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Categoría: Maduras

Haciendolo con una pordiosera

Muchas son mis experiencias sexuales, y digamos que he probado casi de todo, pero leyendo un relato nuevo de esta pagina, me encontré con uno que trataba de un hombre que lo había echo con un pordiosera.



 



Quizás a muchos les parezca algo morboso, no los culpo, y si es así, mejor no continúen leyendo



 



Por muchos días quedó en mi mente este relato, y comencé a prestar más atención a las mujeres de esta índole que veía en la calle, siempre con sacos o bolsas, con ropa o botellas, acompañada a veces de algún perro, por lo general con largas faldas. En fin.



 



Yo sabía que sería fácil llegar a cumplir esta fantasía, ofreciendo algo de dinero, pero el problema se presentaba en como abordarlas, en algún lugar donde nadie me viera subirla a mi auto o entrando a algún motel.



 



Pero el destino se congració conmigo y una tarde, estando en mi casa, suena el timbre. Me asomo por la ventana y veo a una de estas mujeres, que venía con una bolsa, recolectando botellas.



 



Salí a atenderla, observando si alguien estaba mirando y afortunadamente no había nadie.



 



No era mentira que en mi casa (luego de muchas fiestas), había una gran cantidad de botellas, por lo que la hice pasar, para que ella misma las recogiera del cuarto.



 



Pasamos la patio, y dentro de un cuarto viejo, en el fondo, tenia yo almacenadas estas botellas.



 



Era una mujer muy delgada, pelo negro y canoso, de unos 45 años, muy conversadora. Mientras recogía las botellas, me alababa la casa, el patio, me preguntaba si era casado, si vivía solo, etc. Yo por mi parte contestaba sus preguntas y miraba se delgado cuerpo, imaginándolo como sería verla desnuda.



 



Ella, que no paraba de hablar, me comentaba lo difícil que estaba la vida, como le costaba ganarse el sustento diario etc. Le pregunte si era casada, y se rió, me dijo que no, que se había juntado con un viejo de 65 años, que tenía una media agua, al lado del río, y que ahí vivía. Entre bromas le pregunte que si el viejo le hacía algún cariño, y muerta de la risa, me dijo que el viejo le hacía todo el empeño, pero que apenas se le paraba y que solo se le montaba arriba unos minutos, y nada mas. Pero que cuando se presentaba la oportunidad, ella no la desaprovechaba, para pegarse un buen polvo, como Dios manda.



 



Esa respuesta era la que mi me hacía falta para lanzarme en directa a cumplir mi fantasía. Le dije que yo también nunca desaprovechaba la oportunidad de echarme un buen polvo, sin importar con quien, ya que la vida era una y había que aprovecharla.



 



Pero tu , tan joven y buen mozo , y con esta casa y ese auto, debes tener un montón de mujeres para meterlo.



No me quejo, pero nunca son las suficientes…… a si que ….



 



Mi cara de deseo, debe haberle dejado claro cuales eran mis intenciones, y mirándome, me dijo :



 



No me digas que te pegarías uno conmigo



¡Demás que si!



De verdad?



Si … te la metería entera



Y en que topamos, ¡encantada te paso la concha! Acercándose a mi, y agarrándome el paquete por sobre el pantalón.



 



Me desabroche el pantalón y me baje todo de un tirón, quedando con la verga apuntando al cielo. La pordiosera, tocándose la concha, por sobre la falda, me miraba mientras me los bajaba y se mordía los labios, pensando en la tremenda y limpia verga que estaba a punto de comerse.



Se arrodillo, me la tomo con sus ásperas y gruesas manos , e inmediatamente me comenzó a masturbar muy fuerte.



 



 



Oh . que rica la tienes ……



Mas dura que la del viejito



Puuuuuu mucha mas dura y grande!



Chúpamela



 



La delgada mujer, en cuclillas delante mío, se la metió hasta el fondo de su boca sin soltarla de su mano, mientras con la otra se tocaba la concha por sobre la falda.



Me la chupaba muy fuerte, metiéndola hasta la garganta, sin dejar de tocarse.



