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Categoría: Lésbicos

En un centro comercial

Llevaba ya tres meses en casa de Adela, había asumido las normas, su decálogo. La primera y primordial, éramos para los demás, tía y sobrina. Me convertí en su asistenta doméstica, ordenaba, limpiaba, hacia la compra, empecé a aprender cocina, cosa que se le daba muy bien a ella, pues yo hasta entonces pastas y platos precocinados, o comida fuera de casa.



Terminé en la Universidad, exigencia de continuar estudiando, sacarme el carnet de conducir, este capítulo merece relato aparte. Respecto al tema sexual, sumisión, me lo dejo bien claro, al igual que la manera y el lugar de llevarlo a cabo, la practica era casi a diario, días tranquilos y otros más fuertes y agitados. Nada era comparable a la satisfacción que me proporcionaba. Lo que se hace y el cómo se hace, es el resultado que se obtiene, vivir con ella, placer y satisfacción.



Habíamos salido de compras, y nos detuvimos a comer en un centro comercial. Hacía calor, apetecía el local climatizado, no había casi gente, estarían todos torrándose en la playa. Mientras comíamos, ella me hizo dar cuenta de un par de chicas jóvenes, sentadas frente nuestro, cuchicheaban con sonrisas y disimuladamente nos miraban. Ella sentada a mi lado había posado descaradamente su mano en mi pierna, desde la posición de ellas era perfectamente visible la maniobra.



—Mi niña, ves al servicio y quítate las bragas.



—Ahora.



—Sí, hazlo y rápido, las pondremos nerviosas —A la vuelta tan rápido como pude, me dio un beso en los labios, colocó de nuevo la mano en mi pierna, ahora subiendo y bajando acariciándola, seguí las instrucciones. Extendí las piernas abiertas, arqueé la espalda. Y aunque nunca dejaría de sonrojarme, recorría mi cuerpo una mezcla de humillación pero a la vez excitación.



—Solo las chicas realmente traviesas se excitan con esto, ¿tu, eres una chica traviesa?



—Sí, mami.



—Veremos cuan traviesas son las mironas —Una de ellas, parecía la mayor, intentando disimular no apartaba la vista, de pronto hizo la intención de levantarse.



—Esta se ha puesto nerviosa y seguro pretende desfogarse, nos vas a permitir que lo haga sola, si se levanta ves por ella —soltó Adela.



La seguí, era más bien regordeta, llevaba el pelo recogido en una cola, vestía un top negro, unos pantaloncitos tejanos, prietos ajustados a los muslos por donde se intuían unas buenas nalgas. Entró en el lavabo, tras ella hice lo mismo, prendí el agua y con una mano mojé la cara. Hice la misma operación que ella.



—Pareces sofocada.



—Ufff, si hace calor —contestó, mirándome a través del espejo



—¿No será por algo más que el calor?



—No sé... yo ¿tú crees?



—Tengo mejores remedios para ciertos sofocos.



—¡De verdad....! —lo dijo sonriendo.



—Mmm, ¿Quieres comprobarlo? ven.



Agarré su brazo y prácticamente la arrastre al interior del servicio, sin darme cuenta entramos en de minusválidos, era más amplio. No puso resistencia, me coloque detrás de ella, mis labios rozaron su oreja, había cerrado los ojos... señal de que estaba dispuesta.



—Quiero tocarte —mientras le desbrochaba el pantaloncito.



—Quiero tu culo —el pantaloncito estaba ya en sus rodillas, llevaba un mínimo tanga y le acaricié sus generosas nalgas.



—Quiero tu humedad —mi mano estaba acariciando por encima de la escasa tela del tanga



—Quiero tu coño —mis dedos tiraron de la elástica, y el tanga bajó hasta el pantaloncito, jugué con el recortado pelo de su pubis.



—Qué pequeña zorra ansiosa eres. Creo que te gusta esto —.En silencio movió la cabeza en señal de asentimiento. No podía negarlo pues la humedad era evidente, separó las piernas cuando lubrificados dos dedos entraron suavemente hasta el fondo, echó la cabeza hacia atrás, recostándola en mi hombro, se mordía el labio, gemidos apagados salían de su boca.



Hice que se inclinara sobre el lavabo, me levante la falda y no pude evitar el movimiento de mis caderas mientras presionaba contra ella. Miré la imagen a través del espejo, por su cara adiviné una mezcla de nerviosismo, excitación y expectativa… mientras pasaba un dedo por sus hinchados labios vaginales.



—Ohhh joder... joder, por favor.



—Por favor que, zorra.



—Por favor, necesito un poco más. Por favor.



Mientras ya había pasado por debajo del top la otra mano sobre sus pechos, eran de pequeño tamaño, no llevaba sujetador, ahuecándolos y apretando, con toques suaves. Las presiones de los músculos de su vagina en mis dedos, intuía que su orgasmo estaba cerca, por lo que tiré de un pezón y lo retorcí, duro, más duro.



