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El triste

~Amo mi profesión, pero si hay algo que odio de ella es el planificar, no me gusta, lo encuentro hasta innecesario, la educación se basa en criterios aún más importantes que el saber y saber hacer, en fin.

No lograba quitarme de la cabeza a Renato, era evidente que me gustaba pero a la vez me llenaba de dudas y de miedo, desde lo acontecido con Javier tenía muchísimo miedo de ver otros hombres, la historia no iba a ser diferente.

-       Renato: Hola, ¿cómo estás? ¿Pensando todavía?

-       Federico: ehh, no, estaba arreglando unos detalles del plan de estudio

-       Renato: ok pero ¿ya está listo?

-       Federico: Sí, ya está todo listo

-       Renato: Ok emm hay algo que quiero preguntarte…

-       Federico: Ah dime

-       Renato: ¿Yo te caigo mal?

-       Federico: ¿Por qué me preguntas eso?

-       Renato: No, por nada en particular es que a veces siento que te incomodo, o que te molesto.

-       Federico: No, para nada (sólo me derrito cada vez que te veo, nada por qué preocuparte) ya sabes que yo pues, tengo mis momentos

-       Renato: Ehh, bueno, me dejas más tranquilo, tú me caes muy bien. ¿Te apetecería que nos tomemos algo hoy en la noche? Elena está de viaje y estoy solo en casa

-       Federico: Me parece, entonces salgo voy a casa y me paso por tu departamento.

-       Renato: No! Yo te llevo a tu casa, así nos vamos juntos.

Ayyy Renatito, por qué me haces esto, esa sonrisa que tienes, esa barba, esos 40 años bien puestos… ¡Dios! Estoy como un loco por besarte.

-       Federico: Ok. Nos vemos a la salida

-       Renato: ¡Dalo por hecho!

El día transcurría sin pena ni gloria, lento, firmando papeles, corrigiendo exámenes finales, revisando correos, preparando programas de estudios, en fin, la verdad es que con los alumnos de vacaciones no es muy entretenido estar en el colegio, y la verdad es que requería algo del ajetreo que te producen los niños, no sé, necesitaba oír algo que no fuesen mis pensamientos, Javier y Renato me tienen al borde de la locura, por un lado no aclaro qué siento por Renato, y Javier… a Javier lo extraño un montón, quizás es que todavía lo quiero pero por mucho que intente eso está perdido, ya de nada sirven mis lamentos, él está con Fabián y eso no va a cambiar. Lo mejor será que continúe con lo mío, y ahí estaba yo, subiendo un acta de calificaciones cuando vi algo que me dejó frío… mi Bb sonaba, alertándome de un mensaje de Javier.

-       Javier: ¡Hola!

-       Federico: …

-       Javier: ¿Cómo estás?

-       Federico: Bn

Decidí no preguntar cómo estaba, sería demostrar que lo extraño (que sí, lo extraño pero quiero sentir lo que es tener dignidad, por alguna vez) pero por lo que se notaba, Javier no tenía ganas, al menos hoy, de dejarme tranquilo.

-       Javier: ¿No me vas a preguntar cómo estoy?

-       Federico: ¿Tengo que hacerlo?

-       Javier: Debieras, yo me preocupo por ti

-       Federico: ¿Tengo que creerte?

-       Javier: Debieras, yo lo hago.

-       Federico: Estoy muy ocupado, adiós

-       Javier: ¿Tan ocupado como para no poder hablarme?

-       Federico: ¡¡Pero por supuesto!!

-       Javier: Y yo que quería hablarte de Fabián…

Sentía que la sangre me hervía, tenía mucha rabia contenida, y lo peor es que no podía desatarla en ninguna parte, me tocaba aguantar…

-       Federico: ¿Y a mí por qué tendría que interesarme saber de él?

-       Javier: Porque hoy he comprobado cómo es en la cama

-       Federico: Eres un imbécil…

-       Javier: Lo disfruté, no veas cómo se mueve, me sentía en el puto cielo, oírlo gritar como una perra fue lo mejor, ya sabes cómo me las gasto

-       Federico: ¡Basta!

-       Javier: No, no basta porque hoy he descubierto lo diferentes que son

-       Federico: ¿Hasta cuándo putas me haces daño? De verdad no entiendo cuál es tu puto problema, ¡eres un imbécil!

