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Follando en el parque

~Hola, me llamo María (omitiré mi nombre real, para evitar suspicacias) y tengo 26 años. Soy morena, no muy alta, algo regordeta, con un culete bastante grande y eso sí, unos buenos pechos. Como decía mi tío a veces en broma, ¡tenía donde agarrar!. Les contaré que hace un par de años que corté con mi novio y, desde entonces, no he vuelto a tener relaciones sexuales… hasta la noche que les voy a contar.
Desde hace un mes aproximadamente, decidí ponerme en serio a hacer deporte porque estaba echándome unos kilitos de más. Así que una amiga y yo nos animamos y empezamos a correr por las calles de Granada todos los días. A medida que fuimos cogiéndole el gusto y recuperamos la forma, pronto empezamos a correr durante bastante tiempo.
Un día, aburridas ya de hacer siempre el mismo recorrido (siempre dábamos varias vueltas alrededor de mi casa, para no alejarnos mucho), decidimos cambiar de estrategia y realizar un circuito más largo. Así, le propuse a mi amiga que fuésemos a los jardines que hay a la entrada de la Alhambra, unos amplio parque donde correr a gusto entre árboles, lo más parecido a correr entre la naturaleza. Mi amiga aceptó con alegría la idea. Nos calzamos nuestras zapatillas de deporte, y unas mallas y camiseta muy sexys, claro (¡Divinas hasta la muerte!) y nos fuimos a correr.
Era ya finales de septiembre. El día, todavía cálido, recortaba cada vez más pronto. Nos pusimos a ccorrer hacia los jardines. Calculé que con el tiempo habitual que corríamos, nos daría para subir, dar la vuelta a los jardines y bajar. A medida que corríamos por las calles de Granada, mi culo y mis tetas, aunque comprimidos por las licras, botaban y hacían las delicias de los otros corredores y paseantes, que se ponían un poco cardíacos con la voluptuosidad de mi cuerpo. ¡Mmmmh, la verdad es que me gustaba sentirme observada y deseada!.
Cuando estábamos a punto de empezar a subir hacia los jardines de la Alhambra, mi amiga recibió una llamada. Al parecer, tenía que volver a casa por un asunto importante, con lo que me dejaba sola. Me animó a no dejar de correr por ese contratiempo. Me lo pensé y decidí que tenía razón, y que me animaría a descubrir qué tal era correr por los jardines de la Alhambra y, si me gustaba, ya volveríamos juntas otro día.
Así que empecé a subir. Estos jardines están más altos que la ciudad, por lo que cuando llegué a los jardines propiamente dichos, estaba agotada no tanto de la carrera como de la subida. Al llegar, prácticamente había oscurecido y la sombra del denso arbolado y la escasa iluminación hacían más intenso el efecto. Agotada, decidí parar y fui a buscar una fuente que recordaba que quedaba en un lateral un tanto apartado del camino principal, para refrescarme un poquito.
Cogí un caminito de tierra secundario que iba a la fuente y de repente, en la semioscuridad, pude observar la silueta de un hombre, parado detrás de un árbol. No se ocultaba de mí, al revés, me daba la espalda como si, ocultándose tras el árbol, mirase más allá. Me dio un poco de mala espina, pero como el camino me llevaba un poco separada de él, intenté pasar sin hacer ruido, sin que se diera cuenta de que estaba allí. Al pasar más cerca de él, sin perderle de vista, me percaté de que el hombre se estaba ¡masturbando!. En primera instancia, pensé, ¡qué guarro!. Seguí andando y llegué a la fuente, bebí y sacié mi sed, aunque me quedé con la imagen grabada en mi memoria de aquel hombre pajeándose detrás del árbol.
