Yo sabia perfectamente que día a día habia
 ido aumentando la presión dentro de ese cuerpo maduro y montaraz,
 que en la soledad de nuestro hogar campesino habia encontrado el ambiente
 propicio para cultivar su deseo y ahora estaba asustada temiendo que
 el macho desarrollara una violenta reacción desencadenada por
 su premura Yo me desvestía con una calma calculada, porque
 quería disfrutar plenamente ese momento, que al fin y al cabo,
 era el resultado de mi consentimiento ante su callada petición
 No recuerdo, en la distancia del tiempo, haber visto de una forma
 mas explicita y patética una calentura de tal magnitud, contenida
 en un macho que ve por fin a la hembra, hasta entonces prohibida,
 al alcance de su mano, sobre todo si esa hembra es su hermana. Era
 la llegada al final del camino. Un camino que yo vislumbre, cuando
 él me recogió en la estación de ferrocarriles
 y me condujo en su automóvil hasta la casa del campo, que yo
 no habia visitado desde que tenia 20 años. Ahora yo tenia 30
 y el 28 y nunca nos habíamos comunicado bien pues siendo yo
 de temperamento alegre, directo y desvergonzado parecía generar
 en él un temor apenas disimulado. No
 quedaba ni un mínimo rastro de ese temor en el hombre que tenia
 frente a mí. Claramente perfilado en la penumbra de la amplia
 bodega a la que yo lo habia citado. Mas bien la posición de
 su cuerpo, con las piernas separadas, elevándose sobre su metro
 noventa me recordaba la seguridad impactante de esos vaqueros de los
 western.. Así
 lo habia comenzado a ver yo, desde esa tarde en el comedor cuando
 terminada la cena el habia preparado un café para mí.
 Ese gesto absolutamente impensado en ese hombre plenamente absorbido
 por la rudeza del campo en el que siempre habia vivido,ocasiono en
 mi un impacto mucho mayor que una declaración erótica
 de cualquiera de mis compañeros del instituto de neurofisiología
 en que yo trabajaba. Habían
 pasado casi dos semanas desde esa tarde del café. Dos semanas
 a través de las cuales fui descubriendo el peligroso tesoro
 pasional que el hombre guardaba en su interior, como una especie de
 masa radioactiva que alcanzado su punto critico habría de estallar
 para destruirlo todo a su paso.
 Ahora, solo ante mí, el hombre estaba anhelante, pues entendía
 bien que habría de ser yo quien señalara el ritmo y
 la secuencia de este encuentro solitario y silencioso. Solamente me
 miraba, sin recorrer mi figura, pues sus ojos estaban fijos en los
 movimientos de mis manos que en ese momento desabrochaban los botones
 de mi blusa para dejar al descubierto la blancura de mi sostén.
 Yo nunca me habia percatado, si él me habia mirado con deseo
 en los días anteriores, ni nunca tuve el cuidado de averiguar
 si, de algún modo, el me habia espiado para sorprender momentos
 de mi intimidad.
 A veces, en la noche, en mi cama, trataba de escuchar sus pasos acercándose
 a mi cuarto, que estaba casi junto al suyo, pero me di cuenta que
 esas eran imaginaciones o deseos ocultos míos y que el hombre
 no generaba ninguna manifestación concreta. Ahora
 me habia sacado el sostén y mis tetas poderosas aparecieron
 a la intemperie orgullosas de su volumen y tan solo por una vez, yo
 las hice subir con mis manos para dejarlas luego en reposo, advirtiendo
 como mis pezones apuntaban a sus ojos como dos dedos candentes.
 El hombre humedeció sus labios y en esa operación dejó
 ver, por un corto momento, su lengua rosada húmeda y poderosa.
 Ese era un gesto que le habia visto realizar a menudo cuando en las
 soledades de la sobremesa escuchábamos música en silencio.
 Muchas veces yo imagine que los besos de ese hombre habrían
 de ser inquietantes y m imaginé esa lengua explorando los rincones
 de mi cuerpo que yo misma ignoraba. Yo
 nunca lo habia deseado. Todo lo que a mí me pasaba era que
 se me habia metido en la mente la diabólica decisión
 de llevarlo por ese camino maldito y prohibido en cuyo final yo me
 ofrecería como el detonante que haría estallar su calentura
 contenida por años. El,
 a veces, caminaba por el jardín bajo mi ventana Yo lo miraba
 y podía adivinar la carga pasional de sus pensamientos, en
 su manera de caminar, en la forma de alisarse el cabello, en la violencia
 contenida con la cual azotaba sus botas con los cueros de su fusta..
 Con esos , al parecer inocentes datos, yo podía componer en
 mi mente sus imágenes y sus deseos. Ahora
 él miraba mis pechos con la certeza caliente de ver que el
 regalo era como lo había imaginado y con la seguridad que no
 se esfumaría y que sus redondas atracciones estaban al alcance
 de sus manos. Se movió entonces un par de pasos, los suficientes
 para tocarlos con sus dedos abiertos y no dijo una sola palabra. Es
 que sucede que no nos habíamos dicho en los días anteriores
 palabra alguna.. Nada. Ni una frase que ni siquiera lejanamente hablara
 de lo que estaba pasando en esos días entre los dos. Y ahora
 yo pensaba que eso era natural.
