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Categoría: Infidelidad

Eva Infiel

No tenía mucha prisa por casarme, pero a los ventipocos años, Mario se empeñó en que debia,os hacerlo y lo hicimos. Me casé con el chico con el que llevaba saliendo desde hacía cuatro años:Mario. No era muy guapo pero si fibroso y musculoso, con un buen empleo en una fabrica de vehículos, un automóvil tuneado que por entonces (jejeje, naadaa de risitaaass)me encantaba y un piso al que nos fuimos a vivir después de la luna de miel.
Por entonces yo había dejado de luchar en las oposiciones y estudiaba ciencias económicas y empresariales. Un alumno de mi mismo curso, diez años mayor que yo, casado y bastante serio, que se convirtió en mi compañero en las largas jornadas de estudios pre-exámenes, en su casa o en la de mi madre, con la que conviví hasta la boda.
David asistió a mi boda con su esposa, una hermosa morena que no le faltaba de nada, muy simpática e interesante. En la fiesta que siguió al banquete, bailamos y bailamos hasta el amanecer.
Con David solo bailé una pieza, parecía que no le gustaba demasiado bailar y noté que se ponía muy nervioso al hacerlo conmigo.
Eva - me dijo - no puedo bailar contigo. Algún día quizás sepas los motivos, pero-repitió-hoy no puedo.
Sin embargo, lo vi bailar con su mujer, bastante entusiasmados. Hacían una pareja envidiable.
Nuestra luna de miel duró casi un mes, recorriendo lugares exóticos que formaban parte del viaje que nos regalaron sus padres. Mucho turismo, mucha actividad, muchas excursiones, mini-viajes, fotos y más fotos. Agotador, nada íntimo. No aconsejable para una verdadera luna de miel. Sin embargo a Mario –mi marido- parecía no molestarle la falta de intimidad, al contrario disfrutaba como un turista empedernido. Yo sentía que faltaba algo que necesitaba, un poco más de calor, más acercamiento y pasión con mi estrenado esposo.
Regresamos y fuimos a vivir al apartamento, recién acondicionado y amueblado para nosotros.
Hacía tres días que regresáramos, cuando David, con quien antes de casarme habíamos montado una empresa de gestión de inmuebles, me llamó por la mañana para preguntarme si podríamos utilizar por un tiempo el apartamento como oficina, porqué estaban pintando el despacho y su casa quedaba bastante lejana del centro para utilizarla con ese fin. Le comente que lo hablaría con Mario y este una vez planteado el asunto aceptó de buena gana. David vino a casa al otro día. Yo todavía estaba disfrutando los últimos días de vacaciones. Me avisó que vendría temprano, pero me sorprendió llamando al portal alrededor de las 8 de la mañana.
Mario se había ido antes de las 7 a su trabajo y yo me duché rápida regresando a la cama, pues supuse que Mario vendría a eso de las 10, hora en que abríamos al público.
Me desperté apenas y le abrí la puerta de abajo. A los pocos segundos tocaba a mi puerta y yo, todavía algo dormida le abrí, sin reparar que no me había vestido. Llevaba un camisón corto y con una bata abierta.
David me dio un beso con mucho afecto. Me preguntó cómo estaba, por el viaje, la nueva vida... lo natural en estos casos.
Con mis 23 años, yo era bastante menuda, aunque de buenas formas, pelo rubio y ojos bien claros. Bonita, no espectacular.
David, un hombre hecho y derecho, con sus 35 bien parecido, pero nada especial en lo físico. Nos teníamos mucho afecto, y yo lo admiraba por su forma de ser.
Lo invité con café y galletas, en mi pequeña cocina.
Estaba preparando el desayuno mientras él hacía unas llamadas. Noté cómo me miraba cuando yo estaba de espaldas.
Tomamos café, comimos algo y cuando me levanté a llevar todo al lavavajillas para lavarlo, él se anticipó y lo hizo. Un detalle.
Lo seguí de cerca y, apenas dejó las cosas sobre la repisa se volvió hacia mí y quedamos uno enfrente al otro muy cerquita. Muchas veces habríamos estado tan cerca en esos años, pero esta vez parecía diferente, y lo sería!!
Me miró a los ojos y yo no pude sostenerle la mirada. Con su mano tomó mi cara desde el mentón y la elevó para darme un beso, suave en los labios. Se quedó quieto, esperando mi respuesta que no existió.
Entonces él repitió el beso, más dulce, más pleno, hasta lograr que yo, sin comprender qué pasaba, le respondiera. Entonces su lengua buscó mi boca y mi lengua y ambas se entremezclaron ligeramente. Me aparté y le dije que no estaba bien esto.
--Tu eres un hombre casado y yo llevo apenas un mes casada. No podemos hacerlo --
-- Entonces, mejor me voy -- me dijo serio y con voz profunda y sincera. Tendremos que pensar en otra solución, me va a costar venir aquí, aunque sea para trabajar sólo.
Yo traté de calmarlo y de que se sintiera más cómodo y tranquilo. No estaba echándolo, solamente quería evitar algo irremediable.
