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Categoría: Maduras

Fantasia con mi suegra

No fue algo rápido, al contrario, pasaron muchos años antes de ver cumplida mi fantasía. Desde que llegue a casa de Cintia, mis ojos se clavaron en el busto de su madre. Era un hermosa mujer, ojos verdes, cabellera rubia, muy alegre, quizás con algunos kilos de mas, pero que ocultaba muy bien a través de su joven manera de vestir, y mas aun con esos generosos escotes que siempre le gusto llevar. Pero en ese instante era solo una fantasía, solo por ser hombre quizás, me fijaba en las voluminosas tetas de mi suegra, pero nada del otro mundo, nunca una obsesión o algo parecido, aunque a veces confieso que al estar besando los pechos de Cintia en la oscuridad del living de su casa, pensaba consiente o inconscientemente en que los pechos que besaba, eran los de su madre, que dormía sola en su cuarto. Digo sola por que mi suegra se había separado hace muchos años y nunca mas se volvió a juntar con nadie.



 



 



A Cintia la amaba profundamente y con el paso de los años me casé. Nuestro matrimonio fue los primeros años excelente, tuvimos dos hermosos hijos, pero al cabo del tiempo pasamos a caer en la monotonía, peleas etc., hasta que finalmente terminamos separándonos.



 



Afortunadamente nuestra separación fue muy tranquila, sin peleas y con mi expedita entrada a su casa para ver a los niños.



 



Pero el tiempo siguió su curso, y al cabo de otros años, Cintia volvió a casarse, llevándose con ella a los niños que en ese tiempo ya tenia 14 y 12 años. Mi suegra que trabajaba en una prestigiosa empresa como contadora, jubiló a sus 60 años , y al no poder conseguir un nuevo trabajo, se quedó en casa cuidando a sus nietos hasta que la madre volvía del trabajo muy tarde a pasar a buscarlos.



 



Con el marido de Cintia nunca tuvimos problemas, pero ir a visitar a mis hijos a su casa, la verdad me complicaba un poco, y prefería llegar a verlos a la casa de mi suegra, antes de que Cintia pasara a buscarlos.



 



Fue ahí quizás donde poco a poco comenzó a nacer una atracción con mi suegra, ya que muchas veces luego que Cintia se iba con los niños, yo quedaba con su madre conversando de los niños, mi trabajo y de muchas otras cosas.



 



Pero lo que si estoy claro, fue una tarde en que llegue temprano a ver a los niños y mi suegra se encontraba en el patio de la casa trabajando en el jardín. Mi suegra usaba una blusa vieja, desteñida, que usaba para hacer el aseo de la casa. Me senté en un piso a su lado, y mientras conversábamos ella seguía agachada arreglando una planta. Su generoso escote, sus grandes pechos colgando, quizás con un sostén un poco suelto, me brindaron una tremenda vista de sus grandes pechos que muchas veces había deseado. Sin poder controlarme, deseé tener esas grandes masas de carne en mi boca, tocarlos, chuparlos y sin darme cuenta comencé a echar a correr mi imaginación excitándome mucho.



 



Muchas veces estando casado con Cintia había visto a mi suegra en alguna situación similar, incluso una vez tuve la suerte de verla cambiarse ropa a través del reflejo de una ventana abierta de su habitación, dejándome loco de calentura, pero ahora era distinto, yo completamente soltero, y justo en ese tiempo con una mala racha con las mujeres.



 



Esa misma tarde entre al baño de su casa, y me fijé en el cesto de ropa sucia que estaba en el baño. La imagen de las tetas de mi suegra, con mi verga en la mano, aun un poco dura por el espectáculo brindado, me sentía con una excitación no menor, y animado por la intimidad del cerrojo del baño, comencé a buscar entre la ropa, alguna prenda intima de mi suegra. El destino puso en mis manos unos calzones de ella, con una notoria mancha en su parte interior, donde quizás ese mismo día estuvo entre las piernas de mi suegra. La lleve a mi nariz y sentí el olor que mi suegra había dejado en esa prenda.



 



Desde ese día, mi suegra comenzó hacer una pequeña obsesión, que poco a poco fue transformándose en más que una obsesión, llegando hasta soñar con ella. Me fijaba en cada uno de sus movimientos, su pelo, su perfume, sus gestos, todo. Me gustaba quedarme solo con ella en su casa, para conversar con ella, a veces acompañado de un traguito que a mi suegra siempre le gustaba beber en mi compañía.



 



Así me encontré a mis casi 38 años, una noche masturbándome con una de sus prendas de vestir que había robado del cesto de ropa sucia, solo en mi casa, pensando en ella. Ese día luego de acabar, pensando en lo que estaba haciendo, me puse como meta, llegar a tener algo con ella.