 



La levante y le dije que se sacara la falda. Mientras se desnudaba, yo de pie, termine de sacarme los pantalones que tenia en mis tobillos. Se saco la falda y la dejo sobre el banco de herramientas, y luego rápidamente se saco unas muy gastadas pantaletas que apenas cubrían su peluda y descuidada concha. Le metí la mano por detrás pasándosela desde su jugosísima concha hasta el culo, para luego llevármelas a la cara y olerlas. Ese olor era algo que nunca había sentido, mezcla de orina, excremento, que me calentó de sobre manera, agarrándola por detrás de cintura y obligándola a que se doblara, apoyando los brazos sobre el mesón.



 



De un solo golpe se la metí hasta el fondo, sacándole unos grandes gemidos de placer. Quería tenerla completamente desnuda, a si que le saque la gastada polera y luego los sostenes, dejando al descubierto unos delgados y caídos pechos, que se los apretaba a mi antojo.



 



Me senté en una vieja silla y me la monté encima. Ella al ser tan delgada, pequeña y liviana, me permitía moverla a mi antojo, como si fuera un juguete. Le comencé a chupar sus largas y flácidas tetas, coronadas con dos pezones, negros, largos y muy duros, que en ese momento eran un manjar. La delgada mujer se movía como una loca, enterrándose mi verga hasta el fondo, en esa chorreante concha, haciendo movimientos circulares subiendo y bajando. A los pocos minutos, desesperada y hirviendo en calentura, la pequeña mujer comenzó a acabar. Sentí como un chorro de jugos salían disparados de su concha, mojándome todas las piernas. Me tenía enfermo de caliente y me levante de la silla. Sus piernas me rodeaban fuertemente de la cintura, y seguí afilándomela de pie.



 



Con una mano agarrando su delgado y huesudo culo, con la otra botando a piso una vieja colchoneta que estaba por botar. La acosté sobre esta y abriendo sus delgadas piernas comencé a comerle la concha. Su olor se me impregnó en las narices, pero mi lengua, sin asco, recorría completa y se introducía en esa peluda y mojada concha. Ella gemía como una loca y me tiraba de los pelos, llevando mi cara a su entrepierna. Uno de mis dedos , jugaba en la entrada de su delgado culo, hasta que encontrando la posición correcta comenzó poco a poco a entrar.



 



Al poco rato de estar chupando esa cochina concha, mojada por sus jugos, me grita que va a volver a acabar. Me separo solo unos centímetros y con mis manos le abro al máximo su concha, jugando con unos de mis dedos con su largo clítoris. Con un grito de placer y arqueando su espalda, lanza un largo chorro que cae sobre mi cara, mientras que los siguientes chorros ya fueron a parar directamente a mi boca que bebía como desesperado, hasta que dejaron de brotar. Ya mi calentura no dio más y montándome sobre su pecho, le metí el pene a la boca y comencé a acabar.



 



La pordiosera se tragaba sin asco toda mi leche, alimentándose de esa verga que salía y entraba de su boca, chupándomela por largo rato hasta dejármela completamente limpia.



 



Ya descargado, me levante y vi como esa delgada y sucia mujer, con las piernas completamente abiertas, me mostraba la concha que me había dado de beber, jugando con sus dedos, y con una sonrisa mirándome.



 



Recuperé un poco la cordura y me dieron ganas de que se fuera. Le pedí que se vistiera, que estaban por llegar unos amigos. Ella se levanto comenzó a vestirse con su vieja ropa, agradeciéndome el buen polvo, y agarrándome la verga que aun permanecía con un poco de dureza.



 



Ya vestida y yo también, salimos del cuarto, y comenzamos a avanzar hacia la puerta del jardín que daba a la calle. Antes de salir, y con el saco lleno de botellas, se dio vuelta y dándome un ultimo y fuerte apretujón a mi verga, me dijo que si se repetía eso otra vez, me entregaría encantada el culo.



 



Le dije que volviera el próximo martes, a la misma hora.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 9.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2477
  • Valoración:
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