Pensé entonces si estaba viendo algo que le excitase tanto como pajearse en mitad del parque. Como la curiosidad mató al gato (y en este caso, se folló a la prota, je je), decidí volver sobre mis pasos. Esta vez, más curiosa, decidí acercarme con mucho sigilo, desde otro ángulo en el que pensaba que el hombre no me vería venir, dispuesta a salir a toda velocidad si el hombre me veía. Así que me acerqué lentamente, hasta una distancia de unos quince metros. La iluminación era escasa, pero aun con todo, podía distinguir perfectamente al hombre: era un hombre entrado en años, unos 45 o así le pondrías, y parecía ir vestido de guarda de seguridad. Seguramente, el vigilante del parque, pensé. El hombre estaba dándole al manubrio felizmente, lentamente, atento a algo que tenía enfrente suyo. Dirigí mi vista hacia donde miraba él y encontré su fuente de excitación. Unos metros más allá, una pareja de jovencitos hacía el amor al amparo de la oscuridad y de la tranquilidad del parque a esas horas, sin ser conscientes de estar siendo observados. Él la empala suavemente, ella tumbada en el suelo. Esta imagen me encendió todavía más que la del guarda dándole a la manivela. Así que me despreocupé del guarda y me dediqué a mirar cómo follaba la pareja. Los jóvenes están disfrutando y van lento pero con ritmo. Echando una última ojeada al vigilante, que seguía a lo suyo, decidí dar un rodeo para tener una posición más cercana a la pareja. Me apetecía hacer un poco de voyeur, la verdad, me había calentado mucho aquella situación. Finalmente, encontré un hueco un poco más allá que me pareció infalible: allí no me vería nadie. Me tumbé tranquilamente a observar, como si estuviese en un cine de verano.
Él la besa, desnuda a la chica, y le besa el cuerpo. Al poco, cambian de postura: ella se sienta encima de él. El joven es delgado y espigado, normalito. Ella es muy joven, con unos pechos delgados y muy puntiagudos. Se sube encima de él y le cabalga por espacio de cinco minutos.
Me empecé a notar mojada con el espectáculo y el cuerpo me pedía guerra, así que no le privé de ello: metí mi mano por debajo de la licra de deporte y empecé a darme un homenaje de autosatisfacción por la peli porno que estaba viendo. A los pocos minutos de cabalgar, la chica lanza unos gemidos que incluso llegué a oír, lo que me produjo tener que acelerar los movimientos de mi mano. La chica finalmente se levanta y pasa a hacerle una mamada al chico que, excitado por el asunto, parece que acaba corriéndose y dejando sus residuos en el propio césped del parque. La escena me calentó sobre manera y, aunque los dos jovencitos habían acabado su escena porno amateur y empezaban a recoger sus cosas, yo seguía tocándome. Mientras ellos abandonaban el lugar rápidamente, yo cerré los ojos y me recreé en mis recuerdos de la escenas, buscando con mis dedos un excitante orgasmo.
Me vino entonces a la cabeza el tiempo que hacía que no gozaba una polla. Lo echaba de menos, me reconocí a mí misma, mientras me imaginaba sentada encima de aquel chiquito, tocándome sin parar.
Tan concentrada estaba en mis labores que no oí cómo se acercó el vigilante que, en mi descuido, se había percatado de mi presencia. ¡¡Menuda situación!!
El hombre llegó hasta donde yo estaba. Pero a esas alturas, yo estaba tan caliente que ni siquiera retiré mi mano de la entrepierna, metida debajo de mi licra, dándome placer.
El hombre se me quedó mirando. Tiene cara de bonachón. Pensé que se debía aburrir cosa mala de vigilar el parque, sobre todo a partir de medianoche que se cierra. Lo único que tenía que hacer era la ronda y vigilar las puertas, sobre todo las cercanas a la Alhambra.
- Bueno, ¡hoy tenemos un espectador más!- dice.
Yo le miré. Aunque tenía ganas de decirle que se largara y que me dejara en paz y a solas, no le dije nada. Me embargaba la lujuria y estaba muy caliente, jugando con mi mano, a lo mío. El hombre se calló por unos instantes y al cabo de unos segundos, sin mediar palabra, se acercó y se sentó al lado mío. Allí tumbado, empezó a tocarse la entrepierna por encima del pantalón. Se le notaba un bulto, estaba empalmado. ¡Menuda situación!: Allí estábamos el viglante y yo, cada uno dándonos placer a nuestro ritmo, simplemente con la película anterior como imaginación, cada uno a su aire, como si el otro no estuviese.
