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El regalo que le hice a mi esposo, él jamás lo olvida

~Conociendo Frank, como lo conozco, se que una de las cosas que a él más le gustan, es ver a dos mujeres teniendo sexo. Y si a eso le sumaba que él participara, seguramente se volvería loco de placer. Así que le pregunté a mi amiga, si estaba dispuesta hacerme un pequeño gran favor. Magda como también me conoce, se me quedó viendo, sonriendo pícaramente, y tomándome de la mano me respondió, que sí, preguntándome a la vez, ¿Dónde y cuándo?

Magda y yo nos entendemos íntimamente, desde que las dos estábamos en el colegio. Ella me ha hecho disfrutar de momentos muy placenteros, y yo a ella también. Pero hasta esos momentos, nunca había pensado en que Frank, fuera a participar en uno de nuestros acostumbrados encuentros, hasta ese momento. Por lo que con mucho tacto, continué diciéndole. Querida, el detalle es que no vamos a estar solas. Magda abrió sus grandes ojos, y asombrada me preguntó, quien sería la otra chica. Fue cuando le dije que la otra persona sería mi esposo Frank.

Magda sin dejar de verme con esa cara de asombro, lo único que me preguntó, y ¿él sabe lo nuestro? Yo le fui bien sincera a mi amiga, y le respondí que no, pero que seguramente al decírselo, seguramente le encantaría no tan solo ver, sino que también participar. Sus únicas palabras fueron. Bueno si tú lo dices, por mi no hay problema.

Así que después de que terminamos de almorzar en el Club, llamé a Frank a sus oficinas, y le dije. Te tengo una sorpresa, y la única pista que te daré es que será en la cama. Así que nos vemos en casa, y no tardes, por favor. Por lo general Frank al salir de sus oficinas, va al Club, se reúne con algunas amistades, bebe algo y después nos encontramos en casa. Pero esa tarde, salió directamente de la empresa, para nuestra casa. Cuando lo escuché llegar, desde nuestra habitación le grité diciendo. Cariño aquí estoy.

Cuando mi esposo abrió la puerta del cuarto y nos encontró a Magda y a mí, aun vestidas aunque recostadas en la cama, sonriendo, y con cara de que lo que veía le gustaba, se nos acercó. Aunque Frank conoce a Magda, ignoraba que ella y yo nos entendíamos, por lo que en medio de todo fue una especie de agradable sorpresa para él.

Yo poniéndome de pie, y dándole un fuerte beso, lo felicité por su cumpleaños, y fue cuando al mismo tiempo que comencé a quitarle la ropa, le dije. Magda y yo te tenemos una bonita sorpresa, así que deja que seamos nosotras dos quienes te guiemos. Frank, no dijo nada, en su cara solo se reflejaba felicidad, por medio de su sonrisa, así que Magda, también poniéndose de pie a mi lado, continuó ayudándome a desnudar a Frank, completamente.

Por la erección de su miembro, no me quedó la menor duda de que ese era el regalo más apropiado para mi esposo en esos momentos. Así que tendiéndonos mi amiga, y yo en la cama, mientras yo le mamaba su parada verga. Magda se dedicó a lamer sus testículos.

Por un buen rato Frank, fue el centro de toda nuestra atención, hasta que él comenzó por ir desnudando a Magda, y a mí. Una de las cosas que a Frank, más le llaman la atención son mis grandes tetas, y las de mi amiga no se quedan atrás, por lo que en medio de nuestra intima orgía, cuando vi que Magda, gustosamente le comenzó hacer una cubana a Frank, me sentí en gran parte realizada, por el regalo que le estaba haciendo a mi marido.

El resto de tarde y gran parte de la noche, entre Magda y yo nos turnamos, para ir acostándonos con mi esposo. Pero al él una de las cosas que más le agradó, a Frank, fue el vernos a mi amiga y a mí versándonos, y acariciándonos mutua e íntimamente, la una a la otra. Así que cuando, Magda abrió sus piernas, ofreciéndole su coño a mi esposo, en cierta manera me dio algo de celos, pero el ver lo mucho que los tres lo disfrutábamos, como mi amiga dando gritos de placer disfrutó de un tremendo orgasmo, dejé de pensar en tontería, así que mientras mi esposo le enterraba su verga a mi amiga, yo gustosamente me besaba con él.

Pero cuando al rato y después de un pequeño refuerzo con el polvito maravilla, y seguramente alguna pastillita de las azules, Frank, comenzó a darme sabrosamente por el culo. Magda enterró su cara sobre mi coño, arrancándome entre ella y mi esposo profundos y largos placenteros gemidos.

Lo bueno de todo eso es que a Frank, no hay día que no me pregunte cuando lo volvemos a repetir, hasta incluso me dijo que para mi cumpleaños ya él tenía escogido, entre sus conocidos, todos los perfectos regalos, para mí….

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