Se sentó y me tomó de las manos. -- No sé porqué nunca te lo dije antes, pero siempre te deseé, mucho -- me dijo sorprendiéndome, pero no tanto.
Yo siempre había sentido algo por él, aunque no podía definirlo como atracción, deseo o algo más.
Me atrajo hacia él y ya casi entre sus piernas, rodeó mi cintura con sus brazos. Yo apoyé mis manos en sus hombros, pero no puse distancia. Me acercó más hasta que su cara estaba sobre mi vientre, apenas cubierto por una delgada tela de seda de mi camisón. Comenzó a acariciarme las piernas, los muslos, me besaba el vientre. Sus manos se movieron hábil, delicadamente.
Al fin llegaron a donde querían. Mi entrepierna estaba excitadísima. Él notó la humedad en mi tanguita y me apretó fuertemente el coñito.
Me bajó el tanguita y levantó el camisón y allí comenzó a besarme y tocarme como jamás nadie lo había hecho.
Se agachó y colocó su boca en mi vagina y comenzó a lamerme y besarme y meterme la lengua en el coñito, hasta que lo consignó: encontró mi clítoris que, ansioso y erecto se le ofrecía pleno. Lo lamió, lo besó, lo sorbió, metía la lengua en mi vulva y allí mismo comencé a sentir que un placer nuevo, profundo, desde el interior mismo de mi ser crecía y aumentaba más y más. Tuve un orgasmo delicioso e inmediatamente otro más intenso, más potente, más vigoroso. Yo gemía y gritaba de placer, de loco placer.
Entonces, él me suplicó que fuéramos a la cama. Ciegamente, acepté que viniera a la cama, en la que unas horas antes había hecho lo mismo con Mario. ¿lo mismo? No, no era igual, ni parecido.
David se estaba quitando la ropa y yo hice lo mismo. Allí estábamos ambos, desnudos mirándonos y admirándonos. La polla de David era grande y gruesa y tenía una erección muy fuerte. Yo acerté a besarlo y a chuparlo un poquito, me impresionó su tamaño y lo duro que estaba.
Él volvió abajo y volvió a deleitarme con sus besos y lamidas. Estaba a punto de tener otro orgasmo cuando él se fue levantando lentamente, lamiéndome y besándome el vientre, los pechos y entonces se detuvo en el recorrido cando su polla estaba allí, en la puerta de mi coñito, ansioso, atrevido, potente.
Llevé mi mano hasta su verga y le ayudé a colocarla y entonces comenzó una penetración suave, delicada, impresionante.
Un ahogo, un gemido fuerte, una ligera sensación de dolor lo frenaron. Mi coñito estaba lubricado y mojado con mis propios fluidos después de dos orgasmos. Él siguió, sin hacerme daño, pero sin detenerse aún ante unos pequeños gritos causados por el dolor y la impresión que nunca había tenido antes, con mi esposo. (Su pene era más pequeño y algo blando, nunca me había provocado estas sensaciones)
Siguó hasta el fondo y entonces yo, ya no gritaba de dolor, sino de un profundo placer que desde mi interior más íntimo se expandía a todo mi ser.
El orgasmo fue brutal, no imaginaba que se podía llegar a un placer tan soberbio y sublime. No había siquiera soñado con algo parecido.
Él seguía adentro y me besaba en la boca desesperadamente, ambos lo hicimos con fiereza. Sin abandonarme, comencé a sentir que otro orgasmo vendría en cualquier momento. Sus movimientos suaves, rítmicos, se volvieron frenéticos, violentos rudos y entonces ambos explotamos en un placer sin límites, ambos nos descontrolamos totalmente, tuvimos un orgasmo glorioso, juntos, sintiendo el placer propio y el que nos provocaba sentir los gemidos y las expresiones sórdidas y violentas del placer del otro.
Como dije, jamás imaginé que se podía sentir tanto, tan intensamente.
Mi anterior experiencia ya no servía de nada. Yo no podría aceptar esa relación tibia, tenue, despareja y fugaz, que era lo que había tenido siempre con Mario. Seguía queriéndolo, sin ninguna duda, pero esta experiencia con David me había demostrado que un macho es otra cosa, es ternura si, pero también es furia. Es delicadeza, por supuesto, pero también es violencia. Es discreción, si, pero también es este descontrol impresionante, esta feroz manera de gozar.

David siguió viniendo toda la semana. Cada día, cada vez que lo hicimos, se superó en todo. Yo no podía creerlo.
Hoy muchos años después, seguimos viéndonos a escondidas con bastante frecuencia. Y nunca, decayó la impresionante atracción, la infinita dicha de estar juntos, gozándonos aunque fuera un breve rato cada poco.

Eva Traste
Datos del Relato
  • Autor: Siol Anep
  • Código: 14378
  • Fecha: 28-04-2005
  • Categoría: Infidelidad
  • Media: 6.08
  • Votos: 83
  • Envios: 4
  • Lecturas: 6145
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Una geminiana
invitado-Una geminiana 13-05-2005 00:00:00

Leí tu historia y estoy de acuerdo contigo en todo, es lo mismo que me pasó a mí, experimente un sexo grandioso con un señor mucho mas grande que yo y me fascino, nada que ver con como lo hace mi esposo. Te felicito.

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