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Categoría: Maduras

Fóllame o déjame (1)

Era inminente el término de mi relación con Daniela. No era sorpresa para nadie y creo que muy dentro de mí siempre lo había sabido. Por esos días me encontraba con un carácter intolerable, todo este asunto del fin de la relación me afectaba al punto de que bastase cualquier problemilla durante el día para irritarme, me enfadaba de todo con todo el mundo y, como es natural, ni a mí ni a mi entorno le estaba agradando… en los pasillos de mi Insti escuchaba a menudo cosas como "y qué le pasa a éste" o "alejaos, es de cuidado ese bestia". En fin, deseaba terminar con todo ese martirio del modo correcto y, en forzada pasividad, un buen día me armé de valor para encarar mis problemas frente a mi ex novia.



Cogí el Subaru Impreza de mi padre; antes de salir del parking le di unos cuantos cabeceos al cuentavueltas del tacómetro, me sentía muy bien haciendo eso; jugando con las revoluciones lograba al fin canalizar mi furia en el coche nuevo (o "el nuevo integrante de la familia" como mi padre suele llamar a su WRX) que sufría todo el castigo de ello sin siquiera inmutarse, en un vicio que invitaba a reventar su motor.



Me hice un bólido y no tardé hasta su casa, a ver si pillaba a Daniela antes que le saliera un rollo. Llegué a su puerta, toqué su timbre, una, dos, tres veces, pasaron cinco minutos, diez minutos y yo me veía allí parado e impaciente: nada, no contestaba. Subí al coche, accioné el encendido e irrumpí la tranquilidad del vecindario con el estruendo de los escapes, y creo que funcionó pues en el acto se hizo una luz en la entrada y tras eso Isabel, madre de Daniela, salió desde el balcón.



-Buenas noches, Isabel, disculpe usted…



-¡Hola hijo!... ¿Qué es eso de usted, eh? Estate allí que ya te abro –bajó desde su habitación y al estar frente a mí, algo le tuvo que decir mi semblante ya que de inmediato pareció adivinar mi visita y no hubo necesidad de palabra- Vienes por Daniela, ¿no es así? Pues ella no se encuentra, se ha ido hace ya una hora, su novio le ha invitado y pues han salido.



-¿El qué? ¿Ha dicho NOVIO?



-Pues sí… -dijo como lamentándose por mí- han salido juntos seguramente de juerga, y debo ser sincera hijo, hombre sé que no te gustará, pero a ellos les he visto muy entusiasmados.



-Ya. Sólo quería charlar con ella sobre lo que me llevo dentro, me voy sintiendo muy mal desde que rompimos… necesito desahogarme (Quise mantener la calma, aunque no pude evitar dejar escapar una lágrima).



-Sí, no te veo bien… Bueno chico, que si gustas puedes entrar y charlamos con tranquilidad, ¿te parece?



-Vale, se lo agradezco mucho, enhorabuena.



Cruzando el umbral de la puerta me sorprendí con la inusual luminosidad del lugar. Sin dudas había algo especial que me inspiraba una sensación de bienestar increíble y me volvía a la calma. Con ese resplandor nublando mi mente, me acomodé en el sofá. Para entonces, todos mis problemas y esa pena, junto a esa rabia que me brotaba por el ceño fruncido, parecían desaparecer del todo en esa tranquilidad. Así como estaba, respirando toda esa sensación en el ambiente, aparece ella, Isabel.



Se tumbó a mi lado y tuvimos una charla muy animada. No es que costara mucho volver a la risa y disfrutar con Isabel, una mujer encantadora que ríe de la vida y la disfruta al máximo. A sus 45 años era aún una mujer muy guapa, a decir verdad guapísima. Como no muchas se conservaba excelentemente y su cuerpo era de impresión.



La charla obligaba a mirarle toda y ella tenía un magnetismo especial, como la casa misma. Aún guardando pena en mi corazón, su magia de hembra en celo no me pasaba desapercibida. Contemplar sus ojos verdes encantadores, de una mirada muy chispa tras las gafas, su cabello rubio rizado, sus bellos labios, sus tetazas imponentes, erguidas, que parecían forcejear por salirse del escote, un hermoso vientre contorneado por unas curvas que marcaban cintura, cadera y muslos, me estaba volviendo loco. Era en pocas palabras una monada, me asombraba que por primera vez yo despertara y le mirase como la mujer que era y no como "mi ex suegra". Ella se daba cuenta de la situación pero ello no le incomodaba en absoluto, cosa que daba mucho por pensar… La situación comenzaba a calentar, al menos en mi imaginación.