 



Desde ese día comencé un lento pero profundo avance con ella. Mis visitas eran mas frecuentes, mi mirada quizás le decían algo mas, nuestras conversaciones mas relacionadas con el tema de la sexualidad, en fin, hasta que una noche, luego que Cintia se llevara a los niños, en una calurosa noche de verano, nos encontrábamos en el patio de su casa. Le mencioné que me moría de ganas de tomarme un pisco souer heladito y ella me dijo que también le gustaría, pero que lamentablemente no tenía. Sin pensarlo me ofrecí a ir comprar uno a la botillería de la esquina y que lo bebiéramos ahí en la terraza de su casa, disfrutando de la noche. Ella no puso objeción y partí hasta la botillería de la esquina y traje dos botellas. Ella se rió al verme llegar con 2 botellas, pero le dije que no era necesario que las bebiéramos las 2 ese día, que la podríamos guardar para cualquier otra noche.



 



Comenzamos a beber y a conversar, dedicando especial atención que el vaso de mi suegra estuviese siempre lleno. Sin darnos cuenta la primera botella se acabó y cuando ella fue al baño, entre a la cocina y saqué la otra botella que tenía en la heladera.



 



Ella esa noche usaba un vestido de verano, delgado, muy delgado, de color amarillo, con unas grandes flores de colores. Se ajustaba perfectamente a su cuerpo, trasluciendo las junturas de su ropa interior y como siempre con un generoso escote.



 



Al salir nuevamente al patio, se rió al ver la otra botella y me dijo que no quería más, pero al ver su vaso servido no pudo rechazar la invitación y siguió bebiendo. Ya llevábamos casi la mitad de la otra, y mi suegra comenzaba a bostezar. Hace rato que ya su lengua estaba traposa, sus gestos un poco torpe y muy diplomáticamente me dijo que ya era tarde, y que era mejor que me fuera. Ella me acompaño a la puerta pero al pasar por el baño, me pidió un segundo para entrar a desahogarse. Sentí como se levantaba su vestido, luego un gran chorro de orina. Me imaginaba a mi suegra levantándose el vestido, sus anchas nalgas, su sexo al aire y haciendo sus necesidades, me volvieron loco, hasta que el sonido de la cadena me dijo que estaba pronto a salir.



 



No me pude contener y apague la luz del pasillo. Mi suegra abrió la puerta y apagando la luz, en la oscuridad, se encontró mis brazos que la tomaron por la cintura y la trataron de besar. Una gran grito de susto salio de su boca y al darse cuenta que era su yerno el que trataba de besarla con sus manos apoyadas en mi pecho repelía el ataque pidiéndome que la soltara. Mis oídos no hicieron caso de sus suplicas y en la oscuridad mis labios encontraron los suyos, mientras mis manos se apoderaban de sus generosas nalgas. Ella aun seguía resistiéndose pidiéndome con un tono mezcla de temor y autoritario que la soltara. Hasta que su suplicas poco a poco fueron aumentando de tono hasta que me di cuenta que mi suegra, aun estando con unos tragos de más, no quería nada conmigo y se estaba molestando. Con algo de vergüenza y sin saber que decir, la solté. Ella alejándose de mí, me ordenó, enojada, que me fuera inmediatamente de su casa. Pidiéndole disculpas, me fui de su casa, sintiendo como ella cerraba con llave luego de cerrara yo la puerta.



 



Lejos de sentir algo de placer, me encontré manejando a mi casa, con una vergüenza tremenda, completamente arrepentido de haber echo eso. No sabía como sería mi relación con ella de ahí en adelante, complicado por tener que visitar a diario a mis hijos en su casa, ¿sería capaz de contarle a su hija lo sucedido?, maldita la hora en que se me ocurrió pensar con el pene antes de que la cabeza.



 



 



Pasaron 2 días y no me atrevía ir a visitar a mi hijos. Mi ex señora me llamó por teléfono y preguntó que me pasaba. Culpando a mi trabajo, le dije que sin falta al otro día pasaría por la casa de su mamá.



 



Con un nudo en la garganta, me encontré tocando el timbre de la casa de mi suegra. Uno de mis hijos abrió la puerta y luego salió el otro a saludarme. Pregunté dándole poca importancia por mi suegra, y me dijeron que estaba acostada en su habitación viendo televisión. Esa tarde estuve solo un rato, tratando de no encontrarme cara a cara con ella. Pero al otro día, fue mi suegra la que abrió la puerta. La salude y apenas respondió mi saludo. Me dijo que los niños estaban en el patio y dándome la espalda entró a la cocina. Luego de compartir un rato con mis hijos me fui de la casa. Al pasar por la cocina, mi suegra aun permanecía ahí. Aprovechando que mis hijos aun se encontraban en el patio, desde la puerta le pedí que por favor me disculpara, echándole la culpa al alcohol etc. Mi suegra con una cara muy enojada, me dijo que no era una excusa eso del alcohol, y que prefería no volver a tocar el tema.