-       Javier: Porque no te llega ni a los talones, mi amor, tú eras una auténtica hembra en la cama, y aunque casi nunca me dejabas hacerte el amor, cuando lo hacíamos era tan distinto, eres mi princesa y me muero por tenerte de nuevo entre mis brazos, quiero hacerte mía, muero por hacerte mía…

-       Federico: Hay muchos problemas con tu teoría, no soy tu princesa, no soy tu amor, ni tu hembra, no soy mujer y aunque lo hubiese sido te fuiste a buscar a ese travesti de barrio, ahí lo tienes ¿no?, hazle el amor a él

-       Javier: No te hagas, te mueres por sentirme dentro tuyo, estoy seguro de que ahora estás todo erecto recordando cómo te quité la virginidad, cómo te partí en dos, estoy seguro que hasta ahora tienes las fotos de mi verga que te enviaba cuando estabas en el colegio. ¿No te gustaría que te hiciera el amor? Es sólo eso, no tenemos que volver ni tal, sólo sexo.

Si algo había conseguido con sus mensajes, ahora había terminado por bajarme la erección y dejarme hundido, lo más triste era saber que tenía razón, me conocía al revés y al derecho, sabía cómo provocarme, con esas palabras que lograban volverme loco, me moría de ganas de volver a ser suyo pero sería renunciar a mi dignidad (aunque nunca la haya tenido, en el fondo era lo mismo)

-       Javier: ¿Qué me dices?, ¿te me entregas por las buenas y dejándote seducir o voy al colegio y te hago el amor en el salón?

-       Federico: ¿Qué pretendes?

-       Javier: Ya te lo dije, hacerte el amor.

-       Federico: Me dejaste por Fabián, lo tienes a él que se deja follar más a menudo que yo, ¿para qué quieres follar con un aburrido como yo?

-       Javier: Joder ¡ que no es como tú, que no te llega ni a los talones en la cama, se entrega demasiado fácil, ve mi verga y se arrodilla, no se deja conquistar, no se me resiste, no me deja creer que me tiene en sus manos.

-       Federico: Tienes un problema severo, sabes… vete al demonio.

-       Javier: Tendré lo que quieras, pero sabes que me deseas…

Después de releer una y mil veces todo lo que me había escrito no podía dejar de llorar. Un juguete, eso era para él, su juguete, su presa. Me hacía temblar de placer el saber que me deseaba pero me hundía más y más por desearlo, quería tenerlo aunque fuera sólo un momento…

-       Federico: Renato, debo ir a casa de un amigo a buscar algo que se me ha quedado, yo me voy a tu casa.

-       Renato: No, ¿cómo crees? Yo te llevo, anda, vamos…

-       Federico: No, cómo se te ocurre, yo voy.

-       Renato: Déjame hacerlo, dije que te llevaba y eso voy a hacer.

¿Por qué sería que siempre los hombres lograban dominarme? Como si no importase lo que yo diga, como si estuviese de más mi opinión.

Todo el camino me fui callado, salvo para indicarle a dónde iba, me sentía ruin de llevarlo a casa de mi ex y hacerlo esperar mientras follamos (¡Eh!, hablas de él como si estuviese enamorado de ti, es casado, ¡recuerda!).

-       Renato: Bien, aquí estamos

-       Federico: Gracias, éste, emm, si quieres irte vete y yo te alcanzo

-       Renato: Pero qué obstinado, dije que te esperaba y eso haré.

-       Federico: ¡yaya está bien!

Estaba nervioso mientras subía cada escalón a casa de Javier, sabía a lo que iba y me odiaba por no tener dignidad.

Tocaba la puerta, en cuanto me abrió (la puerta) me di cuenta de lo lamentable de la situación, me conocía mejor que nadie, estaba completamente desnudo con una gran sonrisa.

-       Federico: ¿Qué haces desnudo? (tapándose los ojos) ¡vístete por favor!

-       Javier: Ayyy no se me haga mi reina, si ya me ha visto así un montón de veces, ya me conoces hasta la conciencia

-       Federico: En eso estamos de acuerdo, eres un miserable (cachetada)

-       Javier: ¿Y esto? ¿qué rayos te pasa?

-       Federico: ¿Qué rayos te pasa a ti?, ¿qué placer te produce jugar así conmigo?, ¿hasta cuándo vas a seguir matándome? Lo que más duele es que no te importa el daño que llegas que llegas a hacerme, es una herida que no dejas que se cierre, que abres una y otra vez con tus estupideces

-       Javier: Yo no te he obligado a nada, tú estás aquí porque quieres esto (agarrándose la verga de manera vulgar y excitante)

-       Federico: Uuy pero qué imbécil (intentando darle otra cachetada)

-       Javier: Mejor dame esto

Sentí de nuevo sus labios en mi boca, después de tanto tiempo deseándolo, me sentía tan entregado, esos brazos rodeándome, su pene ejerciendo presión sobre mi abdomen, estaba tan duro, tan caliente, comenzaba a acariciar su pene, ese gran pene que me moría por tener, decidí consentirlo, volverme una zorra y jugar con él.