Ella me ofreció algo de beber, me pidió para esto que le acompañase al minibar como acostumbraba hacer en fechas especiales. Una vez allí ya no pude más y me permití una mirada hacia su culo apenas tuve oportunidad. Ella, que al estar arqueada limpiando la basura me encaraba con sus bellas nalgas, terminó por dejarme embobado y no pude hacer más que deleitarme del gusto frente a lo que se me ofrecía a los ojos, asomado sobre los vaqueros: una braguita negra con forma de T, que le cruzaba hasta perderse. Le quedaba de maravilla. En eso estaba y ella se volteó, viendo mi cara de satisfacción... pero continuaba hablándome como si mirarle las tetas o el culo fuese mirar nada. Eso me tenía muy excitado porque me daba para crear las más exquisitas fantasías.



Ya a esas 3 copas de cava que llevaba yo en el cuerpo me había desconectado del mundo (aunque sin estar plenamente ebrio) y comencé a sacarme encima ese nudo que tenía. De pronto me vi confesándole mis problemas más íntimos con Daniela, que la relación comenzaba a sostenerse sólo por nuestros encuentros sexuales, mismos que sólo se daban los fines de semana por lo que la relación se fue desgastando en lo amoroso hasta volverse un tedio insoportable.



Sorprendida, Isabel dijo comprenderme muy bien pues ella había tenido un problema similar con el padre de Daniela, "pero a diferencia tuya esto ha sido su culpa, no la mía... mi marido decía entregar Amor, pero en la cama las cosas no eran así"(no os ocultaré que no tuve más ocurrente pensamiento que satisfacer sus deseos, pero esta idea se enfrentaba con el "muro de la edad"; ella nunca mostró otro sentimiento hacia mí que el de una madre por su hijo, cerrando mis esperanzas). En un momento no pudo contener el llanto y, entre sollozos, encontró en mí un buen oyente para contar su desgracia. Me reveló que se hallaba en un mundo de rutina, sola, muy sola, enfrentándose a la vida sólo para entregar lo mejor a sus hijas como única inspiración, que no tenía otra motivación en el mundo y ella buscaba necesitar tener alguna.



Yo escuchaba muy atento y me conmovía el verle así, no pude evitar lo que me dictaba mi humanidad y le estreché un sincero y largo abrazo, entregándole mi comprensión y apoyo, deseando que ella me sintiese como su compañero... me besó en la mejilla y no tardó en recomponerse, alegre y risueña como siempre... Isabel no se quedaría así, no deseaba terminar así la noche y decidió hacer algo al respecto.



-Ahora mismo he tomado una decisión chico, debemos salir de aquí a relajarnos y a olvidar la pena, ¿te animas? – Y sin darme tiempo de responder, continuó- ¿O acaso te crees que Isabel Encinas es una vieja aburrida?



-¡No!, no... jeje por supuesto, ni hablar, que usted no es una vieja… me ha cogido por sorpresa, pero vamos, ya comienzo a ver la noche con otros ojos (y al decirlo le miré con descaro su hermoso escote, aprovechando que aparentemente no se fijaba). ¡Venga!



Subió a su habitación y en 20 minutos estuvo de regreso, dichosos minutillos que sí merecieron la pena. Vestía un top blanco muy hermoso que dejaba ver ampliamente el sujetador del mismo tono. Su panza, plana y exquisita como de quinceañera, lucía soberbia un ombligo de encanto, y por debajo de éste comenzaba lo mejor: un pantalón blanco, ajustadísimo y de telilla finísima, que dejaba al tanga aún más visible, revelando unos muslos más bien rellenitos, muy apetecibles.



Ofrecí llevarla en mi coche. Tras tumbarse sobre el asiento envolvente del deportivo, sentía yo que llevaba conmigo un tesoro de mujer, en todos los aspectos, una mujer completa... y sacaba conciencia pensando cuán diferente era a su pobrecita hija. El motor de mi coche nuevamente pedía marchas y revoluciones, y si bien ahora no llevaba una rabia por descargar, sí me traía un deseo que me ponía la piel de gallina y que necesitaba saciar como me fuese posible cada vez que miraba a mi bella acompañante.