 



Desde ese día la relación con ella era un poco tirante, pero ambos disimulábamos perfectamente ante otras personas. Solo que desde ese día nunca mas me quedé en su casa luego que los niños se marchaban.



 



Pasó el tiempo, cerca de tres meses. La relación con mi suegra igual mejoró un poco, pero nunca llegando hacer como antes. Incluso una vez me toco llevar a uno de los niños al doctor y llegando su madre también a la clínica, se llevo directamente a los niños, llevando yo a mi suegra de regreso a su casa. La conversación al estar los 2 solos en el auto, fue en completa normalidad, como si nunca nada hubiese pasado, a si que asumí que ya había quedado en el olvido y pensé en tratar de olvidar ese momento de nuestra vida.



 



El tiempo siguió su curso, y fue en un cumpleaños de mi hijo mayor, que me encontré en casa de Cintia, bebiendo junto a su marido, mientras mi suegra conversaba con la madre de el, sus hermanas y mi ex señora.



 



Algo de música, algo de baile, una fiesta entretenida, bastante alcohol, me sentí algo mareado, aunque no mucho. Me comencé a despedir de los invitados, cuando Cintia me pide que por favor acerque a su madre hasta su casa. Mi suegra me preguntó si no tenía problema y sin hacer ningún problema, me fui con ella. En el trayecto la conversación fue todo normal. Mi suegra también me decía que se había tomado unas copitas de más. Mientras conducía nuevamente comenzó a bajar ese instinto animal con esa interesante y madura mujer. Mi suegra ya tenía 63 años, pero en ese ajustado vestido, su generoso escote y un tajo en su vestido que mostraba su gruesa y hermosa pierna me tenía bastante nervioso. La verdad termino excitándome completamente, pero con lo vivido con ella, ni intenciones de volver a tirarme.



 



Pero mi mente y mi cuerpo no quedaría tranquilo sin desahogarme de alguna manera, a si que pensé en entrar a su baño, y robarme una de sus prendas interiores, que seguramente estarían en el cesto de ropa sucia, para saciar con una masturbación lo que esa hembra me hacía sentir.



 



Con la excusa que me dejara pasar al baño, entré a su casa y una vez cerrada la puerta, me coloqué a buscar en el cesto alguna prensa. Para mi desgracia, al parecer había echado toda la ropa a la lavadora, dejando solo algunas prendas que no servían para mi prometido. No me quedó más que orinar y tirando la cadena, me dispuse a salir del baño.



 



Pero al salir y apagar la luz, veo que la casa estaba casi oscura, solo una lámpara en el living de la casa. Cierro la puerta y al tratar de avanzar por el pasillo, me encuentro cara a cara con mi suegra. Me sorprendió verla ahí, callada, mirándome a los ojos, hasta que sus brazos se aferran de mi cuello y sus labios buscan los míos.



 



Nos fundimos en un apasionado beso, sintiendo el agitado corazón de mi suegra, sus grandes pechos apegados al mío. Mis manos en su cintura, apretándola tan fuerte como ella lo hacía conmigo. Su respiración completamente agitada y su lengua completamente metida en mi boca. Mis manos no se contuvieron más y descaradamente le agarran sus nalgas apretándolas fuertemente y atrayendo su cuerpo al mío. Nalgas grandes, carnosas, que muchas veces mis ojos se clavaron en ellas y hoy que se sentían perfectamente a través de su delgado vestido.



 



Mas, mis manos no se mantuvieron mucho rato por sobre el vestido y metiéndose bajo su vestido, acariciaron directamente esas deliciosas carnes, logrando que mi suegra dejara de besarme en los labios y comenzara a juguetear afanosamente su lengua en mi oído, gimiendo cada vez que mis manos se movían diciéndome entre gemidos que me deseaba.



 



Sin dejar de besar su cuello, y apretar su poto, la fuí llevando lentamente hasta su cuarto. Parados al lado de la cama, ambos comenzamos a desvestir al otro muy rápidamente como no pudiendo aguantar tener el cuerpo desnudo del otro.



Al poco rato mi suegra estaba solo con ropa interior y yo completamente desnudo. En la oscuridad de su cuarto, la acosté en la cama y montándome sobre ella, busque esas grandes tetas que siempre habían sido mi obsesión. Su sostén no duro mucho puesto y desprendiéndolo por detrás y sacándolo, sentí en mis labios un gran y largo pezón, completamente duro. No puedo describir el deseo que tenia de sentir las tetas de mi suegra en mi boca y desesperado, como un animal las chupe una y otra vez, restregándomelas por la cara, saciando esos muchos años de deseos fustrados.