Pero yo estaba muy muy caliente, y fui más allá: me bajé las licras de deporte dejando mi coño húmedo al aire, y seguí tocándome. El aire de granada, tibio todavía en el inicio de una noche de finales de verano, rozaba mis partes húmedas.
El vigilante me miró por unos instantes callado y finalmente, se desabrochó el pantalón e hizo lo mismo que yo: se bajó los pantalones y se quedó también desnudo de cintura para abajo, tocándose su miembro erecto delante de mí. Su polla no era grande, pero se le veía dura, venosa y bastante gorda. Aun no siendo grande, era más que lo que tenía tu ex-novio, que era más pequeñita y menos gruesa.
Eso terminó de ponerme al rojo. La visión de aquella polla venuda y gruesa terminó de ponerme en celo. Soy incapaz de saber cómo pude hacer aquello, pero de repente, me entraron unas ganas tremendas de coger aquella polla y no me resistí, me acerqué y empecé a meneársela. Allí estaba yo, a cuatro patas, con mi coño al aire, meneándole la polla al vigilante del parque.
Al momento, el vigilante, muy suavemente, colaboró también poniendo sus dedos grandes y anchos en mi coño. Noté un placer increíble de las manos de aquel experimentado vigilante, mientras seguía meneándosela lentamente. ¡El vigilante me estaba poniendo a mil!
Finalmente, el hombre pareció coger un poco la iniciativa, y me colocó en posición de 69 y empezó a lamerme mis partes íntimas con maestría, al tiempo que empujaba suavemente mi cabeza hacia su polla, como invitándome, pero no obligándome, a mamar su verga. Entendí lo que quería hacer así que probé. No le había chupado la polla a ningún chico, ni a mi ex-novio aunque me lo hubiese pedido, pero hoy me apetecía probar. Así que, mientras el placer que sentía de sus dedos y su lengua crecía en mi interior, con el fuego y la excitación que producían sus trabajos en mí, me incliné sobre aquel palo rosado, y lo sopesé analíticamente por un segundo: bastante más gordo de lo que había visto hasta la fecha, con unas venas muy marcadas y un glande enorme y rojo. Esa polla debía haber follado bastante, pensé.
El hombre, como si me leyese el pensamiento, me dijo:
- Hace dos años que no hago nada de esto. Mi mujer falleció. Por favor, no vayas muy rápido.
Así que empecé, lentamente, lamiéndole todo el miembro primero: estaba calentito, y la punta rezumaba algo de sabor dulzón. Le lamí el tronco y finalmente subí y me encontré con su glande. Con mucho cuidado, se lo lamí, generándole un estremecimiento de placer. Yo tampoco estaba para aguantar mucho más, a punto de tener un orgasmo muy fuerte, pero intenté concentrarme en mi labor, así que enterré mi boca en aquella especie de fresa y empecé a chuparle la punta, sorbiendo con energía. El hombre se retorcía de placer, pero mi excitación por sus lengüetazos y por mi nueva experiencia como chupadora, que me ponía mucho, acabó por hacerme estallar en un intenso orgasmo. El vigilante, al notar que me corría, aceleró un poco el ritmo y me metió un par de dedos notando el flujo de mi cuerpo correr por sus manos. Me corrí de una manera bárbara. Exhausta, jadeaba de lo cansada que me quedé, pero sin soltar su polla. El me empujó de nuevo la cabeza hacia su polla, haciéndome entender que quería que siguiera. Noté que el hombre me trataba con suavidad, no me obligaba a hacer las cosas pero me hacía saber lo que le apetecía.
Así que me volví hacia su palo. Concentrada esta vez en la tarea, empecé a hacerle una mamada que, sin saberlo, al parecer fue casi profesional. El hombre se puso cardíaco, le estaba llevando al cielo. Pensé en sus huevos cargados desde hace mucho tiempo, tendrían mucha munición guardada, pugnando por salir, je je je.
El hecho de chuparle la polla al vigilante hizo que mi calor, aun habiéndome corrido ya, no bajase, al revés. Al poco rato, volví a sentirme mojada y con ganas de más, así que sin pensármelo dos veces, me giré y me senté a horcadas sobre el hombre, que me miraba con cara muy sorprendida.