Llegamos al fin a una Disco que yo muy bien conocía, muy cerca del centro de la ciudad. Bailamos hasta el sudor, y a menudo tocó bailar muy abrazados, yo no quería hacer expectativas de ello pero no me cortaba en pegarme a ella, mirándole sin chistar mientras me pegaba a sus tetas y me tomaba de su cintura cada vez que daba la ocasión, cosa que a ella no le molestaba y seguía así muy alegre.



Entre bailes se nos acercó una pareja de la edad de Isabel; él, un tío muy alto, corpulento y de unas facciones que no me inspiraban la más mínima confianza, invitó a mi acompañante a la pista y ésta aceptó de buena gana, yo mientras tanto bailé un par con la compañera del señor y tras eso, la aburrida señora se disculpó que algo tenía que hacer y se retiró del lugar. Yo, solo como estaba, miraba cómo bailaban Isabel y ese inoportuno, la situación me tenía como un perfecto infeliz. Pasó una hora de aquello y el afortunado compañero de baile invitó a Isabel a charlar a una mesita perdida entre la multitud. La situación para mí no podía ser más irritante, no quise perderme detalle de su conversación y me acerqué con disimulo. Les espiaba con un celo por Isabel que hasta esa noche no me conocía. La charla entre ellos parecía seguir un curso por lo visto bien encaminado. El tío se incorporó de la mesa y él se la llevó de la mano, de un modo que me pareció forzado, hasta la salida, entonces me hizo sospechar. Ella se notaba muy ebria y al ver la escena no tardé en adivinar lo que ese tipo se tenía en cabeza. Les seguí hasta la salida, veía impotente cómo él la acomodaba dentro de su coche y me presentí lo peor. Subí a mi coche, él arrancó el suyo y así se dio inicio a una persecución para pillar al pringao, me sentía como un auténtico "cuernos" y haría todo a mi alcance para sacar de ese lío a Isabel. Sabía que ella es ante todo una mujer de principio y que no se iría con el primer hombre que se le cruzara entre ojos… convencido de esto me di por completo a sacarle de esa situación.



En la general pude ver cómo mi Impreza aceleraba como el demonio que era y ganaba enteros rugiendo motor y acercándose poco a poco al Z3 de ese mierda, que se dio cuenta de que le seguía y aventajó desviando hacia unas callejuelas secundarias. Le perdí por un segundo pero luego buscando y buscando pude ver su BMW en una esquina, por lo visto ese era el lugar escogido para desvirgar a Isabel y, quién sabe si antes lo fue para tantas otras. Estacioné mi coche de forma que no pudiera verle.



 



Me acerqué sigiloso, armado con un bastón. Me hice aparecer frente a él desde fuera como una sombra, el hijoputa se encontraba muy concentrado forcejeando con Isabel quien gritaba por zafarse de sus manos, por lo que pude ver ella no se dejaba y fue motivo para que mi impaciencia estallara… alcé el bastón con impulso de ambos brazos, él miró y no alcanzaba a decir "oye tú, gili…" cuando le llegó un menudo golpe en todo el cristal que le volvió la cara ensangrentada y le dejó tendido sobre el coche. Isabel, asustada y con una cara ruborizada más por la situación que la embriaguez misma, parecía recuperar la lucidez. Luego se volvió a mí para llorar en mis brazos. Así como estaba sólo me dijo "gracias, has llegado justo a tiempo…" y se incorporó como pudo dándome un suave beso en los labios. Ambos miramos a un tiempo al bastardo, que yacía inconsciente. Ayudé a Isabel hasta el coche y me sonreí en señal de triunfo.



Ya de camino a casa por la general, recompuesta ella y yo satisfecho por mi logro en esa loca hazaña aquella noche, ignoraba que ser el salvador de la misma me comenzaría a favorecer a un límite insospechado.



-Oye héroe, te debo una pieza de baile y algo más (decía Isabel con algo de embriaguez brotando aún en el aliento y la voz)



-No bromees Isabel, que te he librado de una que ni te veas…



-Mmmm… veo que comienzas a aprender de esta vieja, tutéame que así es mejor (el estado de Isabel como quien no quiere la cosa me estaba provocando una erección al conducir, parecía más indefensa, si me propusiera cogerle sería más fácil así, pero mi cordura y formalidad seguían venciendo frente a este deseo en el que ella no ayudaba a controlar en lo absoluto) – hombre no te lo tomes así, no crees lo que te ofrezco-siguió en plan de cachondeo- si quieres te puedo bailar todo lo que resta de esta noche para agradeceros… héroe.