 ¿Que palabras podríamos habernos dicho que no hubiese
 roto el encanto de nuestros ignorados secretos.? Todas las posibles
 me parecían duras y difíciles, burdas, obvias y sobre
 todo insultantes para cada uno de los dos. ¿Como me decía
 el que me estaba deseando cada día mas y que habría
 de responderle yo ¿ Toda comunicación oral estaba descartada
 y yo pensaba que eso era lo que habia desencadenado el encanto, porque
 no se puede enamorar a la hermana con galanterías o invitaciones,
 o versos o promesas de amor. Todo eso resultaría superfluo
 y quizás ridículo. Lo que nos pasaba a los dos era una
 cosa de la mente y del cuerpo directamente sin ningún mensaje
 intermedio. Simplemente
 debíamos caminar hasta la llegada. Mirando
 mis pechos desde arriba me parecían descomunales y mis pezones
 grotescos asomándose entre sus dedos duros que los apretaban
 con ternura. Me parecía conmovedor como sus manos parecían
 contenerse para no descargar la fuerza brutal que podían generar
 y acariciaban esa piel suavemente cuando en realidad podrían
 apretarlas hasta hacerlas estallar. Porque
 yo, que por supuesto habia pensado varias noches en este encuentro,
 lo deseaba trascendido de una violencia controlada, de una fuerza
 intensa, casi hasta el dolor, pero sin daño, pues deseaba que
 él matara en mi todas mis ansias que de años me habia
 negado estúpidamente a satisfacer. El
 se despojo de su rustica camisa dejando ver su pecho amplio cubierto
 de un vello no muy abundante de color rotundamente negro.
 Cuando sentí mis tetas apretadas contra su pecho la sensación
 táctil fue apabullante y mis piernas parecieron aflojarse cuando
 el ágilmente maniobro en el broche de mi falda haciéndola
 caer al suelo.
 El control que durante dos semanas habia mantenido sobre mi cuerpo,
 sobre mis deseos y sobre mis pasiones, para disfrutar cada minuto
 del camino, ahora comenzaba a desaparecer y se apoderaba de mi la
 mujer reprimida que habia sido desde hacía tanto tiempo y que
 ahora se desataba. Yo supe que habría de ser así. Lo
 sabia desde el desayuno cuando me miró antes de abandonar el
 comedor y yo le dije
 Será esta tarde. en la bodega. No
 me habia dicho nada, ni siquiera me habia mirado, no era necesario.
 Ya impregnaba nuestra mente el esquema caliente y pecador que habíamos
 elaborado cada uno por su lado en las noches de insomnio y en los
 solitarios paseos por el bosque escuchando el latido profundo del
 deseo que caminaba apoderándose de nuestros cuerpos. Ahora
 estábamos por fin abrazados y él me apretaba con esa
 fuerza anhelada. Aferrada a sus caderas primero y luego a sus piernas
 lo desnudé completo para tener su miembro ofensivamente duro
 aprisionado entre me mejilla y mis manos. Con los ojos cerrados me
 parecía mas duro mas caliente y más mío. No quería
 mirarlo. Yo quería un sexo ciego para no contaminarlo luego
 en mi recuerdo con ninguna imagen vulgar. Me
 deje cautivar por su temperatura, su suavidad y su olor.. Si. ese
 olor.
 Ese olor que me evocaba algo, demasiado reciente y demasiado próximo
 y que sin embargo no podía identificar y entonces lo recorrí
 con mi lengua para tratar de aproximar el recuerdo hasta que llegó.
 Si.
 De ese olor estaba impregnada mi almohada. Me acompañaba cada
 noche desde la ultima semana y a medida que el calor de mi cara se
 trasmitía a mi almohada parecía surgir desde ella con
 mas intensidad ese olor cuya fuente y origen tenia ahora dentro de
 mi boca. Y me imaginé su juego audaz, Lo imagine con mi almohada
 entre sus piernas desnudas. De pie junto a mi cama tibia agitando
 su cuerpo rítmicamente, encendido y temeroso de que yo lo sorprendiera
 y lamenté no haberlo hecho.
 Persiguiendo esa imagen me introduje entre sus piernas enredándome
 en ellas como una serpiente lujuriosa, de modo que cuando fue entrando
 en mi yo desencadené una serie de movimientos mientras mi sexo
 se contraía y se dilataba como torturándolo deliciosamente.
 Su cuerpo pesado sobre mí era todo lo que habia deseado desde
 que la idea maligna se adentrara en mi y yo quería en ese momento
 que me aplastara mas, como para que su figura entera se esculpiera
 en la mía Pero
 el macho silvestre se habia hecho todo suavidades sobre mi piel, en
 mi boca, entre mis muslos, sobre mis pechos y mas que nada muy dentro
 de mi donde el golpeteo rítmico de su liquido caliente me indicaba
 que por fin habíamos llegado.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 744
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 18.226.177.223

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.829
»Autores Activos: 2.203
»Total Comentarios: 11.826
»Total Votos: 511.796
»Total Envios 21.937
»Total Lecturas 93.971.317