Me senté sin más sobre él y me la metí de una vez. Empecé a cabalgarle, como si se tratase de montar en un caballo árabe, moviendo bien mis caderas, disfrutando de mis movimientos al máximo, sintiendo esa polla gorda en mi interior como me rozaba toda y me calentaba mucho con cada entrada y salida. Era más gorda que la de mi ex, y la sentía por todas mis entrañas.
El vigilante puso sus manos inicialmente en mis caderas, de manera muy comedida, aunque noté cómo sus ojos se iban hacia mis pechos. Estaba claro lo que quería, y quería satisfacerle, así que me quité mi camiseta ajustada y mi sostén deportivo (que engaña: parece que tenga la mitad de pecho), y liberé mis tetas, que se quedaron saltando al ritmo de mi cabalgada. Mi hombre abrió los ojos de par en par, no se esperaba semejante delantera.
Noté cómo se le endurecía más la polla. Al parecer, le gustó la visión, así que le cogí las manos de las caderas y las puse sobre mis pechos. El vigilante, con una clara expresión de felicidad, empezó a tocarme las tetas con delicadeza, pero con maestría. Se incorporó un poquito y empezó a comérmelas. El roce de sus manos y su boca con mis pechos era increíble. Se me pusieron los pezones duros y las tetas duras, a estallar, mientras seguía empalándome con la polla tremendamente dura de la excitación que tenía.
Sentir todos esos puntos de placer hizo que me viniera nuevamente, alcanzando un orgasmo tremendo y muy fluido, que acabó por bañar toda su pelvis, su polla entera e incluso sus piernas. Exhausta, empecé a aflojar el ritmo, pero él me tomó el relevo en los movimientos, aumentando su cadencia y embistiéndome con fuerza un poco más, prolongando mi orgasmo en un exquisito, largo y eléctrico placer.
Quedé extenuada cuando él paró poco a poco sus embestidas para hacerme descansar. No podía más, así que me saqué su miembro, todavía erecto, y me dejé caer a su lado, exhausta y feliz. El hombre, habituado a la soledad, y como no quería violentarme, se levantó tranquilamente y se puso a masturbarse mientras me miraba, pensando en acabar solo como todas las noches de voyeur que llevaba en el parque, pero no iba a consentir aquello.
Aquel hombre me había hecho gozar y lo mínimo que podía hacer era devolverle el favor, así que me incorporé sobre mis rodillas y me puse otra vez a mamarle la verga, esta vez, con manos y boca, combinando mis chupadas al tiempo que se la meneaba. Noté cómo el placer que sentía el vigilante aumentaba por momentos. Él se agachó un poco y me tocó las tetas con sus manos. Pensé entonces que quizá le gustase acabar en mis tetas, así que me incorporé un poco sobre mis rodillas para dejar mis pechos a la altura de su polla y la comprimí entre ellas.
Empecé a subir y bajar lentamente. En cada movimiento, la punta de su polla aparecía y desaparecía entre mis enormes tetas y finalmente, tras unos jadeos acelerados, por fin se corrió. Unos fuertes chorros de leche calentita me salpicaron las tetas, la cara, el cuello. Yo, en plan puta, me tomé todo aquello que aquel buen hombre había desparramado por mi cuerpo. Estaba totalmente en celo. Él terminó de echar sus últimas gotas, su polla hinchada todavía apretujada entre mis tetas: se había corrido maravillosamente.
Después de eso, me limpié como pude y nos vestimos en silencio. Sin mediar muchas palabras, me despedí de él e inicié el camino de regreso a casa, esta vez andando, pues no podía con mi cuerpo.
Desde ese día, mis carreras ya no son tan largas, aunque sí tardo más en llegar a casa, je je je. Y ya, ni corro sola, ni me corro sola!.
Espero que les haya gustado la historia, me voten y me dejen muchos comentarios.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 10
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Jesse
invitado-Jesse 26-06-2015 22:06:01

Me encantaría poder estar en tus recorridos y poder correr contigo debe ser maravilloso

Jesse
invitado-Jesse 26-06-2015 22:05:59

Me encantaría poder estar en tus recorridos y poder correr contigo debe ser maravilloso

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