-Espero que pronto puedas recuperar la lucidez (decía yo con una seriedad nada convincente)



-¿Por qué será que te ha crecido así? Pues yo no soy ninguna tonta, capullo (no di importancia a su comentario, pensé "estará tocada por las cervezas y ya", hasta que sentí en mi entrepierna un frío… ¡¡¡un frío proveniente de su mano!!!)



-Isabel, ¡qué haces joder!



-Pues decidid ahora cariño, FÓLLAME O DÉJAME



-¡Qué dices!



-Ya está dicho, quieres tu recompensa o no, ¡héroe!



-Lo siento, no te estoy entendiendo… (dije fingiendo estar fuera de lugar, pero muy caliente)



-Pues yo creo que sí, no le puedes mentir a una chica cuando ésta tiene tu rabo creciendo en su mano (no dejaba de tener argumentos su comentario) ¡Anda, detened el coche y termina ya de hacer lo que él no pudo. Te lo tienes ganado hijo (reconozco que el trato de "hijo" me excitó, mi morbo estallaba y sentía como si Isabel fuese una madre muy puta invitando a follar a su hijo. Cogió mi mano desocupada y la llevó a una de sus tetas, por debajo del sujetador. Y siguió diciendo inocente). ¿No quieres?



Detuve el coche en seco. Aparqué cercano a una ladera, la vista era fenomenal y me pareció buen lugar para recibir mi premio. La mano que sentía fría bajo mis pantalones ahora tenía una temperatura más bien agradable, con ella me tenía la polla bien cogida al tiempo que yo iba jugando con su duro pezoncito.



Su otra mano fue sobre la mía y me la dirigió hasta su ombligo… sentía que su vientre estaba muy caliente y ello no pudo ser mejor para mí. Mi mano se pasaba suavemente sobre ella, Isabel cerraba los ojos y respiraba e instintivamente, como si ella me lo estuviera ordenando, llevé mis dedos bajo su pantalón para llegar hasta su sexo. Noté que mis dedos no entraban por lo que bajé su cremallera y tras eso, sentí ese calor sobre mi cabeza que experimenta todo quien se saborea su premio, mi mano adivinó la pita de sus bragas y la siguió, hasta ver triunfal ese merecido espectáculo que era ver a Isabel en esa pinta de top y tanga. Su conejito depilado se dejaba ver bajo su lencería, en verdad eso era una delicia y quise comerle todo su coño en el mismo instante. Aparté el tanga a un lado y llevé mis dedos sobre su suave monte, ello le causaba un placer que me transmitía con agudos gemidos y una mirada muy lasciva, sin hablar la verdad es que ya me estaba diciendo mucho pero de un momento a otro rompió el silencio:



-Esteban, ya estoy con prisa hijo, lleva tus deditos dentro…



-Isabel… me tienes loco, guarra… (estaba muy húmeda, le abrí sus labios buscando su clítoris



-Síiiii… me tocáis muy rico, pero déjate de juegos y comienza a moverme el botoncito ya!!



-Te lo tienes escondido, estoy buscando…



-Más arriba… sí, lo has conseguido… ahora mueve tu dedo rapidito y me lo pasas sin parar, ahhhhhhhh…. Mmmmmmhhhhh…



-Eres una buenorra, una tía muy buena…



-Mmmmm…tus dedos son una pasada Esteban… nunca me los apartéis de ahí que me gusta...



-Nunca te los apartaré de tu coñito, cariño… (me sorprendía al hablarle así a la que fuera mi suegra, pero no me cortaba porque era lo que ella quería escuchar)



-Ohhh… sigue diciéndome lo que te piensas de mí… ¡me excita que lo digas coño!…



-Pues eso, QUE ERES UNA BUENORRA



-MMMM… sigue moviendo los dedos, no te detengas por nada, comienza a hacerlo más rápido que siento que ya me corro..



-Joder… eres la ostia Isabel, nunca creí que fueras una putita para mí, finalmente tengo una mujer… ohhh… ¡¡joder te estás corriendo!! (sus fluídos chorreaban en mi mano y sus piernas, yo por entonces brotaba humo por mi cabeza y ni qué decir mi mástil).