Comencé succionando sus testículos, metiendo ambos en mi boca, mientras con mi mano lo masturbaba, estaba tan salido, su pene parecía más grande que la última vez que lo vi, estaba delicioso, exquisito, me sentía feliz, lo mamaba una y otra vez, sin soltarlo, tragándolo completo, dejando que follara mi boca, acariciando sus muslos, sus testículos, sus nalgas, Ayyy qué “grande” estaba.

-       Javier: Ayayay mi profe, cómo improvisa con esa boquita, me estás haciendo polvo la verga.

-       Federico: Vamos a ver si te quedan ganas de querer follarte a esa perra.

-       Javier: Esa perra no vale nada, ayayay mi amor esa lengüita, apiádate de mi verga, no tiene la culpa de nada.

-       Federico: mmm…

Me ponía de pie para besarlo, no quería escucharlo hablar, no quería que respirara, quería escucharlo gemir y nada más, me volvían loco sus gemidos.

-       Javier: Amor, estás muy apretadito, casi ni entra mi dedo ¿qué vamos a hacer?

-       Federico: (besando su cuello) haz… lo… que… quieras… yo… sólo… quiero… sentirte… dentro

-       Javier: Como quiera.

Se sentaba en el sillón y se palmeaba los muslos, dándome a entender que quería que me sentase sobre él me levantaba un poquito, mientras con su dedito comenzaba a masturbarme, yo lo besaba, intentando no olvidar jamás esos besos porque sabía que no los tendría más. Sentía dos deditos, luego tres, ya estaba listo, no aguantaba más, quería su verga dentro, moría de placer mientras él la rozaba por mis nalgas pero no me penetraba.

-       Federico: Ya basta, penétrame de una vez

-       Javier: Tengo que recordar cómo estas nalguitas tantas veces me obligaron a masturbarme por no querer abrirse ante mí, si antes hubieses sido como ahora, todo sería tan distinto.

-       Federico: Ahora me tienes como quieres, hazme tuyo

-       Javier: Como ordene

Y ahí estaba yo, saltando sobre él como si no hubiese un mañana, bailaba al ritmo que él quería, mi ano dejaba entrar una y otra vez su verga mientras lo acariciaba, mientras me perdía en sus labios y mis manos no hacían más que masturbarme, no aguantaba más.

Quería hacerlo sufrir y comencé a contraer mi esfínter, oprimiendo su verga y podía escuchar como lo volvía loco.

-       Javier: Mierdaaaaa! qué rico está este culito mi amor, no quiero ni imaginar cómo aprendiste a moverte así de rico.

-       Federico: Todo esto lo aprendí para ti.

-       Javier: Te amo mi amor.

Fue entonces cuando, de la impresión y el dolor que me provocó esa frase, contraje todo mi cuerpo, me puse duro como una piedra y podía ver su cara de placer.

-       Javier: Toma amor, una vez más te he dejado llenito de mí, me encantaría poder embarazarte.

No podía pensar, estaba destruido…

Comencé a vestirme para largarme de ahí, no quería que me viese llorar, no le podía dar ese gusto.

-       Javier: ¿Ya te vas?

-       Federico: Sí, un amigo está esperándome abajo, quedamos de tomarnos algo

-       Javier: Pero quédate conmigo, tenemos mucho tiempo que recuperar

-       Federico: ¿Te parece que haya algo que recuperar?

-       Javier: Mi amor…

-       Federico: No vuelvas a llamarme mi amor (llorando) no vuelvas a decir que me amas, porque yo te odio y si vine es para que te dieras cuenta de lo que te perdiste por caliente.

-       Javier: No, mi vida, escúchame

-       Federico: (cachetada) de ahora en adelante me voy a acostar con cuanto hombre se me cruce en frente, tú para mí eres historia, no eres más que un consolador con manos libres.

-       Javier: Sabes bien que es mentira, me quieres, me necesitas, necesitas mis besos, mis caricias, mi verga, te gusto completito.

-       Federico: Te equivocas, conozco uno más grande que tú, en todo lo que te imaginas, y él sí vale la pena…

Había clavado una estaca en su orgullo, su verga, me moría de dolor por decirle todas esas cosas, que jamás cumpliría (soy un pobre tipo, por eso sabía que me tenía para cada vez que quisiera sexo) salía muerto de la vergüenza, no sabía cómo vería a Renato a los ojos…

-       Renato: ¿Todo bien? ¿Recuperaste lo que querías?

-       Federico: No Renato, a él nunca lo recuperaré…

Me lanzaba a sus brazos a llorar, él sólo me abrazaba sin preguntar nada, era eso lo que necesitaba, que me escuchase y nada más…

 

 

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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