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Fiesta folladora

~~Fueron
 unos días muy intensos, llenos de alegría y celebraciones
 por todos los rincones de la ciudad. Recuerdo con especial cariño
 el último día de las fiestas. Como venía siendo
 habitual había salido a tomar unas copas con los amigos de
 siempre. La ciudad estaba prácticamente tomada por los visitantes.
 Era una invasión ruidosa pero pacifica, en la que propios y
 extraños tenían un objetivo común, la diversión.
 La diversión para mí comenzó sobre las 11 de
 la noche cuando por casualidad conocimos a un grupo de chicas del
 norte. Mis pupilas no tardaron en fijarse en una de ellas, se llamaba
 Nerea. Nerea
 era una preciosa joven de 24 años, sus perturbadores ojos verdes
 descansaban sobre su lánguido rostro de chica inocente. Pronto
 comprendería que su inocencia tan sólo residía
 en su angelical rostro, lo que le proporcionaba más encanto
 y misterio aún si cabe. Su cuerpo enmascaraba nuevos misterios
 que pronto iba a descubrir. Nerea
 poseía unas sugerentes y redondeadas curvas que eran realzadas
 hasta el extremo por las ajustadas prendas que vestía con soltura
 y elegancia. Desde el principio ambos nos gustábamos por lo
 que estuvimos charlando durante varias horas al tiempo que no parábamos
 de darnos señales inequívocas de nuestra atracción.
 Sus
 enrojecidos labios no paraban de obsequiarme con inequívocas
 y sensuales muecas, mientras, yo no paraba de sonreír ante
 su presencia. Pasada la una ya nos habíamos besado por primera
 vez y nuestros cuerpos ya habían empezado a entrelazarse a
 través de nuestras manos. Estuvimos varias horas entre local
 y local, bailando, besándonos y bebiendo al son de la música
 y la fiesta de las calles. Se
 hicieron las tantas y nuestros cuerpos pedían más. Ambos
 estábamos deseosos de intercambiar sensaciones, de entregarnos
 al frenesí sexual.
 Entre miradas cómplices y susurros al oído nos separamos
 del grupo y nos adentramos en las pobladas calles. Buscábamos
 un lugar tranquilo, deshabitado y ajeno a las miradas de curiosos.
 Tras varias vueltas decidimos acercarnos a unos jardines de la ciudad.
 Las circunstancias jugaron a nuestro favor. Hacía una noche
 fresca y primaveral, digna del más caluroso de los meses estivales.
 Llegamos al enorme jardín que se encontraba algo separado del
 centro de la ciudad. Comenzamos a buscar un lugar apartado y en el
 que la vegetación fuese nuestra aliada. No tardamos en encontrar
 una zona realmente tranquila y alejada. Fue
 allí donde nuestros labios volvieron a encontrarse con pasión.
 Esta vez estábamos solos con la única compañía
 de varios noctámbulos grillos.
 Nuestras manos no tardaron en acariciar nuestros ardientes cuerpos.
 Mis labios no podían dejar de besarla al tiempo que mis manos
 recorrían lentamente su sedosa y lisa melena negra. Nos recostamos
 sobre el fresco césped. Ella se entregó a mis brazos.
 Yo seguí besándola mientras mi inquieta mano derecha
 empezaba a perderse entre sus peligrosas curvas. Ella no se quedó
 atrás e introdujo sus frías manos bajo mi camisa.
 Sus dedos no dejaban de acariciarme dulcemente el torso. Sin perder
 un instante la liberé de su sostén y así pude
 comprobar la firmeza de sus erectos senos. Los agarré con suavidad
 pero con firmeza mientras nuestras incisivas lenguas mantenían
 una peculiar pugna. Nos
 saboreábamos el uno al otro hasta que ella detuvo mi ofensiva.
 Hizo que me tumbara sobre el césped, me bajo la cremallera
 con sumo cuidado y rebajo mis pantalones hasta las rodillas. El bulto
 de mis slips no dejaba lugar a dudas. Mi sexo no podía ocultar
 su excitación. Sin pensarlo ella me rebanó los slips
 y agarró mi pene con suavidad. Fue entonces cuando inició
 un suave pero continuo movimiento mientras me miraba fijamente a los
 ojos con picardía. En escasos minutos mi pene ya se encontraba
 dentro de su caliente boca. No sin antes haber pasado su inquieta
 lengua por toda la parte superior de mi glande. Lo degustó
 una y otra vez, con fiereza, hasta que irremediablemente mi semen
 roció todo su rostro. No tardó en limpiarse la cara
 así que decidí mostrarle mi más sincero agradecimiento
 mientras recobraba las fuerzas para el siguiente asalto. Esta
 vez fui yo quien la giró, la puse sobre el suelo y comencé
 a tocar su parte más íntima sin descanso mientras la
 besaba. Sin perder un minuto le levanté su falda y le arranqué
 sus húmedas braguitas. En ese preciso instante comencé
 a saborear su sexo frenéticamente. Ella comenzó a gemir
 mientras acariciaba mi pelo. Conseguí excitarla, tanto que
 los grillos pararon su repetitiva cantinela por unos segundos. Nuevamente
 mi sexo resurgió de sus cenizas cual ave fénix. Era
 el momento y no dude. Introduje mi pene sin compasión. Su cálido
 interior me recibió con alegría. La lujuria se había
 apoderado de mi ser.
 El cuerpo ya no me respondía, no podíamos parar. Mis
 movimientos infernales no podían detenerse. La penetré
 durante varios minutos hasta agotar todas mis fuerzas. El cenit del
 placer había llegado nuevamente. La pasión desbordante
 puso fin a aquella excitante experiencia. Media
 hora más tarde ella Nerea se marchó en busca de sus
 compañeras.
 Tras nuestro impetuoso encuentro nuestros caminos se separaron. Una
 pícara sonrisa fue nuestra despedida. Nunca más volví
 a saber de ella, quizás en otras fiestas nos volvamos a encontrar,
 quien sabe.

Datos del Relato
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