-Mmmmhhhhh…. Venga, ¿quieres zumo de buenorra? Tómatelo todo, héroe cabrón…



Recliné los asientos hacia atrás y la acomodé con el culo puesto frente a mí, levanté sus piernas como si mudara a una beba y ella las separó para ayudar a comerme su chocho. Llevé mi cabeza hasta su entrepierna y una vez allí, con aquella maravilla a mi alcance, bebí de mi premio que resultó ser el más exquisito de los manjares, sus jugos entre el sudor de su ingle tenían para mí un precio impagable, abrí con ambas manos sus labios y repasé mi aliento y mi lengua sobre su rajita que se estremecía y producía unas contracciones exquisitas, con un movimiento de mi lengua repasaba su coño hasta el fondo, de arriba abajo entre sus pliegues, hasta que le dejé limpia. No llegué muy dentro, quería que estuviese bien lubricada para desvirgarla de una buena vez.



Su mano en mi entrepierna se mantuvo casi inmóvil ante el placer que yo le estaba propinando, hacía nada más que acariciar la polla y mis huevos, con el placer que mis manos le habían dado tenía todos los sentidos enceguecidos. Pero me tenía muy cachondo el saber que Isabel se había corrido en mi mano, mi amigo ahí abajo se erguía con la misma furia de la que al fin me había librado, tal parece que ahora el de cuidado era mi cañoncete erguido, listo para disparar… ella se dio cuenta y me suplicó entre los gemidos que le causaba mi lengua que ella también quería disfrutar de mi polla, me acomodé como pude para que ambos disfrutásemos de nuestros sexos, que dentro de un coche que tampoco es una limosina no es nada fácil. Apenas la tuvo al alcance la muy golosa se la llevó toda a la boca, pese a ser experimentada y saber las molestias al sentir las horcadas, estaba deseosa, como es natural, de sentir sexo después de tanto tiempo sin saborear nada más que la soledad. La frotaba dentro de ella de tal forma que yo sentía follando, verdaderamente le estaba follando la boca. Mis ojos llevaban la mirada perdida, imagino que los había puesto en blanco del inmenso e indescriptible placer que me daban esas mamadas… la madre de Daniela resultó ser la mejor amante que pudiera desear, una madurita deseosa, que nunca terminaría de implorar por cogerle.



El único problema era el reducido espacio en mi Subaru… con tantas modificaciones que mi padre le había hecho a la butaca, Playstation, pantalla y una preparación Car Audio verdaderamente bestial, realmente iba muy incómodo hacer el 69 allí dentro. Y sería peor aún follar en medio de todo, ni hablar. Advertí a Isabel al ver que ella también se sentía como yo:



-Creo que el premio tendrá que esperar… la verdad es que no me quiero apartar, pero ya ves que no logramos nada aquí dentro… (dije sin ocultar mi molestia)



-Tienes razón, tampoco deseo cortar lo que llevamos, pero tendrá que ser en otro lugar, esto está estrechísimo.



-Sí. ¿Alguna idea?



-Pues ya que estamos cerca de casa… no será necesario un motel. Me tienes desesperada "hijo"… (me dio un besazo en mis labios y se , yo sólo me subí el pantalón y ayudé con lo suyo a Isabel, por supuesto en el tanga tardé un tanto para pasarle mis manos sobre su entrepierna. Una vez puesto, pasé mi dedo por sobre sus labios e hice que se le metiera un poco. Así comido como se lo tenía le quedaba muy sexy, le di una última caricia, pasando mis manos por sobre sus rubios cabellos rizados, y le devolví un ardiente beso, arranqué motor y en menos de un suspiro estuvimos en la entrada de su chalet.



-Tal parece que mi hija no está, las luces estarían encendidas. No parece haber nadie.



-No… yo no estaría tan seguro. No podremos saber hasta entrar.



-Pues entra tú, aún estoy toda coloradita y si ella me ve así sospecharía.



-Bueno Isabel, como quieras. Las llaves…



Salí llave en mano, hacía un frío terrible porque ya eran las 6:20, abrí la puerta de la entrada, me asomé por entre las ventanas a ver si veía alguien dentro, y nada. Pero recordé que Daniela y yo acostumbrábamos ir a su habitación, fui desde fuera a echar un vistazo…antes de poder asomarme tuve una punzada en el estómago que me avisó de lo que confirmaría al mirar hacia dentro: la silueta inconfundible de Daniela, sobre la cama, follada como una perra mientras su "nuevo novio" le ensartaba una polla terrible.



"Pues nada, a divertirse" pensaba para mí, con un dolor en el pecho que me volvía a llenar de odio. Miré hacia atrás, a Isabel, quien no tardó en adivinar lo que ocurría.



(CONTINUARÁ)


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 8
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