—Sabía que te gustaría zorra, estás jodidamente mojada.



—Ohhhh joder, joder. Sí. Sí —ahhhh... Mierda...



—Quiero que te corras ya —Tuve que taparle con mi mano la boca, sus gemidos iban en aumento y en volumen.



—Te ha gustado ¿eh? ¿Estás bien? —Retorcía las piernas y apretaba los muslos, intentado impedir que no apartase los dedos de su interior.



—Oh mierda, me ha gustado mucho —Cuando se recuperó un poco, se giró hacia mí como pudo, pues tenía los pantaloncitos y el tanga en los tobillos, se agachó para recuperarlos.



—Espera, quiero tu tanga, yo no llevo —dije sonriéndome.



—Sí, te lo doy... Por favor, oh mierda, ¿podría tocarte?



—¿Tocarme, el que, dónde?



—Ahhh, por favor, tocarte el coño, por favor, por favor...



—Tócamelo un poco, pero tendríamos que salir, llevamos mucho rato, me gustaría atender a tus deseos, pero... —deje que pasara su mano.



—Sí, tienes razón, mi hermana estará nerviosa.



En aquel momento supe que era su hermana quien estaba con ella. Salimos juntas, una mujer nos miró sorprendida, las dos reímos. Estaban hablando, Adela y su hermana, está en absoluto se sorprendió por nuestra tardanza. Nos enteramos que habían venido con sus padres para la boda de un primo, ellos estaban de visitas turísticas con familiares, y se alojaban en hotel cercano.



—Podrías venir al hotel un rato, me gustaría que me dieras la opinión de la ropa que tengo para ponerme mañana para la boda, seguro que tienes muy buen gusto —Dijo, Lucia, así se llamaba. Naturalmente nos sorprendió su comentario, tanto Adela como a mí.



—No sé, creo...



—Seguro que tu tía te dejará, oh tenéis prisa.



—Por mí, ningún problema, si tu hermana quiere podemos ir mientras al cine y tenéis dos horas largas para mirar la ropa —Se adelantó Adela, sonriéndome, moviendo la cabeza y con una mirada cómplice hacía mí.



—Lo siento, quizás no ha sido buena idea… —dijo Lucia



—Sí por mi tía no hay inconveniente, acepto encantada.



Nos intercambiamos sonrisas, de aceptación por parte de todos, Lucia agarró su bolsa de mano y la seguí. En el corto paseo hasta el hotel, la observe. Llevaba zapatillas planas, de altura era ligeramente más baja que yo. Un cuerpo explosivo pero quizás por el aspecto sencillo de la chica, pasaba algo desapercibido al primer vistazo.



—Sabes lo que haces, Lucia, pues creo adivinar tus intenciones.



—Sí, soy consciente de lo que hago, soy mayor de edad, ya tengo 19 años, mis padres no saben nada de mis gustos, mi hermana si lo sabe y me encubre, lo de antes la manera de hacerlo y donde, te confieso que es la primera vez, al verte... sentí cosquilleos... deseos



—¿Te gusto?



—Mucho, me habías puesto a cien... ¿Y, tú tía?



Llegamos al hotel, y cortamos los comentarios, sin problemas entramos en el ascensor, se lanzó contra mí para besarme furiosamente, pero nada más entrar en la habitación quise tomar las riendas de la situación.



—Tranquila, ¿de acuerdo?, tengo gustos muy “especiales” —al ver el intento de ella de desnudarse, me clavó su mirada y con cara de sorpresa.



—¿A qué te refieres? Claro, de acuerdo tú dirás, es que estoy muy nerviosa.



—Tranquila y sin prisas, me da morbo desnudarte —le solté el pelo que llevaba recogido, le saqué el top, tal como pude apreciar en el lavabo, sus pechos eran más bien pequeños con relación al resto de su cuerpo, se los acaricie suavemente, besé y succione levemente los pezones, se apreciaba su excitación por la erección, continué con el pantaloncito, su vientre plano, después de la cintura unas marcadas caderas que seguían con unos generosos muslos, entre estos un abultado pubis con el bello bien definido y recortado, se escondía su coño. Pasé por detrás de ella acariciándole sus generosas nalgas, prietas, jóvenes, y levantadas. Me desprendí de la falda, y me apreté contra ellas. Mis muslos contra sus nalgas. Con mi mano por delante acaricié entre sus muslos, hasta el final, las yemas de mis dedos tocaron la entrada que ya estaba húmeda.



—¿Qué haces? —Le permití que se girase.



Mirándome a los ojos. Y sin dejar de sostenerle la mirada, recorrí su raja con un dedo, notando como se humedecía al pasarlo por entre los labios abiertos. Después lo saque lentamente y metiéndomelo en mi boca le dije.