 



Sus tetas eran exquisitas, grandes, blancas, carnosas, muy sabrosas y su gran pezón exquisito, lo chupaba muy fuertemente sacando de cada gran chupada una largo y fuerte quejido de esa mujer. Ni siquiera sentía deseos de penetrarla, solo quería chupar una y otra vez sus hermosas tetas, pero de todas formas mis manos la manoseaban por todo el cuerpo.



 



Casi suplicándome mi suegra entre quejidos, retorciéndose de placer, me pedía que se la metiera de una vez. Metiendo mi mano entre sus piernas, me encontré con una jugosa y peluda concha que pedía agrito ser llenada de pico.



 



No la hice sufrir más y dirigiendo mi duro mástil a esa mojada concha se la metí hasta el fondo sin contemplación. Un largo grito de placer salió del interior de mi suegra y mi verga comenzó a salir y a meterse una y otra vez, aferrado a sus carnosas nalgas.



 



Aun con todas las ganas que sentía, me contuve y me la culié por largo rato, escuchando como mi suegra se quejaba de placer, sin dejar de chupar sus tetas, hasta que de repente, alcanzando un monstruosos orgasmo, logré que mi suegra lanzara un potente chorro por su concha dejándome todas las piernas mojadas. Fue en ese momento mientras mi suegra gemía como una perra, que me hizo perder la concentración y sentir como mi leche ya viajaba a toda velocidad. Entre grande quejidos también de mi parte, comencé a descargarme dentro del cuerpo de la madre de mi ex. Al sentir como su viejo sexo se llenaba de semen caliente , mi suegra no se contuvo y alcanzó enseguida un segundo orgasmo, botando nuevamente una gran cantidad de jugos desde su interior.



 



Siempre me han gustado las mujeres que al acabar botan mucho jugo, y mi suegra era un volcán. Eso, ayudado de la dureza que me había entregado el alcohol, me permitió mantenerme duro. Me salí de sobre mi suegra y colocándome de lado, detrás de ella, le tome una de sus piernas y pasándola por sobre mi, con mis dedos busque su jugoso sexo. Al encontrar la ubicación exacta dirigí mi pico nuevamente a esa ubicación y me la seguí culpando por mucho rato mas. Mientras mi suegra seguía quejándose, mis manos no dejaban de manosear sus grandes tetas casi arrancándolas de su cuerpo.



 



Después la hice colocarse boca abajo y ya sin ayuda, mi pico encontró su jugoso sexo, penetrándola fuertemente una y otra vez. Mi suegra me pedía que no parara, y mis intenciones no eran hacerlo. Una y otra vez continué taladrando la entrepierna de mi suegra, ahora amortiguando mi pelvis con sus generosas nalgas. Cuando me dijo que estaba apunto de acabar nuevamente, la hice ponerse en cuatro patas y arrodillado tras de ella, con semejante mujer delante mío, completamente a mi disposición, la manoseaba completamente, alternando entre su gigantesco culo y sus descomunales tetas que colgaban entregándose a mis manos.



 



Todo el pudor de esa mujer había quedado atrás, ahora en esa posición era solo una hembra ansiosa de pico, deseosa de placer, quejándose y moviéndose de atrás a adelante, enterrándose ella sola en la dura verga de su yerno.



 



Sus quejidos se escuchaban por toda la casa, y me pedía que por favor no parara, ya que estaba pronto a alcanzar un nuevo orgasmo. Este tardo un poco en llegar, pero cuando lo hizo, sus movimientos fueron mucho mas fuertes aun y sus quejidos ya eran gritos de placer. Sentí como su volcán de jugos mojaban todo mi miembro, bajando abundantemente por mis piernas. En este momento supe que no aguantaría mas por su edad y sin mucho esfuerzo, pero con mucho placer, comencé a llenarle el sexo de semen.



 



Nos mantuvimos en esa posición por algún rato, ya moviéndonos mas lentamente sintiendo como mi verga poco a poco perdía la dureza, mientras ella manteniendo la misma posición se movía lentamente de adelante hacia atrás disfrutando al sentir como mi verga aun semi dura se perdía en lo mas profundo de su cuerpo, hasta que en un movimiento, esta salió de su interior, completamente mojada y de ese sexo que estilaba.



 



Nos quedamos acostado uno lado del otro. Ella de boca y yo de espalda, disfrutando de lo vivido, y aun con mi mano, ya con más calma, acariciaba su enorme poto que tanto placer me había entregado, mientras ella sin decir ninguna palabra, estiraba la mano y me acariciaba entre las piernas.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 8
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2078
  • Valoración:
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