—Me gusta... y sabes que vamos hacer.



—No, no lo sé... —mientras observaba como saboreaba el dedo



—¿Te gustaría meter la mano en mi chocho?



—La mano y la lengua.



—Mira cómo paso mi dedo por la rajita —por encima de la tela del tanga, por cierto era el suyo.



—Ya lo veo, ya.



—¿Eres virgen?



—Bueno, depende... con una amiga jugando con consoladores.



—¿Te lo han metido alguna vez en el culo?



—No... solo yo a veces los dedos.



—¿Te gustaría?, si yo...



—Sí.



—Métete un dedo en el culo y otro en el coño. ¿Lo harás, se te lo pido?



—Sí, lo haré.



—A qué esperas, ya tardas demasiado.



Abrió las piernas y se encorvó un poco para facilitarse la penetración. Pude ver en su mirada señales de su rendición incondicional. El chasquido de la palma de mi mano sobre su culo, sacudió su cuerpo, haciéndole gritar.



"¡Ay!"



—¿Te preocupa algo? Pregunte, mientras sus dedos seguían jugando entre sus muslos.



—No que va, nada.



Observe su figura desnuda, de pie, reclinada mientras se manipulaba, su postura me ofrecía una vista privilegiada de su culo y su vulva ligeramente abierta entre sus muslos. El morbo crecía por momentos. Lucia presionándose, su mirada perdida tras los mechones de su pelo negro cubriéndole la cara. Mientras yo me había desnudado. La lascivia de la imagen hizo que mi coño se apretara.



—Te gustan estos juegos, también. Será mejor que no te corras hasta que te diga que puedes. ¿Está claro?



—Oh, mierda... me gusta. Está bien, haré lo que quieras, enséñame a disfrutar y a darte gusto, me gustas, aunque luego no te vuelva a ver. Golpeé de nuevo sus nalgas, esta vez con más fuerza.



—Hija de puta… —sus ojos estaban más abiertos que nunca. Se abalanzó hacia mí y me dio un beso de película. Después se apartó, recolocándose su pelo suelto.



—Te ha dolido.



—Vale, un poco... pero soy tuya.



—Muy bien, sé que esto te gusta. Muéstrame lo mojada que estás. Abre las piernas —Lucia lentamente las abrió.



—Tienes un coño muy bonito, debo admitirlo. Parece que necesita caricias —mientras pasaba la palma de la mano, por encima, y cuando menos se lo esperaba, se lo golpeé rítmicamente



—No, por favor.



—Ahora te frotaras un poco el coño para mí. Luego podrás lamer el mío.



—Sí... Nora —Hizo lo que le indique, frotaba su clítoris con fruición. Y entonces, hice que parase.



—Buena niña. Ven aquí. Es hora de darle un buen uso a tu boca —Me había sentado en la cama y la hice subir también. Encogí las piernas, arqueé la espalda, jugué con mis pechos y me froté el coño. Todo para ella. No pudo resistir, se inclinó hacia delante y se colocó entre mis muslos. Mire sus ojos, quien ahora estaba desesperada por complacerme era Lucia.



—Sabía que te gustaría, mi putita, estás jodidamente mojada —Sus palabras ásperas y sucias me hicieron jadear y gemir, tensando mis piernas. Continuó frotando su pulgar en círculos, presionando en la abertura de mi culo, mientras deslizaba su lengua dentro y fuera en un ritmo frenético. Su pulgar empujó alojándose. Presión, placer... mi coño se contrajo a su alrededor mientras jugaba con mi culo, mi clítoris palpitaba, mi respiración se aceleraba cada vez más mientras mi cuerpo intentaba absorber toda la sensación. Hice que se incorporase, la volteé y colocándome sobre ella, cruzamos las piernas. Aceleré el ritmo. La tenía debajo. Un empuje, otro, gemidos de placer escapaban de sus labios mientras me mecía hacia adelante y hacia atrás, luego sus caderas se cerraron rodeándome, finalmente aflojó su agarre y se retiró a un lado.



—Oh… Nora —me abrazó y me besó, mientras acariciaba mi pelo.



—¿Qué quieres saber?



—En realidad pensé, que tú...



—¿Qué te creías? No soy una puta. Quizás pueda ser una golfa o una guarra. Pero creo que han sido un intercambio de placeres mutuos, me apetecía, hemos disfrutado ¿no?



—Si, yo... también soy una guarra.



—Vale..., pero eres una guarra esplendida —Levanté con los dedos de una mano su barbilla, dándole un cariñoso beso en los labios. Entonces me preguntó si iba a verme de nuevo.



—¡No! —Pero tuve la creencia, no sabía por qué, que volvería a verla, pasó casi un año para que gozase otra vez sus encantos.


Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
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